Juan Bosco
Contexto
histórico
El lapso de vida de Don
Bosco (1815-1888) coincide con lo que en la Historia de Italia es conocido como
el periodo de unificación italiana o el resurgimiento italiano (1815-1914). Don
Bosco solo fue ciudadano italiano desde que se declaró definitivamente el Reino
de Italia en 1870; anteriormente a esto, Don Bosco era un súbdito del Reino de
Piamonte-Cerdeña.
El Reino
Piamonte-Cerdeña estaba regido por la Casa de los Saboya, los únicos que fueron
considerados auténticamente «italianos», razón por la cual llegaron a ostentar el
título de «Rey de Italia». Por otra parte, la Iglesia católica ejercía
soberanía sobre varios estados del centro de la Península conocidos como
Estados Pontificios, los cuales serían integrados al Reino de Italia en 1870,
lo que incluyó a Roma, solicitada por los nacionalistas como la capital de la
nueva unidad política. Don Bosco nació en uno de los estados claves dentro del
proceso de unificación italiana, bajo el reinado directo de los Saboya.
Turín
Como capital del Reino
Piamonte-Cerdeña, Turín era una ciudad de enorme importancia y actividad
política y económica durante el siglo XIX. Fue la capital del Reino de Italia
bajo Víctor Manuel II y vivió una rápida época de transformaciones
y renovación
bajo Cavour a partir de 1850. Esta enorme importancia desde la ciudad
piamontesa atraería
a lo largo del siglo la emigración campesina y en especial de niños y
jóvenes empobrecidos que terminaban contratados de manera irregular en
fábricas, el campo estaba empobrecido a causa de las guerras napoleónicas que
agobiaron el Piamonte hasta principios del siglo. Don Bosco llegaría a Turín en
1841, año de su ordenación y justo en el momento en que la ciudad comenzaba su
desarrollo industrial, como en muchos centros europeos y norteamericanos. Su
figura llegaría a ser con el tiempo emblemática en la ciudad piamontesa, sobre
todo con el desarrollo de su obra en Valdocco.
Pontificado
Entre los papas del
siglo XIX, el beato Pío IX (1792-1878) tendría una especial importancia en la
historia de la unificación italiana y en la vida y obra de Don Bosco. Pío IX,
el último «papa-rey» de los Estados Pontificios y el papa de pontificado más
largo de la historia luego del que se adjudica tradicionalmente a san Pedro (31
años, entre 1846 y 1878), fue conocido también como «el papa de Don Bosco»,
ya que dio un apoyo incondicional a su apostolado y mantuvo un gran aprecio por
el carismático sacerdote turinés.
El
siglo XIX
El siglo XIX fue un
siglo de profundas transformaciones mundiales y revoluciones en todos los
sentidos. Durante este tiempo las consecuencias más importantes de la
Revolución francesa tomarían lugar especialmente con el avance de los
nacionalismos en Europa y el nacimiento de las repúblicas americanas. Sería el
siglo de las revoluciones industriales, el desarrollo del concepto moderno de
democracia, el siglo de grandes inventos, del materialismo dialéctico y del
impresionismo artístico. Cuando Don Bosco nació en 1815, el Imperio español,
primero sometido a las ambiciones napoleónicas y después debilitado, se enfrentaba
al avance del nacionalismo criollo en Hispanoamérica que llevaría al nacimiento
de nuevas repúblicas declaradas varias décadas antes de la misma italiana y que
jugarían un papel primordial en el desarrollo del carisma salesiano. Pero
mientras América se liberaba del colonialismo europeo, África y Asia eran
repartidas por el colonialismo europeo.
Infancia
Los Bosco de I Becchi
eran en realidad una familia del campo que sobrevivían como peones de la
familia Biglione. El 11 de mayo de 1817, cuando Juan tenía 21 meses de edad,
Francisco falleció a causa de una pulmonía. La responsabilidad de la familia
quedó en manos de su madre, Margarita Occhiena.
Una mujer de un férreo
carácter, una sólida devoción y una intensa fidelidad a su familia. No buscó un
segundo matrimonio, sino que sola se dedicó a formar a sus tres hijos varones.
La manera en que Margarita defendió a sus hijos en medio de la pobreza y el
espíritu de disciplina y devoción que les impartió, tendrían mucho que ver en
el futuro apostolado de Don Bosco.
