Maximilien Robespierre
Maximilien Robespierre era el hijo mayor de Maximilien-Barthélémy-François de Robespierre, nacido en 1732, abogado ante el Consejo Supremo de Artois, y de Jacqueline-Marguerite Carraut, tres años menor e hija de un cervecero de Arras.
Robespierre, que nació en
Arras el 6 de mayo del mismo año, fue concebido antes de la celebración del
matrimonio de sus padres.
Su padre era descendiente
de una familia de juristas de Artois. Su abuelo, Maximilien (1694-1762) también
fue miembro del Consejo Supremo de Artois. Su bisabuelo Martín (1664-1720) fue
fiscal en Carvin y su tatarabuelo Robert (1627-1707) notario en Carvin y bayle
de Oignies.
Un acta de enterramiento
descubierta por Irmgard Hörl en 1956 indica que el padre de Maximilien falleció
en Múnich el 6 de noviembre de 1777, donde había sido profesor de idiomas.
En 1765 fue matriculado en
el Colegio de Oradores de Arras. En 1769 obtuvo una beca para estudiar en el
Liceo Louis-le-Grand de París, donde destacó académicamente (en especial en
filosofía y derecho) y fue compañero de escuela de otros futuros líderes
revolucionarios, entre ellos Camille Desmoulins y Georges Danton. Una leyenda
muy difundida sostiene que, en junio de 1775, Robespierre fue escogido de entre
todos los alumnos del Louis-le-Grand para recitarle unos versos en latín al
recién coronado Luis XVI, y que este, después de escuchar sin el menor interés
al joven, se habría marchado rápidamente, sin siquiera bajarse de su carruaje,
para evitar mojarse con la lluvia. Robespierre se graduó de la Escuela de Leyes
en 1781 y ejerció la práctica privada en su natal Arras, con moderado éxito.
Robespierre decidió
presentarse a las elecciones a los Estados Generales de abril de 1789,
haciéndose conocido en su localidad por su panfleto Adresse à la nation
artésienne. Si bien los principales terratenientes de la provincia se
presentaron para la elección, el 26 de abril Robespierre fue elegido como el
quinto diputado del Tercer Estado.
Al reunirse los Estados
Generales en Versalles el 5 de mayo de 1789, la pasión de Robespierre empezó a
ser evidente. Mirabeau dijo de él: «Este joven hombre cree en lo que dice: va a
llegar lejos». Ferviente partidario de las ideas de Rousseau, ya le empezaba a
dar forma propia en sus discursos en la asamblea, que eran tachados de
extremistas por la mayoría.
Gran orador en la Asamblea
Constituyente, a la que dirigió unos 150 discursos hasta 1791, se fue
perfilando como uno de los líderes del pequeño grupo de extrema izquierda
denominado despectivamente por Mirabeau como «Las treinta voces».
Desde la época de los
Estados Generales, Robespierre había participado en el club de «Los amigos de
la Constitución», que al trasladar su recinto al edificio de los monjes
jacobinos (dominicos) serían reconocidos como los «jacobinos». Rodeado de
personas del origen social parecido, y al volverse cada vez más un club muy
restringido, Robespierre fue ganando terreno hasta convertirse en el líder del
movimiento en el verano de 1792.
La fuga del rey y su
detención en Varennes arruinó las posibilidades de una monarquía constitucional
viable. Si bien Robespierre guardó aparente cautela, miles de manifestantes
decidieron pedir la abdicación del rey en el Campo de Marte el 17 de julio de
1791, pero fueron dispersados a balazos por el batallón al mando de La Fayette.
Los líderes de izquierda temieron por la reacción, Marat pasó a la
clandestinidad, Danton a Inglaterra y Robespierre se mantuvo en París,
refugiado en la casa de Maurice Duplay, un ebanista que residía en la Rue
Saint-Honoré y simpatizante jacobino, lo que reforzó su posición al mantenerse
en París y con su club durante esta grave situación.
El 30 de septiembre, en la
disolución de la Asamblea Constituyente, Pétion y Robespierre, que gozaban de
un tremendo apoyo popular, se convirtieron en dos de las figuras más representativas
del momento.
Denunció la guerra de
Francia contra Austria (1792) por considerar que Francia no estaba preparada
para un conflicto de tal magnitud. Formó parte de la Convención Nacional, que
se eligió por sufragio universal, y en la que se sentó entre los montañeses,
llamados así por tener sus escaños en la parte alta del hemiciclo de la
Asamblea Nacional. El apoyo de los revolucionarios de París (los sans-culottes)
en las asambleas de cada distrito y municipio de la región parisina, llevó a
Robespierre al poder: primero como miembro de la Comuna revolucionaria (el
ayuntamiento) que ostentaba el poder local; luego como representante de la
ciudad en la Convención Nacional que asumió todos los poderes, y en la que
Robespierre apareció como portavoz del partido radical de la Montaña (junto con
Danton y Marat). Fue en este momento cuando Robespierre manifestó abiertamente
su republicanismo. Luchó firmemente contra los girondinos, el grupo de
diputados moderados procedentes de la región de Burdeos, la Gironda, grupo de
carácter conservador que abogaba por un Estado descentralizado y se inclinaba
por mantener la monarquía constitucional o, en todo caso, llevar a cabo una revolución
moderada. Ya antes, Robespierre estaba en desacuerdo con los girondinos sobre
la conveniencia de la guerra contra las monarquías europeas, que los girondinos
defendían con el argumento de llevar la libertad a los súbditos de los reyes.
