Adolf Hitler



 Adolf Hitler nace el 20 de abril, del año 1889 en Braunau am Inn, Bohemia, siendo hijo de un aduanero de origen austriaco, su infancia transcurre en Linz y luego su juventud en Viena.

Fue conocido como el máximo dirigente de la Alemania nazi, luego de ser nombrado el canciller en 1933, eliminando las instituciones democráticas de la república y así, instaurar una dictadura del partido único (siendo esté el partido nazi, con el nombre de: apócope de Partido Nacionalista), desde el cual estableció represiones contra toda oposición e impulsó un robusto aparato propagandístico  para el servicio de sus propios ideales: la superioridad de la raza aria, la exaltación del nacionalismo y pangermánica, el militarismo revanchista, como el anticomunismo y antisemitismo.

Tras la doctrina y el idealismo pangermánico que sostenía Hitler, permitió que los pueblos de la lengua alemana lo llevaran a un inevitable expansionismo por Europa; con el apoyo de sus políticas, rearmaría a Alemania y reorganiza el modernismo del ejército, con el objetivo de transfórmalo en una máquina de combate imparable.

 

De esta forma Gran Bretaña y Francia, dieron el consentimiento de la anexión de Austria y para la ocupación de Checoslovaquia, pero en ella intercede Alemania con la invasión a Polonia, dando como resultado la Segunda Guerra Mundial, que dura de 1939 a 1945.

 

El cual le da a Hitler, el control total de toda Europa con la excepción de Gran Bretaña y el resultado fallido de la invasión a Rusia. Dando hechos como la intervención de Estados Unidos, en pleno curso de la batalla; con el que, tras la derrota de Hitler, rechaza toda negociación posible y llevaría a Alemania a una encarnizada resistencia, con el fatídico desenlace del suicidio de Hitler en su propio búnker, antes de la caída de Berlín.

 

LA INFANCIA DE ADOLF HITLER

Viviendo parte de su niñez en Linz y luego vivir en Viena, conto con una formación escasa a nivel de educación y estímulo a su propia autodidaxia. Con sueños de ser pintor, no encontraría vocación acá y pasó parte de su juventud como vagabundo y viviendo con sus prejuicios racistas, ante una ciudad con influencias cosmopolita. Para él era una vida intelectual y multicultural por completo incomprensible y completamente repudiada, producto de esto, dada su inclinación al nacionalismo germánico y al antisemitismo, dos características arraigadas a lo largo de su vida.

 

 

EL INICIO DE SU CARRERA MILITAR

Para el año de 1913, el joven Adolf Hitler huye del Imperio Austro-húngaro con el objetivo de eludir el prestar servicio militar y refugiándose en Múnich. Donde se enlista en el ejército alemán a inicios de la Primera Guerra Mundial que dura desde 1914 a 1918.

La derrota en la guerra, lo hace ir hacia la política, con la idea de elaborar un ideario nacionalista, marcado fuertemente por el régimen democrático de la República de Weimar. Cuyos políticos lo acusarían de haber traicionado a Alemania, aceptando condiciones de paz dentro del Tratado de Versalles, en 1919.

 

De regreso a Múnich, Hitler ingresa a un pequeño partido de ultraderecha, del cual pronto sería el dirigente principal, cambiándole el nombre a: Partido Nacionalista de los Trabajadores Alemanes (NSDAP).

 

Su fundamental negativo, era alimentarse de los miedos y temores de las clases medias alemanas, ante los crecientes cambios del mundo moderno, y estimulado por el fascismo de Mussolini, este nuevo movimiento adverso, era la respuesta reaccionaria ante la crisis ocasionada por el estado liberal que la guerra había apresurado.

 

En 1923 fracasa en su primer intento, con el objetivo de hacerse con el poder en Múnich, siendo apoyado por las milicias armadas de Ludendorff. Siendo encarcelado por un periodo no más de nueve meces, tiempo suficiente para su manifiesto máximo; su libro “Mi Lucha” con líneas de políticas extremas con objetivos claros sobre la represión y el totalitarismo alemán.

 

Puesto en libertad en 1925, reconstituye el Partido Nacionalsocialista, execrando a todo rival y rodeándose de grupos de colaboradores leales como Goering, Himmler y Goebbels.

