Santiago Ramón y Cajal
Hijo
de Antonia Cajal y Justo Ramón Casasús, ambos procedentes de Larrés. Vivió su infancia entre continuos cambios de residencia
por distintas poblaciones aragonesas, acompañando a su padre, que era médico
cirujano.
Realizó
los estudios primarios con los escolapios de Jaca y los de bachillerato en el
instituto de Huesca en una época marcada por la agitación social, el destierro
de Isabel II y la Primera República, proclamada justo cuando finalizaba sus
estudios de bachillerato en Huesca. Según sus propios relatos biográficos,
Ramón y Cajal mostró, desde pequeño, vocación por las artes plásticas, en
especial por el dibujo; también comenta en ellos de su vida como estudiante, su
naturaleza traviesa y su negativa a memorizar de carrerilla, dos circunstancias
que le granjearon la enemistad de los frailes que le impartían clase, en una
tradición de métodos violentos y autoritarios (la letra con sangre entra). En
ese periodo inició su afición a la montaña, y su proverbial defensa de la vida
sana en contacto con la naturaleza.
Vida adulta y carrera profesional
Cursó
la carrera de Medicina en Zaragoza, a donde toda su familia se trasladó en
1870. Ramón y Cajal se centró en sus estudios universitarios con éxito y, tras
licenciarse en Medicina en junio de 1873, a los veintiún años, fue llamado a
filas en la llamada Quinta de Castelar, el servicio militar ordenado por el
célebre político, presidente en aquel momento de la efímera Primera República.
Médico en la guerra de Cuba (1873-1875)
Los
primeros meses en la milicia transcurrieron en Zaragoza, y al poco se
convocaron oposiciones para el Cuerpo de Sanidad Militar, en las que, entre
cien candidatos para treinta y dos plazas, obtiene el n.º 6. Es destinado como
'médico segundo' (teniente) al regimiento de Burgos, acuartelado en Lérida, con
la misión de defender los Llanos de Urgel de los ataques de los carlistas.
Durante
esa época, Cuba, aún provincia española, libraba una guerra por su
independencia, conocida como guerra de los Diez Años. En 1874 Ramón y Cajal
marcha destinado a Cuba con el grado de capitán, ya que el paso a Ultramar
conllevaba el ascenso al empleo militar inmediato.
Ramón
y Cajal se sintió atraído por los maravillosos parques y jardines de La Habana,
así como por la flora tropical en general, pues se había fascinado por ella en
sus lecturas. Tarda poco tiempo en comprobar, sin embargo, que la admirada y
soñada manigua resultaba insoportable para los europeos. La ausencia de la
exuberante fauna y flora que se había imaginado, más los omnipresentes
mosquitos, propagadores del temido paludismo, consiguieron deshacer por
completo el ideal romántico y aventurero de la isla que Cajal se había formado.
Su
padre le había conseguido, para que tuviera un destino más favorable, algunas
cartas de recomendación, que él rehusó utilizar; quizá ello influyera en que
fuese enviado al peor destino médico posible: la enfermería de Vistahermosa, en
la provincia de Camagüey, en medio de la manigua pantanosa. Una instalación
insuficiente para acoger el gran número de soldados enfermos de paludismo y
disentería. Muy pronto el joven médico cayó enfermo y, tras una primera
convalecencia en Puerto Príncipe, fue trasladado a la enfermería de San Isidro,
aún más insalubre que la de Vistahermosa.
Las
experiencias con el sistema administrativo y militar vividas por Ramón y Cajal
en esta estancia ultramarina fueron para él tan amargas como las enfermedades
allí contraídas. Cajal tuvo que enfrentarse al caos administrativo, a la
incapacidad de inmoralidad de ciertos gobernantes y algunos mandos del
ejército, desde el comandante del puesto hasta los cocineros y parte de la oficialidad
del destacamento, que tenían la costumbre de sustraer para sí la comida y los
recursos que faltaban a los enfermos y heridos. Experiencias amargas que lo
llevaron a solicitar la licencia para abandonar Cuba, atendida el 30 de mayo de
1875 tras ser diagnosticado de «caquexia palúdica grave» y declarado
«inutilizado en campaña". «Llegó a España en junio de 1875 por el puerto
de Santander, Cantabria, convertido en una ruina humana, que en nada recordaba
al vigoroso y atlético joven que arribara un año antes a Cuba».
