Antonio López de Santa Anna
Ambos padres deseaban para él un porvenir
tranquilo y acomodado, como correspondía a un joven aristocrático de
ascendencia española. Sin embargo, por su carácter aventurero y sus deseos de
sobresalir, consiguió ingresar en el Ejército Real de la Nueva España a los
dieciséis años, el 6 de julio de 1810 como simple cadete en el Regimiento de
Infantería Fijo de Veracruz. En 1811 su regimiento fue convocado para sofocar
el movimiento insurgente iniciado un año antes por el cura Miguel Hidalgo y
Costilla, pero debido a la derrota de Hidalgo en la Batalla de Puente de
Calderón, fue enviado hacia el norte. Las primeras experiencias militares de
Santa Anna se desarrollaron en la provincia de Nuevo Santander y en la de
Texas, bajo el mando del coronel Don José Joaquín de Arredondo, quien fue su
instructor.
En
el Ejército Trigarante.
Su
carrera política comenzó en 1821, año en el que el Plan de Iguala de Agustín de
Iturbide consagró al Primer Imperio Mexicano. Inició entonces una larga serie
de imprevisibles adhesiones ideológicas. Enviado por el Gobierno Virreinal a
dar auxilio a la ciudad de Orizaba que estaba sitiada por los rebeldes, los
derrotó y fue condecorado por el virrey y ascendido a teniente coronel. Fue
nombrado comandante del puerto de San Juan de Ulúa, que se convirtió en su
último reducto.
Como
muchos otros militares, solo como una estrategia política y para obtener apoyos
personales, se unió a Iturbide el 25 de marzo, quien propuso formar un congreso
con una cámara única con la representación proporcional a la importancia de
clases y con elección directa, dando así predominio a los grupos privilegiados.
Santa Anna y los militares estaban de acuerdo con la independencia, pero no
aceptaban que el gobierno fuera oligárquico, pues, según ellos, no se
eliminarían los privilegios de los peninsulares que aún quedaban en el país. La
Suprema Junta Provisional Gubernativa pidió una sola cámara sin separación de
clases ni representación proporcional y por medio de elección indirecta. De
esta manera se conformó tanto por abogados, como por miembros del clero bajo y
medio, aristócratas y demás gente de relevancia social y política.
Rechazo
al imperio de Iturbide
La
transformación de una parte de la Nueva España en lo que hoy es México no iba a
ser fácil; incluso, hoy en día, el territorio mexicano ni siquiera comprende la
totalidad de la parte septentrional (norte) de América a la que se referían los
primeros independentistas. España desconoció hasta 1836 la independencia de todos
sus dominios y esto hizo que aumentara el fervor de independencia en las
principales ciudades. Luego de que Iturbide firmó los Tratados de Córdoba, en
los que México se declaró independiente, empezó la polarización de políticos y
militares mexicanos. Había en el recién nombrado Congreso Constituyente
representantes monárquicos borbonistas e iturbidistas, así como republicanos.
Además, España conservó para sí Cuba, Puerto Rico, Santo Domingo y las
Filipinas, dividiendo aún más el antiguo reino. Centroamérica, sin embargo,
hasta ese momento, seguía de lado de los independentistas de la Ciudad de
México.
Iturbide
fue coronado emperador gracias a la presión de las masas afuera del Congreso
Constituyente, quienes la noche del 18 de mayo de 1822 pidieron la corona para
él, proclamándolo como "Agustín I", y presionaron al Congreso para
instituir la monarquía como nueva forma del estado. Sabiendo lo astuto que era
Iturbide, bien podría pensarse que manipuló las masas para esta conclusión
benéfica para él, pero perjudicial para el resto de los insurgentes. Por ello,
la oposición republicana no tardó en exacerbarse: en Michoacán se descubrió un
complot para formar la república y, en consecuencia, fueron detenidos quince
diputados, entre ellos a Servando Teresa de Mier y a Carlos María de
Bustamante. En una manera extraña,
Iturbide actuaba de manera idéntica
a Simón
Bolívar
en la Gran Colombia queriendo el poder para sí
y olvidando que el camino más
adecuado para la recién
creada nación
era la República.
