Antonio Machado
Antonio Machado nació a
las cuatro y media de la madrugada
del 26 de julio, en una de las viviendas de alquiler del llamado palacio de las
Dueñas, en Sevilla. Fue el segundo varón que dio a luz su madre, Ana Ruiz, de
una descendencia de ocho en total. Once meses antes había nacido Manuel, el
primogénito,
compañero
de muchos pasajes de la vida de Antonio, y con el tiempo también poeta y
dramaturgo.
La familia de la madre
de Machado tenía una confitería en el barrio de Triana, y el padre, Antonio
Machado Álvarez, era abogado, periodista e investigador del folclore, trabajo
por el que llegaría a ser reconocido internacionalmente con el seudónimo de
«Demófilo.» En otra vivienda del
mismo palacio son vecinos sus abuelos paternos, el médico y naturalista Antonio
Machado Núñez, catedrático y rector de la Universidad de Sevilla y convencido
institucionista, y su esposa, Cipriana Álvarez Durán, de cuya afición a la pintura
quedó como ejemplo un retrato de Antonio Machado a la edad de cuatro años.
La infancia sevillana de
Antonio Machado fue evocada en muchos de sus poemas casi fotográficamente:
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla
y un huerto claro donde madura el limonero...
Y de nuevo, en un soneto evocando a su padre escribe:
Esta luz de Sevilla... Es el palacio
donde nací, con su rumor de fuente.
Mi padre, en su despacho.—La alta frente,
la breve mosca, y el bigote lacio—.
Sonetos
(IV).
En 1883, el abuelo
Antonio, con 68 años y el apoyo de Giner de los Ríos y otros colegas
krausistas, gana una oposición a la cátedra de Zoografía de Articulaciones
Vivientes y Fósiles en la Universidad Central de Madrid. La familia acuerda
trasladarse a la capital española donde los niños Machado tendrán acceso a los
métodos pedagógicos de la Institución Libre de Enseñanza. José Luis Cano, en su
biografía de Machado, cuenta que una mañana de primavera, antes de salir para
Madrid, «Demófilo» llevó a sus hijos a Huelva a conocer el mar.
En un estudio más
reciente, Gibson anota que el propio Machado le escribía en 1912 a Juan Ramón
Jiménez evocando «... sensaciones de mi infancia, cuando yo vivía en esos
puertos atlánticos».
Sea como fuere,
quedarían grabadas en la retina del poeta aquellas «estelas en la mar».
El 8 de septiembre de
1883, el tren en el que viajaba la familia Machado hizo su entrada en la
estación de Atocha.
Desde los ocho a los treinta y dos años he vivido en Madrid con
excepción del año 1899 y del 1902 que los pasé en París. Me eduqué en la
Institución Libre de Enseñanza y conservo gran amor a mis maestros: Giner de
los Ríos, el imponderable Cossío, Caso, Sela, Sama (ya muerto), Rubio, Costa
(D. Joaquín —a quien no volví a ver desde mis nueve años—). Pasé por el
Instituto y la Universidad, pero de estos centros no conservo más huella que
una gran aversión a todo lo académico.
Antonio
Machado, Autobiografía.
Diez días después,
Manuel (nueve años), Antonio (ocho) y José (cuatro), ingresan en el local
provisional de la Institución Libre de Enseñanza. A lo largo de los próximos
años, sus profesores serán el propio Giner de los Ríos, Manuel Bartolomé
Cossío, Joaquín Costa, José de Caso, Aniceto Sela, Joaquín Sama, Ricardo Rubio,
y otros maestros menos conocidos como José Ontañón, Rafael Torres Campos o
Germán Flórez. Entre sus compañeros estaban: Julián Besteiro, Juan Uña, José
Manuel Pedregal, Pedro Jiménez-Landi, Antonio Vinent o los hermanos Eduardo y
Tomás García del Real.
La Institución, en coherente
armonía con el ambiente familiar de los Machado marcarían su ideario
intelectual. Con la ILE, descubrió Machado el Guadarrama.
En su elegía
al maestro Giner, de 1915, Machado concluye:
Allí el maestro un día
soñaba un nuevo florecer de España.
«A
Don Francisco Giner de Los Ríos».
El 16 de mayo de 1889,
Machado (al que apenas faltan tres meses para cumplir catorce años) asiste al
instituto San Isidro, donde la Institución Libre estaba entonces colegiada,
para superar la reválida de ingreso en el bachiller estatal. En junio aprueba
Geografía, pero suspende Latín y Castellano, y su expediente es adjudicado al
Instituto Cardenal Cisneros para el curso 1889-1890.
