Juan Rulfo
Fue hijo de Juan
Nepomuceno Pérez Rulfo y de María Vizcaíno Arias de Pérez Rulfo.
Rulfo contaba con seis años
cuando, debido a la Guerra Cristera que sufrió México en la época, su padre fue
asesinado por Guadalupe Nava Palacios el de junio de 1923.
Cuatro años
más tarde, en noviembre de
1927, su madre falleció.
En 1922 Rulfo inició sus
estudios de primaria en el Colegio de las Josefinas. Sin embargo, en 1926 la
Guerra Cristera causó
el cese del colegio y que Rulfo fuese en 1927 al Colegio Luis Silva, en
Guadalajara, por decisión de su tío, quien era su tutor por aquel entonces.
En 1929 se trasladó
a San Gabriel, donde vivió con su abuela. No obstante,
posteriormente acabó
en el orfanato Luis Silva (actualmente Instituto Luis Silva) en Guadalajara,
del que no obtuvo muy buenos recuerdos y él mismo calificó como «correccional»
en una entrevista de 1977.
En 1930 participó
en la revista México
y en 1933 intentó
ingresar a la Universidad de Guadalajara pero, al estar esta en huelga, optó
por trasladarse a la Ciudad de México, donde asistió de oyente en el Colegio de
San Ildefonso. En 1934 comenzó a escribir sus primeros trabajos literarios y a
colaborar en la revista América.
Asimismo, entre 1934 y 1938 Rulfo asistió a conferencias en la Facultad de
Filosofía y Letras de México en donde escuchó conferencias de, entre otros, los
filósofos Antonio Caso y Eduardo García Máynez, el antropólogo y arqueólogo
Alfonso Caso, el político Vicente Lombardo Toledano y del historiador del arte
Justino Fernández.
En 1937 Rulfo comenzó a
trabajar como clasificador del Archivo para la Secretaría de Gobernación de
México, y a su vez, forjó
ese año
una amistad con el poeta Efrén Hernández.
A partir de 1938 viajó
por algunas regiones de México en comisiones de servicio de la Secretaría de
Gobernación, a la par que comenzó a publicar sus cuentos más relevantes en
diversas revistas literarias. Desde 1941 Rulfo trabajó como agente de migración
en Guadalajara; lugar en el que conoció y forjó amistad con el
escritor Juan José Arreola.
A partir de 1946 se dedicó, también, a la labor fotográfica, en la que realizó notables composiciones.
Además,
trabajó
para la compañía
Goodrich-Euzkadi de 1947 a 1952 como capataz y más tarde como agente viajero.
En 1947 se casó
con Clara Angelina Aparicio Reyes, a quien había conocido en 1944, y
con quien tuvo cuatro hijos (Claudia Berenice, Juan Francisco, Juan Pablo y
Juan Carlos). De 1954 a 1957 fue colaborador de la Comisión del Papaloapan y editor
en el Instituto Nacional Indigenista de Ciudad de México.
En 1945 Rulfo publicó,
para la revista Pan de Guadalajara y la revista América, de México, el cuento
«Nos han dado la tierra» Establecido ya definitivamente,
en Ciudad de México,
en 1946 publicó
su cuento «Macario» en la revistas Pan y América, y en 1947 su
cuento «Es
que somos muy pobres»
en esta última
revista. En 1948 publicó
«La Cuesta de las
Comadres»
y en 1950 «Talpa»
y «El Llano en llamas». En 1951 la revista América publicó su cuento «¡Diles
que no me maten!».
Dos años más tarde, en
1953, Rulfo publicó el libro de cuentos El Llano en llamas en la colección
Letras Mexicanas del Fondo de Cultura Económica.8
Este incluía
quince relatos de los cuales algunos ya habían sido editados
previamente en distintas revistas.8
Entre 1952 y 1954, el escritor fue becario del Centro Mexicano de Escritores,
en donde, durante su segundo año como becado, concluyó y leyó fragmentos de su
primera novela, Pedro Páramo.
La misma, había
sido mencionada a su esposa Clara Angelina Aparicio Reyes entre febrero y marzo
de 1947, afirmando Rulfo que tenía en mente publicarla y mencionándole un
posible título:
No he hecho sino leer un
poquito y querer escribir algo que no se ha podido y que si lo llego a escribir
se llamará Una estrella junto a la luna.