Iturbide
disolvió el Congreso el 31 de octubre por desobediencia, conjuras y falta de
servicio a la nación; en su lugar, designó a cuarenta y cinco diputados que
consideró adecuados. Los antiguos insurgentes Nicolás Bravo, Vicente Guerrero y
Guadalupe Victoria se sintieron traicionados; Santa Anna reapareció en la vida
pública, emitió el Plan de Veracruz y poco tiempo después el Plan de Casa Mata,
declarando ilegal la elección del Emperador y pronunciándose a favor de los
republicanos. Los borbonistas también se unieron al levantamiento. El general
José Antonio de Echávarri, quien fue designado para combatir la rebelión a
Jalapa, también decidió unirse en contra del Imperio. Iturbide solo fue apoyado
por el clero y decidió abdicar.
Desterrado
Iturbide en 1823 y restaurado el Congreso, comenzaron las pugnas entre
centralistas y federalistas, a los que Santa Anna se une de inmediato. En esta
ocasión fracasa un levantamiento que surgió en San Luis Potosí. Santa Anna,
como su principal comandante, es enviado a la Ciudad de México para ser
juzgado; por influencias que tenía en la Corte, fue absuelto.
El
ascenso a la presidencia
Durante
los primeros años del México independiente, los acontecimientos ayudaron a
Santa Anna en su imparable ascenso. Los levantamientos de 1827 le dieron la
posibilidad de ponerse del lado del gobierno de forma sorprendente, puesto que
la participación de su hermano Manuel del lado rebelde, hacía suponer que Santa
Anna se retiraría de su hacienda en Manga de Clavo para apoyarlo. La suerte de
los dos hermanos fue muy distinta a raíz de este acontecimiento: mientras
Manuel era desterrado, Antonio obtenía el gobierno de Veracruz.
Poco
más tarde se le brindó una nueva oportunidad. La convocatoria a las elecciones
de 1828 nacía con la controversia entre las posturas representadas por Manuel
Gómez Pedraza y Vicente Guerrero. Los partidarios del primero se oponían a
hacer efectiva la expulsión de los españoles peninsulares restantes en el país.
Apenas once días después de que Gómez Pedraza ganara las elecciones, Santa Anna
se rebeló, exigiendo la sustitución del presidente electo por el general
Vicente Guerrero, inaugurando con esto el inicio de las interminables guerras
civiles en el país naciente.
La
variedad de recursos con los que contaba Santa Anna para financiar su
levantamiento fue amplia, ya fuera por las amplias arcas de su familia y sus
parientes, así como por la infinidad de simpatizantes que encontraba dentro de
las más altas esferas sociales.
Nombrado
presidente Guerrero, Santa Anna tomó las riendas del ejército nacional.
En
1829, una expedición española desembarcada en Tampico, comandada por el
brigadier Isidro Barradas que tenía por objetivo la reconquista de México, fue
derrotada por Santa Anna, que desde entonces fue conocido como El Héroe de
Tampico.
Al
ser derrocado el gobierno de Guerrero por Anastasio Bustamante, Santa Anna hizo
un pacto con Gómez Pedraza (el presidente que había derrocado años atrás), para
que este alcanzara la presidencia de 1830 a 1833 mediante nuevos
levantamientos. En 1833, Santa Anna alcanza por fin la presidencia.
La
Guerra de los Pasteles
Los
comerciantes franceses avecindados en México enviaron una serie de
reclamaciones, como resultado de diferentes revueltas, aunado con el abuso de
poder de algunos políticos (Tributos) que fueron recibidas en París con alarma.
Entre
estas reclamaciones, se encontraba la del señor Remontel, dueño de un
restaurante de Tacubaya, donde algunos oficiales del presidente Santa Anna se
habían comido en 1832 unos pasteles sin pagar la cuenta (Aunque posiblemente
fue por daños al restaurante), por lo cual exigía ser indemnizado con sesenta
mil pesos. Adicionalmente ese mismo año, un ciudadano francés fue fusilado en
Tampico, acusado de piratería, lo que tensó aún más las relaciones entre ambos
países.