Entretanto, la economía
en casa de los Machado, que llevaba años siendo muy apretada, alcanzó un nivel
crítico. Ana Ruiz acababa de tener su noveno y último parto, una niña nacida el
3 de octubre de 1890 que moriría años después. Su marido, un «Demófilo»
agotado, desilusionado, cuarentón y con siete hijos, decidió aceptar el puesto
de abogado que le ofrecían unos amigos en San Juan de Puerto Rico.
Conseguido el permiso
del Ministerio de Ultramar, Antonio Machado Álvarez (padre de Antonio Machado)
se embarcó rumbo al Nuevo Continente en agosto de 1892. No consiguió fortuna
sino el infortunio de una tuberculosis fulminante que acabó con su vida, sin
llegar a cumplir los cuarenta y siete años. Murió en Sevilla, el 4 de febrero
de 1893.
Bohemia madrileña
En 1895, Antonio Machado
aún no había acabado el bachiller. Al año siguiente, dos días antes de su
vigesimoprimer cumpleaños,
murió
su abuelo, el luchador krausista, íntimo amigo de Giner y eminente zoólogo
Antonio Machado Núñez. A la pérdida familiar se unió el descalabro económico de
una familia de la que Juan Ramón Jiménez dejaría este cruel retrato en su libro
El modernismo. Notas de un curso: «[...] Abuela queda viuda y regala casa.
Madre inútil. Todos viven pequeña renta abuela. Casa desmantelada. Familia
empeña muebles. No trabajan ya hombres. Casa de la picaresca. Venta de libros
viejos».
Ociosos, los jóvenes
hermanos Machado, entonces inseparables, se entregaron a la atractiva vida
bohemia del Madrid de finales del siglo xix. Cafés de artistas, tablaos,
tertulias literarias, el frontón y los toros, todo les interesa. Les deslumbra
la rebeldía esperpéntica de un Valle-Inclán y un Sawa o la personalidad de
actores como Antonio Vico y Ricardo Calvo Agostí; en lo literario hacen amistad
con un Zayas o un Villaespesa, y, en general, se dejan estimular por la vida
pública de la mayoría de los intelectuales de la época.
En octubre de 1896,
Antonio Machado, apasionado del teatro, entró a formar parte como meritorio en
la compañía teatral de María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza. El propio
poeta recordará con humor su carrera como actor: «[...] yo era uno de los que sujetaban
a Manelic, en el final del segundo acto».
La bohemia oscura y luminosa del Madrid del final del siglo xix se alternaba
con la colaboración
de ambos hermanos en la redacción de un Diccionario de ideas afines,
dirigido por el exministro republicano Eduardo Benot. Era inevitable que los
jóvenes Machado sintiesen la atracción de París.
París-Madrid
En junio de 1899,
Antonio Machado viajó a París, donde ya le esperaba su hermano Manuel. En la
capital francesa trabajaron para la Editorial Garnier, se relacionaron con
Enrique Gómez Carrillo y Pío Baroja, descubrieron a Paul Verlaine y tuvieron
oportunidad de conocer a Oscar Wilde y Jean Moreas.18
Antonio regresó
a Madrid en octubre de ese mismo año, incrementando su trato con el «estado mayor» del modernismo, un
activo Francisco Villaespesa, un itinerante Rubén Darío y un joven de Moguer,
Juan Ramón Jiménez.
En abril de 1902,
Antonio y Manuel hacen su segundo viaje a París. Allí se reencuentran con otro
hermano, Joaquín (El viajero), que regresa de su experiencia americana
«enfermo, solitario y pobre», y Antonio se vuelve con él a España el 1 de
agosto. A finales de ese año, de vuelta en Madrid,
el poeta entregó
a la imprenta de A. Álvarez
Soledades (1899-1902), su primer libro.
Entre 1903 y 1908, el
poeta colaboró en diversas revistas literarias: Helios (que publicaba Juan
Ramón Jiménez), Blanco y Negro, Alma Española, Renacimiento Latino o La
República de las Letras. También firmó el manifiesto de protesta a raíz de la
concesión del premio Nobel de Literatura a José Echegaray. En 1906, por consejo
de Giner, preparó oposiciones a profesor de francés en Institutos de Segunda
Enseñanza, que obtuvo al año siguiente.
