Ada Yonath
Nació en el barrio de
Geula de Jerusalén. Sus padres, Hillel y Esther Lifshitz, eran judíos sionistas
que emigraron a Palestina desde Zduńska Wola, Polonia, en 1933 antes del
establecimiento de Israel. Su padre era un rabino y provenía de una familia
rabínica. Tras establecerse en Jerusalén, abrieron una tienda de comestibles,
pero tenían dificultades para llegar a fin de mes. Vivían en el hacinamiento
con varias otras familias, y Yonath recuerda que los libros eran lo único que
tenía para mantenerse ocupada. A pesar de su pobreza, sus padres la enviaron a
la escuela en el exclusivo barrio de Beit HaKerem, asegurándole una buena
educación. Cuando su padre murió a la edad de 42 años, la familia se mudó a Tel
Aviv. Yonath fue aceptada en la escuela secundaria Tichon Hadash aunque su
madre no podía pagar la matrícula. Ella daba clases de matemáticas a los
estudiantes a cambio. Cuando era joven se sintió inspirada por la lectura de
una biografía de Marie Curie, si bien no fue su modelo a seguir. Estudió en la
Universidad Hebrea de Jerusalén donde se licenció en Química en 1962 y completó
una maestría en Bioquímica en 1964 . En 1968, se doctoró en Ciencia en el
Instituto Weizmann por la aplicación de la cristalografía de rayos X al estudio
de la estructura del colágeno, con Wolfie Traub como su director de tesis.
Ganadora en 2008 del
Premio L’Oréal-UNESCO “La Mujer y la Ciencia,” recibió el Premio Nobel de
Química en 2009 por sus descubrimientos pioneros sobre la estructura y función
de los ribosomas, los sintetizadores de proteínas de nuestras células. Sus
investigaciones también revolucionaron nuestra comprensión sobre cómo funcionan
los antibióticos. En esta entrevista informal, Ada Yonath se confía sobre su
vida y nos relata dos de sus ambiciones actuales: trasmitir a los jóvenes la
alegría de la investigación científica e incentivar a las compañías
farmacéuticas a desarrollar mejores antibióticos.
Entrevista
realizada por Cathy Nolan
¿Cuándo nació su interés por la ciencia?
Siempre
fui curiosa. Yo quería saber cómo funcionaba el mundo. A los cinco años realicé
uno de mis primeros experimentos científicos, que terminó en un accidente.
Quise medir la altura del techo de nuestra casa. Por entonces vivíamos en
Jerusalén en un apartamento de cuatro habitaciones compartido por tres
familias. Éramos muy pobres. Fui al balcón, amontoné muebles, una mesa, sillas,
sin poder llegar al techo. Quise subirme a la pila, pero me caí en el patio y
me rompí un brazo. Pero eso no me desanimó… mi curiosidad científica permaneció
intacta.
Usted ha contado que sus padres siempre la alentaron a
estudiar pero que los primeros años fueron difíciles, ¿por qué?
El aprendizaje nunca fue para mí un problema ni en la escuela ni
en casa. Las dificultades llegaron más bien debido a nuestra situación
económica. Debo decir que mantengo un secreto: mi excelente memoria ... al
menos la de entonces. Fui muy buena alumna, pero sobrevivir no era fácil. Mi
padre tenía una pequeña tienda de comestibles. Murió cuando cumplí once años.
Mi hermana era aún muy joven. El dinero era muy escaso, así que tuve que
trabajar. Hice de todo: barrer, lavar platos, dar clases particulares, cuidar
niños... En mi escuela secundaria había un laboratorio de química y yo era la
encargada de limpiarlo, así que aproveché la oportunidad para hacer mis propios
experimentos. Me levantaba a las cinco y media y a las seis daba mi primera
clase particular: matemáticas y química. Mis días eran bien largos y mis noches
muy cortas, pero ¡no me molestaba!
¿Cree que esas pruebas la hicieron más combativa?
Es posible. Durante años me trataron de loca, porque iniciaba
investigaciones que los demás juzgaban imposibles, pero no me dejé detener. Lo
que me importaba era ver el progreso en nuestro trabajo, aunque los avances
fueran muy pequeños, no convencer a los científicos convencidos de que no
teníamos “ninguna posibilidad”. Para mí, la vida de un investigador era un
lujo. Podía formular las preguntas que me interesaban, por ejemplo: “¿cómo se
producen las proteínas en las células? Y por hacer eso recibía un salario: ¡qué
buena vida, ¿no?!
¿Qué les dice hoy a los jóvenes que se alejan de los
estudios científicos?
Siempre que tengo tiempo voy a visitar alumnos de escuelas
secundarias, en Israel y en todo el mundo, España, Australia, India, Japón ...
les cuento la emoción que sentí el día en el que vi por primera vez la
estructura de un ribosoma. Les digo que es una alegría ser investigador. Es
bien divertido. Uno formula una pregunta que le apasiona y busca responderla:
es la mejor manera de trabajar. Si logra convencer a los organismos de
financiación de que esto es importante, le pagan para encontrar la respuesta. A
menudo comparo el desafío de la investigación con el ascenso al monte Everest.