México
había acabado en 1836 la guerra con Texas, y el 28 de diciembre España reconoce
finalmente la independencia de México (lo que eliminaba el problema de atacar
un territorio reclamado por un país amigo), y llegado el año de 1838, aún no se
había podido concertar un tratado definitivo en virtud de que el representante
francés, el barón Antoine-Louis Deffaudis, no estaba de acuerdo con dos
artículos del convenio.
En
consecuencia, Deffaudis abandonó su misión diplomática en México y regresó a
Francia, para volver al poco tiempo (marzo) acompañado de diez barcos de guerra
que apoyaban las reclamaciones de su gobierno. Fondearon frente a la Isla de
Sacrificios, amenazando con invadir el territorio mexicano si México no cumplía
las condiciones que Deffaudis plasmó en un ultimátum, que vencía el 15 de
abril.
Como
no fueron aceptadas tales demandas por el gobierno mexicano, la flota francesa
abrió fuego contra el fuerte de San Juan de Ulúa, desarrollándose lo que hoy
conocemos como la Batalla de San Juan de Ulúa (1838) y la ciudad de Veracruz el
21 de noviembre de 1838, por lo que al día siguiente capitularon ambas
entidades, comenzando la guerra.
El
gobierno de México reprobó ambas capitulaciones y expidió un decreto el 30 de
noviembre anunciando que se declaraba la guerra al Rey de Francia, e
inmediatamente pidió a Santa Anna que se pusiera al frente de las tropas e
iniciara la ofensiva contra los franceses.
Santa
Anna llegó a Veracruz y se dispuso a defender la ciudad, enviando una comunicación
al comandante Charles Baudin informándole que no habían sido aprobadas las
capitulaciones. En respuesta, el contraalmirante ordenó que una columna de 1000
hombres con artillería desembarcara con el propósito de aprehender a Santa
Anna, y el 4 de diciembre consiguió desembarcar en Veracruz. Este, al darse
cuenta del desembarco, reunió algunas fuerzas y entabló la lucha sin resultados
definitivos para una u otra parte.
Ante
esta situación, Baudin ordenó el embarco de sus tropas, que fueron perseguidas
por los mexicanos liderados por Antonio López de Santa Anna hasta el muelle,
donde los franceses, al disparar un cañón, pudieron detenerlos, resultando
malherido el propio Santa Anna en una pierna la cual perdió, así como algunos
dedos de la mano.
Baudin
ordenó a continuación que la artillería naval hiciera fuego contra la ciudad,
por lo que Santa Anna dispuso la evacuación del puerto, retirándose hasta la
zona de Pocitos (a una legua de la ciudad) en donde la población no correría
mayor peligro y Santa Anna se recuperaría de sus heridas.
Esto
le dio una gran publicidad, lo que le permitió ocupar la presidencia de nuevo
en 1839, 1841 y 1844, anunciando ya el estilo totalitario que distinguiría su
último período aunado con los problemas de la cuestión texana con EU.
Exilio
Al
ocupar la presidencia de nuevo, Santa Anna sufrió un nuevo revés, al suscitarse
de nuevo la cuestión texana.
Cuando
en 1843, Estados Unidos planteó la incorporación de Texas a su territorio,
Santa Anna intentó zafarse de la escena política para no sufrir
descalificaciones de la opinión pública. Puso de pretexto la muerte de su
esposa Doña Inés García y Martínez de Uscanga para retirarse de la presidencia
mientras pasaba el furor público por la anexión de Texas a los Estados Unidos.
A los cuarenta días de luto por su mujer, Santa Anna contrajo matrimonio con la señorita Doña Dolores Tosta y Gómez, escándalo que contribuyó a aumentar su descrédito en un momento en que se le recordaba su anterior episodio en Texas y se le pedían responsabilidades. El retiro de la escena política en ese momento, lo pagó con un largo exilio en La Habana.
