Séneca
Séneca
destacó como intelectual y como político. Consumado orador, fue una figura
predominante de la política romana durante los reinados de Claudio y Nerón,
siendo uno de los senadores más admirados, influyentes y respetados. Entre los
años 54 y 62, durante los primeros años del reinado de su joven pupilo Nerón,
Séneca gobernó de facto el Imperio romano junto con Sexto Afranio Burro. Esto
le granjeó numerosos enemigos, y
se vio obligado a retirarse de la primera línea
política en el año
62. Acusado, tal vez falsamente de participar en la conjura de Pisón contra Nerón,
su antiguo alumno lo condenó a muerte, y se suicidó en el año 65.
Como
escritor, Séneca pasó a la historia como uno de los máximos representantes del
estoicismo. Su obra constituye la principal fuente escrita de filosofía estoica
que se ha conservado hasta la actualidad. Abarca tanto obras de teatro como
diálogos filosóficos, tratados de filosofía natural, consolaciones y cartas.
Usando un estilo marcadamente retórico, accesible y alejado de tecnicismos,
delineó las principales
características del estoicismo tardío, del que junto con Epícteto y Marco
Aurelio está considerado su máximo exponente.
La
influencia de Séneca en generaciones posteriores fue inmensa. Durante el
Renacimiento fue "admirado y venerado como un oráculo de edificación
moral, incluso cristiana; un maestro de estilo literario y un modelo para las
artes dramáticas".
Su
familia era oriunda de Corduba —actual Córdoba—, en la provincia de Bética en
Hispania. La tradición ha situado su nacimiento en Corduba en torno al año 1
d.C. (se barajan tres posibles fechas para su nacimiento, los años 1, 4 y 5 d.
C.).
El
padre de Séneca, Marco Anneo Séneca, era un procurador imperial que se
convirtió en un reconocido experto en retórica, y se casó con una joven noble Helvia.
Además de Lucio, Marco tuvo otros dos hijos que a su manera también alcanzaron
cierta relevancia. El primero, Novato, más conocido como Galión, fue el
gobernador de Acaya que declinó ejercer su jurisdicción sobre San Pablo, y lo
envió a Roma. El segundo, Mela, aunque menos ambicioso, fue un hábil financiero
famoso por ser el padre del poeta Lucano, quien, por ello, era sobrino de Lucio
Séneca.
De
la vida de Lucio Séneca previa al año 41 d. C. no se sabe gran cosa, y lo que
se sabe es gracias a lo que el propio Séneca escribió. Sea como fuere, es claro
que provenía de una familia distinguida, perteneciente a la más alta sociedad
hispana en una época en que la provincia de Hispania estaba en pleno auge
dentro del Imperio romano.
Parece
ser que pasó los primeros años de su vida en Roma, bajo la protección de la
hermanastra de su madre, su tía Marcia. Se afirma que en ese tiempo vivió con
humildad en una habitación en el piso de arriba de un baño público, algo
probablemente falso, ya que Marcia era una persona acaudalada. Durante este
tiempo, parece que le fue enseñada la retórica y fue introducido en el
estoicismo por el filósofo Atalo.
Marcia
estaba casada con un équite (caballero) romano, quien en el año 16 fue nombrado
gobernador de Egipto por el emperador Tiberio. Séneca acompañó al matrimonio a
Alejandría, en Egipto, donde adquirió nociones de administración y finanzas, al
tiempo que estudiaba la geografía y etnografía de Egipto y de la India, y
desarrollaba su interés por las ciencias naturales, en las que, a decir de
Plinio el Viejo, destacaría por sus conocimientos de geología, oceanografía y
meteorología.
