Agustín de Iturbide
Nació el 27 de
septiembre de 1783 en Valladolid —ciudad que corresponde a la moderna Morelia—,
capital del estado de Michoacán, México. Sus padres fueron José Joaquín de
Iturbide y Arregui y María
Josefa de Arámburu
y Carrillo de Figueroa, originaria también de Valladolid, Michoacán. Ingresó en el
Seminario Tridentino para estudiar gramática latina, pero abandonó los estudios
cuando tenía quince años de edad, para trabajar en la administración de la
hacienda de su padre.
En 1800, se integró en
el servicio militar como alférez del regimiento provincial de Valladolid, el
cual estaba bajo el mando del conde de Rul. El 27 de febrero de 1805, contrajo
matrimonio con Ana María Josefa Huarte y Muñiz,
hija de Isidro Huarte, también español peninsular, intendente provincial
del distrito y a la vez nieta del marqués de Altamira. Josefa Huarte, con la
dote recibida de cien mil pesos, compró la hacienda de Apeo en Maravatío.
Independencia
Durante la crisis
política de 1808 en México, Iturbide simpatizó con el movimiento golpista
encabezado por Gabriel de Yermo. En 1809, con el grado de teniente, fue
partícipe en la represión de la Conjura de Valladolid, que encabezaron los
conspiradores José Mariano Michelena y José María García Obeso.
En octubre de 1810, durante la toma de Valladolid, se negó a colaborar en el
alzamiento independentista de Miguel Hidalgo y Costilla, quien le había ofrecido el rango de
teniente general. Ante el avance de los insurgentes, decidió huir a la Ciudad
de México. Tiempo después, participó en la batalla del Monte
de las Cruces, bajo las órdenes
de Torcuato Trujillo. Su actuación fue premiada por el virrey Francisco
Xavier Venegas, quien lo nombró capitán de la compañía de Huichapan del
batallón de Toluca. Su trayectoria
se distinguió
por sofocar varias insurrecciones de rebeldes que luchaban por la independencia
de México.
En 1811, fue destinado al sur del país, donde combatió contra las guerrillas
independentistas de Albino García Ramos, a quien capturó en 1812, y de Ramón López Rayón, a quien derrotó en el Puente de
Salvatierra en 1813. Ese año, recibió los despachos de
coronel, y continuó
combatiendo contra los independentistas como comandante general de la provincia
de Guanajuato.
En 1815, derrotó a José
María Morelos, pero fue vencido en Cóporo por Ignacio López Rayón. Sus logros
le valieron el ascenso a coronel.
El cura de Guanajuato, Antonio Labarrieta, acusó a Iturbide de haber destruido
y monopolizado el comercio de la localidad,
y de detener los convoyes y acaparar la venta de lana, azúcar, aceite y cigarros,
fingiendo expediciones del real servicio.
Las denuncias acumuladas en su contra, sumadas a nuevas protestas de los
comerciantes de Guanajuato, llevaron al virrey Félix María Calleja a destituirlo
en 1816, acusado de malversación de fondos y abuso de autoridad. Aunque fue
absuelto por mediación del auditor de guerra real, no regresó al mando de su
ejército, sino que se retiró a sus propiedades en Michoacán. Al año siguiente,
se estableció en la Ciudad de México, en donde estuvo inactivo.
Según Zárate, según lo
registrado en el libro Historia de México, del historiador Lucas Alamán, cuando
Iturbide fue vencido en Cóporo se lamentó con el capitán Vicente Filisola por
el derramamiento de sangre, y expresó que la independencia se podría lograr con
suma facilidad realizando un pacto entre los insurgentes y las tropas del rey,
pero consideraba que era necesario «"exterminar a los primeros", por
el gran desorden que los distinguía y después poner en planta un plan regular».
