Inca Garcilaso de la Vega
Sin
embargo, su padre se vio obligado a abandonar a la princesa inca a causa de la
presión de la corona para que los nobles españoles se casasen con damas nobles
españolas, y así lo hizo se casó con Luisa Martel de los Ríos; sin embargo, no
lo hizo sin conceder antes a su madre una cuantiosa dote, que le sirvió para
casarse con Juan del Pedroche, un soldado peninsular, de la que tendría el inca
dos medias hermanas, Luisa de Herrera y Ana Ruiz.
Su
adolescencia estuvo ensombrecida por las cruentas guerras civiles del Perú, y
él y su padre padecieron la persecución de los rebeldes Gonzalo Pizarro y
Francisco de Carvajal. Su padre optó por enrolarse en el bando de Pizarro,
aunque forzadamente, según contaría más tarde el Inca Garcilaso, pero retornó
al bando real sumándose al ejército del presidente Pedro de la Gasca durante la
batalla de Jaquijahuana, por lo que fue conocido despectivamente como el “leal
de tres horas”. Este episodio tendría mucha repercusión en la vida posterior
del Inca Garcilaso.
Hacia
1550, el todavía pequeño Garcilaso fue enviado a Charcas para volver después al
Cuzco, donde fue testigo de la rebelión de Francisco Hernández Girón, ocasión
en la cual ayudó a su padre, entonces alcalde ordinario de la ciudad, a huir
por los tejados de las casas (1553). Su padre le tuvo en gran estima, como
demuestra el hecho del cariño que le demostró su hijo en sus escritos y el
hecho de que le legara en su testamento (1559) tierras en la región de
Paucartambo y cuatro mil pesos de oro y plata "ensayados" (es decir,
de la más probada calidad) para que el joven mestizo cursara estudios en España.
En España
El
20 de enero de 1560, a los 20 años de edad y poco después del fallecimiento de
su padre, Garcilaso salió del Cuzco rumbo a la Ciudad de Lima, dispuesto a
embarcarse hacia España. Este viaje se mostraría particularmente arriesgado.
Partió del puerto del Callao, estuvo a punto de naufragar en la isla de
Gorgona, cruzó a lomos de acémila el istmo de Panamá, y llegó a Cartagena de
Indias para tomar la ruta de los galeones hasta La Habana y las Azores, donde
un marinero portugués le salvó la vida antes de llegar a Lisboa.
Tras
una breve estancia en Extremadura, donde visitó a unos familiares, se
estableció en la ciudad cordobesa de Montilla, donde residía su tío Alonso de
Vargas. Luego, en 1561, se trasladó a Madrid a solicitar algunas mercedes que
la Corona le debía a su padre por sus servicios en el Perú, y allí conoció al
conquistador Gonzalo Silvestre, quien le suministró numerosos datos para su
obra La Florida del Inca. Su solicitud a la Corona le fue denegada (acusaron a
su padre de favorecer al rebelde Gonzalo Pizarro dándole un caballo que le
salvó la vida en la batalla de Huarina, y tal versión fue apoyada por los
cronistas de indias oficiales). Desengañado, pensó en volver a Perú en 1563,
pero optó por permanecer en la península y seguir la carrera militar, como su
padre. Abandonó el nombre de Gómez de Figueroa y firmó ya para siempre con el
de Garcilaso de la Vega, por el que sería conocido por la posteridad.
Como
su padre, logró el grado de capitán, y tomó parte en la represión de la
Rebelión de las Alpujarras de los moriscos de Granada bajo el mando de don Juan
de Austria (1569). Entre 1570 y 1571 se enteró de la muerte de su madre y de su
amado tío Alonso de Vargas; este último le adjudicó bienes en su testamento que
hicieron que en el futuro no tuviese que preocuparse de su sustento y aun
disfrutase de cierta holgura. En 1586 falleció su tía doña Luisa Ponce, viuda
de su tío Alonso, cuyos bienes acrecentaron aún más su bienestar económico y le
posibilitaron entregarse a la cultura. En 1590, dejó las armas y entró en la
religión.
Frecuentó
los círculos humanísticos de Sevilla, Montilla y Córdoba y se volcó en el
estudio de la historia y en la lectura de los poetas clásicos y renacentistas.
Fruto de esas lecturas fue la celebrada traducción
del italiano que hizo de los Diálogos de amor del filósofo neoplatónico
León Hebreo, que dio a conocer en Madrid en 1590 como La Traducción del Indio de los Tres Diálogos de Amor de León
Hebreo (su prólogo está fechado en Montilla en 1586). Fue su primer libro, y la
primera obra literaria de valor superlativo hecha por un americano en Europa.
Ya por entonces firmaba como Garcilaso Inca de la Vega y se presentaba como
hijo del Cuzco, ciudad a la que definía como cabeza de imperio.
Por
entonces tuvo una relación estrictamente comercial con el célebre Luis de
Góngora, y en Montilla coincidió con Miguel de Cervantes, que recaudaba fondos
para la corona. Y parece ser que Cervantes conocía las obras del insigne
mestizo: había leído la traducción por Garcilaso de los Diálogos de amor de
León Hebreo.
Se
trasladó a Córdoba en 1591, y se relacionó con algunos doctores, como el
jesuita Juan de Pineda, quien le instó a preparar un comentario piadoso de las
Lamentaciones de Job. Por entonces continuaba recopilando material para sus
proyectadas obras sobre la conquista de La Florida y del Perú, así como todo lo
relacionado con el imperio inca. Una de esas fuentes fue la crónica, hoy
perdida, de Blas Valera.