 

EL CRECIENTE TERCER REICH (TERCER IMPERIO ALEMÁN)

Tras hacer estrategias políticas legales con su uso ilegitimo de la violencia entro de las calles, el partido nacionalsocialista o conocido como nazis, fueron ganando poder electoral hasta que 1933, Hitler es nombrado jefe de gobierno, por el propio presidente Hindenburg.

 

El cual, desde la Cancillería, remueve todo el régimen constitucional para establecer su propio partido único, basado en su poder personal, iniciando así el llamado Tercer Reich. Renombrado de esta forma, tras el Sacro Imperio del Medioevo en el Imperio del año 1871, el cual desaparece con el inicio de la Primera Guerra Mundial.

 

El ascenso del Führer

 

Con la muerte de Hindenburg, Hitler como canciller, pasa a tomar el título del Führer de la Alemania, sometiendo al ejército a un juramento absoluto y de total fidelidad, en el año de 1934.

 

Tercer Reich

Habiendo obtenido el poder político que necesitaba, Hitler llegó a obtener el apoyo y convencer a la mayoría de los alemanes de que él era su salvador ante la economía derivada de la Gran Depresión, el comunismo, el «judeo-bolchevismo», y el Tratado de Versalles, junto con otras minorías «indeseables». Los nazis eliminaron la oposición a través de un proceso conocido como Gleichschaltung.

Hitler estuvo a cargo de una de las mayores expansiones de la producción industrial y la mejora civil como nunca se había visto en Alemania, en su mayoría sobre la base de la deuda de flotación y el rearme. Durante un discurso de la Organización de Mujeres Nacionalsocialistas (NSF) en septiembre de 1934, Adolf Hitler argumentó que para la mujer alemana su mundo era «su marido, su familia, sus hijos, y su casa».

 

Esta política fue reforzada al instaurar la Cruz de Honor de la Madre Alemana, junto con incentivos económicos para la mujer que tuviera cuatro o más hijos. La tasa de desempleo se redujo sustancialmente, en su mayoría a través de la producción de armas, construcciones de obras civiles (Organización Todt) y el envío de la mujer a casa, para que los hombres pudieran ocupar sus puestos de trabajo. En vista de esto, se llegó a afirmar que la economía alemana logró emplear a todos, al menos según la propaganda de la época. Gran parte del financiamiento para la reconstrucción y el rearme vino de la manipulación de la moneda por Hjalmar Schacht, incluyendo los créditos a través de las cuentas mefo. Los efectos negativos de esta inflación se compensaron durante los años siguientes por la adquisición de oro de las tesorerías de las naciones anexadas.

 

Hitler también estuvo a cargo de una de las más grandes campañas de mejora de la infraestructura en la historia alemana, con la construcción de decenas de represas, autopistas, ferrocarriles, y otras obras civiles. Hitler insistió en la importancia de la vida familiar: los hombres debían ser el «sostén de la familia», mientras que las prioridades de las mujeres debían ser la educación de los hijos y las tareas domésticas. Esta revitalización de la industria y la infraestructura se produjo a expensas del nivel general de vida, al menos para los que no fueron afectados por el desempleo crónico después de la República de Weimar, ya que los salarios se redujeron ligeramente durante la Segunda Guerra Mundial y se aumentó en un 25 % costo promedio de vida. Los obreros y los agricultores, los votantes frecuentes del NSDAP, sin embargo, registraron un aumento en su nivel de vida.

 

El gobierno de Hitler auspicio la arquitectura en una escala inmensa, junto con Albert Speer que pasaría a ser el famoso «Arquitecto del Reich». Si bien como arquitecto fue importante en la aplicación clasicista y la re interpretación de la cultura alemana, Speer demostró ser mucho más eficaz como ministro de armamento en los últimos años de la Segunda Guerra Mundial. Todos estos avances fueron ampliamente explotados por el Ministerio de propaganda dirigido por Goebbels.