Para
conseguir recuperar la mitad de sus pagas atrasadas tuvo que sobornar al
funcionario de turno pues, de lo contrario, amenazaban con dilatarse
indefinidamente. Sin embargo, «vale aquí señalar que parte de los ahorros de su
estancia en Cuba fueron las bases financieras que le permitieron a Cajal
adquirir el microscopio, un micrótomo, reactivos químicos y colorantes con que
a su regreso habilitó un modesto laboratorio en el que iniciaría las
investigaciones histológicas». El regreso a España y los cuidados que le
prodigaron su madre y sus hermanas devolvieron progresivamente a Santiago Ramón
y Cajal la salud y le permitieron retomar su carrera académica, camino ya de la
docencia (1876) y el doctorado (1876-1877).
Inicios de su vocación investigadora
El
año 1875 marcó también el inicio de su doctorado y de su vocación científica.
Santiago se compró su primer microscopio antes de ganar, en 1876, una plaza de
ayudante de guardias, llevaba también los enfermos privados de cirugía de su
padre, en el Hospital Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza.
Se
doctoró en junio de 1877, a la edad de veinticinco años, con la tesis titulada
Patogenia de la inflamación.
También
en 1877 se encuentra documentado su ingreso en la logia masónica Caballeros de
la Noche, perteneciente al Gran Oriente Lusitano, con el número de miembro 96 y
el nombre simbólico de Averroes, el médico andalusí.
En
estos años comenzó para Ramón y Cajal una época de altibajos, con un 1878
terrible, marcado por la enfermedad de la tuberculosis, y un 1879 de logros,
con la obtención de la plaza de Director de Museos Anatómicos de Zaragoza y su
boda el 19 de julio, por amor y contra la opinión de sus padres y amigos, con
Silveria Fañanás García, con la que a lo largo de cincuenta y un años de
tranquila y colaboradora convivencia tendría siete hijos: Santiago, Felina
(Fe), Pabla Vicenta, Jorge, Enriqueta, Pilar y Luis, de los que dos (Santiago y
Enriqueta) fallecieron antes que él.
Ganó
la cátedra de Anatomía Descriptiva de la Facultad de Medicina de Valencia en
1882, donde pudo estudiar la epidemia de cólera que azotó la ciudad el año
1885.
Descubrimiento de las neuronas
En
1887, se trasladó a Barcelona para ocupar la cátedra de Histología creada en la
Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona. Fue en 1888,
definido por el propio Cajal como su «año cumbre»,
cuando descubrió los mecanismos que
gobiernan la morfología y los procesos conectivos de las células nerviosas de
la materia gris del sistema nervioso cerebroespinal.
En
mayo de 1888 publicó en la Revista Trimestral de Histología Normal y Patológica
que los tejidos cerebrales no eran compuestos de conexiones continuas como se
creía hasta la fecha dadas las investigaciones de Camillo Golgi, que si bien
permitían ver los nervios y los tejidos cerebrales su precisión no permitía
evidenciar las neuronas.
Su
teoría fue aceptada en 1889 en el Congreso de la Sociedad Anatómica Alemana,
celebrado en Berlín. Su esquema estructural del sistema nervioso como un
aglomerado de unidades independientes y definidas pasó a conocerse con el
nombre de «doctrina de la neurona», y en ella destaca la ley de la polarización
dinámica, modelo capaz de explicar la transmisión unidireccional del impulso
nervioso.
En
1892 ocupó la cátedra de Histología e Histoquímica Normal y Anatomía Patológica
de la Universidad Central de Madrid. Logró que el gobierno creara en 1901 un
moderno Laboratorio de Investigaciones Biológicas, en el que trabajó hasta 1922, año
de su jubilación y momento en el que
pasó a prolongar su labor en el Instituto Cajal, llamado
ya así en su honor, donde mantendría su labor científica
hasta su muerte.
Entre
1897 y 1904 publicó, en forma de fascículos, su obra magna Histología del
sistema nervioso del hombre y de los vertebrados.
