Miguel Ángel Buonarroti.
Triunfó
en todas las artes en las que trabajó, caracterizándose por su perfeccionismo.
La escultura, según había
declarado, era su predilecta y la primera a la que se dedicó; a continuación, la pintura, casi como una
imposición
por parte del papa Julio II, y que se concretó en una obra excepcional, la
bóveda de la Capilla Sixtina; y ya en sus últimos años, realizó proyectos
arquitectónicos. Fue autor de numerosas obras, de las cuales hoy en día se
conservan entre 40 y 50 esculturas, 4 pinturas, varias decenas de dibujos y los
frescos de la Capilla Sixtina y la Capilla Paulina.
Su
madre murió
en 1481, cuando Miguel Ángel
contaba con seis años.
La familia Buonarroti Simoni vivía en Florencia desde hacía más de trescientos
años y habían pertenecido al partido de los güelfos; muchos de ellos habían
ocupado cargos públicos. La decadencia económica empezó con el abuelo del
artista, y su padre, que había fracasado en el intento de mantener la posición
social de la familia, vivía de trabajos gubernamentales ocasionales, como el de
corregidor de Caprese en la época
en que nació
Miguel Ángel.
Regresaron a Florencia, donde vivían
de unas pequeñas
rentas procedentes de una cantera de mármol y una pequeña finca que tenían en
Settignano, pueblo donde Miguel Ángel
había
vivido durante la larga enfermedad y muerte de su madre; allí quedó
al cuidado de la familia de un picapedrero.
El
padre le hizo estudiar gramática en Florencia con el maestro Francesco da
Urbino. Miguel Ángel quería ser artista, y cuando comunicó a su padre que
deseaba seguir el camino del arte, tuvieron muchas discusiones, ya que en
aquella época era un oficio poco reconocido. Ludovico di Leonardo consideraba
que aquel trabajo no era digno del prestigio de su linaje. Gracias a su firme
decisión, y a pesar de su juventud, consiguió convencerlo para que le dejara
seguir su gran inclinación artística, que, según Miguel Ángel, le venía ya de
la nodriza que había tenido, la mujer de un picapedrero. De ella comentaba:
«Juntamente con la leche de mi nodriza mamé también las escarpas y los
martillos con los cuales después he esculpido mis figuras».
Mantuvo
buenas relaciones familiares a lo largo de toda su vida. Cuando su hermano
mayor, Leonardo, se hizo monje dominico en Pisa, asumió la responsabilidad en
la dirección de la familia. Tuvo a su cargo el cuidado del patrimonio de los
Buonarroti y lo amplió con la compra de casas y terrenos, así como también
concertó el matrimonio de sus sobrinos Francesca y Leonardo con buenas familias
de Florencia.
Desde
muy joven manifestó sus dotes artísticas para la escultura, disciplina en la
cual empezó a sobresalir. En abril de 1488, con doce años de edad y gracias al
consejo de Francesco Granacci, otro joven que se dedicaba a la pintura, entró
en el taller de los famosos Ghirlandaio (Domenico y Davide); su familia y los
Ghirlandaio formalizaron un contrato de estudios durante tres años: 1488. Yo, Ludovico di
Lionardo Buonarota, en este primer día de abril, inscribo a mi hijo
Michelangelo como aprendiz de Domenico y Davide di Tomaso di Currado, durante
los próximos tres años, bajo las condiciones siguientes: que el dicho
Michelangelo ha de permanecer durante el tiempo convenido con los anteriormente
citados para aprender y practicar el arte de la pintura y que ha de obedecer
sus instrucciones, y que los nombrados Domenico y Davide habrán de pagarle en
estos años la suma de veinticuatro florines de peso exacto: seis durante el
primer año, ocho el segundo año y diez el tercero, en total una suma de noventa
y seis liras.