Otra situación que la
madre de Don Bosco tuvo que afrontar fue la educación de Antonio, hijo de
Francisco y de su primera esposa. Con la muerte de Francisco el niño había
quedado huérfano de padre y madre y a la caridad de su madrastra que, por
fortuna, lo acogió como a un hijo y le dio la prioridad de hijo primogénito.
Sin embargo, Antonio Bosco no superaría completamente su orfandad y se
mostraría huraño dentro del contexto de la familia para oponerse con frecuencia
a los sueños de Juan, su hermano menor.
El
sueño de los nueve años
En 1825 Juan tendría una
experiencia que marcaría su vida y que ha sido registrada como «el sueño de los
nueve años». Él mismo abriría la vida de Juan a un aspecto que ha sido objeto
de estudio en la vida de Don Bosco: sus sueños premonitorios. En particular
este primer sueño ha sido señalado como la descripción de lo que sería su
misión entre los jóvenes más necesitados. Don Bosco mismo describió dicho sueño:
(...) Cuando tenía nueve años, tuve un sueño... ¡Este sueño me
acompañó a lo largo de toda mi vida! Me pareció estar en un lugar cerca de mi
casa, era como un gran patio de juego de la escuela. Había muchos muchachos,
algunos de ellos decían malas palabras, Yo me lancé hacia ellos golpeándoles
con mis puños. Fue entonces cuando apareció un Personaje que me dijo: «No con
puños, sino con amabilidad vencerás a estos muchachos» Yo tenía solo nueve
años. ¿Quién me estaba pidiendo a hacer algo imposible? Él me respondió: «Yo
soy el Hijo de Aquella a quien tu madre te enseñó a saludar tres veces al día.
Mi Nombre pregúntaselo a mi Madre». De repente apareció una Mujer de majestuosa
presencia. Yo estaba confundido. El me llevó hacia ella y me tomó de la mano.
Me di cuenta que todos los niños habían desaparecido y en su lugar vi todo tipo
de animales: perros, gatos, osos, lobos... Ella me dijo: «Hazte humilde, fuerte
y robusto… y lo que tú ves que sucede a estos animales, tú lo tendrás que hacer
con mis hijos». Miré alrededor y vi que los animales salvajes se habían
convertido en mansos corderos... Yo no entendí nada… y pregunté a la Señora que
me lo explicara... Ella me dijo: «A su tiempo lo comprenderás todo».
Los sueños marcarían la
vida de Don Bosco y los mismos han sido motivo de estudios ya desde su tiempo.
Pero en especial este sueño ha sido el derrotero de su apostolado, pese a que
Juan no lo entendió muy bien y tuvo diferentes interpretaciones en el seno de
su familia. Sería solo hasta 1846 cuando el padre Cafasso le aconsejaría darle
crédito a sus sueños como parte de un plan divino en beneficio de las almas.
Especialmente la frase
«no con puños, sino con amabilidad vencerás a estos muchachos» será la base del
futuro sistema preventivo de Don Bosco y su inspiración en la espiritualidad
salesiana.
Primeros
estudios
El deseo de estudiar y
salir adelante son características en la vida de Juan durante este período.
Para luchar por la realización de sus sueños, tendría que enfrentarse a los
obstáculos que provenían de la situación de pobreza de su familia y de la
oposición de su hermano Antonio que lo prefería en las faenas del campo. Ni
Antonio ni José irían a la escuela. Juan en cambio sí lo hará gracias a la
tenacidad de su personalidad y a la ayuda de su madre.
En 1828 deja I Becchi y
va a trabajar como pastor a casa de la familia Moglia en Moncucco, distante
ocho kilómetros. Desde su niñez, Juan demuestra un espíritu de liderazgo y las
características del que sería su apostolado entre los jóvenes al reunir niños y
jóvenes en los ratos libres y entretenerlos con actos de malabarismo y
anécdotas con mensajes formativos. También comienza en ese tiempo a insistir en
la idea del sacerdocio, hecho este que demostraría con una gran devoción y
asistencia sacramental.