El 9 de noviembre de
1820, con motivo de la renuncia del comandante en funciones, Gabriel Armijo, el
virrey mandó
llamar a Iturbide para sustituirlo. El 13 de noviembre, le fue otorgado el
cargo. El día
15, un día
antes de salir hacia el sur, el nuevo comandante fue reiterado en el cargo,
además solicitó el grado de brigadier y la asignación del antiguo regimiento de
Celaya, lo cual le fue concedido.
Mientras tanto, los
liberales planeaban que el compadre de Iturbide, Juan Gómez Navarrete, recién
elegido diputado a las Cortes, promoviera un Plan de Independencia en Madrid,
que consistía en llamar a uno de los miembros de la familia real para gobernar
México. Al mismo tiempo que esto ocurriera, Iturbide debía marchar al sur con
sus tropas, supuestamente para combatir al general Vicente Guerrero, uno de los
pocos dirigentes independentistas que quedaban, pero también para convencerlo
de unirse a un nuevo plan que conciliaba tanto los intereses y posiciones de
los liberales como de los conservadores.
El 2 de enero de 1821,
el propio Guerrero con cuatrocientos hombres venció a una columna subalterna al
mando de Carlos Moya en la batalla de Zapotepec, cerca de Chilpancingo. Cuando
Iturbide se percató de que los insurgentes tenían la ventaja de conocer mejor
el terreno y que vencerlos podría llevarle largo tiempo, decidió adelantar el
plan que había dado a conocer a sus capitanes, y envió a Vicente Guerrero una
carta el 10 de enero, en la cual le proponía una alianza.
... Sin andar con préambulos, que no son el caso, hablaré con
franqueza que es inseparable de mi carácter ingenuo. Soy interesado como el que
más en el bien de esta Nueva España, país en que como Ud. sabe he nacido, y
debo procurar por todos medios su felicidad. Ud. está en el caso de contribuir
á ella de un modo muy particular, y es, cesando las hostilidades, y sujetándose
con las tropas de su cargo á las órdenes del gobierno, en el concepto de que yo
dejaré á Ud. el mando de su fuerza, y aun le proporcionaré algunos auxilios
para la subsistencia de ella...
Carta
de Agustín de Iturbide dirigida a Vicente Guerrero del 10 de enero de 1821.
En el documento informó
a Guerrero que los antiguos insurgentes José Sixto Verduzco, Nicolás Bravo e
Ignacio López Rayón habían sido liberados de su prisión; que diputados
novohispanos habían partido a España para manifestar en el Congreso de la
Península y ante Fernando VII el deseo de que alguno de los infantes —Carlos
María Isidro de Borbón o Francisco de Paula de Borbón— gobernasen la Nueva
España. Al mismo tiempo, le comentó que tenía fuerzas suficientes para vencerlo
y que podía contar con mayores recursos militares, los cuales le serían
enviados desde la capital.
Guerrero, que había
rechazado una oferta de indulto con anterioridad, tomó con cautela la propuesta
de Iturbide y le respondió, en una carta fechada el 20 de enero, que había
percibido ciertas ideas de liberalismo. Explicó bajo su punto de vista, cómo los
americanos se habían levantado en armas durante la cautividad de Fernando VII,
en contra de los peninsulares para no subyugarse al designio de las Juntas
españolas. Además, expresó la inconformidad que los insurgentes sintieron
cuando se enteraron del trato inequitativo que se había dado a los diputados
americanos en las Cortes de Cádiz y de la forma en que el virrey Francisco
Xavier Venegas había rechazado sus propuestas.
Usted y todo hombre sensato, lejos de irritarse con mi rústico
discurso, se gloriarán de mi resistencia; y sin faltar á la racionalidad,
justicia y sensibilidad no podrán redargüir á estas mis reflexiones, supuesto
que no tienen otros principios que la salvación de la patria, por la que Ud. se
manifiesta interesado. Si ésta inflama á Ud., ¿qué, pues, le retarda para
declararse por la más pura de todas las causas? Sepa Ud. distinguir, y no se
confunda; defienda Ud. sus verdaderos derechos, y esto le labrará la corona más
grande: entienda Ud. que yo no soy de aquellos que aspiran á dictar leyes, ni
pretendo erigirme en tirano de mis semejantes; decídase Ud. por los verdaderos
intereses de la nación, y entonces tendrá la satisfacción de verme militar á
sus órdenes, y conocerá un hombre desprendido de la ambición, y que sólo aspira
á sustraerse de la opresión, y no á elevarse sobre las ruinas de sus
compatriotas...