El final en la cima es extraordinario, pero la escalada también es una aventura
increíble.
Cuando
descubrí el funcionamiento del ribosoma, salté de alegría. ¡Aún más que al
recibir el Premio Nobel! Y me alegré de que aquellos que me llamaron loca,
idiota o soñadora se pusieran de mi lado, porque soy un ser humano y es
agradable ser reconocido.
¿El premio Nobel cambió su vida?
Ahora puedo ocuparme de los jóvenes. Antes del Nobel, una encuesta
en las calles de Tel Aviv había revelado que muy pocos querían aventurarse en
la carrera científica. Después de la ceremonia, se hizo una nueva encuesta, y
el porcentaje había aumentado en un 40%... Si solo un 10% de aquellos jóvenes
realmente decidiera estudiar ciencias, sentiría que fui útil.
¿Ser mujer complicó su carrera?
Nunca he sido hombre, por lo tanto no puedo comparar. Pero aun
así puedo decir que a lo largo de mi carrera científica, nunca me sentí
discriminada por ser mujer.
Hasta el momento, solo cuatro mujeres han recibido el
Nobel de Química. ¿Usted qué piensa?
Hay muchas más mujeres en Fisiología y Medicina, y no creo que
los miembros del Comité del Nobel sean sexistas: premiaron dos veces a Marie
Curie.
Si hay menos mujeres científicas, es porque la sociedad no las
alienta en dicha elección, ni siquiera en las sociedades consideradas abiertas
y liberales. Con demasiada frecuencia se escuchan comentarios como “no estudies
demasiado, no encontrarás marido”, o “no elijas una carrera tan absorbente, no
tendrás vida familiar”. Estas fórmulas aparecen explícitamente en algunas
sociedades, y en otras de manera más insidiosa. Lo mismo ocurre en política, en
carreras artísticas y en cualquier profesión exigente. Y aún más en ciencias, porque
podría implicar que las mujeres son más inteligentes que los hombres.
En las
carreras científicas de las universidades, inicialmente los hombres y las
mujeres se distribuyen en el plano numérico de forma equitativa. ¿Y luego?
Algunas jóvenes probablemente sean mejores que sus colegas masculinos pero a
menudo trabajarán en el laboratorio de otra persona, ya sea porque quieren
sentir menos presión en el trabajo y, por lo tanto, tienen menos incentivos
para tomar las riendas o porque prefieren dedicar más tiempo a su familia
¿Cómo puede cambiarse la mentalidad de las mujeres?
No son solo las mujeres. Es la sociedad como un todo la que debe
evolucionar. La educación nos ayudará. Es difícil, y no sucederá en un día.
Cuando hablo en las escuelas, aunque no logre convencer a las jóvenes que tengo
delante a emprender una carrera científica, puede que les haga ver las cosas de
manera diferente y estas cambien en la generación siguiente.
Un científico puede llevar una existencia gratificante, tanto en
su vida privada como en su laboratorio. Mi nieta me ha otorgado el título de
“abuela del año”, así que se puede ser buena abuela y buena científica...
Cuando una adolescente de 15 años oye eso, la marca. Y en cinco años, quién
sabe, tal vez decida emprender estudios científicos.
¿Estas elecciones imponen realizar sacrificios?
Hay sacrificios, por supuesto: la investigación es exigente para
todo el mundo, tanto para las mujeres como para los hombres. Es cuestión de
prioridades. Personalmente, no planifiqué nada, tomé las cosas como vinieron,
día a día. Elegí la profesión que amaba y tuve la familia que amaba. Lo
importante es amar.
Un ejemplo interesante es el de la cristalógrafa británica
Kathleen Lonsdale (1903-1971), que tomó una licencia de diez años para criar a
sus tres hijos. Durante ese lapso, trabajó en su hogar (obviamente no existían
computadoras ni Internet, pues esto ocurrió en los años 1930) y, sin embargo,
realizó cálculos matemáticos que demostraron ser esenciales para la
cristalografía. También publicó tres libros que seguimos utilizando hasta hoy.
¿Cuáles son las cualidades de un buen científico?
Tres: primero, curiosidad. Luego, curiosidad. Y por último,
¡curiosidad! También debemos amar los desafíos y no tenerles miedo. Y poseer el
pensamiento crítico necesario como para comprender si lo que haces es
importante, exacto y original, o no.
¿Se debe ser competitivo?, ¿usted lo es?
En ciencia, no es necesario ser “competitivo”. Por ejemplo,
comenzamos a estudiar la estructura de los ribosomas en 1980. Nos llevó seis
meses detectar por primera vez la existencia de los cristales que los
constituyen. Luego otros cuatro antes de descubrir las primeras
potencialidades. Dos años después, hallamos que los cristales no resistían los
rayos X (este era el método utilizado convencionalmente para medir la
difracción). Ello nos condujo a desarrollar nuestra principal contribución a
las ciencias de la vida, la crio-bio-cristalografía. Y durante todo ese tiempo
íbamos publicando lo que íbamos consiguiendo.