En
ausencia de Santa Anna, la situación interna en México estaba repartida entre
hostilidades y caos político. Durante aquella situación, en EE.UU, James K.
Polk había ocupado la presidencia del país. Polk era un conocido expansionista
que desde hacía tiempo tenía puestos sus ojos en los territorios mexicanos de
la Alta California y Nuevo México. El 29 de diciembre de 1845, para el enojo de
los políticos mexicanos –quienes nunca reconocieron la independencia de Texas–
el Congreso de los Estados Unidos (a instancias de Polk y su antecesor Tyler)
aprobó la incorporación de Texas a la Unión Americana; un hecho que deterioró
rápidamente las relaciones entre México y Estados Unidos. Dicha situación se
agravó aún más cuando el gobierno mexicano se negó a recibir al embajador
enviado por Polk para comprar los territorios deseados por 15 millones de
dólares. Aquello fue aprovechado por Polk como pretexto para presionar al
Congreso a declarar la guerra. En tanto, a fin de presionar más las cosas, Polk
había enviado tropas al mando de Zachary Taylor en las periferias del río
Bravo; aun cuando se consideraba al río Nueces como el límite oficial con
Texas, unos kilómetros más al norte. Aunque las escaramuzas entre ambos
contingentes fueron directamente provocadas por los estadounidenses dentro de
suelo mexicano y sin declaración de guerra previa, Polk hizo ver a los
mexicanos ante el Congreso como si hubieran sido los culpables. Con ello, la
guerra entre ambos países dio inicio el 8 y 9 de mayo de 1846.
El
gobierno de Valentín Gómez Farías decidió llamar de vuelta al general Santa
Anna para dirigir los esfuerzos nacionales. A pesar de que logró amasar un
considerable ejército, el evidente atraso tecnológico de este (el ejército
usaba armas de tiempos de la Independencia) así como la falta de una cadena de
mando eficiente, de nada le sirvió contra las fuerzas tecnológicamente
superiores y mejor disciplinadas de Estados Unidos. Aquello significó una serie
de derrotas consecutivas en todas las acciones bélicas de la guerra (la mayoría
desarrollada en el norte). Se sabe que casi logró una victoria en la Batalla de
la Angostura, pero se retiró inexplicablemente a un paso de derrotar al general
Taylor.
Después,
en su natal estado de Veracruz, fue derrotado en la Batalla de Cerro Gordo, en
buena medida debido a que su artillería atacó a los centinelas del ejército
estadounidense, revelando su posición. El grueso del ejército estadounidense
evitó el camino donde Santa Anna pretendía atraparlos y atacó al ejército
mexicano desde varios flancos, causando su derrota. Tras evacuar la capital del
país, Santa Anna se exilió de nuevo, esta vez en Colombia.
Exiliado
Santa Anna, el Congreso firmó el Tratado de Guadalupe Hidalgo, con el cual
México perdió los estados de Alta California y Nuevo México (hoy California,
Arizona, Nevada, Colorado, Utah y parte de Wyoming) a favor de los Estados
Unidos, que se comprometió a pagar una indemnización de 15 millones de dólares
a México.
Su
Alteza Serenísima
Tras
el exilio que se impuso el General Santa Anna en Colombia, el hambre, el
descontento y las pugnas políticas hicieron caer en crisis al país una vez más,
provocando con ello la dimisió|n del Presidente Mariano Arista, en 1853,
causada por el Plan del Hospicio. En ese momento, el Partido Conservador, que
había sido elegido en la mayor parte de los estados, reclamó de nuevo el
regreso de Santa Anna y le escribieron el 23 de marzo de 1853 solicitándole que
volviese a tomar la presidencia, a condición de que defendiese la religión
católica, suprimiera el federalismo, organizase una nueva división territorial
del país y reorganizara el ejército. Santa Anna, quien había demostrado hasta
ese momento ser el único hombre con la suficiente fuerza para gobernar un país
tan ingobernable, les tomó la palabra a los conservadores y regresó a la
presidencia en abril de ese mismo año.