Hodson
(2000, p. 14)
Allí
permaneció como aprendiz durante un año, pasado el cual, bajo la tutela de
Bertoldo di Giovanni, empezó a frecuentar el jardín de San Marcos de los
Médicis, donde estudió las esculturas antiguas que había allí reunidas. Sus
primeras obras artísticas despertaron la admiración de Lorenzo el Magnífico,
que lo acogió en su Palacio de la Via Longa, donde Miguel Ángel se habría de
encontrar con Angelo Poliziano y otros humanistas del círculo de los Médicis,
como Giovanni Pico della Mirandola y Marsilio Ficino. Estas relaciones lo
pusieron en contacto con las teorías
idealistas de Platón,
ideas que acabaron convirtiéndose
en uno de los pilares fundamentales de su vida y que plasmó tanto en sus obras plásticas como en su producción
poética.
Según
Giorgio Vasari, un día, saliendo del jardín de los Médicis —o, según Benvenuto
Cellini, de la capilla Brancacci, donde él y otros alumnos aprendían a dibujar
delante de los frescos de Masaccio—, fue cuando Pietro Torrigiano le dio un puñetazo
y le rompió la nariz; como consecuencia, le quedó la nariz chata toda la vida,
tal como se aprecia claramente en todos sus retratos.
Tras
la muerte de Lorenzo el Magnífico, en 1492, Miguel Ángel huyó de Florencia y
pasó por Venecia, instalándose después en Bolonia. Allí esculpió diversas obras
bajo la influencia de la labor de Jacopo della Quercia. Pero en 1496 decidió
partir hacia Roma, ciudad que había de verle triunfar. Allí inició una década
de gran intensidad artística, después de la cual, con treinta años, sería
acreditado como un artista de primera línea. Después del Bacus del Bargello
(1496), esculpió la Piedad del Vaticano a los veintitrés
años, y posteriormente realizó el Tondo Pitti. De la misma época es el cartón
de La batalla de Cascina, actualmente perdido, pintado para la Señoría de
Florencia, y el David, obra cumbre de la escultura, de una gran complejidad por
la escasa anchura de la pieza de mármol, que fue colocado delante del palacio
del Ayuntamiento de Florencia y se convirtió en la expresión de los supremos
ideales cívicos del Renacimiento.
En
marzo de 1505, Julio II le encargó la realización de su monumento fúnebre:
Miguel Ángel proyectó un complejo arquitectónico y escultórico monumental en el
cual, más que el prestigio del pontífice, se loaba el triunfo de la Iglesia. El
escultor, entusiasmado con esta obra, permaneció en Carrara durante ocho meses
para ocuparse personalmente de la elección y la dirección de la extracción de
los mármoles necesarios. Al regresar a Roma, el papa había dejado a un lado el
proyecto del mausoleo, absorbido como estaba con la reforma de Bramante en la
basílica de San Pedro. Miguel Ángel, contrariado, abandonó Roma y se dirigió a
Florencia, pero a finales de noviembre de 1506, después de numerosas llamadas
del pontífice —que hasta le llegó amenazar con la excomunión—, se reunió con él
en Bolonia.
En
mayo de 1508, aceptó dirigir la decoración de la bóveda de la Capilla Sixtina,
cuyos frescos concluyó cuatro años más tarde, después de un trabajo solitario y
tenaz. En esta obra ideó una grandiosa estructura arquitectónica pintada,
inspirada en la forma real de la bóveda. En el tema bíblico general de la
bóveda, Miguel Ángel interpuso una interpretación neoplatónica del Génesis y
dio forma a un tipo de interpretación de las imágenes que conseguirían ser un
símbolo del arte del Renacimiento.
Después
de la muerte de Julio II, en mayo de 1513, el artista hizo un segundo intento
de seguir con la obra del mausoleo del pontífice. Con este propósito esculpió
las dos figuras de los Esclavos y el Moisés, que reflejan una atormentada energía,
la terribilitá de Miguel Ángel. Pero este segundo intento tampoco prosperó.
Finalmente,
después de la muerte de Bramante (1514) y de Rafael Sanzio (1520), Miguel Ángel
consiguió la total confianza del papado.
