Victoriano Huerta
De acuerdo con los
registros que obran en los libros de la Notaria Parroquial de Colotlán, José
Victoriano Huerta Márquez nació el 22 de diciembre de 1850 en la población de
Colotlán y fue bautizado al día siguiente (otras fuentes señalan que nació el
23 de marzo de 1845 en la ranchería de Agua Gorda). Sus padres fueron Jesús
Huerta Córdoba, originario de Colotlán, Jalisco y María Lázara del Refugio
Márquez Villalobos, originaria de El Plateado, Zacatecas. Sus abuelos paternos
fueron Rafael Huerta Benítez y María Isabel de la Trinidad Córdoba, el primero
originario de Villanueva, Zacatecas y la segunda de Colotlán, Jalisco y fueron
sus abuelos maternos José María Márquez y María Soledad Villalobos. Huerta se
identificaba así mismo como indígena y sus padres fueron registrados como
huicholes, aunque se dice que su padre se refería así mismo como mestizo.
Huerta aprendió
a leer y a escribir en la escuela municipal dirigida por el párroco del lugar, lo que
lo convirtió
en una de las pocas personas en capaces de hacerlo en todo Colotlán.
Desde muy joven, Huerta se había
resuelto por cursar una carrera militar como la única forma de escapar de la pobreza
inherente de su pueblo. Su oportunidad llegó cuando tenía 15 años, cuando en 1869, el general Donato
Guerra visitó Colotlán y expresó su deseo de contratar a un secretario
particular. Huerta decidió ofrecerse como voluntario.
Como recompensa a sus
servicios se le recomendó y concedió una beca para estudiar en el Colegio
Militar, donde obtuvo notas sobresalientes que lo hicieron merecedor de un
reconocimiento especial; el presidente Benito Juárez, el primer indígena en
llegar a la presidencia, lo elogió durante su visita al colegio para entregar
los reconocimientos a los cadetes con las siguientes palabras:
De los indios que se
educan como usted, la patria espera mucho.
Durante su tiempo como
cadete, Huerta fue un alumno especialmente destacado en matemáticas, lo que lo
llevó a especializarse por las ramas de artillería y topografía.
Gestión
militar
Tras graduarse del
Colegio Militar en 1877, Huerta fue comisionado dentro del Cuerpo de
Ingenieros. Luego de recibir el grado de teniente dentro del mismo, fue puesto
a cargo de los fuertes de Loreto y Guadalupe en Puebla, y del castillo de
Perote en Veracruz. En enero de 1879 fue promovido al grado de capitán y asignado al cuerpo
de oficiales de la 4ta División
en Guadalajara, dentro del área
de ingeniería.
El oficial a cargo de la 4ta División era el general Manuel González Flores, compadre del
presidente Porfirio Díaz y ex-presidente de México durante el periodo de 1880 a
1884.
Durante ese tiempo, González
tomó bajo su protección a Huerta y su carrera
prosperó.
En la Ciudad de México,
Huerta contrajo nupcias con Emilia Águila Moya, a quien conoció durante su
servicio en Veracruz, el 21 de noviembre de 1880.
El matrimonio engendró
un total de 11 hijos. Los nombres de sus
hijos vivos al momento de fallecer Huerta en 1916 eran Jorge, María Elisa, Victor, Luz,
Elena, Dagoberto, Eva y Celia. Huerta partició en las "campañas de pacificación" en Tepic y
Sinaloa, donde se distinguió
por su papel durante los combates.
Era conocido por siempre asegurarse de que sus hombres recibieran sus pagas a
tiempo, aún
y cuando supusiera tener que hacerlo por medio de actos cuestionables y duros.
Luego de una queja hecha por la Iglesia Católica de que Huerta ordenó el saqueo de una
iglesia para vender todo el oro y plata que esta contenía para pagarle a sus
tropas, Huerta se justificó
diciendo que "México
puede vivir sin sacerdotes, pero no puede vivir sin soldados".