 

En 1936, Berlín fue sede de los Juegos Olímpicos de verano, que fueron inaugurados y dirigidos por Hitler como una forma de demostrar la superioridad aria alemana sobre todas las demás razas. Olympia, la película sobre los juegos y otras películas documentales de propaganda para el partido nazi fueron dirigidas por la cineasta personal de Hitler, Leni Riefenstahl.

 

Aunque Hitler hizo planes para una Breitspurbahn (una red de ferrocarriles de amplio calibre) estos fueron cancelados tras el inicio de la II Guerra Mundial. De haber sido construido el ferrocarril, su calibre habría sido de tres metros, siendo incluso más amplio que el ferrocarril Great Western de Gran Bretaña.

 

Hitler también contribuyó al diseño de un automóvil accesible y práctico para el pueblo, automóvil que más tarde se convertiría en el Volkswagen Tipo 1, cuyo diseño y construcción le fue encomendado al ingeniero Ferdinand Porsche. La producción de este también fue aplazada a causa de la guerra.

 

Hitler consideró a la antigua Esparta como el primer estado nacional socialista, y alabó su tratamiento eugenésico de los niños deformes.

 

También otorgó la Orden del Águila Alemana, una de las más altas distinciones del Tercer Reich, al industrial Emil Kirdorf en abril de 1937, en recompensa por su apoyo financiero durante su ascenso al poder. Al año siguiente, cuando murió, también le organizó un funeral de estado.

                                                                                       

El rearme y nuevas alianzas

Si bien se especula que desde 1919, se mantenía un programa secreto para volver a armar un ejército por parte del gobierno Alemán, es en marzo de 1934, cuando Hitler anuncia públicamente que el Ejército alemán se ampliaría a 600 000 hombres (seis veces el número estipulado en el Tratado de Versalles), así como la introducción de una Fuerza Aérea (Luftwaffe) y el incremento del tamaño de la Marina (Kriegsmarine). Gran Bretaña, Francia e Italia, así como la Sociedad de Naciones rápidamente condenaron estas acciones. Sin embargo, dado que Alemania nuevamente explicó que sólo estaba interesada en la paz, ningún país tomó medida alguna para detener este desarrollo y se permitió que el programa armamentista alemán continuara. Además, el Reino Unido no compartía la visión pesimista de Francia sobre Alemania, y en 1935 firmó un acuerdo naval con Alemania, lo que permitió aumentar el tonelaje alemán hasta un 35% del de la armada británica. Este acuerdo que se firmó sin consultar ni a Francia ni a Italia, debilitó directamente la Sociedad de Naciones y puso al Tratado de Versalles en camino hacia la irrelevancia.

 

En marzo de 1936, las disposiciones del gobierno alemán violaron nuevamente el tratado al introducir tropas y ocupar nuevamente la zona desmilitarizada en Renania. Ante la inacción de los gobiernos de Gran Bretaña y Francia, el afán expansionista de Alemania se extendió. En julio de 1936, comenzó la Guerra Civil Española cuando el ejército, dirigido por el General Francisco Franco, se sublevó contra el gobierno de la República. Tras recibir una petición de ayuda del general Franco en julio de 1936, Hitler envió tropas en apoyo de Franco, y España sirvió como banco de pruebas para las nuevas fuerzas alemanas y sus métodos, incluyendo el bombardeo de ciudades, como el de Guernica, en abril de 1937, primer bombardeo contra blancos civiles de la historia, y que, posteriormente, Pablo Picasso plasmó en su célebre cuadro.

 

El conde Galeazzo Ciano, ministro de Asuntos Exteriores de Benito Mussolini, declaró el 25 de octubre de 1936 una alianza entre Berlín y Roma, a la que denominó «El Eje». El 25 de noviembre del mismo año, Alemania firmó el Pacto Anti-Comintern con Japón. Para fortalecer la relación con esta nación, Hitler se reunió en 1937 en Núremberg con el príncipe Chichibu, hermano del emperador Hirohito.