En noviembre de 1829
Juan se encontraría con un anciano sacerdote, Melchor Calosso, quien admiraría
en el joven su inteligencia y devoción y le prometería ver por sus estudios,
pero murió el 21 de noviembre de 1830. Con la perspectiva del matrimonio de su
hermano Antonio, Margarita divide la propiedad y deja la casa de I Becchi a su
hijastro mientras ella va a vivir con José a Sussambrino. Este acontecimiento
posibilita que Juan pueda asistir por fin a la escuela en Castelnuovo, lo que
hizo que el muchacho tuviera que caminar cinco kilómetros cuatro veces por día.
El 4 de noviembre de
1831 comienza sus estudios secundarios en Chieri, a 12 kilómetros de
Castelnuovo de Asti. Para pagar las 12 liras mensuales, Juan recorre las aldeas
pidiendo limosna, sin embargo, su memoria prodigiosa y su dedicación al
estudio, bien lo hacen centro de aprecio en la región. Al realizar diversos
trabajos para pagarse sus estudios, Juan aprende pastelería, sastrería,
ferretería, zapatería y muchos otros oficios que después le servirían para sus
muchachos. Se convierte además en maestro del teatro, música, prestidigitación
y funda un movimiento juvenil al que llama «La Sociedad de la Alegría». Es
promovido varias veces en el colegio y es sin duda el mejor estudiante.
Formación
sacerdotal
Preocupado por sus
escasos recursos económicos que le imposibilitaban seguir la formación
sacerdotal, Juan decide ingresar en los franciscanos el 18 de abril de 1834. Su
decisión cambió radicalmente debido a un sueño en donde veía frailes que lo
desaconsejaban. Con la orientación del padre José Cafasso y la ayuda del padre
Cinzano, Juan ingresó en el Seminario Diocesano de Chieri el 30 de octubre de
1835, tenía 20 años.
En el siglo XIX, la
Iglesia Católica europea estuvo fuertemente influenciada por un movimiento
espiritual y teológico conocido como el Jansenismo fundado en el siglo XVII por
el obispo Cornelio Jansen (1585 - 1638) y que creó un fuerte rigorismo moral
basado en una interpretación literal de los textos de Agustín de Hipona. La
ascética era la base de su espiritualidad que los alejaba de los sacramentos,
especialmente de la Eucaristía mientras promulgaban por un rigorismo moral
extremo. Cuando Juan ingresó al Seminario de Chieri, esta posición teológica
estaba en su apogeo en el Piamonte y al mismo tiempo era objeto de combate por
notables personajes como el padre Cafasso, quien fue confesor de Don Bosco y
por parte de los jesuitas, los que lograron que la Iglesia condenara dicha
tendencia teológica.
Si bien el joven Juan
Bosco sufrió el rigor del jansenismo en su formación sacerdotal en Chieri al
someterse él mismo a penitencias extremas, ascetismo, la abstención de
practicar deporte y la elección limitada de amigos, la búsqueda diaria de la
comunión desaconsejada por dicha corriente (sacrificaba el desayuno por ir a
comulgar a la Iglesia de San Felipe) es visto como una muestra de que el joven
seminarista tenía otra percepción de la Gracia en ámbito teológico católico.
Una prueba de ello, expuesta por sus biógrafos, es que al final de su formación
sacerdotal escoge entre sus propósitos a San Francisco de Sales como modelo de
amabilidad. El Santo Obispo de Annecy, con la teología espiritual salesiana,
fue una de las más destacadas respuestas al rigorismo jansenista en la época del
apogeo de dicha corriente y sería uno de los pilares fundamentales del
apostolado de Don Bosco, al punto de darle su nombre a la Congregación que
fundaría posteriormente en favor de los jóvenes.
Uno de los momentos más
destacados de la vida de Juan en el Seminario fue su amistad con Luis Comollo
quien murió prematuramente en 1839 y del cual Don Bosco escribiría un relato de
su corta vida.
De esta manera, el joven
seminarista Bosco de Asti fue ordenado sacerdote el 5 de junio de 1841 por
Monseñor Franzoni, arzobispo de Turín, en la capilla privada arzobispal.
Celebró su primera Eucaristía en la Iglesia de San Francisco de Asís en Turín,
ante el altar del Ángel de la Guardia.
Los
muchachos de Turín
El joven sacerdote, Don
Bosco, tenía 26 años cuando se ordenó. Se trasladó a Turín en donde acepta la
sugerencia de su confesor, el padre Cafasso, de adelantar tres años más de
estudios en el Instituto Pastoral fundado por él (Convitto Eclesiastico en italiano),
cerca de la Iglesia de San Francisco de Asís. El propósito de dichos estudios
era profundizar en la tarea sacerdotal, la teología moral y la predicación. Al
mismo tiempo prestaba servicios pastorales en diferentes centros de la ciudad,
lo que le permitiría conocer la realidad juvenil de la misma.