En 1907 publicó en
Madrid, con el librero y editor Gregorio Pueyo, su segundo libro de poemas,
Soledades. Galerías. Otros poemas (una versión ampliada de Soledades). El poeta
tomó posesión de su plaza en el instituto de la capital soriana el 1 de mayo y
se incorporó a ella en septiembre. Diferentes versiones han especulado sobre
las razones que Machado pudo tener para escoger Soria, en aquel tiempo la
capital de provincia más pequeña de España, con poco más de siete mil
habitantes. Quizá
le pareció
la plaza más
cercana a Madrid a la que su escaso currículo le permitió acceder (de las tres
vacantes, Soria, Baeza y Mahón, que quedaban libres de la lista total de
siete). Ángel
Lázaro dejó escrito lo que el
propio poeta contestaba, cuando los amigos le preguntaban sobre su decisión:
Yo tenía un recuerdo muy bello de Andalucía, donde pasé feliz
mis años de infancia. Los hermanos Quintero estrenaron entonces en Madrid El
genio alegre, y alguien me dijo: ″Vaya usted a verla. En esa comedia está toda
Andalucía″. Y fui a verla, y pensé: ″Si es esto de verdad Andalucía, prefiero
Soria.″ Y a Soria me fui.
Antonio
Machado en González (1986)
El Machado del París
simbolista y el Madrid bohemio reflejado en sus Soledades y galerías dio paso
en la descarnada realidad soriana a un hombre diferente: «... cinco años en
Soria» —escribiría luego en 1917— «orientaron mis ojos y mi corazón hacia lo
esencial castellano...» —y añade— «Ya era, además, muy otra mi ideología». En
lo literario, así
quedó
reflejado en su siguiente libro, Campos de Castilla; en lo profesional, inició su vida de maestro de
pueblo; en lo sentimental, descubrió a Leonor, el gran amor de su vida.
En diciembre de 1907, al
cerrarse la pensión en la que vivía Machado, los huéspedes se trasladaron a un
nuevo establecimiento sito en la entonces llamada plaza de Teatinos. En la
nueva pensión, regida por Isabel Cuevas y su marido Ceferino Izquierdo,
sargento de la Guardia Civil jubilado, quiso el destino que el poeta conociera
a Leonor Izquierdo, la hija mayor, y aún apenas una niña de trece años.
El embeleso de Machado fue tan intenso que por primera vez quizá en su vida se mostró impaciente, y cuando
tuvo la certeza de que su amor era correspondido acordó el compromiso con la
madre de Leonor. Había pasado poco más de un año, y los novios aún tuvieron que esperar
otro hasta que ella alcanzase la edad legal para casarse. Y así, el 30 de julio de 1909
se celebró
la ceremonia en la iglesia de Santa María la Mayor de Soria. Hace un mes que
Leonor ha cumplido los quince y el poeta ya tiene treinta y cuatro. Y contra
todo pronóstico, el matrimonio fue modelo de entendimiento y felicidad, hasta
tal punto que la novia se apasionó por el trabajo del poeta con toda la ilusión
de su juventud. Así lo han referido todos los testigos de este episodio de la
vida de Antonio Machado.
En Soria, el espíritu de
la Institución Libre de Enseñanza, siempre vivo en el poeta, le llevó a
emprender una serie de excursiones por la sierra de Urbión y sus pinares, hasta
las fuentes del río Duero y la laguna Negra, escenario trágico de La tierra de
Alvargonzález, el más largo poema de Machado. De Soria también fue su amistad
con José María Palacio, redactor de Tierra soriana, el periódico local, y uno
de los pocos con los que compartió inquietudes e ideologías en el rudo páramo
castellano.
En diciembre de 1910,
Leonor y Antonio viajaron a París, con una beca concedida al poeta por la Junta
para la Ampliación de Estudios para perfeccionar sus conocimientos de francés
durante un año. Durante los seis primeros meses, la pareja viajó, visitó los
museos e intimaron con Rubén Darío y Francisca Sánchez, su compañera.
Machado aprovechó
para asistir al curso que Henri Bergson impartía en el Colegio de
Francia.
El 14 de julio de 1911,
cuando el matrimonio iba a partir hacia la Bretaña francesa de vacaciones,
Leonor sufrió una hemoptisis y tuvo que ser ingresada. Los médicos, impotentes
en aquella época contra la tuberculosis, recomendaron el regreso al aire sano
de Soria. Una engañosa mejoría dio paso a un fulminante final, falleciendo el 1
de agosto de 1912. Su última alegría fue tener en sus manos, publicado al fin,
el libro que ella había visto crecer ilusionada día a día: la primera edición
de Campos de Castilla.