 

El Pacto Tripartito fue firmado por Saburo Kurusu en representación del Imperio japonés, Adolf Hitler por Alemania y Galeazzo Ciano, el 27 de septiembre de 1940. Más tarde se amplió para incluir a Hungría, Rumanía y Bulgaria. Este grupo se conoció como las Potencias del Eje. Más tarde, el 5 de noviembre de 1939, en la Cancillería del Reich, Adolf Hitler celebró una reunión secreta con los ministros de Guerra y Exteriores, más los tres jefes de servicios, registrada en el Memorándum Hossbach y reveló sus planes para la apropiación de «espacio vital» (Lebensraum) para el pueblo alemán.

 

Segunda Guerra Mundial

El 12 de marzo de 1938, Hitler presionó a Austria para la unificación con Alemania (el Anschluss) e hizo una entrada triunfal en Viena el 14 de marzo. A ello le siguió la intensificación de la crisis de los Sudetes, en la zona de habla alemana de Checoslovaquia conocida como Sudetes; Esto condujo a los Acuerdos de Múnich de septiembre de 1938, que autorizaron la anexión y ocupación militar inmediata de estos territorios por parte de Alemania. Como resultado de la cumbre, la revista TIME proclamó a Hitler «Hombre del Año» de 1938. El primer ministro británico, Neville Chamberlain, saludó este acuerdo como la «paz en nuestro tiempo», pero al dar forma a las exigencias militares de Hitler, Gran Bretaña y Francia también abandonaron Checoslovaquia a Hitler. Hitler ordenó al Ejército alemán entrar en Praga el 15 de marzo de 1939, tomando el castillo de Praga y de Bohemia y proclamando un protectorado alemán en Moravia.

 

Tras ello, Hitler eleva quejas relativas a la Ciudad libre de Dánzig y el corredor polaco (la Crisis de Danzig), que habían sido cedidos por Alemania en virtud del Tratado de Versalles. Gran Bretaña no había podido llegar a un acuerdo con la Unión Soviética para una alianza contra Alemania, y, el 23 de agosto de 1939, Hitler firma un pacto secreto de no agresión (el Pacto Molotov-Ribbentrop) con Stalin en el que se acordó la futura partición de Polonia entre la Unión Soviética y la Alemania nazi. El 1 de septiembre, Alemania invadió Polonia. Después de haber garantizado la asistencia a Polonia, Gran Bretaña y Francia declararon la guerra a Alemania el 3 de septiembre, pero no actúan de inmediato. No mucho después, el 17 de septiembre, las fuerzas soviéticas invadieron Polonia oriental.

 

En abril de 1940, ordena a las fuerzas alemanas a marchar sobre Dinamarca y Noruega. En mayo de 1940, Hitler ordena a sus fuerzas atacar Francia, la conquista de los Países Bajos, Luxemburgo y Bélgica. Francia se rindió el 22 de junio de 1940. Esta serie de victorias persuaden a su principal aliado, Benito Mussolini de Italia, para unirse a la guerra al lado de Hitler en mayo de 1940.

 

Gran Bretaña, cuyas fuerzas derrotadas en Francia fueron evacuadas de la ciudad costera de Dunkerque, continuó luchando junto a las fuerzas canadienses en la batalla del Atlántico. Después de sus gestiones en pro de la paz sistemáticamente rechazadas por el Gobierno británico, ahora conducido por Winston Churchill, Hitler ordena los bombardeos sobre las islas británicas, dando lugar a la batalla de Inglaterra, un preludio de la ya prevista invasión alemana. Los ataques comenzaron a golpear por las bases de la Real Fuerza Aérea y la protección de las estaciones de radar sudeste de Inglaterra. Sin embargo, la Luftwaffe no derrota a la Real Fuerza Aérea británica a finales de octubre de 1940. La superioridad aérea para la invasión, denominada Operación Sealion, no estaba asegurada, y Hitler ordenó diversos bombardeos que se llevarían a cabo en ciudades británicas, incluyendo Londres y Coventry, en su mayoría por la noche.