En otra ocasión,
tras una queja hecha por un banco, alegando que Huerta vació una de sus sucursales a
punta de pistola para pagarle a sus hombres, Huerta argumentó que dejó un recibo
comprometiéndose a pagar al banco lo robado cuando recibiera los fondos
necesarios desde la Ciudad de México.
Los siguientes 9 años,
Huerta pasó
su carrera militar realizando estudios topográficos en los estados de Puebla y
Veracruz. Su posición
le permitió viajar a diversas partes de la república de forma constante.4
Durante los años
del Porfiriato, la influencia francesa en la cultura mexicana era muy fuerte y
Huerta no fue ajeno a dicha corriente, dado que su héroe era Napoleón.18
Huerta apoyó
incondicionalmente a Díaz al considerar que era lo más aproximado al ideal
napoleónico, creyendo que México necesitaba de un "fuerte liderazgo"
para alcanzar la prosperidad.
Para el año de 1890
Huerta había alcanzado el grado de coronel y por los siguientes años (de 1890 a
1895) Huerta tuvo su residencia en la Ciudad de México, volviéndose un
visitante frecuente en la residencia presidencial dentro del Castillo de
Chapultepec, y como parte del séquito de Díaz. Si bien Huerta era apreciado
dentro del Castillo por su comportamiento de un oficial correcto y eficiente,
que trataba a sus subordinados con disciplina, y a sus superiores con cortesía,
durante aquellos años comenzó a sufrir de insomnio y severos problemas de
alcoholismo. En enero de 1895 lideró un batallón de
infantería contra una rebelión en el estado de Guerrero dirigida por el general
Canuto Neri. La rebelión fue apaciguada luego de que Díaz consiguió negociar exitosamente
con Neri, quien se rindió
a cambio de la promesa de la destitución del poco popular gobernador de aquel
estado.
Durante los combates, Huerta mostró una reputación de oficial implacable
que se negaba a tomar prisioneros y que además continuó combatiendo contra los seguidores de
Neri aún después de que Díaz había conseguido un cese a
las hostilidades. En diciembre de 1900,
Huerta dirigió
una exitosa campaña
militar contra los indios Yaqui en Sonora.24
Durante la campaña
militar, que casi fue una de exterminio, cuando Huerta no se encontraba
dirigiendo sus fuerzas contra los Yaqui, se ocupó también en usar sus
conocimientos de topografía para mapear el terreno sonorense.24
Desde el 12 de abril hasta el 8 de septiembre de 1901, Huerta también se encargó de sofocar, de forma
implacable y violenta, varias rebeliones indígenas en Guerrero. En mayo de ese mismo año, fue finalmente promovido
al rango de general. Durante 1901 hasta 1902
también combatió a los indios mayas en
Yucatán y Quintana Roo.
Durante la campaña,
dirigió a un total de 500
hombres y combatió
un total de 79 acciones militares durante el curso de 39 días.
Luego de concluida la campaña
militar, Huerta fue promovido a general brigadier y condecorado con la Medalla
al Mérito Militar; al igual
que ser promovido, a instancias de su amigo, el general Bernardo Reyes,
exgobernador de Nuevo León y secretario de Guerra y Marina, como miembro de la
Suprema Corte Militar de la Nación. En mayo de 1902 fue promovido a comandante
de las fuerzas federales en Yucatán, y en octubre reportó a Díaz que el
territorio finalmente había sido pacificado. Durante su estancia en Yucatán, se volvió cada vez más dependiente del
alcohol y su salud comenzó
a deteriorarse. Además
de verse forzado a usar lentes de sol, alegando que no aguantaba los rayos del
sol, Huerta desarrolló
episodios de temblores y su dentadura comenzó a decaer, provocándole fuertes
dolores.
En agosto de 1903 fue comisionado a dirigir un comité encargado de reformar
los uniformes del Ejército
Federal. En 1907 se retiró
del ejército alegando problemas
de salud, luego de desarrollar cataratas mientras se encontraba en las selvas
del sureste. Quiso entonces aplicar sus conocimientos técnicos al tomar el
cargo de Jefe de Obras Públicas en la ciudad de Monterrey y comenzar a
planificar un nuevo trazado de calles, e incluso en la construcción del Hotel
Ancira.