Por
influjo de los cultos místicos orientales que había en Egipto, al principio
demostró una cierta inclinación hacia el misticismo pitagórico enseñado por
Sotión, un filósofo ecléctico-pitagórico, y por los cultos de Isis y Serapis,
que por aquel entonces ganaban gran número de adeptos entre los romanos. No
obstante, posteriormente se inclinó hacia el estoicismo, filosofía que
adoptaría hasta el fin de sus días. Su formación, pues, fue muy variada, rica y
abierta: además de formarse en Egipto, parece ser que ya en Roma había
estudiado gramática, retórica y filosofía; es posible, además, que viajara en
algún momento a Grecia, para continuar formándose en Atenas, algo muy común
entre los patricios de su tiempo. Sea como fuere, dejó escrito haber estudiado
con Sotión, con el estoico Atalo y con Papirio Fabiano. Más adelante, fue amigo
íntimo del cínico Demetrio.
Primera carrera política
Séneca
siempre tuvo una salud enfermiza, especialmente debido al asma que padecía
desde su infancia (véase Epístolas a Lucilio, LIV). Tanto es así que llegó a
escribir que lo único que le impedía suicidarse era la incapacidad de su padre
de soportar su pérdida.
En
el año 31, Séneca volvió a Roma donde, a pesar de su mala salud, de su origen
provinciano y del hecho de provenir de una familia comparativamente escasa en
influencias, fue nombrado cuestor, con lo que inició así su cursus honorum, en
el que pronto destacó por su estilo brillante de orador y escritor. Para
cuando, en el año 37, el emperador Calígula sucedió a Tiberio, Séneca se había
convertido en el principal orador del Senado y había levantado la envidia y los
celos del nuevo y megalómano César, el cual, de acuerdo con el historiador Dión
Casio, ordenó su ejecución. Según el mismo historiador, fue una mujer próxima
al círculo más íntimo de Calígula la que consiguió que este revocara la
sentencia al convencer a Calígula de que Séneca, asmático y de notoria mala
salud, padecía además tuberculosis y pronto moriría por sí mismo. A
consecuencia de este incidente Séneca se retiró de la vida pública.
En
el año 41, a la muerte de Calígula y con la entronización de Claudio, Séneca,
que continuaba siendo una persona relevante dentro del estamento político
romano, fue de nuevo condenado a muerte, si bien la pena se le conmutó por el
destierro a Córcega. Las causas de esta condena se ignoran. La sentencia
oficial lo acusaba de haber cometido adulterio con Julia Livila, hermana de
Calígula, hecho bastante improbable. Más probablemente se ha apuntado que la
esposa de Claudio, la célebre Valeria Mesalina, lo habría considerado peligroso
ahora que Calígula había muerto. La entronización de Claudio se había producido
con la oposición del Senado y Séneca, que debido a su prestigio como orador era
probablemente uno de los senadores más influyentes, podría haber sido un
enemigo político en potencia para Claudio.
Exilio en Córcega y retorno a Roma.
Su
exilio en Córcega duró ocho años. Durante ese tiempo escribió una consolatio o
consolación a su madre Helvia, a raíz de la muerte de su padre Marco, que
destaca por propugnar actitudes estoicas muy diferentes a las que, por ese
mismo período, se muestran en la Consolación a Polibio, nombre de uno de los
libertos imperiales de Claudio y que ostentaba un gran poder e influencia sobre
el emperador. En esta carta, que probablemente nunca estuviera destinada a
publicarse, se muestra abyectamente adulador y busca el perdón imperial.
El
destierro duró hasta el año 49 cuando, tras la caída de Mesalina, la nueva
esposa de Claudio, la también célebre Agripina la Menor, consiguió
rehabilitarlo. Se le llamó a Roma y, por indicación de Agripina, se le nombró
pretor en la ciudad. Su ascenso no acabó ahí, pues en el año 51, a instancias
de nuevo de Agripina, se le nombró tutor del joven Lucio Domicio Enobarbo,
futuro Nerón, hijo de un matrimonio anterior de Agripina. Tan drástico cambio
en su suerte se debió, según el historiador Tácito, a que esta, aparte de
buscar un tutor ilustre para su hijo, creía que la fama de Séneca haría más
popular a la familia imperial; un Séneca agradecido y obligado a ella serviría
además como un importante aliado y un sabio consejero en los planes de alcanzar
el poder que albergaba para su hijo Nerón.