Carta
de Vicente Guerrero dirigida a Agustín de Iturbide, el 20 de enero de 1821.
Guerrero expresó el poco
optimismo al respecto de los diputados que habían viajado a la península, y
reiteró que la divisa de su causa era independencia y libertad. Puntualizó que
no se amedrentaba ante las fuerzas militares y que todo lo que no fuera
concerniente con la independencia, se disputaría en el campo de batalla.
Abrazo
de Acatempan
El 4 de febrero, desde
Tepecuacuilco, Iturbide escribió una segunda carta a Guerrero en la que le
propuso reunirse cerca de Chilpancingo para sellar un pacto de paz, enviando a
Antonio Mier y Villagómez como su emisario. El 10 de febrero, de acuerdo a
Lorenzo de Zavala, se efectuó una reunión en Acatempan en donde
Guerrero e Iturbide, respaldados por sus tropas, se reunieron, conversaron y se
abrazaron para sellar la paz. De acuerdo con Lucas Alamán, fue José Figueroa el
comisionado por los insurgentes para reunirse con el comandante realista. A
partir de entonces, las fuerzas militares de Guerrero se pusieron a las órdenes
de Iturbide. Este último informó a Apodaca la noticia el 18 de febrero, quien
la recibió con júbilo sin sospechar el desenlace.
Plan
de Iguala
El 24 de febrero de 1821
se proclamó el Plan de Iguala, un programa político de veinticuatro
puntos, cercano tanto a los tradicionalistas católicos como a los
liberales. Entre los puntos más importantes se declaraba la
independencia de Nueva España, se proponía un régimen monárquico
moderado constitucional adecuado a la entidad cuyo trono era ofrecido a
Fernando VII de España o a alguno de sus hermanos, así como la exclusividad de
la religión católica «sin tolerancia de otra alguna». Iturbide envió el documento al virrey
Apodaca, al arzobispo Pedro de Fonte, al canónigo Matías Monteagudo, a los
oidores Isidro Yánez y José María Fagoaga, al síndico Juan Francisco Azcárate y
Lezama, así como a otros personajes importantes de la capital. Propuso además
formar la Junta Gubernativa tal y como lo señalaba el punto cinco del
documento. En una carta particular dirigida a Apodaca, Iturbide le pidió
presidir la Junta Gubernativa, le expuso que no creía que Fernando VII hubiese
jurado voluntariamente la Constitución de Cádiz y que, si el monarca o su
familia accedían a gobernar Nueva España, se podría redactar una constitución
moderada, la cual permitiría el fuero del clero y reintegraría las
preeminencias de las que habían sido despojados los miembros de la Iglesia.
Para sostener el plan,
se conformó el llamado Ejército Trigarante (religión, independencia y unión)
que reunía a las tropas de Iturbide y de los insurgentes, y al que se irían
uniendo poco a poco la mayoría de las demás guarniciones realistas del país. El
2 de marzo, Iturbide se reunió con sus oficiales en Celaya, se celebró una misa
y se juró obediencia a la religión, a la independencia y a Fernando VII.
En la capital, el 3 de marzo, el virrey Apodaca publicó una proclama para exhortar
a los habitantes para no leer los planes seductores emanados del jefe rebelde,
los cuales eran contrarios a la Constitución que se había jurado ocho meses
antes. El mismo día, también el Ayuntamiento de México publicó una proclama
dirigida a los habitantes para resistir los ataques e intrigas del servil
despotismo, exhortándolos en nombre de la religión a permanecer fieles al rey,
a la Constitución y a las autoridades legítimas. Los absolutistas que habían
participado en la Conspiración de la Profesa, vieron con recelo que el Plan de
Iguala desvanecía sus ilusiones y trastornaba sus planes; irritados, se unieron
al gobierno en la tarea de reprimir a Iturbide.