La
revolución maderista
En la víspera de la
Revolución Mexicana convocada por Madero contra el régimen porfirista, Huerta
se encontraba viviendo en la Ciudad de México, dando clases de matemáticas.
Luego de iniciada la rebelión, Huerta se reincorporó al ejército con su antiguo
rango, pero no participó en ninguna de las acciones iniciales de la revuelta.
No obstante, tras la renuncia de Díaz, Huerta fue el encargado de escoltar el
convoy presidencial de este al puerto de Veracruz que lo llevó al exilio en
mayo de 1911.
Durante la presidencia
interina de Francisco León de la Barra y la subsecuente elección de Madero a la
presidencia en noviembre de 1911, Huerta llevó a cabo una cruenta campaña en el
estado de Morelos para sofocar a las fuerzas de Emiliano Zapata. Entre las
acciones llevadas a cabo por Huerta, se encontraba la quema de diversos poblados
afines a los zapatistas y el subsecuente exterminio de sus habitantes. Estas
acciones le llevaron a ser acusado de insubordiación por parte de Madero, quien
estaba tratando de negociar con los zapatistas para el cese de las
hostilidades. Huerta ya tenía
varios antecedentes de oponerse a las fuerzas revolucionarias y a tomar parte
en intrigas políticas
contra Madero, y las acciones del militar fueron determinantes para que se
suscitara un quiebre entre Zapata y Madero, que llevaría al primero a rebelarse
contra el nuevo gobierno maderista con la proclamación del Plan de Ayala.
A pesar de que fue
gracias a los esfuerzos de las tropas revolucionarias que la revolución
convocada por Madero pudo triunfar contra Porfirio Díaz, Madero acordó con el
gobierno interino de De la Barra que los revolucionarios debían de entregar las
armas y que el Ejército Federal seguiría activo. Huerta declaró su lealtad al
presidente Madero y se encargó de dirigir las fuerzas federales para apaciguar
a todos aquellos que se negaron a seguir la orden de desmovilización como
Pascual Orozco. Durante las acciones contra Orozco, Huerta tuvo un altercado
con el comandante revolucionario Francisco Villa, que también se encontraba
persiguiendo a Orozco. Huerta alegó que Villa se había negado a regresar unos
caballos que sus hombres habían robado a las tropas de Huerta. Enfurecido, lo
mandó arrestar y ordenó fusilarlo. Los hermanos del presidente Madero
intervinieron y Villa sólo estuvo preso algunos días en la Ciudad de México, lo
cual encolerizó a Huerta. Al regresar a la
capital ratificó
su lealtad al presidente Madero y mientras se sometía a un tratamiento de
cataratas, Madero lo hizo renunciar.
Conforme la rebelión de
Orozco se volvió una amenaza realmente seria para el gobierno de Madero, este
se vio forzado a reconsiderar su posición y volvió a enviar a Huerta a combatir
contra las fuerzas insurrectas y sofocarlas de un modo u otro. Bajo su mando,
Huerta contaba con tropas del Ejército Federal y con tropas irregulares al
mando de Villa que se habían unido al contingente en abril de 1912. Huerta
ofreció a los seguidores de Orozco (llamados Orozquistas) amnistía, ante lo
cada vez más debilitados que se encontraban de efectivos y capital. Finalmente,
las fuerzas de Huerta derrotaron a las de Orozco en Rellano en mayo de 1912.
Tras esa victoria, Huerta "se había vuelto de forma repentina en un héroe
nacional de gran reputación".
La
traición
Conforme Madero fue
perdiendo apoyo, diversos grupos internos y externos conspiraban para removerlo
de la presidencia. El más conocido de todos fue el que realizó el sobrino de
Porfirio Díaz, Félix Díaz, junto con los generales Bernardo Reyes y Manuel
Mondragón, conocido a la postre como la Decena Trágica, la cuál tuvo lugar del
9 al 19 de febrero de 1913. Los golpistas esperaban invitar a Huerta desde
enero, pero este declinó las ofertas de los golpistas por temor a solo ser
utilizado y decidió esperar a cómo se desarrollaban los eventos, considerando
que se esperaba que Félix Díaz sucediese a Madero tras el triunfo del golpe.