En
1516, por encargo de León X, inició el proyecto para la fachada de la basílica
de San Lorenzo de Florencia, trabajo que en 1520 debió abandonar con gran
amargura. Del proyecto original se conservan numerosos dibujos y una maqueta de
madera. A partir de 1520 y hasta 1530, Miguel Ángel trabajó en Florencia y construyó
la Sacristía Nueva de San Lorenzo y la Biblioteca Laurenciana, en especial su
escalera. Después del saqueo de Roma (1527) y de la expulsión de los Médicis de
Florencia, Miguel Ángel formó parte, como hecho meramente anecdótico, del
gobierno de la nueva República Florentina, de la cual fue nombrado «gobernador
y procurador general de la fabricación y fortificación de las murallas», y
participó en la defensa de la ciudad asediada por las tropas papales. En 1530,
después de la caída de la República, el perdón de Clemente VII lo salvó de la
venganza de los partidarios de los Médicis. A partir de este año reemprendió los trabajos de la Sacristía Nueva y del sepulcro de Julio II.
En
1534, al encontrarse a disgusto con la nueva situación política que se había
instaurado en Florencia, abandonó la ciudad y se estableció en Roma, donde
aceptó el encargo de Clemente VII para trabajar en el altar de la Capilla
Sixtina y donde, entre 1536 y 1541, realizó el magnífico Juicio Final. Hasta
1550 fue haciendo obras para la tumba de Julio II, y los frescos de la Capilla
Paulina (La conversión de san Pablo y Crucifixión de san Pedro).
Miguel
Ángel pretendía interiorizar las teorías neoplatónicas del amor, haciendo
grandes esfuerzos para conseguir un equilibrio emotivo que pocas veces logró.
Su inclinación natural por la materia, por las formas físicas —era por encima
de cualquier cosa, un escultor de cuerpos—, unida a su fascinación por todo lo
joven y vigoroso, emblemas de la belleza clásica,
lo llevaron a decantarse por la belleza humana y el amor más sensual hasta muy avanzada su
vida. Esta conflictividad enriquecedora con la que el artista vivió su deseo
carnal, también afloró en el enfrentamiento con una supuesta homosexualidad.
El
artista mantuvo relación con diversos jóvenes, como Cecchino dei Bracci, por el
que sentía un gran afecto. Cuando en 1543, Bracci falleció, Miguel Ángel le
diseñó la tumba, en la iglesia de Santa María in Aracoeli de Roma, y encargó
que la realizase su discípulo Urbino. También
Giovanni da Pistoia, joven y bello literato, fue durante un tiempo íntimo amigo, y algunos estudiosos
plantean que mantuviera una relación amorosa con Miguel Ángel en la época que
empezó a pintar la bóveda de la Capilla Sixtina; esta relación queda reflejada
en unos sonetos muy apasionados que Giovanni le dedicó.
En
un viaje realizado a Roma en 1532, conoció al joven Tommaso Cavalieri, un
patricio de inteligencia poco común y amante de las artes que dejó en el
artista una viva impresión. Poco después de conocerlo, le envió una carta en la
cual le confesaba: «El cielo hizo bien impidiendo la plena comprensión de
vuestra belleza... Si a mi edad no me consumo aún del todo, es porque el
encuentro con vos, señor, fue muy breve».
Hace
falta recordar que la Academia Platónica de Florencia quiso imitar la ciudad
griega de Pericles. Esta asociación cultural de carácter filosófico, promovía
el diálogo intelectual y la amistad entre hombres en un tono idealista,
semejante a la relación de Sócrates con sus discípulos en la antigua Grecia.
Dentro de este contexto es donde se puede entender la psicología, el gusto y el
arte de Miguel Ángel. El artista creía que la belleza del hombre era superior a
la de la mujer y, por lo tanto, el amor que sentía por Tommaso era una forma
que tenía de rendirse ante la «belleza platónica».
Tommaso
Cavalieri era un muchacho de 22 años; de familia acomodada, aficionado al arte,
ya que pintaba y esculpía. Varchi decía de él que tenía «un temperamento
reservado y modesto y una incomparable belleza»; era, pues, muy atractivo a la
vez que ingenioso. En su primer encuentro, ya causó una profunda impresión en
Miguel Ángel, y al pasar el tiempo la relación se transformó en una gran
amistad, con una pasión y una fidelidad que se mantuvo hasta la muerte.
