Juan Belmonte García
La
carrera profesional de Belmonte se desarrolló entre 1913 y 1936, año en el que se retiró definitivamente tras dos retiradas fallidas en 1922
y 1934. En 1919 toreó 109 corridas, una cifra récord para el momento.
Juan
Belmonte nació en la sevillana calle Ancha de la Feria, donde su familia tenía
una modesta tienda de quincalla. Pocos años después, el establecimiento de la
calle Feria es atribuido a uno de sus tíos en la partición de la herencia de su
abuelo y la familia se traslada al barrio de Triana, donde su padre abre una
pequeña tienda en un hueco del mercado de Triana, un tenderete que tenían que
montar todos los días al amanecer. Los jueves trasladaban el puesto al
mercadillo del Jueves.
Asistió
a la escuela primaria solo entre los cuatro y los ocho años y quedó huérfano de
madre muy pronto. De niño solía acompañar a su padre que acudía frecuentemente
a los cafés de la calle Sierpes, como el café América y el Café Madrid a jugar al
billar, mientras él curioseaba por los alrededores. A los once años su padre
deja de llevárselo a los cafés y él, con otros chicos de su edad, formó una
pandilla que, entre otras correrías adolescentes, se dedicaba a torear
clandestinamente, por las noches, en cercados y dehesas de las afueras de
Sevilla.
El
diestro trianero Antonio Montes Vico era el ídolo de la pandilla, uno de cuyos
miembros era el luego conocido líder anarquista Ángel Pestaña. Amigo de su
padre fue Calderón, banderillero de Antonio Montes, que le apadrinó en las
tertulias y le allanó el camino para sus primeras actuaciones. También le
enseñó a mejorar su técnica, ya que Belmonte fue completamente autodidacta.
Posteriormente, Calderón sería miembro de su cuadrilla durante muchos años.
Vistió
de luces por primera vez a los diecisiete años de edad en la plaza de toros de
Elvas, en Portugal. El 21 de julio de 1912 triunfó como novillero en la Real Maestranza
de Sevilla y fue llevado a hombros hasta su casa. El 7 de octubre de ese mismo
año triunfó en Madrid, en una corrida junto a Celita y Saleri II. El riesgo que
asume llama pronto la atención y comienza a forjarse
la leyenda del Pasmo de Triana. Tomó la alternativa en Madrid el 16 de
septiembre de 1913 con Machaquito de padrino –ese mismo día se retiraba del
toreo– y con Rafael el Gallo, hermano mayor de Joselito, como testigo.
En
1914 comenzó su rivalidad con Joselito o, como él mismo decía, comenzó la
rivalidad entre gallistas y belmontistas. La temporada de 1917 está considerada
como la más brillante de su vida profesional. A finales de ese mismo año se
presenta en Perú, donde permanecerá un año y conocerá a su futura esposa. El 26
de febrero de 1920 sufrió una cornada durante un tentadero en la dehesa de
Padierno (Salamanca), propiedad de Argimiro Pérez Tabernero. Durante su
convalecencia fue retratado por Venancio Gombau en su estudio de la calle Prior
de la capital charra. En 1922 anuncia su primera retirada en Lima.
Reaparece en los ruedos en 1924. Se convirtió
en ganadero y continuó toreando hasta el
inicio de la guerra civil española (1936).
Belmonte
fue trascendental para la historia del toreo porque impuso una revolución en la
tauromaquia. Hasta la aparición de Belmonte, torear consistía básicamente en
sortear las acometidas de los toros sobre las piernas con más o menos valor y
gracia. Puso en práctica los tres tiempos de la lidia: parar, templar y mandar,
a lo que más tarde agregó cargar la suerte. Rompió con el paradigma
lagartijero, considerado hasta entonces ley natural. La idea de torear quieto
se convirtió en el deseo de todo torero, aunque con el toro de entonces no era
siempre posible, y logró culminar Manolete, que alcanzó la quietud total.
Su
heterodoxia la ilustra la sentencia de Rafael Guerra (un matador de toros muy
reconocido cuando comenzaba Belmonte su carrera), que le acompañó durante toda
su carrera: «Darse prisa a verlo torear porque el que no lo vea pronto, no lo
ve». Su épica rivalidad con
Joselito dividió a la afición en gallistas y belmontistas, algo que no impidió que ambos fuesen grandes amigos y se profesasen
respeto y admiración mutua. El público quería
verlos juntos y coincidieron en decenas de corridas durante varios años, lo que
hizo que ambos se influyesen y evolucionasen mutuamente, configurando también
de forma definitiva el futuro del toreo moderno.
Belmonte también cambió la imagen tradicional de los toreros, renunciando a la coleta clásica de torero. Sin estudios apenas pero lector empedernido (cuentan que se llevaba en sus viajes maletas llenas de libros), su inteligencia y extraordinaria personalidad le permitieron relacionarse con los miembros de la cultura y de la alta sociedad. Llegaron a organizarle un homenaje, en el que Valle-Inclán pronunció un encendido discurso en su favor, aunque el resto de la Generación del 98 veía en los toros un síntoma del atraso hispano.
Ningún
torero ha tenido antes ni después tanto apoyo entre intelectuales del máximo
nivel. Un destacado representante de la Generación del 27, Gerardo Diego, le
dedicó la «Oda a Belmonte»:
Yo canto al varón pleno,
al
triunfador del mundo y de sí mismo
que
al borde —un día y otro— del abismo
supo
asomarse impávido y sereno.
Belmonte
fue amigo también del escritor estadounidense Ernest Hemingway y aparece de
forma destacada en dos de sus novelas: Muerte en la tarde y Fiesta. Pero el que
acabó de forjar el mito belmontino fue la biografía que le escribió el
periodista sevillano Manuel Chaves Nogales, titulada Juan Belmonte, matador de
toros, su vida y sus hazañas. Fue publicada por entregas en la revista Estampa,
a partir de junio de 1935. Chaves Nogales redactó la obra en forma de
autobiografía a partir de las numerosas conversaciones que mantuvo con el
diestro.
Su
banderillero Joaquín Miranda, después de la guerra, ocupó el cargo de
gobernador civil de la provincia de Huelva y como tal le tocó presidir un
festival benéfico al que asistía Juan Belmonte con un amigo no versado en
cuestiones de tauromaquia. Había este señor oído campanas acerca de la
biografía del gobernador rehiletero, pero no sabía dónde, y viéndolo en el
palco presidencial, le preguntó al Pasmo de Triana: «Don Juan, ¿es verdad que
este señor gobernador ha sido banderillero suyo?». Belmonte le respondió con su
laconismo conceptista: «Sí». Y el otro insistió: «Don Juan, ¿y cómo se puede
llegar de banderillero de Belmonte a gobernador?». A Juan le salió el genial
tartamudeo de Demóstenes de la generación del 98 y respondió: «¿Po… po… po cómo
va a sé? De… de… degenerando…».
A punto de cumplir 70 años, Juan Belmonte se suicidó de un disparo en su cortijo de Gómez Cardeña —entre Sevilla y Jerez— el 8 de abril de 1962. A pesar de ser un suicida, se le permitió ser enterrado en el Cementerio de San Fernando de Sevilla.
La cantante Rocío Jurado le dedicó ¡Ay! Soledad» en su disco «Con Mis Cinco Sentidos» en 1998. https://www.youtube.com/watch?v=24QKCQ8iXjg
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Belmonte
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