En 1986 conocí a un científico que siempre se había burlado de
mí. Me dijo: “Hemos logrado reproducir su experiencia”. Llevábamos 16 años
trabajando en esa investigación... Poco faltó para que le saltara al cuello. De
veras que no miento. Sin embargo, él veía las cosas de manera diferente: “¿Por
qué hizo públicos sus trabajos? ¿No temía que le robaran su investigación?”. Le
dije que solo contaba el resultado, y que siempre daba toda mi información. Ya
lo ve: la competencia no es mi fuerte.
Estructura en 3D de la subunidad mayor del ribosoma de la
bacteria “Deinococcus radiodurans”, estudiada por el equipo de Ada E. Yonath en
el Instituto Weizmann de Tel-Aviv (Israel).
¿Cree que los hombres son más proclives a la
competencia?
No lo sé, creo que todos somos diferentes. En lo que a mí
respecta, cuando hablo de enfrentar los desafíos, no pretendo ser mejor que los
demás, sino hacer cuanto esté a mi alcance para resolver los problemas y
avanzar hacia los objetivos de la investigación.
Este es también el consejo que les doy a los estudiantes: no se
comparen. Pregúntense qué es lo que más les gusta: estudiar economía, tocar la
flauta ... Hagan lo que les apasiona y háganlo lo mejor que puedan.
¿Le preocupa la amenaza que representa una creciente
resistencia a los antibióticos?
Estoy muy
preocupada por este fenómeno. Si no tomáramos antibióticos, no existiría
resistencia, pero una simple infección podría ser fatal. Necesitamos
desarrollar una nueva generación de antibióticos. En eso estamos trabajando
actualmente. Mediante el estudio de la estructura del ribosoma de ciertas
bacterias patógenas hemos identificado un nuevo tipo de sitios de fijación de
los antibióticos, que podría inhibir la biosíntesis de proteínas en las
células.
Hasta el
momento, ninguno de estos sitios es utilizado por ningún antibiótico conocido.
Pensamos pues que la resistencia se desarrollará muy lentamente. Como también
son característicos de las bacterias patógenas, deberían tener poco o ningún
impacto en el microbioma, entiéndase, sobre las “bacterias buenas” que residen
en el cuerpo humano. La química de estos nuevos sitios también se puede
utilizar para concebir antibióticos completamente degradables, lo que evitaría
la carga ecológica sobre el medio ambiente causada por los núcleos no degradables
de los antibióticos actualmente disponibles. En resumen, al aplicar nuestro
enfoque multidisciplinario, esperamos optimizar la próxima generación de
antibióticos para reducir en forma significativa la resistencia, a la vez que
se garantiza la máxima selectividad, la eficacia óptima, una toxicidad mínima y
una adecuada degradabilidad.
Esperamos
que, aunque los antibióticos se consideren menos rentables, los laboratorios
tomen en consideración el peligro que implica su resistencia y las nuevas
posibilidades de reducirla considerablemente.
¿En la actualidad, en qué trabaja?
Intento realizar ciertas cosas: desarrollar la próxima
generación de antibióticos y comprender los orígenes de la vida.
Ada Yonath actualmente
dirige el Centro Helen y Milton A. Kimmelman, que se especializa en la
estructura y ensamblaje biomolecular. Entre las numerosas distinciones que ha
recibido figuran, , además del Premio Nobel de Química en 2009 (junto a
Venkatraman Ramakrishnan y Thomas A. Steitz), el Premio Israel de química (en
2002), el Premio Wolf (en 2007) y el Premio Albert Einstein (en 2008).
Tiene una hija, Hagit
Yonath, médica del Centro Médico Sheba, y una nieta, Noa.
Trayectoria
científica
Obtuvo su doctorado en el
Instituto Weizmann de Ciencias, y luego realizó sus estudios postdoctorales en
el MIT y en la Universidad Carnegie Mellon. En 1970 estableció el único
laboratorio de cristalografía de proteínas en Israel.
Entre 1986 y 2004
dirigió una de las Unidades de Investigación Max Planck de Estructura Molecular
Genética en el DESY, Hamburgo, Alemania, conjuntamente con los experimentos que
hacía en el Instituto Weizmann. Dirige desde 1988 el Centro Helen & Milton
Kimmelman de Estructura Biomolecular del Instituto Weizmann de Ciencias. Ha
sido docente en varias Universidades de Israel, y trabajó además, en Estados
Unidos, Alemania y Francia.
Su trabajo se ha
centrado en la determinación y el estudio de la estructura de los ribosomas,
macromoléculas responsables de la síntesis de proteínas y el modo de acción de
los antibióticos. Introdujo una nueva técnica, la criobiocristalografía, en la
cual los cristales de materiales biológicos sensible a la radiación son
enfriados a temperaturas menores de 100 K, lo que facilita su estudio por rayos
X.
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Ada_Yonath
Entrevista realizada por
Cathy Nolan:
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