Miguel
Ángel, por el contrario, era un hombre de 57 años, que se encontraba en el
cenit de su fama; contaba con el soporte de los diversos papas y Tommaso lo
admiraba profundamente. Parece que la amistad tardó cierto tiempo en producirse,
pero cuando se consolidó llegó a ser muy profunda hasta el punto que Cavalieri,
ya casado y con hijos, fue su discípulo y amigo mientras vivió Miguel Ángel y
lo asistió en la hora de su muerte.
Vittoria
Colonna era descendiente de una familia noble, y una de las mujeres más
notables de la Italia renacentista. De joven se casó con Fernando de Ávalos,
marqués de Pescara, un hombre poderoso que murió en la batalla de Pavía cuando
luchaba en el bando español al servicio de Carlos I. Después de la muerte de su
esposo se retiró de la vida cortesana y se dedicó a la práctica religiosa. Se
unió al grupo de reformistas erasmistas de Juan de Valdés, Reginald Pole y
Ghiberti, que seguían una doctrina que apostaba por una contrarreforma.
En
el convento de San Silvestro in Capite de Roma en 1536, el artista conoció a
esta dama y desde el principio hubo una empatía mutua, quizá porque los dos
tenían las mismas inquietudes religiosas y ambos eran grandes aficionados a la
poesía. Según Ascanio Condivi, Miguel Ángel «estaba enamorado de su espíritu
divino» y, como era un gran admirador de Dante, ella representaba lo que el
personaje de Beatriz significaba para el poeta. Esto se desprende de la lectura de
los poemas dedicados a Vittoria, así como de los dibujos y los versos que le
regaló, todos de temática religiosa: una Piedad, una Crucifixión y una Sagrada
Familia.
Vittoria
murió en 1547, hecho que dejó a Miguel Ángel sumido en el dolor más profundo.
Tal como él mismo confesó a Ascanio Condivi, «No había tenido dolor más
profundo en este mundo que haberla dejado partir de esta vida sin haberle
besado la frente, ni el rostro, como le besó la mano cuando fue a verla en su
lecho de muerte».
Durante
los últimos veinte años de su vida, Miguel Ángel se dedicó sobre todo a
trabajos de arquitectura: dirigió las obras de la Biblioteca Laurenziana de
Florencia y, en Roma, la remodelación de la plaza del Capitolio, la capilla
Sforza de Santa María Mayor, la finalización del palacio Farnese y, sobre todo,
la finalización de la basílica de San Pedro del Vaticano. De esta época son las
últimas esculturas como la Piedad Palestrina o la Piedad Rondanini, así como
numerosos dibujos y poesías de inspiración religiosa.
El
proyecto de la basílica vaticana, en el que trabajó durante los últimos años de
su vida, simplifica el proyecto que concibió Bramante, si bien mantiene la
estructura con planta de cruz griega y la gran cúpula. Miguel Ángel creaba
espacios, funciones que engloban los elementos principales, sobre todo la
cúpula, elemento director del conjunto.
Murió
en Roma en 1564, antes de ver acabada su obra, a la edad de ochenta y ocho
años, acompañado por su secretario Daniele da Volterra y por su fiel amigo
Tommaso Cavalieri; había dejado escrito que deseaba ser enterrado en Florencia.
Hizo testamento en presencia de su médico Federigo Donati, «dejando su alma en
manos de Dios, su cuerpo a la tierra y sus bienes a los familiares más
próximos». Su sobrino Leonardo fue el encargado de cumplir con esta última
voluntad del gran artista, y el 10 de marzo de 1564 recibió sepultura en la
sacristía de la iglesia de la Santa Croce; el monumento funerario fue diseñado
por Giorgio Vasari en 1570. El 14 de julio se celebró un funeral solemne; fue
Vasari quien describió estos funerales, donde participaron, además de él mismo,
Benvenuto Cellini, Bartolomeo Ammannati y Bronzino.
Fuentes:
https://es.wikipedia.org/wiki/Miguel_%C3%81ngel
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