Entre septiembre de 1953
y 1954, Rulfo ya había entregado el manuscrito original de la novela al Fondo
de Cultura Económica y había empezado a publicar adelantos de la misma en tres
revistas distintas de Ciudad de México (respectivamente Las Letras Patrias, Universidad
de México y Dintel). En esta primera revista, el título de la novela era
Una estrella junto a la luna, en la segunda, Los murmullos y en la tercera, los
fragmentos mostrados se encontraban bajo el título de Comala.
Finalmente, Rulfo publicó Pedro Páramo en 1955. Esta fue un éxito en la carrera
literaria del escritor, y le valió numerosas reseñas positivas (entre
otras, por las revistas México en la Cultura y Universidad de México).
El escritor Carlos Blanco Aguinaga publicó en la Revista Mexicana de Literatura
(fundada por los también escritores Carlos Fuentes y Emmanuel Carballo) tras la
publicación de la obra un texto en donde ya se empezó a hablar «del estilo de
Rulfo».6 Además, Carlos Fuentes publicó un corto ensayo de la
novela en la revista francesa L’Esprit des Lettres y la misma ganó el mismo año
de su publicación el Premio Xavier Villaurrutia.
La novela, además, fue
muy estimada por autores como Jorge Luis Borges, quien dijo de esta:
Pedro Páramo es una de
las mejores novelas de las literaturas de lengua hispánica, y aun de toda la
literatura.
Gabriel García Márquez
por su parte, escribió lo siguiente al recordar su primera lectura de la
novela:
Álvaro Mutis subió a
grandes zancadas los siete pisos de mi casa con un paquete de libros, separó
del montón el más pequeño y corto, y me dijo muerto de risa: ¡Lea esa vaina,
carajo, para que aprenda! Era Pedro Páramo. Aquella noche no pude dormir
mientras no terminé la segunda lectura. Nunca, desde la noche tremenda en que
leí la Metamorfosis de Kafka en una lúgubre pensión de estudiantes de Bogotá
—casi diez años atrás— había sufrido una conmoción semejante. Al día siguiente
leí El llano en llamas, y el asombro permaneció intacto.
A su vez, la escritora
estadounidense Susan Sontag manifestó de Pedro Páramo que:
La novela de Rulfo no es
sólo una de las obras maestras de la literatura mundial del siglo XX, sino uno
de los libros más influyentes de este mismo siglo.
Entre 1956 y 1958, Rulfo
escribió su segunda novela, El gallo de oro. De esta, el escritor relató:
Antes de que pasara a la
imprenta un productor cinematográfico se interesó en ella, desglosándola para
adaptarla al cine. Dicha obra, al igual que las anteriores, no estaba escrita
con esa finalidad. En resumen, no regresó a mis manos sino como script y ya no
me fue fácil reconstruirla.
La misma sirvió como
base a Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes para el guion de la película
homónima de Roberto Gavaldón estrenada en 1964.18
La novela no fue publicada sino hasta 1980 tras la insistencia de amigos de
Rulfo, en una edición
descuidada. La edición de 2010 corrigió muchos errores,
y actualmente existen traducciones de esta al alemán, italiano, francés y portugués.
Labor
como historiador, fotógrafo y guionista de cine
Una faceta poco conocida
de Rulfo fue la de historiador. En este rubro Rulfo escribió un libro acerca de
la conquista y colonización de Nueva Galicia, hoy Jalisco. Este fue un libro
poco conocido, debido a que fue distribuido de manera gratuita entre los
clientes de una compañía privada de Guadalajara. Rulfo además argumentaba que
es necesario conocer nuestro pasado para trabajar en favor del lugar del que
somos originarios:
Una persona que conoce
su pasado confía más en su trabajo y tiene conciencia del lugar donde vive y
tiene el valor suficiente para saber defenderlo y poder trabajar con entusiasmo
y con amor al lugar donde nació.
Como fotógrafo, Rulfo
dejó un legado de más de 6,000 mil negativos.
Sumado a lo anterior, publicó un libro con una selección de 100 fotografías. La
editorial RM, dedicada principalmente a la fotografía y al arte contemporáneo,
publicó varios libros de fotografías de Rulfo; imágenes en las que el artista
capturó edificios, paisajes y pueblos pequeños, así como artistas, escritores,
amigos y familiares.
En 1956, el director de
cine Emilio «el Indio» Fernández le solicitó a Rulfo guiones para cine. El
escritor, en colaboración con Juan José Arreola, realizó algunos de ellos.
