José Emilio Pacheco
Desde edad temprana
Pacheco comenzó su acercamiento a la literatura leyendo a autores como Julio
Verne, Rubén Darío, Oscar Wilde, Manuel Payno, Amado Nervo, Jorge Luis Borges y
Alfonso Reyes y escuchando a los escritores que frecuentaban la casa:
Su verdadero aprendizaje
empezó en la casa paterna, a la que solía llegar un grupo de escritores que el
niño José Emilio escuchaba, y siguió escuchando. Los nombres de ese grupo son
fácilmente reconocibles: Juan de la Cabada, Héctor Pérez Martínez, Juan José
Arreola, José Vasconcelos, Martín Luis Guzmán, algunas veces Julio Torri, al
que escuchaban —él y su amigo Carlos Monsiváis— Edith Negrín y Álvaro Ruiz
Abreu.
Comenzó a escribir en la
adolescencia, época en la que publicaba en revistas estudiantiles y periódicos
como Proa (de la Escuela Preparatoria, Centro Universitario, México, 1955),
Diario de Yucatán, Diario del Sureste (ambos de Mérida, 1956-1958); las
estudiantiles Índice (1957) y Letras Nuevas, la primera Facultad de Derecho y la
segunda de la de Filosofía y Letras de la UNAM.
Pacheco ingresó a la
carrera de Derecho en la Universidad Autónoma de México, pero la abandonó a los
19 años para dedicarse a la escritura. Participó en diversas revistas y
suplementos culturales, como ¡México en la Cultura, Siempre!, Diálogos, Revista
Mexicana de Literatura, Diorama de la Cultura, Ramas Nuevas, suplemento de
Estaciones, donde trabajó con Monsiváis. Su consolidación como escritor se
plasmó en sus publicaciones en La Cultura en México, de Fernando Benítez, “su
guía, amigo y maestro”. Fue profesor en
la Universidad de Maryland, en Estados Unidos, Canadá e Inglaterra,
investigador en el Departamento de Estudios Históricos del INAH, y
miembro del Colegio Nacional desde el 10 de julio de 1986.
Obra
La obra de Pacheco
abarca la narrativa, el cuento, la novela, la crónica, la poesía, la traducción
y el ensayo. Existen características que unen sus textos, aunque cada uno de
los géneros trabajados por el autor puede distinguirse de los otros por
elementos particulares; una constante de su obra es la constante renovación o
reescritura. Consideraba a la
literatura como algo dinámico
y cambiante, lo cual lo llevó a revisar y reescribir sus propias
obras, en un afán
de autocrítica.
Su idea acerca de la reescritura incluye un diálogo con los textos anteriores
(de autores modernos como Jorge Luis Borges, Ernesto Cardenal, y clásicos, como
Catulo) y con sus propios lectores. Como ha explicado Oviedo, “su obra es, en
cierta manera, una antología formada por la reescritura de sus lecturas –un
nuevo texto que se sobreimprime en otros textos preexistentes”.
Narrativa
La obra narrativa de
José Emilio está representada por tres libros de cuentos —La sangre de Medusa
(1958), El viento distante y otros relatos (1963) y El principio del placer
(1972)—; dos novelas —Morirás lejos (1967) y Las batallas en el desierto
(1981)— y por múltiples crónicas escritas en los suplementos y revistas en los
que participó. Con respecto a sus cuentos, la autora Bárbara Bockus señala su
carácter alusivo más que directo, su tendencia a la brevedad, y la escasez del
detalle descriptivo o anecdótico. En ellos aparece de manera constante el tema
del paso del tiempo y de la repetición de la historia; también son usuales los universos
de la infancia y de lo fantástico.
Los textos fantásticos
se distinguen “porque en un universo ficticio cognoscible y manipulable para
los personajes”, ocurre un hecho insólito que no es posible
explicar; así,
en «Tenga
para que se entretenga»
(del volumen El principio del placer) encontramos a una madre (Olga) y a su
hijo (Rafael) en el Bosque de Chapultepec en 1943 y de pronto, sucede lo
insólito: "Rafael se entretenía en obstaculizar con una ramita el paso de
un caracol. En ese instante se abrió un rectángulo de madera oculto bajo la
hierba rala del cerro y apareció un hombre […] salió del subterráneo, fue hacia
Olga, le tendió un periódico doblado y una rosa con un alfiler: -Tenga para que
se entretenga. Tenga para que se la prenda". El origen del personaje
misterioso y sus razones para presentarse ante la mujer y el niño no son
explicadas de manera definitiva por ninguna ley (ni la del mundo ficticio en
que habitan los personajes, ni mediante las leyes de un universo maravilloso).
Morirás lejos “recrea la
persecución de siglos que han sufrido los judíos hasta el holocausto”, y en Las
batallas en el desierto se encuentran los temas de la destrucción de la ciudad y la
infancia como un pasado en que el personaje descubre tanto el amor como el desengaño.