El 14 de marzo, el
virrey declaró que Iturbide estaba fuera de la protección de la ley, ofreció un
indulto general a quienes hubiesen jurado el Plan de Iguala, siempre y cuando
reiterasen su juramento de fidelidad a la Constitución y al rey. En Ciudad de México se formó el Ejército del Sur con una
tropa de cinco mil hombres inicialmente bajo el mando del mariscal de campo
Pascual de Liñán y del brigadier Javier de Gabriel. El coronel José Gabriel de
Armijo fue nombrado nuevamente Comandante General del Sur. A la milicia se
unieron el batallón de Castilla del coronel Francisco Hevia, el batallón del
Infante Carlos, parte de la caballería del regimiento del Príncipe y el coronel
Juan Ráfols que se encontraba en Tejupilco.
El 16 de marzo, Iturbide
envió dos cartas: la primera iba dirigida a Fernando VII notificándole los
acontecimientos recientes e invitándolo a Nueva España para asumir el trono; la
segunda se dirigía a las Cortes españolas. En la misiva hacía patente su desdén
por Hidalgo, los insurgentes y los acontecimientos bélicos que se habían
desarrollado, pero advertía estar al frente de un ejército organizado, el cual
defendería la independencia de la colonia y conminaba a los diputados a permitir
la separación pacífica de América para evitar un nuevo derramamiento de sangre.
Durante los primeros
días las condiciones para Iturbide no fueron del todo favorables. El teniente
coronel realista Francisco Rionda retomó la plaza de Acapulco. El teniente
coronel Vicente Marmolejo, que se encontraba bajo sus órdenes, defeccionó en Cuernavaca
al igual que los tenientes coroneles Tomás Cajigal en Taxco y Martín Almela en
Temalaca, y el general Pascual Liñán en San Antonio. El primer avance lo
realizó el coronel Márquez Donayo hacia Cuernavaca y Temixco, obligando al
propio Iturbide a replegarse a Teloloapan. En contraste, el teniente Celso de
Iruela —que había militado en el regimiento de Celaya— se proclamó a favor del
Plan de Iguala en Perote, obligando al comandante Agustín de la Viña a
parapetarse en la Fortaleza de San Carlos. Muy pronto el teniente coronel José
Joaquín de Herrera se incorporó con ochocientos hombres a los trigarantes para
dirigirse a Tepeyehualco y San Juan de los Llanos. El 23 de marzo, el cura José
Rincón marchó desde Jalapa para tomar la plaza de Orizaba. En el lugar se
hallaba Antonio López de Santa Anna, quien pudo repeler el ataque del día 25,
pero el día 29 Herrera llegó a la plaza. Santa Anna no tuvo más alternativa que
adhirirse al Plan de Iguala. En Izúcar, el antiguo insurgente Nicolás Bravo
había rechazado una primera invitación para unirse al movimiento, pues
desconfiaba de Iturbide. No obstante, fue visitado por el comisionado Mier y
Villagómez, quien lo convenció. Bravo reunió una fuerza de quinientos hombres y
se dirigió a Chilpancingo y Tixtla.