En
un principio, y gracias a que se supo rodear de buenos asesores, el gobierno de
Santa Anna fue uno de buenos resultados. No obstante, a la muerte de Lucas
Alamán, su principal colaborador, el gobierno de Santa Anna fue degenerando
poco a poco en uno de corte dictatorial. Se hizo llamar "Alteza
Serenísima" y restauró la anteriormente extinta Orden de Guadalupe.
Aquello despertó sospechas de la posibilidad de que la dictadura se fuese a
transformar en una monarquía.
Durante
la dictadura de Santa Anna, el gobierno mexicano siguió enfrentando una
precaria situación financiera. Aquello obligó a Santa Anna, a fin de sanear las
ya endebles arcas nacionales, a cobrar los impuestos más inicuos. Desde las
puertas y ventanas, hasta por la posesión de perros. De igual forma, a fin de
contener de una vez y por todas el deseo expansionista de EE.UU., Santa Anna se
vio obligado a ceder, a cambio de 10 millones de dólares, el territorio mexicano
de La Mesilla. Ya para entonces, la popularidad del autonombrado "Defensor
de la Patria" estaba ya por los suelos. Sería ya en la última parte de su
dictadura, en que Juan Álvarez, cacique sureño y antiguo caudillo de la
Independencia, junto con otros tantos oponentes políticos, promulgarían el Plan
de Ayutla.
Exilio
definitivo y muerte
Para
1855, varios estados se habían adherido al Plan de Ayutla, forzando a Santa
Anna a renunciar por última vez a la presidencia y hacerlo marchar de nuevo al
exilio. A pesar de que Santa Anna había atestiguado varias idas y vueltas de
gobiernos, el triunfo del Plan de Ayutla marcó de una vez por todas la muerte
política del nombrado 'Defensor de la Patria'.
Por
el resto de su vida se mantuvo en el exilio pasando por diversos lugares: de
Cuba a Estados Unidos, después a Colombia, y más tarde a la isla de Santo Tomás
en las Islas Vírgenes. Durante esa vida itinerante, su voz se dejó oír en
México sin provocar mucho ruido. Cuando se había instituido el nuevo gobierno
liberal, Santa Anna publicó diversos artículos que instaban (sin éxito) a una
rebelión en contra del régimen. De la misma forma, cuando se dieron los sucesos
de la Segunda Intervención Francesa, Santa Anna escribió al gobierno mexicano
ofreciendo sus servicios como militar para combatir al invasor; naturalmente,
fue ignorado. Si bien Santa Anna siempre se encontró a favor de la soberanía
máxima posible de México y aborrecía todo tipo de intervención extranjera,
encontró simpatía en la restauración monárquica bajo el reinado del emperador
Maximiliano de Habsburgo, por lo que, entusiasmado por la causa monárquica,
escribió también al emperador para ofrecerle sus servicios, pero los asesores
del archiduque austriaco le aconsejaron ignorarle, por lo que sus atenciones fueron
desestimadas.
Finalmente,
aprovechando la amnistía general durante el gobierno del presidente Sebastián
Lerdo de Tejada, regresó definitivamente a México en 1874. Para entonces, Santa
Anna ya era un veterano de 80 años que padecía cataratas y al que el pueblo
mexicano tenía en el olvido (no fue tomado en cuenta durante el aniversario de
la batalla de Churubusco). El general Santa Anna moriría dos años después en su
casa ubicada en la calle de Vergara (hoy calle de Bolívar) número 14, en la
Ciudad de México, la noche del jueves del 21 de junio de 1876. Su tumba se
encuentra en el viejo Panteón Civil del Tepeyac, de la Villa de
Guadalupe-Hidalgo, en la Ciudad de México.
Fuentes:
https://es.wikipedia.org/wiki/Antonio_L%C3%B3pez_de_Santa_Anna
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