 

La caída

El 22 de junio de 1941, aún sin doblegar a Inglaterra, tres millones de soldados alemanes atacaron la Unión Soviética, rompiendo el pacto de no agresión que Hitler había firmado con Stalin dos años antes. Esta invasión, llamada Operación Barbarroja, cuya duración se estimaba en unos pocos meses, incautó grandes cantidades de territorio, incluidos los estados bálticos, Bielorrusia, y Ucrania. También rodearon y destruyeron a muchas fuerzas soviéticas. Pero los alemanes, debido al retraso de cuatro meses por las operaciones en Grecia y Yugoslavia, no consiguieron llegar a Moscú en diciembre de 1941, en lo que también influyó la llegada anticipada del invierno ruso con temperaturas de hasta -50 °C (el más duro en 50 años), todo ello unido a la feroz resistencia soviética, reforzada con tropas siberianas del entonces general Zhúkov especialmente adaptadas a las condiciones extremas. La invasión no había logrado el triunfo rápido que Hitler quería.

 

Hitler firmó la declaración de guerra contra los Estados Unidos el 11 de diciembre de 1941, cuatro días después del ataque del Imperio del Japón a Pearl Harbor, Hawái, muchos historiadores consideran este paso un grave error táctico y político, pues logró reunir así en su contra una coalición que incluía el imperio más grande del mundo (el Imperio británico), el más grande del mundo industrial y financiero (los Estados Unidos), y el ejército más grande del mundo (la Unión Soviética).

 

A finales de 1942, las fuerzas alemanas fueron derrotadas en la Segunda Batalla de El Alamein, frustrando los planes de Hitler para aprovechar el Canal de Suez y el Oriente Medio. En febrero de 1943, la titánica batalla de Stalingrado acabó con el cerco y la destrucción del 6.º Ejército alemán. Poco después llegó la gigantesca batalla de Kursk (1 300 000 soviéticos, 3600 tanques, 20 000 piezas de artillería y 2400 aviones, frente a 900 000 alemanes, 2700 tanques, 2000 aviones).

 

Desde Stalingrado, el plan militar de Hitler se volvió cada vez más errático, los rusos comenzaron a avanzar obligando a la retirada de fuerzas alemanas extenuadas y la situación económica interna en Alemania se deterioró.

 

Después de la invasión aliada de Italia (Operación Husky), en 1943, el aliado de Hitler, Mussolini, fue depuesto por Pietro Badoglio, que se rindió a los Aliados. A lo largo de 1943 y 1944, la Unión Soviética constantemente forzó a los ejércitos de Hitler a retroceder a lo largo del Frente Oriental. El 6 de junio de 1944, los ejércitos occidentales aliados desembarcaron en el norte de Francia en la Operación Overlord, la operación militar anfibia más grande jamás realizada.

 

En el Ejército alemán, los más realistas sabían que la derrota era inevitable, y algunos oficiales concibieron un plan para terminar con Hitler y poner fin a la guerra. En julio de 1944, uno de ellos, el exoficial de observación de artillería del mariscal Erwin Rommel, Claus von Stauffenberg colocó una bomba en el cuartel general de Hitler en Rastenburg, la llamada Wolfsschanze o Guarida del Lobo, pero sin lograr su objetivo, en uno de los atentados contra Hitler que estuvo más cerca de tener éxito.

 

La represión fue implacable y llevó a la detención de unas cinco mil personas, entre ellas las familias completas de los principales implicados. Los detenidos fueron torturados y sometidos a rápidos juicios espectáculo, celebrados a partir del 7 de agosto, que resultaron en la ejecución de unos doscientos de los acusados. El principal movimiento de resistencia fue destruido, aunque pequeños grupos aislados siguieron funcionando. La lista de personajes que cayeron es extensa y se puede citar a Wilhem Canaris, Friedrich Fromm y Erwin Rommel, entre otros.

 

El atentado contra Hitler el 20 de julio de 1944 le dejó secuelas progresivas que lentamente fueron afectando su raciocinio, desenvolvimiento y dominio de la situación.

 

Hitler también experimentó un deterioro de su salud. Su mano izquierda temblaba; el biógrafo Ian Kershaw y otros creen que podría sufrir la enfermedad de Parkinson. También se ha sospechado, por alguno de los síntomas, que pudo haber padecido sífilis, aunque las evidencias en favor de ello son mínimas.

 

Últimos días

Hitler regresó por última vez a Berlín el 15 de enero de 1945, en un tren especial procedente de Ziegenberg, localidad cercana a Bad Nauheim, donde desde su cuartel general conocido como «Adlershorst» o «Nido del Águila» había dirigido desde el 11 de diciembre de 1944 la fracasada ofensiva de las Ardenas.