Gracias
a los detallados exámenes histológicos de Ramón y Cajal se descubrió la
hendidura sináptica, un espacio de entre 20 y 40 nanómetros que separa las
neuronas; este espacio sugería la comunicación mediante mensajeros químicos que
atravesaban la hendidura y permitían la comunicación entre las neuronas,
estudios continuados por el fisiólogo inglés Henry Hallett Dale quien descubrió
el primer neurotransmisor, la acetilcolina, sentando así las bases de la comprensión del funcionamiento tanto a nivel del sistema
nervioso central como del sistema nervioso periférico
de la mayoría de drogas existentes y
de las que se desarrollarían posteriormente.
Propuso
la existencia de las espinas dendríticas, una pequeña protuberancia en la
membrana del árbol dendrítico de ciertas neuronas donde, típicamente, se
produce la sinapsis con un botón axonal de otra neurona, y en ocasiones
contactan varios axones. La prueba de esto mismo sólo llegó una vez
desarrollada la microscopía electrónica durante la segunda década del siglo XX.
Santiago
Ramón y Cajal descubrió también el cono de crecimiento neural, una expansión
cónica del extremo distal de axones y dendritas en desarrollo, descrita por
primera vez por él, que constituye la extensión de un axón en desarrollo para
conseguir una conexión sináptica adecuada a lo largo del sistema nervioso.
Después
de crear excelentes descripciones de las estructuras neuronales y su
conectividad, y proporcionar descripciones detalladas de los tipos de células,
descubrió un nuevo tipo de célula, la célula intersticial de Cajal (ICC). Estas
células se encuentran intercaladas entre las neuronas incrustadas dentro de los
músculos lisos que recubren el intestino, sirviendo como generador y marcapasos
de las lentas ondas de contracción que mueven el material a lo largo del tracto
gastrointestinal, mediando la neurotransmisión de las neuronas motoras a las
células blandas del músculo liso.
Tras
su regreso del congreso de Berlín le fueron llegando otros tantos triunfos e
invitaciones, desde el Premio Internacional Moscú (concedido durante el XIII
Congreso Internacional de Medicina de París 1900), hasta la Medalla Helmholtz
(1905), pasando por los nombramientos de doctor honoris
causa de las universidades de Clark, Boston, la Sorbona y Cambridge en 1899, el
mismo año en el que publicó el tercer fascículo
de su Textura del sistema nervioso del hombre y los vertebrados, que se
completaría en 1900 y 1901 y cuya traducción francesa contribuyó mucho a su
conocimiento internacional. A partir de la concesión del Premio de Moscú,
y respondiendo en parte a un clamor generalizado entre la ciudadanía y la
prensa, el gobierno español, como ya se dijo, crearía para él el Laboratorio de
Investigaciones Biológicas, que dio origen a la Escuela Española de Neurohistología,
uno de los centros científicos más importantes del país.
Entre
sus medallas y premios figuran además, cronológicamente, el Premio Fauvelle (18
de abril de 1896), concedido por la Société de Biologie de París; Premio Rubio
(1897), concedido por la Real Academia de Madrid por su Manual de Histología,
la Gran Cruz de Alfonso XII (20 de junio de 1900) y la Gran Cruz de Isabel la
Católica (28 de febrero de 1901), el Premio Martínez y Molina (25 de enero de 1902, de 4000 ptas.,
concedido junto a su hermano Pedro por el trabajo Centros sensoriales en el
hombre y animales), la Gran Cruz de la Legión de Honor francesa con el grado de
Comendador (1914), la Cruz de la orden imperial alemana «Pour le mérite»
(1915), la Medalla Echegaray, concedida por la Real Academia
de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (7 de
mayo de 1922), en 1922 se le otorga el doctor honoris causa por parte de la
Universidad Nacional Autónoma de México y la Medalla Plus Ultra (abril de
1926).
Fue
nombrado senador vitalicio en 1908.
El Premio Nobel
Sus
trabajos y aportaciones a la neurociencia —difundidos en Europa por su amigo el
anatomista suizo Rudolph Albert von Kölliker— fueron reconocidos en 1906 con la
concesión del Premio Nobel en Fisiología o Medicina, galardón que compartió con
el investigador italiano Camillo Golgi, cuyo método de tinción aplicó Ramón y
Cajal durante años, pero con cuyas tesis, curiosamente, no estaba ni estuvo
nunca de acuerdo.