Según estadísticas de la
época, cuando el joven Don Bosco llegó a Turín en noviembre de 1841
había
7148 niños
menores de 10 años
empleados como constructores, sastres, carpinteros, pintores de brocha, limpiadores
de chimeneas y muchos otros oficios. Se trataba de la revolución industrial que
comenzaba a dar sus frutos en la capital saboyana y en donde los obreros tenían
que trabajar hasta 14 horas por pobres salarios de máximo 30 liras semestrales
de la época. Por su parte, las cárceles turinesas estaban atestadas de
muchachos tan jóvenes como 12 años en condiciones de hacinamiento. El joven
sacerdote de origen campesino se dejó pronto impresionar por esta realidad con
la que él mismo se identificaba y rechazó numerosas ofertas que le hubieran
podido garantizar una vida de bienestar y tranquilidad entre la burguesía de la
ciudad.
Bartolomé
Garelli
El 8 de diciembre de
1841 Don Bosco tuvo un encuentro que se haría significativo para su futura
obra. Se trata de un muchacho que solo aparece en su biografía esa vez, pero
que para Don Bosco, siempre sensible a los signos de su cotidianidad que veía
siempre desde una óptica de fe, le abrirían las puertas a la realización de la
misión descrita en el «sueño de los nueve años». Don Bosco, recién ingresado al
Instituto Pastoral del padre Cafasso, fue a celebrar ese día la Eucaristía en
la Iglesia de San Francisco de Asís y encontró al sacristán Comotti maltratando
a un muchacho de 16 años de nombre Bartolomé Garelli porque no sabía acolitar.
Defendido por Don Bosco el muchacho le confesó que «no había recibido la
Primera Comunión, que no conocía el catecismo y que era pobre y abandonado».
Después de la Misa, Don Bosco le dio las primeras lecciones de catecismo y al
siguiente domingo Garelli regresó con 20 muchachos que llegaron a ser 80 en
marzo del año siguiente. Fue el inicio del Oratorio de Don Bosco que, sin
embargo, no tuvo todo el respaldo de la ciudadanía ni de la Iglesia en sus
inicios. Para muchos, Don Bosco planeaba una revolución con esos muchachos
abandonados dispuestos a todo, para otros el joven sacerdote robaba la
feligresía de las diferentes parroquias de donde provenían los muchachos y por
último, para otros, Don Bosco había perdido la razón. El padre Borel le sugirió
que redujera el grupo a 20 muchachos, el Marqués de Cavour le advirtió que
estaba perdiendo el tiempo y los sacerdotes Vincenzo Ponzati y Luis Nasi
hicieron cuidadosos arreglos para ingresarlo en un hospital mental.
Don Bosco tiene entonces
que enfrentarse a la sospecha y la antipatía de muchos que no entendían cómo un
sacerdote iba por las calles con muchachos de tan baja clase social. Comienza
entonces la fase nómada del Oratorio a través de Turín: primero en algunos
espacios de la Iglesia de San Francisco de Asís y en los patios del Instituto
Pastoral de Cafasso, después organizaba sus actividades en las calles y en las
afueras de la ciudad. Pasó con sus muchachos a la Capilla de San Francisco de
Sales en el Hospital de Santa Filomena del Internado para niñas de la Marquesa
de Barolo en donde además predicaba y confesaba. En mayo de 1845, con 400
muchachos, se reúne en los predios del cementerio abandonado de la Iglesia de
San Pedro, cerca de la Capilla de San Martín. En ese lugar Don Bosco conocería
a otro muchacho de una gran importancia en la vida salesiana: Miguel Rúa, quien
llegaría a ser su mano derecha y su primer sucesor. Después arrendó algunas
habitaciones de la casa del padre Moretta y por último arrendó el campo de los
hermanos Filippi.
El 5 de abril de 1846,
un día antes de que se venciera el plazo para abandonar el Campo de los Filippi
con sus muchachos, Pancrazio Soave lo llevó a los predios de Francisco Pinardi
y Don Bosco le dio 350 francos por una franja de tierra: una nueva fase de su
sueño comenzaría para él y sus muchachos.