Sin embargo, el primer día de los enfrentamientos, el 9 de febrero, el general
Reyes murió en el combate y el general Lauro Villar, encargado de la defensa de
Palacio Nacional, resultó herido. Tras la muerte de Reyes, Huerta fue designado
por Madero como el nuevo encargado de la defensa. Esta decisión, de acuerdo con el
historiador Friedrich Katz, "sería una que [Madero] pagaría con su
vida." Habiendo asegurando aquella posición clave, Huerta se unió en secreto con los
conspiradores y continuó
con las negociaciones a espaldas del presidente. Su objetivo era el debilitar
militarmente a Madero sin revelar su propia complicidad en la conjura. A los
pocos días, no obstante, Huerta
fue descubierto por el hermano de Madero, Gustavo A. Madero, quien lo arrestó y lo acusó frente al presidente.
Madero, nuevamente, no creyó
las versiones y lo puso en libertad. El embajador estadounidense, Henry Lane
Wilson,
fue uno de los mayores involucrados en la conspiración para destituir a
Madero y artífice
del Pacto de la Embajada, también
conocido como Pacto de la Ciudadela.
Wilson creía
que Huerta no habría
podido llevar a cabo el plan si no contaba con la certeza de que los Estados
Unidos reconocerían el nuevo régimen.
Tras varios días
de combates dentro de la Ciudad de México entre las fuerzas leales y las
insurrectas, Huerta hizo arrestar a Madero y al vicepresidente Pino Suárez y
los mantuvo prisioneros dentro de Palacio Nacional el 18 de febrero de 1913. De
acuerdo con lo acordado en el Pacto de la Embajada, Madero y Pino Suárez debían
de partir al exilio y Huerta asumiría la presidencia.
Al principio Félix Díaz
se sorprendió por la noticia, pues el plan inicial era que este ocuparía la
presidencia al triunfo de la rebelión. Sin embargo, Huerta logró convencerlo de
que lo dejase gobernar de manera interina para pacificar a los maderistas. El
22 de febrero de 1913 Madero y el vicepresidente Pino Suárez fueron escoltados
durante la noche a la prisión de Lecumbérri donde, tras ser llevados a la parte
de atrás del edificio, fueron arteramente ejecutados.
Victoriano
Huerta y su gabinete
Para darle cierta
apariencia de legitimidad al cuartelazo, Huerta hizo que el Secretario de
Relaciones Exteriores Pedro Lascuráin asumiera la presidencia de forma
provisional; según la Constitución de 1857, el Secretario de Relaciones se
encontraba como el tercero en la línea sucesoria, detrás del vicepresidente y
el Presidente de la Suprema Corte; aunque este también había sido destituido
tras el golpe de estado. Lascuráin designó a Huerta como Secretario de
Interior, volviéndolo el siguiente en la línea para la presidencia. Después de
poco menos de 45 minutos en la presidencia, Lascuráin renunció y entregó el
poder a Huerta. En una sesión extraordinaria sucedida en medio de la noche, en
un Congreso que se encontraba rodeado por las tropas leales a Huerta, los
legisladores aprobaron la designación. Cuatro días más tarde, Madero y Pino Suárez
eran ejecutados.
El gobierno huertista
fue rápidamente reconocido por todas las potencias extranjeras, pero la
administración del presidente estadounidense William Howard Taft se negó a
reconocer el nuevo gobierno, como una forma de presionar al gobierno mexicano a
resolver una disputa fronteriza en El Chamizal en favor de los Estados Unidos,
a cambio del reconocimiento al gobierno de Huerta. Sin embargo el nuevo presidente norteamericano
Woodrow Wilson, quien tenía una mayor inclinación por los gobiernos
democráticos y un claro desagrado hacia Huerta, quien había asumido el poder
por medio de un cuartelazo y estaba implicado en el subsecuente asesinato de
Madero, estaba dispuesto a reconocer el nuevo gobierno siempre y cuando fuera
ratificado en las urnas. Félix Díaz y el resto de los
implicados en el cuartelazo veían
a Huerta como un líder
de transición
y propusieron llamar a elecciones, esperando que serían ganadas por Díaz y su plataforma
católica y conservadora, sin embargo se llevaron una sorpresa al descubrir que
Huerta no tenía intención de entregar la presidencia.