En
el año 54, el emperador Claudio murió (según la mayoría de las fuentes
históricas, envenenado por la propia Agripina) y su hijastro Nerón subió al
poder. Aunque no hay evidencia alguna de que Séneca estuviera involucrado en el
asesinato de Claudio, sí que se mofó del viejo emperador en su obra satírica
intitulada Apocolocyntosis divi Claudii («Calabacificación del divino
Claudio»), en la que este, tras ser deificado, termina, tras una serie de
vicisitudes, como un mero burócrata en el Hades. Con la subida al poder del
joven Nerón, que por aquel entonces contaba con 17 años, Séneca fue nombrado
consejero político y ministro junto a un austero oficial militar llamado Sexto
Afranio Burro. También fue honrado por su pupilo con el cargo de
consul suffectus entre mayo y octubre de 55.
Gobierno del Imperio romano
Durante
los ocho años siguientes, Séneca y Burro, a quienes todos los historiadores
romanos consideraron las personas de mayor valía e ilustración del entorno de
Nerón, gobernaron de facto el imperio romano. Dicho período destacaría, a decir
del propio emperador Trajano, por ser uno de los períodos de «mejor y más justo
gobierno de toda la época imperial». Su política, basada en compromiso y
diplomacia más que en innovaciones e idealismo, fue modesta pero eficiente: se
trató en todo momento de refrenar los excesos del joven Nerón, al tiempo que
evitaban depositar gran poder real en manos de Agripina. Así, mientras Nerón se
dedicaba, siguiendo las instrucciones de Séneca, a un ocio moralmente
«aceptable», Séneca y Burro se hicieron con el poder, en el que promovieron una
serie de reformas legales y financieras, como la reducción de los impuestos
indirectos; persiguieron la concusión, es decir, la corrupción de los
gobernadores provinciales; llevaron a cabo una exitosa guerra en Armenia a las
órdenes de Corbulón, que instituyó el protectorado romano en aquel país y se
mostró, a la larga, fundamental para la salvaguarda de la frontera oriental del
imperio; se enviaron, a instancias de Séneca, expediciones para dar con las
fuentes del río Nilo... Vale notar que ni Burro ni Séneca ocuparon, durante
este período, cargo institucional alguno, más allá del de senadores, por lo que
ejercieron el poder desde detrás del solio imperial, como meros válidos y
consejeros del joven César, que al parecer tenía en alta estima a su tutor.
Sin
embargo, conforme Nerón fue creciendo, comenzó a desembarazarse de la «benigna»
influencia de Séneca, de tal forma que, al mismo tiempo que el ejercicio del
poder iba desgastando al filósofo, comenzaba a perder influencia sobre su
pupilo Nerón. Aprovechando la pérdida de influencia y el desgaste de Séneca, en
el año 58 Publio Suilio Rufo, un consejero del joven Nerón, llegó a acusarlo
(absurdamente según Tácito) de acostarse con Agripina, con lo que dio origen a
una campaña de desprestigio en la que el filósofo fue acusado de crímenes tan
peregrinos como el de deplorar el tiránico régimen imperial, extravagancia en
sus banquetes, hipocresía y adulación en sus escritos –fue en este momento
cuando salió a la luz la carta al liberto Polibio–, usura, y, sobre todo,
excesiva riqueza. De hecho, la riqueza de Séneca en este período alcanzó la
categoría de proverbial, cuando el poeta Juvenal habla de los grandes jardines
del inmensamente rico Séneca. Es probable que la inmensa riqueza del filósofo
propiciara su caída frente a Nerón, el cual no toleraría que un particular
pudiera hacerle sombra en ese aspecto.