Robespierre estaba en contra, convencido de que «nadie quiere a los misioneros
armados». Los girondinos constituían un grupo de presión político muy fuerte en
la Asamblea Nacional pero al oponerse a la línea de firmeza republicana radical
que representaban los jacobinos y tras su rechazo a la ejecución de Luis XVI
(que consideraban excesiva), Robespierre no cesó de atacarlos salvajemente en
sus discursos. Finalmente, en 1793, Robespierre, apoyado por unas masas
populares convenientemente dirigidas, dio un golpe de Estado y desmanteló el
grupo girondino, arrestando a todos los dirigentes principales que pudo
capturar.
La situación de la
República en ese año de 1793 era de extrema gravedad, acosada en sus fronteras
y con graves disturbios en su interior. Existía, asimismo, una seria
desconfianza hacia el poder de los gobiernos, y la línea política jacobina
propugnaba que la Asamblea Nacional fuera el centro del poder político, siendo
los ministros meros ejecutores de las políticas emanadas de la Asamblea, con lo
que Robespierre controlaba de este modo todo el poder. El acoso sufrido por la
República provocó la formación del llamado Comité de Salvación Pública dotado
de poderes especiales, pero que debía rendir cuentas ante la Asamblea
mensualmente de sus decisiones y actividad. El 9 de Termidor del año I (el 27
de julio de 1793), Robespierre entró a formar parte del Comité de Salvación
Pública y gracias a su prestigio se convirtió en el principal dirigente de la
nueva república, el de la «dictadura jacobina» obligada a proponer y ejecutar
medidas excepcionales que se consideraban indispensables para salvaguardar la
República de las graves amenazas tanto internas (guerra civil en la región de
Vendée) como externas.
Actuar en ejercicio de la
Virtud, esto es, ejercerla individual y colectivamente, es una de las claves
del pensamiento republicano de Robespierre; pero en los momentos históricos que
atravesaba Francia y su nueva república democrático popular (la del periodo de
dominio jacobino), el peligro que representaban los enemigos de la república
era real: los legitimistas franceses, los expatriados franceses en Inglaterra o
en los reinos alemanes y los conflictos constituían una amenaza. Robespierre
consideraba que la República debía defenderse de forma contundente y rápida,
arrebatando a sus enemigos la iniciativa, y a esa acción la denominaba el
«Terror», esto es, según él, la aplicación inmediata de la justicia republicana
con el objetivo de neutralizar a los enemigos de la República. De esta forma,
el Terror, en el lenguaje republicano jacobino, es una acción en defensa de la
Virtud, al objeto de defender el bien público, la República, estando obligado
el Comité de Salvación Pública que asumía la defensa de ésta a dar cuenta
pública de sus acciones. Desafortunadamente, la puesta en práctica de tales
principios a manos de algunos «delegados en misión» (comisarios delegados en
las provincias) condujo a ejecuciones en masa de todo sospechoso de ser
contrarrevolucionario.
El periodo del Terror
supuso la muerte en la guillotina de miles de personas, muchas de ellas obreros
y campesinos, pero sobre todo fue un símbolo de ruptura total con el pasado
absolutista y la monarquía. Robespierre había sido un firme partidario de la
abolición de la pena de muerte, pero su percepción se modificó al asumir la
obligación de defender la República de sus enemigos, llegando a considerar que
estaba justificada, siempre y cuando el ejecutado fuese un «enemigo».
La dinámica de continuos
enfrentamientos internos sometió a la República de Robespierre a una gran
tensión. Robespierre jugaba un papel más o menos centrista en el gobierno
revolucionario. Se enfrentó a los ultrarrevolucionarios o hebertistas
(seguidores de Hébert) (24 de marzo de 1794), así como a los llamados
«Indulgentes» agrupados en torno a Danton y Desmoulins (5 de abril de 1794).
Actuando según el procedimiento habitual, el Comité de Salvación Pública
procedió a eliminar a la oposición, tal y como se había hecho con los
girondinos: Danton, Desmoulins y Hébert fueron detenidos, juzgados sumariamente
y ejecutados en la guillotina.
Maximilien Robespierre
trató entonces de imponer su ideal de república democrática y virtuosa: «El
terror, sin virtud, es desastroso. La virtud, sin terror, es impotente.» La
propuesta republicana de Robespierre asumía los valores de la Ilustración y los
desarrollaba políticamente en la práctica, coronándola espiritualmente con la
institución del culto al Ser Supremo, en realidad una concesión teísta frente a
los sectores más abiertamente antirreligiosos. El sistema administrativo
escogido fue el centralista, potenciando el francés como único idioma para la
enseñanza, lo que a largo plazo supuso prácticamente la erradicación de las
lenguas romances del sur, del flamenco, del alemán, del bretón y del vasco.