Valdocco
La Casa Pinardi estaba
ubicada en Valdocco y sería allí en donde Don Bosco centraría el desarrollo de
su apostolado. Valdocco se convertiría en un nombre de fama mundial y a él se
asociarían con el tiempo el nombre de grandes personalidades de la misión
salesiana. Las adaptaciones al edificio y al terreno para el Oratorio fueron
hechas por él mismo y sus muchachos. El 12 de abril de 1846 el arzobispo
bendijo la capilla y aumentó el número de muchachos, especialmente los
domingos. El conde de Cavour, temeroso de que fuera el principio de una
contrarrevolución religiosa liderada por Don Bosco, intentó prohibir el
Oratorio, pero en su auxilio llegó la orden favorable del rey Carlos Alberto.
La intensidad de su trabajo desinteresado en favor de sus muchachos, deterioró
bien pronto su salud y Don Bosco estuvo a las puertas de la muerte. En dicha
ocasión, las manifestaciones de afecto de los jóvenes se hicieron
significativamente evidentes especialmente en intensas oraciones, ayunos y
promesas hechas cerca de la habitación de convalecencia del joven sacerdote.
Don Bosco se recuperó de manera extraordinaria y de dicho evento Don Bosco
afirmaba que se trataba de un milagro obrado por sus muchachos. Después de
pasar un periodo de descanso en su casa, regresa a Turín el 3 de noviembre de
1846, pero esta vez no regresaba solo: con él venía su madre, Margarita
Occhiena, que con 58 años de edad venía a darle una mano al sueño de su hijo.
Los muchachos, muchos de ellos huérfanos, comenzarían a llamarla «Mamá
Margarita» y con ese nombre será recordada por la tradición salesiana.
Oratorio
de Don Bosco
El Oratorio de Don Bosco
se desarrolla entonces como un espacio en donde los muchachos podían aprender
un oficio útil, asistir a los sacramentos y tener un patio para jugar sanamente
con los amigos. Desde el principio Don Bosco puso en el centro de su obra la
figura de San Francisco de Sales como modelo de amabilidad, dulzura y
espiritualidad religiosa. Visitaba las fábricas en donde trabajaban sus
muchachos para garantizar de que no fueran víctimas de explotación, buscaba
trabajos dignos para muchos de ellos para lo cual hacía que los empleadores
firmaran con él tratados que garantizaran los derechos de los muchachos anticipándose
así a la legislación laboral internacional. Planeaba retiros espirituales para
muchachos obreros y en 1847 elaboró el primer reglamento del Oratorio.
En mayo de 1847 comienza
una nueva dimensión en el Oratorio. Hasta entonces los muchachos tenían que
buscarse por su propia cuenta el dormitorio, muchos de ellos lo hacían en la
calle. Bajo petición del joven Alejandro Percamona, un muchacho huérfano que le
pidió posada, Don Bosco y con la intervención de Mamá Margarita, inician el
proyecto del internado en Valdocco.
La primera experiencia
de extensión de su apostolado la vivió en la misma Turín, cuando ese mismo año
abre el Oratorio de San Luis en Porta Nova y el del Ángel Guardián en
Vanchiglia dos años después. En tanto comenzó las construcciones de una nueva
capilla para reemplazar la inicial. La idea de crear los talleres dentro del
Oratorio nace de la necesidad de sacar a los muchachos de los trabajos en las
fábricas. A partir de 1853 comienza la construcción de talleres de calzado,
sastrería, carpintería, imprenta y metalistería. Gracias a esto, 300 muchachos
dejaron de trabajar en las fábricas. Para 1869 había 375 internos y entre 1854
y ese año se contaban ya más de 800 muchachos que habían pasado por el
internado.
Con la ayuda de un seminarista,
Francesia, Don Bosco comienza también a dar clases dentro del Oratorio y para
1860 tiene completa la educación media para sus muchachos insistiendo en que
sus estudios fueran los mejores. De la calidad educativa de esta primera
escuela de Don Bosco se tiene el comentario de un profesor universitario de
Turín: «En el lugar de Don Bosco usted tiene que estudiar, realmente estudiar».