En la zona de El Bajío,
los coroneles Anastasio Bustamante y Luis Cortázar secundaron el Plan de
Iguala. Juntos avanzaron a Salvatierra, Celaya y Guanajuato. En este lugar,
Bustamante ordenó descender los cráneos de Hidalgo, Allende, Aldama y Jiménez
que se exhibían dentro de jaulas en las esquinas de la Alhóndiga de Granaditas
de manera siniestra desde 1811. Al unirse la compañía de ligeros de Querétaro y
los dragones de Sierra Gorda, el contingente avanzó hacia Salamanca, Irapuato,
Silao, León y San Miguel el Grande logrando reunir a 6000 efectivos. El 29 de
marzo, Apodaca pidió inútilmente a la tropa desertar a la bandera alzada por
Iturbide. El sargento mayor Juan
Domínguez,
acantonado en Apatzingán,
y el teniente coronel Miguel Barragánen en Ario, se unieron a los planes independentistas
y avanzaron hacia Pátzcuaro. Los capitanes Vicente Filisola y Juan José
Codallos se pronunciaron a favor de Iturbide en la villa de Tuzantla. Iturbide
se dirigió a El Bajío, no sin antes ordenar a Echávarri y Guerrero defender la
zona sur en las cercanías de Mezcala para posteriormente recuperar el puerto de
Acapulco. Ramón López Rayón se unió a Iturbide en
Cutzamala, quien le dio órdenes
para dirigirse al cerro de Cóporo en Zitácuaro. En Acámbaro, el primer jefe
Iturbide se reunió
con Bustamante y Cortázar.
El mariscal de campo
realista Pascual de Liñán se mantuvo a la expectativa en la hacienda de San
Antonio durante el mes de marzo. A principios de abril, los comandantes
realistas Márquez Donayo y Gabriel de Armijo realizaron un avance hacia
Zacualpan con la finalidad de confrontar a Pedro Ascencio.
Las fuerzas realistas fueron vencidas en la sierra de Sultepec el 9 y 10 de
abril. Un segundo intento desde Ixtlahuaca, comandado por Francisco Salazar a
la cabeza de trescientos realistas, fue nuevamente repelido. El 14 de abril en
Lerma, el capitán Ignacio Inclán se pronunció a favor de la independencia y
atacó la retaguardia de los realistas, pero fue derrotado. José Joaquín de
Herrera se dirigió a Puebla en donde se enfrentó a los realistas del general
Ciriaco del Llano que eran dirigidos por el teniente coronel Zarzosa. Como
resultado, varios integrantes de la tropa realista defeccionaron y se unieron a
Herrera. Zarzosa tuvo que replegarse a la ciudad de Puebla con un puñado de
hombres. Herrera avanzó a Chalchicomula y Tepeaca. El coronel realista Hevia
inició la persecución de Nicolás Bravo quien se había dirigido a Huejotzingo.
Desde esa plaza los independentistas fingieron tomar posición para realizar un
ataque sobre Puebla. El engaño resultó un éxito, pues Hevia se vio forzado a
regresar a Izúcar. De esta manera, Bravo avanzó a Tlaxcala y Huamantla. El 20
de abril, el insurgente Guadalupe Victoria, quien había permanecido refugiado
en la «Cueva
de la Tía
Chana»,
se reunió
con Santa Anna emitiendo un manifiesto, y sus antiguos compañeros lo secundaron.
Hevia envió a 1400
hombres dirigidos por Ciriaco del Llano para combatir a las fuerzas de José
Joaquín de Herrera en Tepeaca. Nicolás Bravo partió en su ayuda, llegando a la
zona el 21 de abril. Después de tres días de sitio, con bajas por ambas partes,
los trigarantes dejaron la plaza.
El 25 de abril, Antonio López de Santa Anna se dirigió a Alvarado en donde
venció
a los realistas al mando del capitán Juan Bautista Topete, a quien Santa
Anna permitió
retirarse a Veracruz. Las fuerzas de Herrera se trasladaron a Córdoba y fueron
perseguidas por Hevia, quien sitió la plaza el 15 de mayo. El asalto fue
dirigido por el propio comandante Hevia, quien cayó muerto en la acción. El
teniente coronel Blas del Castillo y Luna continuó el ataque, pero fue
rechazado por los oficiales Francisco de la Llave y José Velázquez. Las
acciones militares de los realistas prosiguieron hasta el día 18 sin lograr el
éxito. El día 19 Santa Anna llegó en ayuda de los independentistas para romper
el sitio con una fuerza de 300 hombres de infantería y 250 hombres de
caballería. Los hombres de Blas del
Castillo resistieron el embate. El día 20 los realistas pidieron una tregua
pero reiniciaron el ataque por la noche. El tiroteo cesó en la madrugada del día 21. Los asaltantes
abandonaron sus posiciones y fueron perseguidos por la caballería hasta
Orizaba.