La
columna Inventario
En relación directa con
el tema de la historia se halla la crónica, género híbrido, “a mitad de camino entre
la ficción y los hechos.”
donde Pacheco “encontró la expresión ideal y propia para
contar el vasto horizonte de una época y de una sociedad determinada”. La
columna Inventario del suplemento Diorama de la Cultura del periódico
Excélsior, dirigido por Julio Scherer, desempeñó un papel importante en la
creación y difusión de las crónicas de Pacheco; una relevancia similar tuvo la
revista Proceso, proyecto al cual fue invitado el mismo Scherer en 1976. Allí
“Pacheco empezó una nueva etapa de su trabajo de periodismo cultural,
publicando notas, traducciones, artículos y crónicas”. El escritor mantuvo
dicha columna por varias décadas, en la cual hizo revisiones
bibliográficas en su particular estilo.
No se limitó
a la revisión
de autores mexicanos, aunque hizo revisiones temáticas temporales (por año, como 1914, 1938 y
1950, por periodos como la Revolución mexicana o autores que tradujo, como
Eliot).
La primera aparición de
Inventario fue el 5 de agosto de 1973 en la página 16 de la sección Diorama.
En ese medio alternó
su aparición
con la de Baulmundo de Gustavo Sainz, del español José de la Colina y el
uruguayo Danubio Torres Fierro. Tras ausentarse seis meses, Pacheco la reinicia
1 de junio de 1975 con un artículo sobre Oscar Wilde y Alfred Douglas. Después de la destitución de la mesa directiva
de Excélsior
ocurrida al año
siguiente, apoyó
a Scherer y llevó
su columna a la revista Proceso, donde apareció desde el primer número en
noviembre de 1976 (donde escribió sobre Saul Bellow) hasta su muerte en 2014
(la última fue sobre el entonces reciente fallecimiento de Juan Gelman).
El accidente que sufrió
previo a su muerte ocurrió en su estudio la noche del viernes 24 de enero luego
de terminar su columna. Quedó pendiente la publicación de volúmenes temáticos con las cerca de 7000
columnas, por sugerencia de
Vicente Leñero,
dada la negativa de Pacheco de reunirlos en un solo volumen.
Inventario recibió
el Premio Nacional de Periodismo en Divulgación Cultural de 1980, que
el escritor evitó
recoger por propia mano del entonces presidente José López Portillo: "José Emilio se escondió, hizo creer que estaba
fuera de México
y me pidió,
ya que al galardón se agregaba un diploma para el medio que lo publicaba, si
podía ir a recogerlo a la ceremonia de Los Pinos. Y sí fui."
Poesía
Los dos primeros libros
de poesía escritos por José Emilio Pacheco, Los elementos de la noche (1963) y
El reposo del fuego (1966), tienen en común algunos rasgos y temas, lo cual
permite considerarlos como parte de un primer periodo lírico; según José Miguel
Oviedo, ambos coinciden en el influjo “del sector más depurado de la poesía
española de este siglo (Cernuda, Salinas, Jorge Guillén), de ciertos motivos y
símbolos de Jorge Luis Borges, Xavier Villaurrutia y Octavio Paz”.
El tema del paso del
tiempo aparece de manera recurrente en la poesía de Pacheco: la conciencia de
lo transitorio de la vida y de los procesos de destrucción son eje de numerosos
poemas. A ellos se les suma el de la posibilidad de la resurrección, y de un
tiempo cíclico: la renovación incluye también a la poesía, un acto que puede
resurgir, transformarse, pues “la palabra es la imagen misma del cambio.”
En ambos poemarios se halla presente la influencia de Heráclito: “embarcado en el rumbo
heracliteano, Pacheco va alternando su conflicto vida/muerte con la contradicción agua/fuego”.
Con No me preguntes cómo
pasa el tiempo (1969) inicia un segundo periodo en su poesía: aunque conserva
elementos hallados en los libros anteriores, el cambio ocurrido se debe a una
perspectiva crítica muy marcada. En esta segunda fase Pacheco utiliza la ironía
y la irreverencia crítica; las abstracciones disminuyen y el autor se centra en
una preocupación ética y estética, ya que se formula la cuestión: ¿Qué sentido
tiene y qué lugar ocupa la poesía en el mundo moderno? Se trata de una obra que
reflexiona sobre la “propia materia de la poesía.”
La perspectiva crítica de Pacheco continúa especialmente en Irás y no volverás
(1973) y en Desde entonces (1980), obras en las cuales hay un interés especial en aspectos
sociales, en la denuncia de las injusticias.
Traducciones
La traducción, para José
Emilio Pacheco, se vincula estrechamente con su perspectiva acerca de la
literatura, de la poesía en especial: la palabra se renueva, es posible y
válido reescribir un texto de tiempos pasados o contemporáneos, de una lengua a
otra. Un poema “puede ser escrito varias veces, lo que hace posible
‘traducir’[…] el traductor no es un traidor: es un creador”.
Entre los escritores traducidos se puede citar a Samuel Beckett (Cómo es), Walter Benjamin
(París,
capital del siglo XIX), Tennessee Williams (Un tranvía llamado deseo), Harold
Pinter, Oscar Wilde, Edgar Lee Masters, T.S. Elliot, Víctor Hugo, Walt Whitman,
Truman Capote, Ernest Hemingway, William Faulkner y muchos otros.
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Emilio_Pacheco
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