Machado, desesperado,
solicitó su traslado a Madrid, pero el único destino vacante era Baeza, donde
durante los siete próximos años penó más que vivió, dedicado a la enseñanza
como profesor de Gramática Francesa en el instituto de Bachillerato instalado
en la antigua Universidad baezana.
Esta Baeza, que llaman la Salamanca andaluza, tiene un
Instituto, un Seminario, una Escuela de Artes, varios colegios de Segunda
Enseñanza, y apenas sabe leer un treinta por ciento de la población. No hay más
que una librería donde se venden tarjetas postales, devocionarios y periódicos
clericales y pornográficos. Es la comarca más rica de Jaén, y la ciudad está
poblada de mendigos y de señoritos arruinados en la ruleta.
Antonio
Machado (de una carta a Unamuno en 1913)
El poeta no está
dispuesto a contemporizar y su mirada se radicaliza; tan solo le sacan de su
indignación y su aburrimiento las excursiones que hace a pie y solitario, por
los cerros que le separan de Úbeda, o con los escasos amigos que le visitan,
por las sierras de Cazorla y de Segura, en las fuentes del Guadalquivir.
También tuvo oportunidad de acercarse con más atención a las voces y ritmos del
tesoro popular (no en vano llevaba en su herencia la pasión de su padre por el
folclore, que a su vez lo había heredado de la abuela de Machado, Cipriana
Álvarez Durán). Fruto en gran parte de esa mirada será su siguiente libro,
Nuevas canciones.
Escapar del «poblachón
manchego» no fue fácil; para conseguirlo, Machado se vio obligado a estudiar
por libre, entre 1915 y 1918, la carrera de Filosofía y Letras. Con ese nuevo
título en su menguado currículo, solicitó el traslado al Instituto de Segovia,
que en esta ocasión sí se le concedió. Machado abandonó Baeza en el otoño de
1919.
Poco antes, el 8 de
junio de 1916, Machado había conocido a un joven poeta, con el que desde
entonces mantuvo amistad, que se llamaba Federico García Lorca.
Machado llegó a Segovia
el 26 de noviembre de 1919 y acabó instalándose por el modestísimo precio de
3,50 pesetas al día en una aún más modesta pensión.31
Era el mes de noviembre de 1919 y el poeta llegó a tiempo para
participar en la fundación
de la Universidad Popular Segoviana junto con otros personajes como el marqués de Lozoya, Blas
Zambrano, Ignacio Carral, Mariano Quintanilla, Alfredo Marqueríe o el
arquitecto Javier Dodero, que se encargó de restaurar y adaptar el viejo templo
románico de San Quirce, uno de los espacios en los que la innovadora
institución se había propuesto como objetivo la instrucción gratuita del pueblo
segoviano.
Machado, que ahora
contaba con la ventaja de la cercanía de Madrid, visitaba cada fin de semana la
capital participando de nuevo en la vida cultural del país con tanta dedicación
que a menudo «perdió el tren de regreso a Segovia muchos lunes, y bastantes
martes.» Este nuevo estatus de perfil bohemio le
permitiría
recuperar la actividad teatral junto a su hermano Manuel.
En Segovia, por su
parte, fue asiduo de la tertulia de San Gregorio que —entre 1921 y 1927— se
reunía cada tarde en el alfar del ceramista Fernando Arranz, instalado en las
ruinas de una iglesia románica, en la que participaban también amigos como Blas
Zambrano (catedrático de la Escuela Normal y padre de María Zambrano), Manuel
Cardenal Iracheta, el escultor Emiliano Barral y algunos otros tipos
pintorescos (como Carranza, cadete de la academia de Artillería, o el padre
Villalba, que puso música a un texto de Machado). También colaboró en la recién nacida revista
literaria Manantial y frecuentó el ambiente del Café Castilla, en la plaza
mayor de Segovia.
En 1927, Antonio Machado
fue elegido miembro de la Real Academia Española, si bien nunca llegó a tomar
posesión de su sillón. En una carta a
Unamuno, el poeta le comenta la noticia con sana ironía: «Es un honor al cual no
aspiré
nunca; casi me atreveré a decir que aspiré a no tenerlo nunca. Pero Dios da
pañuelo a quien no tiene narices...».
En junio de 1928, Pilar
de Valderrama viajó sola a Segovia y, con el pretexto de salir de una depresión
con una cura de descanso y soledad, se hospedó en el mejor hotel de la ciudad.