El 1 de mayo, el primer
jefe del Ejército Trigarante se encontraba en León y decidió ponerse en marcha
hacia la capital de Nueva Galicia para entrevistarse con el mariscal realista
José de la Cruz. Iturbide, acompañado de Bustamante, se
reunió
con José
de la Cruz y Pedro Celestino Negrete el 6 de mayo en Yurécuaro. Pidió a De la Cruz que
intentara convencer al virrey la aceptación del Plan de Iguala, ofreciendo por su
parte el cese inmediato de hostilidades. De la Cruz aceptó enviar la oferta al
virrey, regresó a Guadalajara y comisionó al teniente coronel Yandiola para
viajar a Ciudad de México con las proposiciones de Iturbide. El virrey rechazó
con furia la propuesta. Mientras tanto, el jefe máximo del Ejército Trigarante
se dirigió a la plaza de Valladolid, la cual estaba resguardada por el coronel
Quintanar, quien contaba con 1600 hombres y 45 piezas de artillería. El 12 de
mayo la caballería del Trigarante avanzó a Huaniqueo mientras que la infantería
se estableció en Chucándiro junto al Lago de Cuitzeo. Los días 13 y 14, Iturbide
envió
cartas a Quintanar y al Ayuntamiento en las que pedía la adhesión al Plan de Iguala. La
primera reacción
de los realistas fue negativa. Sin embargo, al igual que en otras ocasiones,
parte de la tropa desertó. Juan José Andrade, con una gran parte del regimiento
de dragones de Nueva Galicia, se sumó a las fuerzas sitiadoras. El día 18 la
ciudad fue rodeada por los trigarantes. Ante este panorama, Quintanar optó por
capitular. La ciudad fue tomada sin dispararse un solo tiro.
En Ixmiquilpan, el
doctor José Antonio Magos proclamó el Plan de Iguala y un grupo numeroso de
habitantes armados lo secundó. Sin embargo, el 23 de mayo el coronel realista
José María Novoa atacó este nuevo levantamiento. Los realistas provocaron 60
bajas a los independentistas y dispersaron al grupo. En el sur, el coronel
trigarante Juan Álvarez había mantenido sitiado Acapulco.
El comandante realista Márquez
Donayo se había dirigido al puerto, pero recibió órdenes directas del virrey
para reunirse con Cristóbal Húber en Tixtla, quien se encontraba combatiendo a
las fuerzas de Pedro Ascencio. El 3 de junio, en las proximidades de Tetecala,
las fuerzas realistas obtuvieron la victoria. Ascencio murió en combate, su
cabeza fue degollada y posteriormente enviada a Cuernavaca para ser expuesta a
la población como un trofeo.
En la Ciudad de México,
la noticia fue recibida con alegría, pero durante los primeros días de junio,
más de doscientos hombres de las guardias de San Lázaro, Candelaria y Belén
desertaron y se marcharon para unirse a los trigarantes. En respuesta, el virrey
declaró el alistamiento forzoso de todos los varones que tuviesen entre 16 y 50
años de edad. El 13 de junio en
Guadalajara, la división
de Pedro Celestino Negrete se proclamó a favor de la independencia al igual que
el coronel José
Antonio Andrade. José
de la Cruz tuvo que huir de la capital en dirección de Zacatecas para
unirse a las tropas realistas de Hermenegildo Revueltas, mientras que el día 14
en la capital de Nueva Galicia, la diputación provincial, el cabildo
eclesiástico y el tribunal del Consulado juraron el Plan de Iguala. El
arzobispo celebró una misa y se cantó el Te Deum.