Caída y muerte
En
el año 59, la antiguamente gran valedora de Séneca Agripina fue asesinada por
Nerón, lo que marcaría el inicio del fin de Séneca. Aunque posiblemente no
estuvieran involucrados, Séneca y Burro tuvieron que llevar a cabo una campaña
de lavado de imagen pública del emperador a fin de minimizar el impacto que
pudiera tener el crimen. Séneca escribió la famosa carta al Senado en la que
justificaba a Nerón y explicaba cómo Agripina había conspirado en contra de su
hijo. Este hecho ha sido muy criticado con posterioridad, y ha sido germen
frecuente de las acusaciones de hipocresía contra Séneca. Cuando, en el año 62,
Burro murió, la situación de Séneca en el poder se volvió insostenible, al
haber perdido buena parte de su capital político y de sus apoyos. La campaña de
desprestigio, además, le privó de la cercanía del emperador, el cual, rodeado
de aduladores y arribistas como Tigelino, Vitelio o Petronio, pronto comenzaría
a hablar de desembarazarse de su viejo tutor.
Así,
ese mismo año 62 Séneca pidió a Nerón retirarse de la vida pública, y ofreció
toda su fortuna al emperador. El retiro le fue concedido tácitamente, aunque la
fortuna no le fue aceptada hasta años después. De esta manera, Séneca consiguió
retirarse de la cada vez más peligrosa corte romana, y comenzó a pasar su
tiempo viajando con su segunda esposa, Paulina, por el sur de Italia. Al mismo
tiempo, comenzó a redactar una de sus obras más famosas, las Cartas a Lucilio,
auténtico ejemplo de ensayo, en las que Séneca ofrece todo tipo de sabios
consejos y reflexiones a Lucilio, un amigo íntimo que supuestamente ejercía
como procurador romano en Sicilia. Esta obra serviría de ejemplo e inspiración
a Michel de Montaigne en la redacción de sus Ensayos.
Aun
así, Séneca no consiguió desembarazarse del todo de la obsesiva perversión de
su antiguo pupilo. Según Tácito, parece ser que en sus últimos años Séneca
sufrió un intento de envenenamiento, frustrado gracias a la sencilla dieta que
el filósofo había adoptado, previendo un ataque de este tipo. Sea como fuere,
en el año 65 se le acusó de estar implicado en la famosa conjura de Pisón
contra Nerón. Aunque no existieran pruebas firmes en su contra, la conjura de
Pisón sirvió a Nerón como pretexto para purgar la sociedad romana de muchos
patricios y caballeros que consideraba subversivos o peligrosos, y entre ellos
se encontraba el propio Séneca. Así pues, Séneca fue, junto con muchos otros,
condenado a muerte, víctima de la conjura fracasada.
Sobre
la muerte de Séneca, el historiador Tácito cuenta que el tribuno Silvano fue
encomendado para darle la noticia al filósofo, pero siendo aquel uno de los
conjurados, y sintiendo una gran vergüenza por Séneca, le ordenó a otro tribuno
que le llevara la notificación del César: de un patricio como Séneca se
esperaba no que decidiera esperar a la ejecución, sino que se suicidara tras
recibir la condena a muerte. Cuando Séneca recibió la misiva, ponderó con calma
la situación y pidió permiso para redactar su testamento, lo cual le fue
denegado, pues la ley romana preveía en esos casos que todos los bienes del
conjurado pasaran al patrimonio imperial.
Sabiendo
que Nerón actuaría con crueldad sobre él, decidió abrirse las venas en el mismo
lugar, cortándose en brazos y piernas. Su esposa Paulina le imitó para evitar
ser humillada por el emperador, pero los guardias y los sirvientes se lo
impidieron y otras fuentes afirman que realmente se suicidó, aunque Suetonio
afirma que vivió hasta el principado de Domiciano. Séneca, al ver que su muerte
no llegaba, le pidió a su médico Eustacio Anneo que le suministrase veneno
griego (cicuta), el cual bebió, pero no le hizo efecto. Pidió finalmente ser
llevado a un baño caliente, donde el vapor terminó asfixiándolo, víctima del
asma que padecía.