Sin embargo, y como delataría la carta de presentación para Antonio Machado que
a través de una amiga había conseguido del actor Ricardo Calvo, el objetivo
real del viaje era iniciar una casta amistad profesional con el poeta (que si
llegó a ser realmente casta, los acontecimientos de su desenlace demostrarían
que no fue del todo honesta).
Pilar pertenecía a la
alta burguesía madrileña; casada y madre de tres hijos, era autora de algunos
libros de poemas. Durante casi nueve años hizo las funciones de musa y «oscuro
objeto del deseo» de un rejuvenecido Machado que inmortalizó aquel espejismo poético
con el nombre de Guiomar.
Desde la publicación
en 1950 del libro De Antonio Machado a su grande y secreto amor, escrito por
Concha Espina y haciendo pública una colección de cartas entre
Machado y una misteriosa pero real Guiomar, varios y variopintos han sido los
estudios dedicados al fenómeno Guiomar.
Todo parece indicar que Pilar de Valderrama nunca estuvo enamorada de Machado
(aunque como buena cortesana fue diestra en el arte de «marear la perdiz»),
como parece deducirse de lo escrito en su libro de memorias Sí, soy Guiomar,
libro escrito en su vejez y publicado de manera póstuma, para insistir en el
carácter platónico de su relación con el poeta, pero sin explicar por qué de
ser así se mantuvo en secreto con tanto celo. Tampoco explicó la inspiradora de
Guiomar por qué quemó la mayoría de las cartas que recibió de Machado, cuando
—quizá advertida por sus contactos entre la clase acomodada— abandonó Madrid,
rumbo a Estoril, en junio de 1936, un mes antes del golpe de Estado.
El último gran
acontecimiento de los años segovianos de Machado ocurrió el 14 de abril de
1931, fecha de la proclamación de la Segunda República Española. El poeta, que
vive la noticia en Segovia, fue requerido para ser uno de los encargados de
izar la bandera tricolor en el balcón del Ayuntamiento. Un momento emotivo que
Machado recordaría con estas palabras:
¡Aquellas horas, Dios mío, tejidas todas ellas con el más puro
lino de la esperanza, cuando unos pocos viejos republicanos izamos la bandera
tricolor en el Ayuntamiento de Segovia! (...) Con las primeras hojas de los
chopos y las últimas flores de los almendros, la primavera traía a nuestra
república de la mano.
Antonio
Machado
En octubre de 1931 la
República le concedió a Machado, por fin, una cátedra de francés en Madrid,
donde a partir de 1932 pudo vivir de nuevo en compañía de su familia (su madre,
su hermano José, mujer e hijas). En la capital, el poeta continuó viéndose en
secreto con la inspiradora de Guiomar y estrenando las comedias escritas con
Manuel.
En una Orden
gubernamental de 19 de marzo de 1932, a petición del secretario del Patronato
de las Misiones Pedagógicas, se autoriza a Machado a residir en Madrid «para la
organización del Teatro popular».
Durante los siguientes
años, Machado escribió menos poesía pero aumentó su producción en prosa,
publicando con frecuencia en el Diario de Madrid y El Sol y perfilando
definitivamente a sus dos apócrifos, los pensadores (y cómo Machado, poetas y
maestros) Juan de Mairena y Abel Martín.
En 1935, Machado se
trasladó del Instituto Calderón de la Barca al Cervantes. Días antes, el 1 de
septiembre había muerto su maestro Cossío, poco después de haberse reunido con
él en su retiro de la sierra de Guadarrama y en compañía de otros
institucionistas, Ángel Llorca y Luis Álvarez Santullano. Las pérdidas se
acumulan: el 5 de enero muere Valle-Inclán y el 9 de abril un olvidado
Francisco Villaespesa... el desfile de la muerte se había adelantado.
La Guerra Civil
Casi desde los primeros
días de la guerra, Madrid, ya convulsionada desde los últimos estertores del
segundo bienio, se convirtió en un campo abonado para las privaciones y la
muerte. La Alianza de Intelectuales decidió, entre otras muchas medidas de emergencia,
evacuar a zonas más seguras a una serie de escritores y artistas, Machado entre
ellos (por su edad avanzada y por su significación). La oferta, un día de
noviembre de 1936, la presentan en el domicilio del poeta, otros dos ilustres
colegas: Rafael Alberti y León Felipe. Machado, «concentrado y triste» –según
evocaría luego Alberti– se resistía a marchar. Fue necesaria una segunda visita
con mayor insistencia y a condición de que sus hermanos Joaquín y José, con sus
familias, le acompañasen junto con su madre.