 

El 30 de enero, con motivo del duodécimo aniversario de su ascenso al poder, dirigió por última vez unas palabras al pueblo alemán en un discurso radiado que, pese al optimismo de Goebbels, permitió constatar que sus palabras ya no conseguían levantar la moral de la población ante la evidencia de lo desesperado de la situación. Ese mismo día Albert Speer le comunicó que la pérdida de la producción de la Alta Silesia significaba la total imposibilidad de seguir manteniendo un mínimo suministro de armas y municiones al Ejército, a lo que Hitler se limitó a contestar que no le gustaba recibir informes derrotistas y que mantuviera un completo secreto.

 

Pocos días después, el 3 de febrero, un devastador bombardeo diurno estadounidense, el más duro que había sufrido Berlín hasta entonces, destruyó casi completamente la vieja Cancillería del Reich y dañó gravemente el nuevo edificio de Speer, lo que obligó a Hitler a vivir desde entonces casi permanentemente bajo tierra, en un búnker subterráneo de dos plantas situado bajo el jardín de la Cancillería en el que ya dormía desde su regreso.

 

El 12 de febrero el comunicado de la conferencia de Yalta, que incluía las duras condiciones impuestas por los Aliados a Alemania después de su derrota, entre ellas la división del país, la prohibición del Partido Nazi y el procesamiento de los criminales de guerra, no hizo sino reafirmar su postura de que cualquier tipo de rendición estaba fuera de discusión. Sus esperanzas estaban puestas en lo que consideraba inevitable en un momento u otro: la ruptura de los aliados occidentales, británicos y estadounidenses, con los soviéticos. Al día siguiente Hitler reaccionó con furia al enterarse del bombardeo de Dresde y fue necesaria la insistencia conjunta de Keitel, Jodl, Dönitz y Ribbentrop para convencerle de que sería contraproducente su intención inicial de ejecutar a un prisionero aliado por cada civil muerto.

 

El 24 de febrero celebró la última reunión con los Gauleiter con motivo del vigesimoquinto aniversario de su discurso de presentación del programa del partido. Estaba en muy mala condición física, con dificultades para controlar los temblores de su brazo izquierdo y habló sentado durante una hora y media en la que rememoró la época «heroica» del partido y, entre evocaciones a sus triunfos pasados, afirmó que era el único que podía juzgar el curso que tomaría la fase decisiva en que se encontraba la guerra. Poco más podía añadir que aludir a las armas milagrosas que se estaban desarrollando antes de volver a recordar sus tesis, en el estilo del más implacable darwinismo social, de que si se perdía la guerra sería porque al fin y al cabo el pueblo alemán no poseía el «valor interno» necesario y él no sentiría la menor compasión por su destrucción. Las obligadas ausencias de Erich Koch (Prusia Oriental) y Karl Hanke (Breslau) eran reflejo de la situación real, así que su discurso no pudo disipar el pesimismo incluso entre los incondicionales de la vieja guardia, aunque no faltaron quienes como Rudolf Jordan, el Gauleiter, de Magdeburgo-Anhalt, se sintieron revivir creyéndose ver ante el «antiguo Hitler». La fecha había sido hasta 1942 motivo para un gran discurso de Hitler en la Hofbräuhaus de Múnich, pero en esta ocasión se limitó a una proclama de cuya lectura se encargó Hermann Esser y que se convirtió en la última que dirigió a los alemanes.

 

Boda con Eva Braun y testamento

En las primeras horas del 29 de abril de 1945, poco después de la media noche, Hitler contrajo matrimonio con Eva Braun en la sala de mapas del búnker de la Cancillería. La ceremonia la ofició Walter Wagner, un funcionario municipal, y además de los contrayentes solo estaban presentes como testigos Joseph Goebbels y Martin Bormann. El acto fue muy breve y a su finalización los recién casados se retiraron a sus habitaciones, donde se organizó una fiesta que se prolongó varias horas, en el transcurso de la cual su secretaria Traudl Junge mecanografió en una sala contigua los testamentos privado y político que Hitler le había dictado sobre las once y media. Los últimos informes confirmaban el avance de las tropas soviéticas hasta zonas a solo unos cientos de metros de la Cancillería, ya se combatía en la Potsdamer Platz y se desvanecían las últimas ilusorias esperanzas de que el ejército de Walther Wenck pudiera conseguir romper el cerco.