Al
suicidio de Séneca lo siguieron, además, el de sus dos hermanos y el de su
sobrino Lucano, sabedores de que pronto la crueldad de Nerón recaería también
sobre ellos. Séneca fue incinerado sin ceremonia alguna. Así lo había prescrito
en su testamento cuando, en sus tiempos de riqueza y poder, pensaba en sus
últimos momentos.
Valoración y reputación
Séneca
es uno de los pocos filósofos romanos que siempre ha gozado de gran popularidad
(al menos en la Europa continental; en el mundo anglosajón no fue sino hasta el
siglo XX cuando la figura de Séneca se rescató del olvido), como lo demuestra
el hecho de que su obra haya sido admirada y celebrada por algunos de los
pensadores e intelectuales occidentales más influyentes: Erasmo de Róterdam,
Michel de Montaigne, René Descartes, Denis Diderot, Jean-Jacques Rousseau,
Francisco de Quevedo, Thomas de Quincey, Dante, Petrarca, San Jerónimo, San
Agustín, Lactancio, Chaucer, Juan Calvino, Baudelaire, Honoré de Balzac...
todos mostraron su admiración por la obra de Séneca.
Junto
a la de Cicerón, la obra de Séneca era una de las mejor conocidas por los
pensadores medievales, y como quiera que muchas de sus doctrinas son
compatibles con la idiosincrasia cristiana, los padres de la Iglesia como San
Agustín lo citan a menudo; Tertuliano lo consideraba un saepe noster, esto es,
«a menudo uno de los nuestros», y San Jerónimo llegó a incluirlo en su Catálogo
de santos.
Valoración
Desde
sus inicios, Séneca abrazó el estoicismo, sobre todo en su vertiente moral, y
toda su obra gira en torno a esta doctrina, de la que llegó a ser, al menos en
la teoría, uno de los máximos exponentes. Sin embargo, aunque en su obra se
presenta siempre como estoico, ya en su propio tiempo fue tachado de hipócrita,
al no ser capaz de vivir según los principios que propugnaba en su obra.
En
efecto, a lo largo de toda su vida fue acusado de haberse acostado con mujeres
casadas, y si bien es cierto que muchas veces dichas acusaciones no eran más
que meras calumnias, en muchos otros casos parecen haber estado bien fundadas.
Además, la estrecha relación con los excesos de Nerón demuestra las profundas
limitaciones de sus enseñanzas en cuanto a la templanza y la autodisciplina
propias de un estoico. Igualmente, no se explicaría que un verdadero estoico
escribiera las cartas que desde su destierro en Córcega envió a Roma rogando,
de la forma más servil y humillante, por su perdón. En su Calabacificación de
Claudio ridiculizó algunos comportamientos y políticas del emperador Claudio
que cualquier estoico habría aplaudido, con lo que se demostró que colocaba sus
principios al servicio de Nerón, al denostar a Claudio al tiempo que proclamaba
que Nerón sería más sabio y longevo que el legendario Néstor. En esta obra presenta
una crítica hacia la deificación de los humanos y pone como claro ejemplo el
caso de Claudio y aprovecha la ocasión para criticarlo y ridiculizarlo.
La
carta al Senado donde justifica el asesinato de Agripina, ha sido siempre vista
como algo imperdonable, y de gran bajeza moral. Ante otros actos de Nerón, como
el asesinato de Británico o el repudio de su primera esposa Octavia, Séneca
siempre guardó un silencio que muchos han visto como cobardía e incluso
aquiescencia. Las acusaciones de corrupción que acompañaron a su gobierno, que
bien pudieran sostenerse si se atiende a la fabulosa fortuna que hizo en ese
período, serían una prueba más de la incapacidad de Séneca para llevar a la
práctica los principios estoicos que tanto admiraba.