Por su parte, José de la
Cruz se dirigió a Durango. En Saín Alto el batallón mixto de Zacatecas, al
mando de José María Borrego, defeccionó y regresó a su plaza en donde se
proclamó el Plan de Iguala. El resto de las tropas de De la Cruz llegaron a
Durango el 4 de julio, en donde fueron bien recibidas por el obispo Juan
Francisco Castañiza, quien era contrario al plan de Iturbide. Por otra parte,
el 6 de julio, Negrete entró en la ciudad de Aguascalientes en donde la
independencia fue aclamada. En San Juan del Río, la guarnición realista,
compuesta por 1100 efectivos, comenzó a desertar de forma masiva. De esta
forma, el coronel Novoa, al mando de la plaza con solo 400 hombres fieles al
virrey, decidió capitular el 7 de junio. Iturbide se dirigió a la plaza con una
escolta de treinta hombres dirigida por Mariano Paredes. Fueron atacados sin
éxito en la barranca de Arroyo-Hondo por una tropa de 400 realistas comandada
por el teniente coronel Froilán Bocinos, quienes sufrieron más de cuarenta
bajas. Esta defensa militar estuvo primordialmente a cargo del capitán Mariano
Paredes, por lo que Iturbide le otorgó un escudo con el lema de treinta contra
cuatrocientos.
Guadalupe Victoria se
entrevistó con Iturbide en San Juan del Río. De acuerdo a Lucas Alamán, el
antiguo insurgente propuso al jefe máximo adoptar un gobierno republicano sin
llamar a Fernando VII o cualquier otro Borbón. A cambio, recomendó llamar a
algún antiguo insurgente que fuese soltero y que no hubiese sido indultado, el
cual se casaría con alguna india guatemalteca para formar con ambos países una
sola nación. Guadalupe Victoria era el único que reunía dichas características. De acuerdo a Vicente Rocafuerte, en la
entrevista el antiguo insurgente mostró algunos apuntes y pidió corregir el Plan de
Iguala para adaptar un sistema de monarquía moderada. Las dos versiones
coinciden en una negativa por parte de Iturbide, incluso, con una respuesta del
jefe máximo
basada en el refrán
«si con atolito va
sanando, atolito vámosle
dando».
La relación entre ambos personajes fue de apoyo para la independencia, pero con
mutuo recelo personal.
El jefe máximo del
Trigarante se dirigió a Cholula el día 28. Ciriaco del Llano concertó la
capitulación de Puebla a través de los coroneles Horbergoso y Samaniego. El 2
de agosto, Iturbide entró triunfalmente en Puebla, que era considerada la
segunda ciudad en importancia de Nueva España. Fue bien recibido por el obispo
Antonio Joaquín Pérez. Mier, Bravo y Herrera, que habían realizado la campaña
militar, se vieron opacados ante los gritos de la población que decían: «¡Viva
Agustín I!».
En Monterrey, el
brigadier realista Joaquín Arredondo concentró sus fuerzas militares, y desde
ahí ordenó traer el tesoro que se encontraba en Saltillo. Sin embargo, el
tesorero se negó a obedecer. Arredondo encargó al capitán Nicolás del Moral
para hacer cumplir la orden y arrestar al tesorero. En lugar de obedecer la
orden realista, el 1 de julio al llegar a Saltillo, Del Moral proclamó el Plan
de Iguala. El 3 de julio, Arredondo comprendió que la resistencia sería inútil,
entregó el mando a Gaspar López y se marchó a Tampico, en donde se embarcó
hacia La Habana.
En Oaxaca, el presbítero
y antiguo insurgente José María Sánchez tomó las armas y se dirigió a Tehuacán,
mientras que el teniente coronel Pedro Miguel Monzón ocupaba Teotitlán. El
antiguo capitán realista Antonio de León se unió al Plan de Iguala, entró en
Tezontlán para avanzar de inmediato a Huajuapan, desde ahí entabló comunicación
con el teniente coronel Antonio Aldao quien defendía la plaza de Yanhuitlán, al
no convencer a este último, el lugar fue sitiado durante ocho días.