Huerta actuó rápidamente
para consolidar su poder e inició negociaciones con el resto de los
gobernadores. De igual modo se aproximó a Pascual Orozco, a quién anteriormente había combatido en nombre
del gobierno maderista. Dado que Orozco aún conservaba el mando de un número
considerable de fuerzas en Chihuahua y en parte de Durango, Huerta consideraba
esencial conseguir su apoyo. Orozco se había rebelado contra Madero y Huerta,
al haberlo destituido, veía la posibilidad de conseguir su apoyo. Durante una
reunión con los representantes del gobierno huertista y las fuerzas
orozquistas, Orozco estableció una serie de condiciones para poder declarar su
apoyo al nuevo gobierno. Primero, Orozco pedía el reconocimiento de los
servicios de sus soldados en contra de Madero y que estos fuesen empleados como
rurales. Huerta se mostró conforme con los términos, y Orozco declaró
públicamente su apoyo a Huerta el 27 de febrero de 1913.
Al mismo tiempo, Orozco buscó
negociar con Emiliano Zapata para hacer las paces con el gobierno de Huerta.
Hasta ese momento, Zapata tenía a Orozco en alta estima como un colega
revolucionario que se había rebelado contra el régimen maderista. Sin embargo,
para Zapata, el apoyo de Orozco a Huerta era imperdonable, diciendo que
"Huerta representa la traición al ejército. Usted [Orozco] representa la
traición a la Revolución."
Huerta intentó seguir
consolidando su gobierno, y la clase media de la Ciudad de México pudo lograr
importantes conquistas antes de ser suprimidos por el nuevo gobierno. Por
ejemplo, el caso particular de la Casa del Obrero Mundial. La Casa había
convocado varias manifestaciones y huelgas, las cuales fueron en un principio
toleradas por el régimen huertista. Sin embargo, conforme avanzó el tiempo, el
nuevo gobierno suprimió las movilizaciones, y también arrestó y deportó a
algunos de los líderes, para, finalmente, destruir el edificio que albergaba la
sede de la Casa del Obrero.47 Huerta también buscó suprimir toda la
agitación provocada en favor de
la reforma agraria, que tenía
su mayor punto focal en el estado de Morelos, por parte de las fuerzas de
Emiliano Zapata. Una de las voces intelectuales en favor de la reforma agraria
fue la de Andrés Molina Enríquez, quién en 1909 publicó un libro titulado Los
grandes problemas nacionales en que denunciaba el mal reparto de tierras que
hubo durante los años del Porfiriato. Molina Enríquez se había unido al
gobierno huertista como parte de la Secretaría del Trabajo. Si bien había
denunciado el golpe de estado contra Madero, él había visto al nuevo gobierno
de Huerta como un mal necesario que creía que necesitaba el país: el de un
líder militar fuerte capaz de imponer las reformas sociales que México
necesitaba, en beneficio de las masas. Sin embargo, a pesar del apoyo interno
dentro del régimen huertista por reformas, Huerta optó por una creciente
militarización de su gobierno, por lo que Molina Enríquez decidió renunciar.
En Chihuahua, el
gobernador Abraham González se negó a apoyar el nuevo régimen y Huerta mandó
arrestarlo y posteriormente ejecutarlo en marzo de 1913. Sin embargo, el
desafío más importante vino por parte del gobernador de Coahuila Venustiano
Carranza, quien proclamó el Plan de Guadalupe, llamando a la formación de un
Ejército Constitucionalista (evocando el espíritu de la Constitución de 1857) y
desconociendo el gobierno usurpador y llamando a la restauración del orden
constitucional. Algunos caudillos revolucionarios que se incorporaron al plan
fueron Emiliano Zapata, quien también siguió leal a su propio Plan de Ayala; y
los revolucionarios norteños Francisco Villa; y Álvaro Obregón. No obstante, el
propio Pascual Orozco, decidió unirse en favor de Huerta contra los nuevos
rebeldes. En el transcurso del verano de 1913, cuatro legisladores fueron
asesinados por criticar el gobierno de Huerta.