Por otra parte, la situación difícil que enfrentaba en
aquella época
el avance del nacionalismo italiano no pocas veces hostil a la Iglesia, causó
que los seminarios fueran cerrados, en no pocas ocasiones el Arzobispo de Turín
fue exiliado y las órdenes religiosas perseguidas. Por el contrario, el
Oratorio de Don Bosco ganó pronto un sólido prestigio entre las autoridades civiles
por el tipo de trabajo que tenía mucho que ver con la promoción social de
jóvenes marginales. Esta misma situación hizo que el Oratorio se convirtiera
además en un oasis para la Iglesia y por esta razón muchos seminaristas
diocesanos y religiosos fueran enviados a seguir sus estudios de formación
sacerdotal con Don Bosco. En 1861 se ordenaron 34 jóvenes sacerdotes formados
por Don Bosco para la Arquidiócesis de Turín y según estadísticas del tiempo.
Don Bosco dio a la Iglesia un número total de 2500 sacerdotes. Otra
fuente, en cambio, señala que fueron 6 mil en el lapso de 34 años.
Congregación
Salesiana
Si bien Don Bosco era un
sacerdote diocesano, comienza a desarrollar la idea de una comunidad religiosa
que pudiera continuar su misión. Pero semejante plan era contraproducente en
una época en la que se agudizaba la lucha entre el poder del Estado y de la
Iglesia.
En 1855 Urbano Rattazzi,
un gobernador declarado anticlerical, hizo aprobar una ley en la cual suprimía
35 órdenes religiosas, cerraba 334 casas religiosas, dispersaba a 5 456
sacerdotes y religiosos y los privaba de sus derechos civiles. Por otro lado,
el Estado exigía
el derecho de elegir al obispo. Lo más sorprendente es que fue el mismo
Rattazzi quien aconsejó a Don Bosco cómo fundar su Congregación de tal manera
que no se enfrentara con la legislación civil, otro elemento de la vida extraordinaria
de este sacerdote. Su consejo fue que formara una sociedad clerical, una
asociación de ciudadanos libres que en lo religioso dependiera de la Iglesia, y
en lo social fueran libres ciudadanos. Es por esta razón que la Congregación
Salesiana ideada por Don Bosco tiene elementos que no entran en conflicto con
la sociedad civil y que serían claves en la expansión del carisma en los cinco
continentes y a lo largo de las décadas siguientes. Es por ello que el nombre
oficial de los salesianos es Sociedad de San Francisco de Sales. Don Bosco
evitó por ejemplo llamar a los laicos consagrados como «fray» o «hermano» para
llamarlos simplemente «señor» y no les puso hábito distintivo, mientras en la
organización de la autoridad religiosa no llamó a los superiores como prior,
provincial o superior general, sino director, inspector y rector mayor y no
hablaba de «convento» y «provincia», sino de «casa» e «inspectoría», entre
muchas otras particularidades que son términos civiles más que religiosos.
Los primeros jóvenes,
miembros del Oratorio de Valdocco, fueron Miguel Rúa, Juan Cagliero, Francesia,
Angelo Savio, Rocchietti, Turchi y otros que aceptaron la propuesta de Don
Bosco. El 26 de enero de 1854 hicieron la promesa inicial en la fundación de
los que Don Bosco llamó sin dudas los salesianos en honor de san Francisco de
Sales. El 25 de marzo de 1855 el joven Miguel Rúa sería el primero en hacer sus
votos, seguido después por el resto. Para el 9 de diciembre de 1856 Don Bosco
se refería de manera abierta a su Congregación que recibió la aprobación de
S.S. Pío IX en 1858. Para el 14 de mayo de 1862 Don Bosco recibió los votos de
22 jóvenes entre los cuales dos lo hacían como coadjutores, la manera en la que
Don Bosco llamó a los laicos consagrados salesianos. A estos les diría que el
propósito de la Congregación Salesiana era la de buscar la santificación
personal y continuar el trabajo en favor de los muchachos, especialmente
aquellos más necesitados de instrucción y educación.
Los inicios de la Congregación Salesiana de Don Bosco no fueron fáciles y le
trajeron serios problemas, especialmente en lo concerniente a su aprobación
definitiva. Sin embargo, comenzó la fundación de varias casas salesianas
primero en Piamonte: Lanzo en 1864, Cherasco y Alassio en 1869, Valsalice en
1872 y Vallecrosia en 1875. El primer país extranjero en recibir a los
salesianos de Don Bosco fue Francia con casas en Niza en 1875, Marsella en 1878
y París en 1884. Para enero de 1863 había 39 salesianos, 80 en 1865, 320 en
1874 y 768 en 1888, año de la muerte de Don Bosco.