En
1596 escribió la Genealogía o Relación de la descendencia del famoso Garci
Pérez de Vargas, nombre de un célebre capitán que fue antepasado suyo, obra que
no se publicaría sino hasta el siglo XX.
Simultáneamente
se relacionó con soldados participantes de la conquista de La Florida y se
encontró con dos, Alonso Carmona y Juan Coles, que le obligaron a retocar lo
que ya tenía escrito sobre la expedición de Hernando de Soto. En 1605 publicó
finalmente la obra en Lisboa, con el título de La Florida del Inca.
En
1609 apareció publicada, también en Lisboa, la Primera Parte de su obra cumbre,
los Comentarios Reales de los Incas, impreso en una buena edición por Pedro
Crasbeeck y dedicado a la princesa Catalina de Portugal, duquesa de Braganza.
Hacia 1612 culminó la Segunda Parte de esta obra, que fue publicada
póstumamente en Córdoba, en 1617, con el título de Historia General del Perú y
dedicado a la Virgen María.
En
1612 Garcilaso compró la Capilla de las Ánimas en la Mezquita-catedral de
Córdoba, donde su hijo sería sacristán y donde quiso ser enterrado, y fallece
cuatro años después, entre el 22 y el 24 de abril de 1616 como fechas
probables. En aquella capilla sus albaceas grabaron esta lápida:
El Inca Garcilaso de la Vega, varón insigne, digno de perpetua
memoria. Ilustre en sangre. Perito en letras. Valiente en armas. Hijo de
Garcilaso de la Vega. De las Casas de los duques de Feria e Infantado y de
Elisabeth Palla, hermana de Huayna Capac, último emperador de las Indias. Comentó
La Florida. Tradujo a León Hebreo y compuso los Comentarios reales. Vivió en
Córdoba con mucha religión. Murió ejemplar: dotó esta capilla. Enterróse en
ella. Vinculó sus bienes al sufragio de las ánimas del purgatorio. Son patronos
perpetuos los señores Deán y Cabildo de esta santa iglesia. Falleció a 23 de
abril de 1616.
El
25 de noviembre de 1978 el rey Juan Carlos I de España hizo entrega de una
arqueta que contenía una parte de sus cenizas; éstas reposan actualmente en la
catedral del Cusco.
Siguiendo
las corrientes humanistas europeas en boga en su tiempo, Garcilaso, el Inca,
inició un ambicioso y original proyecto historiográfico centrado en el pasado
americano, y en especial en el del Virreinato del Perú.
Considerado
como el padre de las letras del continente, en 1605 dio a conocer en Lisboa su
Historia de la Florida y jornada que a ella hizo el gobernador Hernando de Soto,
título que quedó sintetizado en La Florida del Inca. La obra contiene la
crónica de la expedición de aquel conquistador, de acuerdo con los relatos que
recogió él mismo durante años, y defiende la legitimidad de imponer en aquellos
territorios la soberanía española para someterlos a la jurisdicción cristiana.
El
título más célebre de Garcilaso el Inca, sin embargo, fueron los Comentarios
Reales de los Incas, la primera parte de los cuales apareció en 1609, también
en Lisboa, publicada por Pedro Crasbeeck. Escrito a partir de sus propios
recuerdos de infancia y juventud, escuchado directamente de sus parientes, de
contactos epistolares y visitas a personajes destacados del Virreinato del
Perú, el relato constituye, pese a los problemas de sus fuentes orales y
escritas y a las incongruencias de muchas fechas, uno de los intentos más
logrados, tanto conceptual como estilísticamente, de salvaguardar la memoria de
las tradiciones de la civilización andina. Por esta razón es considerada su
obra maestra y se la ha reconocido como el punto de partida de la literatura
latinoamericana.
La
segunda parte fue publicada en Córdoba, en 1617, con el título de Historia
General del Perú, nombre que le impuso arbitrariamente el editor: Esta obra, la
más extensa que ha producido su pluma, desarrolla con estilo vibrante la
conquista del Perú, las guerras civiles entre los conquistadores y la
instauración del Virreinato del Perú, así como la resistencia de los incas de
Vilcabamba, que culmina con la ejecución del último de estos, Túpac Amaru I, en
la plaza del Cuzco en 1572. Incluye en sus páginas una rehabilitación de su
padre, el capitán Sebastián Garcilaso de la Vega, desprestigiado ante la Corona
por haber militado en el bando del rebelde Gonzalo Pizarro.
Él
recibió una educación formal esmerada, tanto en su patria como en España, pues
aparte de sus dos lenguas maternas (español y quechua) hablaba latín.
Su
familia materna eran los antiguos gobernantes incas, y por ello él describe a
los Incas como monarcas benévolos que gobernaban un país donde todos vivían en
una patria de justicia y abundancia, donde no había mendigos ni ociosos.
Garcilaso
niega que en el tiempo de los incas se hicieran sacrificios humanos, pero reconoce
que era una práctica ancestral anterior al imperio inca, en una época brumosa a
la que denomina gentilidad. Precisamente afirma que la misión de los incas fue
la de civilizar a los pueblos bárbaros, que practicaban otras costumbres
abominables como la antropofagia y la sodomía.
El
18 de abril el Inca Garcilaso entrega su testamento y muere pocos días después,
probablemente el 23 de abril. Su hijo Diego de Vargas, sacristán en la catedral
de Córdoba, se encarga de su entierro en la capilla de las Ánimas.
Se
publica póstumamente en Córdoba su Historia general del Perú, segunda parte de
los Comentarios reales.
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Inca_Garcilaso_de_la_Vega
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