Wolfgang Amadeus Mozart
Fue un compositor, pianista,
director de orquesta y profesor del antiguo Arzobispado de Salzburgo (anteriormente
parte del Sacro Imperio Romano Germánico, actualmente parte de Austria),
maestro del Clasicismo, considerado como uno de los músicos más influyentes y
destacados de la historia.
En su niñez más temprana en Salzburgo,
Mozart mostró una capacidad prodigiosa en el dominio de instrumentos de teclado
y del violín. Con tan solo cinco años ya componía obras musicales y sus
interpretaciones eran del aprecio de la aristocracia y realeza europea. A los
diecisiete años fue contratado como músico en la corte de Salzburgo, pero su
inquietud le llevó a viajar en busca de una mejor posición, siempre componiendo
de forma prolífica. Durante su visita a Viena en 1781, tras ser despedido de su
puesto en la corte, decidió instalarse en esta ciudad, donde alcanzó la fama
que mantuvo el resto de su vida, a pesar de pasar por situaciones financieras
difíciles. En sus años finales, compuso muchas de sus sinfonías, conciertos y
óperas más conocidas, así como su Réquiem. Las circunstancias de su temprana
muerte han sido objeto de numerosas especulaciones y elevadas a la categoría de
mito.
Según críticos de música como
Nicholas Till, Mozart siempre aprendía vorazmente de otros músicos y desarrolló
un esplendor y una madurez de estilo que abarcó desde la luz y la elegancia, a
la oscuridad y la pasión —todo bien fundado por una visión de la humanidad
«redimida por el arte, perdonada y reconciliada con la naturaleza y lo
absoluto»— Su influencia en toda la música occidental
posterior es profunda; Ludwig van Beethoven escribió sus primeras composiciones
a la sombra de Mozart, de quien Joseph Haydn escribió que «la posteridad no
verá tal talento otra vez en cien años».
Cuando Wolfgang Amadeus tenía cuatro
años tocaba el clavicordio y componía pequeñas obras de considerable
dificultad; a los seis, tocaba con destreza el clavecín y el violín. Podía leer
música a primera vista, tenía una memoria prodigiosa y una inagotable capacidad
para improvisar frases musicales.
Definitivamente no era un niño
común. Su progenitor era un hombre inteligente, orgulloso y religioso. Creía
que los dones musicales de su hijo eran un milagro divino que él, como padre,
tenía la obligación de cultivar.5 Cuando el niño iba a cumplir seis años de edad,
Leopold decidió exhibir las
dotes musicales de sus hijos ante las principales cortes de Europa. Según los
primeros biógrafos de Wolfgang, su padre «quiso compartir con el mundo el
milagroso talento de su hijo...». Leopold creyó que proclamar este milagro al
mundo era un deber hacia su país, su príncipe y su Dios, por lo que tenía que
mostrarlo a la alta sociedad europea, ya que de otra manera él sería la
criatura más ingrata.
Su primera composición impresa y sus esfuerzos precoces con el violín
fueron por iniciativa propia y Leopold se vio fuertemente sorprendido. Padre e
hijo tenían una relación muy estrecha y estos logros de niñez hicieron llorar
de alegría a Leopold más de una vez.
Finalmente, Leopold dejó de componer
cuando el excepcional talento musical de su hijo se hizo evidente. Él era el único profesor de
Wolfgang en sus primeros años y le enseñó música, así como el resto de asignaturas académicas.
El otro gran representante de la
trinidad clásica vienesa, Beethoven, también confesaba su veneración por la
figura del músico salzburgués, mientras que el escritor y músico E. T. A.
Hoffmann consideraba a Mozart, junto a Beethoven, el gran precedente del
romanticismo y uno de los pocos que había sabido expresar en sus obras aquello
que las palabras son incapaces de insinuar siquiera.
Son elogios elocuentes acerca del
reconocimiento de que gozó Mozart ya en su época, y que su misteriosa muerte,
envuelta en un halo de leyenda romántica, no ha hecho sino incrementar. Genio
absoluto e irrepetible, autor de una música que aún hoy conserva intacta toda
su frescura y su capacidad para sorprender y emocionar, Wolfgang Amadeus Mozart
ocupa uno de los lugares más altos del panteón de la música.
Hijo del violinista y compositor Leopold
Mozart, Wolfgang Amadeus fue un niño prodigio que a los cuatro años ya era
capaz de interpretar al clave melodías sencillas y de componer pequeñas piezas.
Junto a su hermana Nannerl, cinco años mayor que él y también intérprete de
talento, su padre lo llevó de corte en corte y de ciudad en ciudad para que
sorprendiera a los auditorios con sus extraordinarias dotes. Munich, Viena,
Frankfurt, París y Londres fueron algunas de las capitales en las que dejó
constancia de su talento antes de cumplir los diez años.
No por ello descuidó Leopold la formación
de su hijo: ésta proseguía con los mejores maestros de la época, como Johann
Christian Bach, el menor de los hijos del gran Johann Sebastian Bach, en
Londres, o el padre Martini en Bolonia. Es la época de las primeras sinfonías y
óperas de Mozart, escritas en el estilo galante de moda, poco personales, pero
que nada tienen que envidiar a las de otros maestros consagrados.
Todos sus viajes acababan siempre en
Salzburgo, donde los Mozart servían como maestros de capilla y conciertos de la
corte arzobispal. Espoleado por su creciente éxito, sobre todo a partir de la
acogida dispensada a su ópera Idomeneo, Mozart decidió abandonar en 1781 esa
situación de servidumbre para intentar subsistir por sus propios medios como
compositor independiente, sin más armas que su inmenso talento y su música.
Fracasó en el empeño, pero su ejemplo, a la par también de los cambios sociales
introducidos por la Revolución Francesa, señaló el camino a seguir a músicos
posteriores; Beethoven o Schubert, por citar sólo dos ejemplos, ya no entrarían
nunca al servicio de un mecenas o un patrón.
Tras afincarse en Viena, la carrera de
Mozart entró en su período de madurez. Las distintas corrientes de su tiempo
quedan sintetizadas en un todo homogéneo, que si por algo se caracteriza es por
su aparente tono ligero y simple, apariencia que oculta un profundo
conocimiento del alma humana. Las obras maestras se sucedieron: en el terreno
escénico surgieron los singspieler El rapto del serrallo y La flauta mágica,
partitura con la que sentó los cimientos de la futura ópera alemana, y las tres
óperas bufas con libreto de Lorenzo Da Ponte Las bodas de Fígaro, Don Giovanni
y Così fan tutte, en las que superó las convenciones del género.
No hay que olvidar la producción sinfónica
de Mozart, en especial sus tres últimas sinfonías, en las que anticipó algunas
de las características del estilo de Beethoven, ni sus siete últimos conciertos
para piano y orquesta. O sus cuartetos de cuerda, sus sonatas para piano o el
inconcluso Réquiem. Todas sus obras de madurez son expresión de un mismo
milagro. Su temprana muerte constituyó, sin duda, una de las pérdidas más
dolorosas de la historia de la música.
Fuentes: https://es.wikipedia.org/wiki/Justo_Sierra_M%C3%A9ndez
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/m/mozart.htm
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