Sin contar con el respaldo popular, Huerta decidió convertir la negativa de Estados Unidos
para reconocer su gobierno en un ejemplo del intervencionismo estadounidense en
los asuntos internos de México,
organizando diversas movilizaciones anti-estadounidenses en el verano de 1913,
con la esperanza de ganar el apoyo popular.
El historiador inglés
Alan Knight escribió que: "La constante corriente política seguida por el
régimen, de inicio a fin, fue el de la militarización: el crecimiento y
subsecuente dependencia del Ejército Federal, la incorporación de militares en
puestos públicos, la preferencia por soluciones militares por encima de las
políticas, la militarización de la sociedad en general".
Huerta, según Knight, "estuvo bastante cerca de convertir a México en un
estado completamente militarizado". En principio, el objetivo principal de
Huerta era el de volver a la época
de "orden" del Porfiriato, pero sus métodos distaban mucho de los utilizados por
Díaz, quien sabía cuándo negociar; buscando el apoyo de las élites regionales,
apoyándose tanto de los tecnócratas como de los oficiales del ejército,
antiguos líderes guerrilleros, caciques y las élites provinciales para sostener
su régimen. En tanto que Huerta dependía enteramente del ejército para
sostenerse en el poder, dando a oficiales todos los puestos claves en la
administración, independientemente de sus talentos, pues él buscaba gobernar el
país con mano dura, creyendo que sólo las soluciones militares bastaban para controlar
todos los problemas. Por esta razón, Huerta fue durante su
presidencia aún
más odiado que el propio Díaz; aún los zapatistas, que
guardaban cierto respeto hacia Díaz y lo veían como un líder patriarcal que tuvo
el suficiente tino de renunciar a la presidencia con dignidad en 1911, veían a
Huerta como un bárbaro que mandó matar a Madero y buscaba aterrorizar al país
por medio de la fuerza. Huerta odiaba también las reuniones con su
gabinete, y lanzaba órdenes a sus ministros como si fuesen oficiales en su
ejército; dejando ver un sentido de gobierno autocrático.
Conforme el gobierno de
Huerta se fue convirtiendo gradualmente en una dura dictadura militar, el
presidente de los Estados Unidos, Woodrow Wilson, se volvió abiertamente hostil
al nuevo gobierno, destituyó a Henry Lane Wilson de su puesto como embajador y
exigió a Huerta su renuncia para dar paso a nuevas elecciones. En agosto de
1913, Wilson impuso a México un embargo en compraventa de armamento, lo que
forzó a Huerta a acercarse a los países europeos y a Japón para conseguir
armas.
Ante el gradual rechazo de la población ante las políticas de mano dura por
parte del gobierno de Huerta, el senador chiapaneco, Belisario Domínguez, distribuyó copias de un discurso
que no pudo pronunciar en el Senado, acusando a Huerta de iniciar una nueva
guerra civil, de "cubrir de cadáveres todo el territorio nacional"
con tal de no abandonar la presidencia, y de propiciar un conflicto con los
Estados Unidos, al tiempo que llamaba al Congreso a destituir a Huerta antes de
que envíe al país al abismo. Domínguez sabía que estaba arriesgando
su vida al denunciar públicamente
el régimen huertista y mandó lejos del país a su esposa e hijos
antes de distribuir copias de su discurso.
Domínguez fue inmediatamente
arrestado por dos policías,
además del hijo de Huerta y
el yerno de este, y llevado al cementerio de Xoco en Coyoacán donde fue cruentamente
asesinado por hablar contra el presidente Huerta. Su cuerpo desnudo fue
enterrado en una tumba que sus asesinos ya habían preparado de antemano.