Sobre
lo que significó aquel primer Premio Nobel español en Ciencias, pueden
compararse dos opiniones, la de Ortega y Gasset que opinó que el caso de Ramón
y Cajal era una vergüenza para España, en lugar de un orgullo, porque
constituía una excepción. Años después, Severo Ochoa, otro galardonado con el
Nobel, concluyó que la investigación en biología y medicina en España era
pobre, pero sin Cajal habría sido nula.
Tras
el Nobel, Cajal publicó algunas obras biográficas, además de sus Estudios sobre
la degeneración y regeneración del sistema nervioso (Madrid, 1913-1914). Su
último artículo científico, una suma de sus ideas, fue ¿Neuronismo o
reticularismo?: Las pruebas objetivas de la unidad anatómica de las células nerviosas. Había sido encargado por una revista alemana, pero los
cuatro años de retraso en recibir
las pruebas de Alemania hicieron temer a Ramón
y Cajal que moriría antes de corregirlo y
verlo impreso, como así fue. Sin esperar la
respuesta de los germanos, el científico procedió a aligerar su texto y
publicarlo en España. Esta suma científica
apareció también en francés y, ya póstumo, en Alemania (1935). Más tarde, en 1954, y con motivo del primer centenario
del nacimiento de su fundador, hubo una edición preparada por el Instituto
Cajal.
Últimos años
En
1926, recién jubilado Ramón y Cajal, fue inaugurado por Alfonso XIII el
monumento a Santiago Ramón y Cajal, obra de Victorio Macho, en el paseo de
Venezuela del parque del Retiro de Madrid.
En
agosto de 1930, el fallecimiento de su mujer por tuberculosis supuso para él un
importante golpe. A pesar de ello, en sus últimos años continuó trabajando,
preparando publicaciones y reediciones, y se consagró a sus alumnos. Varios de
ellos (en especial su discípulo predilecto desde 1905, Jorge Francisco Tello,
que le había sucedido en su cátedra y en la dirección del Instituto), por
expreso deseo del propio Ramón y Cajal lo acompañaron en su muerte, el 17 de
octubre de 1934, tras el agravamiento de una dolencia intestinal que debilitó
su corazón. Muy poco después se publicaría su autobiografía El mundo visto a
los ochenta años, que había terminado y corregido poco antes. Sus restos
reposan, junto a los de su esposa, en el cementerio de la Almudena de Madrid.
Sobre
la mesilla, junto a la cama, había un calendario abierto por la fecha del día:
17 de octubre 1934. Fe Ramón Fañanás tomo la pluma allí abandonada por su padre
y escribió: «Este día, a las once menos cuarto de la noche, murió mi padre».
Legados
Santiago
Ramón y Cajal y su esposa dejaron dispuestos cuatro legados de 25 000 pesetas
cada uno, con cuyas rentas se concederían cuatro premios, dos anuales (al mejor
alumno de Anatomía de la Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza y
al mejor alumno de Histología y Anatomía Patológica de la Facultad de Medicina
de Madrid) y dos bienales (uno a la mejor memoria publicada sobre Anatomía
Patológica, Histología o Bacteriología y otro al mejor trabajo publicado sobre
Psicología comparada en un grupo cualquiera de animales o de una especie
determinada).
La
honestidad de Ramón y Cajal
«Amemos
a la patria, aunque no sea más que por sus merecidas desgracias.»
Además
de sus virtudes como científico y personalidad humana, Cajal fue un insólito
ejemplo de honestidad y de patriotismo bien entendido. Valgan estos tres
ejemplos:
Nombrado director del Laboratorio de Investigaciones Biológicas, el Gobierno le asignó un sueldo de diez mil pesetas anuales. Ramón y Cajal pidió que se lo rebajaran a seis mil.
Rechazó
el cargo de ministro de Salud e Instrucción Pública, y si aceptó el nombramiento
de senador vitalicio que propuso Canalejas, fue porque era gratuito (no tenía
asignación económica).
Siendo
presidente de la JAE, envió al extranjero a su hijo Jorge, investigador como
él, pagando los gastos de su bolsillo. Preguntado sobre por qué no le había
pensionado con una beca, como era habitual, y más siendo su hijo, Cajal
respondió: «Por eso mismo, por ser mi hijo».
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Santiago_Ram%C3%B3n_y_Cajal
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