 

En su testamento privado, del que nombra albacea a Martin Bormann, Hitler explica su decisión de casarse con Eva Braun, la voluntad de ambos de morir y ser incinerados para escapar a la vergüenza de la derrota, y lega sus posesiones al Partido, o al Estado si aquel dejara de existir, con la excepción de su colección de cuadros, cuyo destino sería un nuevo museo en Linz, y los recuerdos personales o incluso bienes que, a juicio de Bormann, fueran necesarios para el sustento de los sirvientes o allegados que le habían servido con lealtad.

 

Suicidio

El día 29 de abril Hitler comenzó a realizar los últimos preparativos para su suicidio. Aunque ya se había enterado de la muerte de Benito Mussolini, colgado ese mismo día boca abajo junto con su amante Clara Petacci en una gasolinera de Milán donde sus cadáveres sufrieron todo tipo de maltratos. Por la tarde, antes de la sesión informativa diaria con sus generales, hizo matar a su perra Blondi. Hitler ya había proporcionado ampollas de ácido prúsico, suministradas por su médico Ludwig Stumpfegger, a sus secretarias y otros miembros del personal del búnker y decidió probarlas con Blondi, para lo que hizo llamar a su antiguo cirujano, el profesor Werner Haase, que envenenó al animal ayudado por Fritz Tornow, el sargento encargado del cuidado de los perros del Führer que ya había matado a tiros a los otros dos que le pertenecían. Hitler no presenció el envenenamiento, pero acudió a contemplar unos instantes y en silencio el cadáver del animal.

 

Hacia el mediodía del 30 de abril comunicó a Martin Bormann la decisión definitiva de suicidarse y dio a su ayudante Otto Günsche instrucciones estrictas sobre la cremación de su cuerpo y el de su esposa, según dijo no quería que fueran exhibidos en el «museo de cera de Moscú». Inmediatamente Günsche ordenó al chófer de Hitler, Erich Kempka, que consiguiera unos doscientos litros de gasolina y los hiciera llevar al jardín de la Cancillería. Después y como de costumbre sobre la una, Hitler almorzó con aparente tranquilidad en compañía de sus secretarias, Traudl Junge y Gerda Christian, y de su cocinera Constanze Manziarly. Después de comer Hitler se retiró a sus habitaciones y regresó poco después acompañado de Eva Braun para una última ceremonia de despedida.

Hitler les dedicó solo unas pocas palabras y, tras estrechar las manos a todos, regresó a su estudio de donde solo volvió a salir para visitar a Magda Goebbels que, angustiada por su futuro y el de sus hijos, probablemente le pidió que reconsiderara su decisión de no abandonar Berlín. Después de la conversación, poco antes de las 15:30 horas, se encerró por última vez en su despacho acompañado casi inmediatamente por Eva Braun.

 

Todo el grupo, al que se unió en el último momento Artur Axmann, permaneció en espera mientras Günsche hacía guardia ante la habitación y, tras unos diez minutos en los que no se oyó ningún sonido,e fue Linge quien asumió la responsabilidad de abrir la puerta haciéndose acompañar por Bormann. Encontraron a Hitler y Eva Braun sentados en el sofá del despacho; ella recostada a su izquierda desprendiendo el olor a almendras amargas característico del ácido prúsico y con un revólver al lado que no llegó a utilizar, mientras que Hitler tenía a sus pies la pistola Walther PPK de 7,65 mm con la que se había disparado un tiro en la sien derecha de la que seguía manando la sangre.

 

Confirmadas las muertes de ambos, sus cadáveres fueron envueltos en mantas proporcionadas por Linge y fue también él mismo, con ayuda de tres miembros de las SS, quien se hizo cargo de transportar el cuerpo de Hitler hasta los jardines de la Cancillería.