El 10 de octubre de 1913, cuando el Congreso había anunciado el inicio de una investigación por la desaparición del senador Domínguez, Huerta ordenó a sus soldados a
disolver la sesión para luego arrestar a un total de 110 senadores y diputados,
de los cuales 74 fueron acusados de alta traición y enviados a trabajos
forzados. Entre algunos de los presos políticos, figuró el futuro presidente de
México Pascual Ortiz
Rubio.
Para cuando Huerta
asumió la presidencia, el Ejército Federal ascendía a un total de entre 45 a 50
mil efectivos. Huerta dedicó buena parte de su gobierno a fortalecer al
ejército, expidiendo un decreto para el reclutamiento de 150 mil hombres en
octubre de ese mismo año; otro más para reclutar 200 mil en enero de 1914, y un
último para llegar a 250 mil, en marzo de 1914. Ninguno de esos objetivos se
logró debido a que la mayoría de los hombres se unieron a las filas del recién
creado Ejército Constitucionalista de Carranza. Entre los efectivos del Ejército Federal, los
rurales y las milicias estatales, Huerta contaba aproximadamente con 300 mil
hombres, es decir alrededor del 4% de la población total, peleando bajo sus órdenes a
inicios de 1914. Ante la reticencia de la población para unirse a sus filas,
Huerta recurrió a la leva forzosa de vagabundos, criminales, rebeldes
capturados, prisioneros políticos e indigentes para servir en el Ejército
Federal.
En Veracruz, obreros que se encontraban volviendo a sus casas tras el turno
vespertino eran capturados y forzados a servir en el ejército, mientras que en
la Ciudad de México, gente pobre que se encontraba en los hospitales o en casas
de beneficencia eran reclutados a la fuerza. Igualmente, ante la noción de que
los indígenas eran particularmente dóciles y sumisos, la leva se aplicó con
mayor fuerza en el sur de México, donde la mayoría de la población era de
ascendencia indígena. Cientos de miles de juchitecos y mayas fueron forzados a
pelear en el norte, en asuntos que ellos sentían no eran de su incumbencia.
Un testimonio de un visitante de Mérida escribió acerca de las
"escenas desgarradoras" en que cientos de mujeres mayas salían a despedir a sus
maridos, cargados de cadenas, quienes habían sido obligados a subir a los trenes
que los llevarían a pelear al norte.
Los hombres reclutados
por medio de la leva resultaron ser soldados poco efectivos, propensos a la
deserción y los amotinamientos, por lo que Huerta decidió seguir una estrategia
defensiva de mantener al ejército concentrado en los poblados grandes, dado que
si se encontraban en campo abierto, estos podrían desertar o pasarse del lado
de los rebeldes. Durante los años de 1913 a 1914, los
Constitucionalistas pelearon con una ferocidad y coraje que el Ejército Federal
no pudo nunca emular.68 En Yucatán, el 70% del ejército consistía en personas reclutadas
de las prisiones, mientras que un batallón de "voluntarios" se componía de indios Yaqui
capturados. En octubre de 1913, en el poblado de
Tlanepantla, el 9no Regimiento, que se encontraba, según reportes, bajo los
influjos del alcohol y la marihuana, se amotinó, asesinó a sus oficiales y se
unió al lado de los rebeldes. Para conseguir
voluntarios, Huerta apeló
al nacionalismo y los sentimientos anti-yanki en el otoño de 1913, contando en
la prensa afín al régimen historias y rumores sobre una posible invasión
norteamericana, y pidiendo a los patriotas a defender al país. Esta campaña de propaganda atrajo a
algunos voluntarios de las clases medias, pero de inmediato se mostraban
decepcionados al saber que combatirían a sus propios compatriotas en lugar de a
los estadounidenses. En el México rural difícilmente existía un sentido de
nacionalismo mexicano entre los campesinos. México para ellos era una abstracción que
no significaba nada y la mayoría era leal solamente a sus propios poblados (sus
"patrias chicas"). Ante esto, se puede
concluir que la campaña
patriótica que emprendió Huerta para conseguir
voluntarios fue un rotundo fracaso.