Sin
embargo, hay que hacer notar que la inmensa mayoría de las acusaciones que se
vertieron contra Séneca fueron hechas bien por opositores políticos en vida del
filósofo, por lo que su validez debe tomarse con cautela, o con mucha
posterioridad a la muerte del mismo, de manera que muy posiblemente las
debilidades de Séneca fueran en realidad mucho menores que las que en
apariencia fueron. Sea como fuere, Séneca ha pasado a la posteridad como uno de
los más tristes ejemplos de un hombre que falló en vivir según sus propios ideales.
En
la actualidad, los medioambientalistas utilizan su nombre en la expresión
"efecto Séneca" o "acantilado de Séneca" para expresar que
el declive de las civilizaciones es más rápido que su ascenso. Esta referencia
se basa en la cita que dice: "Sería un motivo de consuelo para nuestra
fragilidad y para nuestros asuntos, si todas las cosas pereciesen tan
lentamente como se producen; en cambio, el crecimiento procede lentamente, la
caída se acelera." Lucio Anneo Séneca, Cartas a Lucilio. Libro XIV, Epíst.
91, 6.
Obras Reputación posterior
Las
obras que nos quedan de Séneca se pueden dividir en cuatro apartados: los
diálogos morales, las cartas, las tragedias y los epigramas. La filosofía de
Séneca se diluye en estas obras. No escribió una obra sistemática de filosofía;
su pensamiento filosófico, sus ideas estoicas, se expresan a lo largo de toda
su obra y llenan el comentario de todas las situaciones.
Los diálogos son once obras morales conservadas en un
manuscrito de la Biblioteca Ambrosiana. Si se exceptúa el conocido con el
nombre de Sobre la ira, son relativamente cortos. El largo diálogo Sobre la ira
está dedicado a su hermano Novato, que le había pedido que le escribiera sobre
el modo de mitigar la ira.
En
el exilio escribió el tratado Sobre la providencia, dedicado a Lucilio hijo. De
su exilio es también el diálogo más exquisito y el más lleno de detalles personales,
que escribió a su madre: De la consolación a Helvia. Junto al tratado Sobre la
providencia hay que colocar el De la constancia del sabio, escrito
probablemente después del año 47. Vuelto a las tareas de gobierno redacta el
diálogo Sobre la brevedad de la vida, escrito con toda probabilidad en el año
55. A su hermano Galión (que recibe su nombre por su padre adoptivo, Julio
Galión) le dedicó el diálogo La vida bienaventurada, una curiosa defensa de su
forma de vida de filósofo estoico.
Durante
el período de retiro de la vida política escribió un libro de Cuestiones
naturales, dedicado a Lucilio, que trata de fenómenos naturales, y donde la
ética se mezcla con la física.
Escrita
en prosa y en verso, pero aislada de sus demás obras, como caso único está la
Apocolocyntosis, una sátira feroz de la deificación de Claudio, con crítica
política y malicia personal, como responsable que fue de su destierro.
De
toda la obra poética de Séneca, sus diez tragedias son el fruto de una
actividad creativa, independiente, que ejerció a lo largo de su vida, pero
especialmente en el periodo intermedio de la educación de Nerón, quien era un
gran aficionado al teatro y a la declamación. Sabemos que en efecto las compuso
porque Tácito (Annales, XIV, 52) cuenta que se reprochaba a Séneca el haberlas
escrito siguiendo el gusto que por ellas demostraba Nerón. Diez tragedias han
llegado hasta nosotros, de las cuales ocho parecen en efecto de su autoría:
Phaedra, Troades, Thyestes, Phoenissae, Medea, Oedipus, Agamemnon y Hercules
furens. Una, no obstante, es dudosa en la atribución: Hercules Oeteus /
Hércules en el Eta; y otra, ciertamente, es apócrifa: Octavia.
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/S%C3%A9neca
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