En medio del incesante bombardeo soviético Günsche colocó los cuerpos, Eva Braun a la derecha de Hitler, en el terreno llano del jardín a unos tres metros de la puerta de salida del búnker y, después de verter sobre ellos la gasolina proporcionada por Kempka, consiguió encender la pira con ayuda de Linge y Bormann. Cerraron rápidamente la puerta y el grupo, completado por Krebs, Burgdorf y Goebbels, descendió a la seguridad del búnker tras alzar los brazos en un breve saludo de «Heil Hitler».

 

Una media hora después Günsche ordenó a dos miembros de la guardia personal de Hitler, Ewald Lindloff y Hans Reisser, que se encargaran de enterrar los cadáveres. Lindloff lo hizo en alguno de los cráteres de bombas que se habían formado en el jardín, donde ya se estaban depositando los restos de otras víctimas procedentes del hospital que se había instalado en la Cancillería, y declaró que los cadáveres estaban «completamente consumidos» y en un «estado terrible», muy probablemente además dañados y posteriormente dispersos por efecto del bombardeo que todavía continuaría un día más. Otros dos guardias del exterior del recinto, Hermann Karnau y Erich Mansfeld, confirmaron que los cuerpos estaban «carbonizados, encogidos e irreconocibles». A las seis y media de la tarde Günsche le confirmó a Reisser que Lindloff ya había completado la tarea y que no era necesaria su ayuda.

 

Siguió una conferencia a la que asistieron Bormann, Goebbels, Krebs, Burgdorf, Axmann y seguramente también el general Wilhelm Mohnke en la que se decidió enviar a Krebs, que hablaba ruso como antiguo agregado militar en Moscú, para intentar entrevistarse con Gueorgui Zhúkov y entregarle una carta firmada por Bormann y Goebbels en la que se le informaba de la muerte de Hitler y se tanteaban las condiciones de un armisticio o una rendición. Krebs salió del búnker a las diez de la noche y solo se obtuvo una respuesta definitiva a las seis de la mañana en la que Zhúkov exigía una rendición incondicional que debía anunciarse ese mismo día.

 

No fue hasta las 10:53 de la mañana del 1 de mayo cuando el almirante Karl Dönitz recibió en Plön la primera noticia de ello y de la muerte de Hitler en un engañoso telegrama redactado por Bormann: «Testamento en vigor. Llegaré ahí lo antes posible. Hasta entonces, creo que es mejor aplazar publicación. Bormann». A las 15:18 otro telegrama más explícito, el último enviado desde el búnker y dictado por Goebbels, confirmaba la muerte de Hitler sin especificar que se había tratado de un suicidio, le anunciaba su nombramiento como presidente y adelantaba la lista de algunos otros ministros, aunque finalmente Dönitz hizo caso omiso de ella entre otras cosas porque nunca llegó a recibir el testamento con la lista completa.

 

El anuncio público se retrasó unas cuantas horas hasta que a las 21:30 Radio Hamburgo anunció una importante noticia y a las 22:26 Dönitz en persona comunicó su nombramiento y la muerte del Führer «esta tarde» luchando «a la cabeza de sus tropas» contra el bolchevismo. Dönitz sabía que había muerto el día anterior y, aunque hubiera supuesto que se había tratado de un suicidio trató de ocultarlo para evitar la posible reacción de unas tropas que se hubieran podido sentir abandonadas por el líder a quien habían jurado lealtad. Helmuth Weidling, al frente de la defensa de Berlín, sí se lo comunicó a sus hombres el 2 de mayo, precisamente para convencerlos de que dejaran la lucha. Además Dönitz quería aplazar la capitulación total para permitir que continuaran la lucha los ejércitos que intentaban desesperadamente escapar del Ejército Rojo y rendirse a los aliados occidentales, pero no tuvo inconveniente en aceptar otras capitulaciones parciales el 2 de mayo en Italia; el 4 de mayo en el norte de Alemania, Holanda y Dinamarca; el 5 de mayo en el norte de los Alpes y el día 7 en Austria.

 

Fuentes: https://es.wikipedia.org/wiki/Adolf_Hitler#Segunda_Guerra_Mundial

https://www.biografiacortade.com/adolf-hitler/

 

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