Teoría del gobierno revolucionario
La teoría del
gobierno revolucionario es tan nueva como la revolución que la ha traído. No
hay que buscarla en los libros de los escritores políticos, que no han visto en
absoluto esta Revolución, ni en las leyes de los tiranos que contentos con
abusar de su poder, se ocupan poco de buscar la legitimidad; esta palabra no es
para la aristocracia más que un asunto de terror; para los tiranos, un
escándalo; para mucha gente un enigma. El principio del gobierno constitucional
es conservar la República; la del gobierno revolucionario es fundarla. El
gobierno constitucional se ocupa principalmente de la libertad civil; y el
gobierno revolucionario de la libertad pública. Bajo el régimen constitucional
es suficiente con proteger a los individuos de los abusos del poder público;
bajo el régimen revolucionario, el propio poder público está obligado a
defenderse contra todas las facciones que le ataquen. El gobierno
revolucionario debe a los buenos ciudadanos toda la protección nacional; a los
enemigos del pueblo no les debe sino la muerte.
Robespierre, La teoría del
gobierno revolucionario
Robespierre, sometido a una
continua presión y deseoso de aplicar su programa sin trabas, empezó a
ausentarse de las reuniones formales del Comité de Salvación Pública; esto
provocó una gran inquietud entre miembros de la Convención y del propio Comité,
incluso entre quienes habían sido hasta entonces partidarios del terror
(Fouché, Barras, los diputados del Marais, que temían, muy justificadamente,
seguir los pasos de Danton y Hébert. La instauración del Gran Terror (Ley de
Pradial, año II — 10 de junio de 1794), fue considerada innecesaria, ya que
tras las victorias militares (Fleurus, 26 de junio de 1794) la Revolución ya
estaba consolidada y no era preciso un régimen tan extremista. Pensando, no sin
razón, que la continuidad de «El incorruptible» al frente del Comité de
Salvación Pública implicaría que Robespierre estaba ahora decidido a limpiar la
República de todo aquel que pudiera rivalizar con él en el liderazgo de la
nación, por lo que comenzó a fraguarse un golpe de estado en el interior del
propio poder revolucionario, cuya cúpula estaba repleta de girondinos no
confesos, de jacobinos deseosos de vengar las muertes de Danton y Hébert, o
simplemente de gente temerosa de ser acusada de traición y ajusticiada en
consecuencia por el inflexible Robespierre.
Caída y muerte
El 8 de Termidor del año II
(26 de julio de 1794), Robespierre pronunció un discurso extraño que se podía
interpretar como un testamento político, pero también como aviso de que iba a
denunciar ante la Convención a nuevos traidores a la revolución. Al día
siguiente, apareció uno de sus colaboradores más estrechos, Louis de
Saint-Just, para presentar un informe del Comité sin haberlo leído antes a los
otros miembros del mismo. Aunque se trataba de una propuesta de conciliación,
algunos diputados, aterrados ante la posibilidad de que fuera a reclamar la
depuración dando nombres, comenzaron a dar gritos, impidiéndole seguir con el
discurso. Un grupo de diputados fue especialmente activo en este sentido, ya
que en los días anteriores habían planeado la caída de los robespierristas.
Finalmente, después de que el centro le negara su apoyo, Robespierre fue
acusado de dictador y detenido junto con otros dos miembros del Comité,
Saint-Just y Georges Couthon. El hermano de Robespierre, Augustin, junto con
Philippe Le Bas, miembro del Comité de la Seguridad General, pidieron ser
arrestados junto con ellos.
Liberados de la cárcel por
la comuna de París, que les prestó apoyo, los robespierristas se refugiaron en
el edificio del ayuntamiento, respaldados por un sector del ejército mandado
por el general Hanriot. Esa misma noche, las tropas leales a la Convención
asaltaron el ayuntamiento, que se había ido vaciando a medida que pasaban las
horas. El edificio, tras un tiroteo durante el cual Robespierre resultó herido
de un disparo en la cara a la altura de la boca (no se sabe si fue
autoinfligido o producto de la escaramuza), cayó en manos termidorianas. Al día
siguiente, Robespierre fue conducido a la plaza de la Revolución (hoy plaza de
la Concordia), en la que cientos de personas habían muerto durante los meses
anteriores, y fue guillotinado junto a veintiún colaboradores, entre los que se
encontraban Saint-Just, Couthon y el general Hanriot. El cuerpo de Robespierre
y el de los demás condenados fue enterrado en una fosa común en el cementerio
de Errancis, en la que se vertió cal viva a fin de borrar todo rastro. Su caída
acabó con el Terror y con el impulso democrático de la República.
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Maximilien_Robespierre
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