Machado y su familia,
tras ser acogidos provisionalmente en la Casa de la Cultura de Valencia, se
instalaron en Villa Amparo, un chalet en la localidad de Rocafort, desde
finales de noviembre de 1936 hasta abril de 1938, fecha en que fueron evacuados
a Barcelona. Durante su estancia
valenciana, el poeta, a pesar del progresivo deterioro de su salud, escribió sin descanso
comentarios, artículos,
análisis,
poemas y discursos (como el que pronunció para las Juventudes Socialistas
Unificadas, en una plaza pública de Valencia ante una audiencia
multitudinaria), y asistió al II Congreso Internacional de Escritores para la
Defensa de la Cultura organizado por la Alianza de Intelectuales Antifascistas
y celebrado en la capital valenciana, donde leyó su reflexión titulada «El
poeta y el pueblo». Durante los últimos días del Congreso, se
realizó
la segunda conferencia nacional de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética durante la cual se
renovaron sus cargos y se eligió a Antonio Machado como miembro de su comité
nacional.
En 1937 publicó La
guerra, con ilustraciones de su hermano menor José Machado Ruiz. De entre sus
últimos escritos, obra de compromiso histórico y testimonial, destacan textos
de hondura estremecedora, como la elegía dedicada a Federico García Lorca: El
crimen fue en Granada.
Ante el peligro de que
Valencia quede aislada, los Machado se trasladaron a Barcelona, donde tras un
hospedaje provisional en el Hotel Majestic, ocuparon la finca de Torre
Castañer. El lujo del lugar contrasta con las miserias de la guerra: no hay
carbón para las estufas, ni su imprescindible tabaco, ni apenas alimentos. Allí
permanecieron desde finales de mayo de 1938 hasta los primeros días del
siguiente año.
Exilio
y muerte
El 22 de enero de 1939,
y ante la inminente ocupación de la ciudad por las fuerzas del bando sublevado,
el poeta y su familia salieron de Barcelona en un vehículo de la Dirección de
Sanidad conseguido por el doctor José Puche Álvarez; les acompañan, entre otros
amigos, el filósofo Joaquín Xirau, el filólogo Tomás Navarro Tomás, el
humanista catalán Carlos Riba, el novelista Corpus Barga y una interminable
caravana de cientos de miles de españoles anónimos huyendo de su patria.
Tras una última noche en
suelo español, en Viladasens, las cuarenta personas que componían el grupo
cubrió el último tramo hacia el exilio. Apenas a medio kilómetro de la frontera
con Francia, tuvieron que abandonar los coches de Sanidad, embotellados en el
colapso de la huida. Allí quedaron también sus maletas, al pie de la larga
cuesta que hubo que recorrer bajo la lluvia y el frío del atardecer hasta la
aduana francesa, que solo gracias a las gestiones de Corpus Barga (que disponía
de un permiso de residencia en Francia) pudieron superar. Unos coches les
llevaron hasta la estación ferroviaria de Cerbère, donde gracias a las
influencias de Xirau se les permitió pasar la noche en un vagón estacionado en
vía muerta.
A la mañana siguiente,
con la ayuda de Navarro Tomás y Corpus Barga, se trasladaron en tren hasta
Colliure (Francia), donde el grupo encontró albergue en la tarde del día 28 de
enero, en el Hotel Bougnol-Quintana. Allí quedaron a la espera de una ayuda que
no llegaría a tiempo.
Antonio Machado murió a
las tres y media de la tarde del 22 de febrero de 1939, Miércoles de Ceniza.
José Machado relataría
luego que su madre, saliendo por unos instantes del estado de semiinconsciencia
en el que la habían sumido las penalidades del viaje, y al ver vacía la cama de
su hijo junto a la suya, preguntó por él con ansiedad. No creyó las piadosas
mentiras que le dijeron y comenzó a llorar. Murió el 25 de febrero, justo el
día en que cumplía ochenta y cinco años de edad,
haciendo efectiva la promesa que formuló en voz alta en Rocafort: «Estoy
dispuesta a vivir tanto como mi hijo Antonio».
Ana Ruiz fue enterrada junto a su hijo en el nicho cedido por una vecina de
Colliure, en el pequeño
cementerio de la localidad francesa donde reposan sus restos desde entonces.
Late, corazón... No todo
se lo ha tragado la tierra.
Antonio
Machado en Gibson (2006).
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Antonio_Machado
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