Últimos
años y fallecimiento
Después de haber
concluido sus dos obras, Rulfo abandonó la escritura de libros. En marzo de
1974, durante un diálogo estudiantil en la Universidad Central de Venezuela,
justificó ese abandono por la muerte de su tío Celerino, quien «le platicaba
todo». El tío Celerino existió realmente y, con él, Rulfo recorrió muchos
pueblos y escuchó sus historias, las cuales eran consideradas por él como
fantasiosas.
El escritor Enrique
Vila-Matas, en su libro Bartleby y compañía, describió esta justificación por
parte de Rulfo como una de las más creativas que haya conocido.
Para el escritor César
Leante, Rulfo quiso evitar la repetición de evocar la crueldad y el dolor
expresados en El Llano en llamas y Pedro Páramo.
La esencia de la explicación de Leante se asemeja a la declaración de Rulfo acerca de
que, al escribir Pedro Páramo,
pensaba frecuentemente en salir de la ansiedad, porque la escritura lo llevaba
al sufrimiento.
En 1974 Rulfo viajó a
Europa para participar en el Congreso de Estudiantes de la Universidad de
Varsovia. Fue invitado a integrarse a la comitiva presidencial viajando por
Alemania, Checoslovaquia, Austria y Francia. El 9 de julio de 1976 fue elegido
miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y tomó posesión de la silla XXXV
el 25 de septiembre de 1980.
Rulfo falleció la tarde
del 7 de enero de 1986, a causa de un cáncer de pulmón. Su fallecimiento
conmocionó a la comunidad cultural de México.
Juan José Arreola, tras
su muerte, expresó que la obra de Rulfo era la más notable realización del
impulso de un pueblo:
No puedo creerlo; no
puedo decir que esté muerto. Él no ha muerto; ha nacido con todos los que
amamos la literatura; no creo en las letras universales, creo en las letras de
Sayula; su obra es la más notable realización del impulso de un pueblo. Rulfo
consagró la voz de la tierra. Nadie puede continuar su obra, ni él mismo se
atrevió a hacerlo.
El escritor y periodista
mexicano Carlos Monsiváis, por su parte, escribió acerca de su admiración por
Rulfo:
Ya no se escucha sino el
silencio de las soledades. Admirar profundamente a un gran narrador es todavía
un lujo a nuestro alcance.
Estilo
En la narrativa de Rulfo
los personajes apenas actúan. Ellos fundamentalmente piensan, recuerdan y
transmiten sus miedos, sus odios y sus remordimientos, mueren y vuelven a
morir. De este modo, se podría calificar a la narrativa de Rulfo como una
narrativa de «conciencia», en un sentido no oficial. Los ambientes y los mismos
personajes carecen de toda ubicación y rostro, pero no por eso parecen ser
menos reales. Esto último se debe a la recreación de personajes como si fueran
«gente común y corriente que no tiene nada especial». Así, la magnificencia de
éstos recae en el lector por la historia de violencia que guardan tras de sí.
En el fondo de la
creación literaria de Rulfo se encuentra la Revolución Mexicana y la Revolución
Cristera, así como sus consecuencias. El campo mexicano descrito en su obra
continúa con el problema del latifundismo, a pesar de las reformas de Lázaro
Cárdenas; la Revolución no consiguió que el latifundismo mexicano se
extinguiera. Rulfo reflejó en su obra la frustración de los campesinos y la
soledad absoluta a la que se enfrentan los pueblos. Esta mencionada soledad en
la obra de Rulfo no es más que resultado de la Revolución, al menos desde el
punto de vista del escritor.
También puede observarse
como tema principal en la obra de Rulfo la relación padre-hijo. Ambas
revoluciones provocaron la destrucción de familias y dejaron a su paso muchos
hijos en situación de orfandad (el propio Rulfo es un ejemplo de esto). Además,
la estructura latifundista multiplicó la descendencia ilegítima:
El caso es que nuestras
madres nos malparieron en un petate aunque éramos hijos de Pedro Páramo. Y lo
más chistoso es que él nos llevó a bautizar. Con usted debe haber pasado lo
mismo, ¿no?.
La figura del padre es
un eje principal en la creación literaria de Rulfo. Por un lado se le ve como
una nostalgia y, por otro, como una presencia odiada.
La muerte es otro de los
temas a destacar en la obra de Rulfo. Esta casi nunca es narrada de una manera
brutal, sino que procura una «estilización» en su tratamiento, basada
fundamentalmente en el uso de la metáfora y la comparación.
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