La otra obra perenne de
Don Bosco fue la fundación de las Hijas de María Auxiliadora. Hasta entonces
había centrado todas sus fuerzas apostólicas y recursos posibles a los
muchachos. Gracias a un sueño en el que la Virgen María le pide interesarse
también por las muchachas, Don Bosco ve la oportunidad de hacer ese sueño
realidad cuando conoce al padre Pestarino quien le habla de María Dominga
Mazzarello, una muchacha de su parroquia, Mornés, que demuestra una gran devoción
y carisma por las jóvenes más necesitadas. El 8 de octubre de 1864 Don Bosco se
encontraría con la joven Mazzarello de Mornés y de dicho encuentro vendría a la
luz la fundación del Instituto de hermanas que harían del carisma salesiano una
oportunidad también para las muchachas.
En diciembre de 1877
llega a Uruguay la primera expedición misionera de las Hijas de María
Auxiliadora en América. Se instalan en Villa Colón (Montevideo).
Asociación
de María Auxiliadora
Con el fin de promover
la veneración a la eucaristía y la devoción a María Auxiliadora, Don Bosco
solicitó la erección canónica de la Asociación de María Auxiliadora, la que
obtuvo por parte del arzobispo de Turín el 18 de abril de 1869. Pío IX la elevó
a la categoría de archicofradía mediante un breve apostólico del 5 de abril de
1870, con lo que le otorgó la facultad de agregar
las asociaciones del mismo nombre y reglamento en la arquidiócesis de Turín. En
1877, esa facultad se extendió a todas las diócesis de Piamonte.
Don
Bosco en el mundo
Muy pronto las obras de
Don Bosco serían conocidas en numerosos países. La situación de inestabilidad
política en el Piamonte ocasionó que numerosas familias de esa región emigraran
a Latinoamérica. De la misma manera, el aprecio y prestigio de Don Bosco le
ganó la simpatía de notables personajes como el papa Pío IX que lo llamaba «el
tesoro de Italia», cardenales como Alimonda que se refería a Don Bosco como el
«divinizador del siglo», obispos, nobles e incluso los nacionalistas y
anticlericales como Ratazzi que dijo en 1867 «para mí Don Bosco es quizá el más
grande milagro de nuestro siglo»,
el papa León XIII dijo «Don Bosco es un santo» a los salesianos, mientras que
el Cardenal Bilio mencionó «Nadie es canonizado mientras vive, pero Don Bosco
ya fue hecho santo», todos ellos que contribuirían a hacer conocer el nombre y
la obra del sacerdote turinés.
Además de numerosos
viajes a través de Italia, los otros dos países que vieron el rostro del santo
educador fueron Francia y España. El diario Le Monde (de París) escribió sobre
él:
La gente corre detrás de él, deseosos de verlo, de tocar su
ropa, porque sienten que un aura especial de santidad emana de él.
El 11 de noviembre de
1875 Don Bosco envió la primera expedición allende los mares al Nuevo Mundo. Se
trataba de Argentina y pensaba en la Patagonia a donde envió a Juan Cagliero
como encargado de la expedición y quien llegaría a ser el primer obispo
salesiano.
Muerte
El 31 de enero de 1888 a
las 04:45, murió el llamado apóstol de los jóvenes.
Tenía
72 años,
5 meses y 14 días
de edad. Su cuerpo permaneció en la Basílica de María Auxiliadora y después fue sepultado el 6 de
febrero en la casa salesiana de Valsalice, pero sus restos serían posteriormente
trasladados a la Basílica en donde permanecen en la actualidad.
Beatificación
y canonización
En 1890 se abrió el
proceso de beatificación y canonización de Don Bosco. El 2 de junio de 1929 (39
años después), Don Bosco fue proclamado beato y el 1 de abril de 1934 (44 años
después) fue canonizado por el papa Pío XI. Su estatua fue puesta en un nicho
reservado a los santos fundadores de órdenes religiosas en la Basílica de San
Pedro, como había soñado mientras vivía, y está situada por encima de la de San
Pedro. A los lados, se encuentra acompañado por dos muchachos: Domingo Savio y
Ceferino Namuncurá.
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Bosco
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