Otra forma de la que Huerta trató de conseguir voluntarios en el ejército fue el de permitir
a los terratenientes a levantar sus propios ejércitos, bajo la apariencia de ser
milicias estatales, pero pocos peones se ofrecieron a pelear, no digamos morir,
por el gobierno del general Huerta, dado que los Constitucionalistas proponían
una reforma agraria de triunfar contra el gobierno usurpador.
Cuando Huerta se negó a
convocar elecciones, y con la situación aún más crítica debido al incidente de
Tampico, el presidente Wilson ordenó la invasión del puerto de Veracruz.
Luego de las continuas
derrotas infligidas al Ejército Federal por parte de Álvaro Obregón y Francisco
Villa, que culminaron en la toma de Zacatecas, Huerta finalmente cedió a la
presión tanto interna como externa, y renunció a la presidencia el 15 de julio
de 1914.
Exilio y muerte
Huerta se fue al exilio,
primero viajando a Kingston, Jamaica, a bordo del crucero alemán SMS Dresden.
De ahí se dirigió a Reino Unido, llegando
al puerto de Bristol el 16 de agosto de 1914, en el vapor británico HMS Patia de la
United Fruit Company. Después
viajó a España (Barcelona y Madrid) y
llegó a los Estados Unidos en
abril de 1915.
Una vez iniciada en
Europa la Primera Guerra Mundial, Huerta fue contactado por funcionarios del
Imperio Alemán que le ofrecieron apoyo económico para intentar regresar al
poder. Regresó a América en abril de 1915, llegando a Nueva York con su
familia, donde logró entrevistarse con el capitán Franz von Rintelen, un
oficial naval del espionaje alemán, quien le prometió dinero y armas para
intentar un golpe de Estado en México y, a cambio, el régimen de Huerta debía
de comprometerse a iniciar una guerra contra Estados Unidos, con la esperanza
de que así se interrumpiese la venta de municiones que este país le hacía a los
países aliados. Estas reuniones
tuvieron lugar en el famoso Hotel Manhattan, las cuales fueron vigiladas por
agentes del Servicio Secreto, al mismo tiempo que las conversaciones
telefónicas que Huerta mantenía con von Rintelen eran continuamente
interceptadas y grabadas.
Tras contactar con su
antiguo rival Pascual Orozco y reclutarlo para su conspiración, Huerta viajó a
El Paso, Texas, para encontrarse con él y varios seguidores con el objetivo de
regresar a México e iniciar un levantamiento, pero el 27 de junio de 1915 fue
detenido por las autoridades estadounidenses en la estación de tren de Newman,
Nuevo México, junto con el propio Orozco, siendo acusado de sedición así como
de violar las leyes de neutralidad por conspirar junto con una potencia
beligerante, porque para entonces el régimen de Wilson, si bien procuraba evitar
la entrada de EE. UU. en la Gran Guerra, este mantenía simpatías hacia la
Triple Entente.80 Huerta quedó encarcelado
inicialmente en la prisión
militar de Fort Bliss en Texas; tras pagar una fianza, se le permitió salir de la prisión militar y pasar a un
arresto domiciliario debido a su muy mal estado de salud, pero al intentar
nuevamente entrar en México fue encarcelado otra vez por las autoridades
estadounidenses.
Según consta en el acta
de defunción (Folio 1137, No. de registro 364) Huerta murió a la edad de 63
años en el Hospital Providence de Fort Bliss Condado de El Paso el 13 de enero
de 1916, víctima de cirrosis hepática, enfermedades ocasionadas por su conocido
hábito de abusar del consumo de bebidas alcohólicas, especialmente el coñac, el
cual consumía en enormes cantidades. Fue enterrado en el cementerio La
Concordia, hasta que sus restos fueron inhumados al cementerio Evergreen, en El
Paso.Aunque se mantuvo que la causa de su
muerte estuvo causada por la cirrosis, también existieron fuertes sospechas de que
podría haber sido envenenado
por los Estados Unidos.
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Victoriano_Huerta
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