El 30 de julio, los
trigarantes y el grupo de mixtecos entraron sin resistencia a la ciudad de
Oaxaca. Poco después, la independencia fue proclamada en Villa Alta por Nicolás
Fernández del Campo y en la Costa Chica por el teniente coronel Reguera.
Tratados
de Córdoba
Durante su estancia en
Puebla, Iturbide fue notificado del desembarco en San Juan de Ulúa de Juan de
O'Donojú. El recién nombrado capitán general y jefe político superior de Nueva
España, había salido de Cádiz el 30 de mayo en el navío Asia acompañado de un
convoy de tropas destinadas a Puerto Cabello, lugar en donde había hecho escala
previamente. O'Donojú había conspirado contra el
primer régimen
absolutista de Fernando VII. En 1821, fue jefe de armas en Sevilla y acaudilló el movimiento para la
restauración constitucional. Una vez restablecida la Constitución fue nombrado
jefe político de Sevilla, poco después fue recomendado por los diputados
novohispanos —especialmente por Miguel Ramos Arizpe— para sustituir a Juan Ruiz
de Apodaca.
El 3 de agosto, O'Donojú
pasó a la ciudad de Veracruz, en donde tomó posesión de su cargo y se le
rindieron los honores por parte del general García Dávila. En su discurso dejó
muy en claro ser un liberal de claras y rectas intenciones para el país.
De inmediato se le confirmó que a excepción de la Ciudad de México, Veracruz, Durango,
Chihuahua, Acapulco y la fortaleza de San Carlos de Perote, el resto de la
Nueva España se encontraba libre del dominio español. Ese mismo día, dirigió
una proclama a los habitantes en la que reiteraba la rectitud de sus
intenciones, increpaba la precipitación del movimiento que se había adelantado
a la resolución de las Cortes y pedía que se le aceptase a prueba su mando,
señalando estar dispuesto a renunciar si el pueblo elegía a otro jefe.
O´Donojú giró
instrucciones para detener las hostilidades por parte de los realistas. El día
5 de agosto, envió al teniente coronel Gual y al capitán Pedro Pablo Vélez con
dos cartas dirigidas a Iturbide, en las cuales confirmaba estar enterado de la
situación que imperaba en la provincia, manifestándole además el deseo de
reunirse para dialogar. El día 11, Iturbide envió la respuesta
afirmativa a O'Donojú. El lugar del encuentro sería Córdoba para lo cual
dispuso que una escolta acompañara al recién llegado. Por otra parte, se
dirigió a Texcoco, desde donde envió un comunicado a Novella así como las
proclamas publicadas por O'Donojú. Novella solicitó un armisticio y permiso de
enviar al coronel Castro, al teniente Castillo y Luna y al capitán Carballo para
encontrarse con O'Donojú. Iturbide negó el permiso y de inmediato se dirigió a
Córdoba, lugar al que llegó la noche del 23 de agosto.
El 24 de agosto de 1821
Iturbide se reunió con O'Donojú. Después de oír misa, se firmaron los Tratados
de Córdoba.
Santa Anna envió al
capitán Juan Nepomuceno Fernández, al frente de cuatrocientos hombres, hacia
Acayucan y Coatzacoalcos. El avance llegó hasta Villahermosa, Huimanguillo, San
Antonio y Cunduacán, lugares en donde se proclamó la independencia el 31 de agosto.
Durante la misma fecha, el antiguo realista Llorente hizo lo mismo en Túxpam.
El día 26 de agosto, el mariscal de campo y comandante general de las
Provincias Internas de Occidente, Alejo García Conde, había proclamado la
independencia en la ciudad de Chihuahua.
El 15 de septiembre, en
Ciudad de México, Novella hizo público el reconocimiento de O'Donojú, se nombró
al mariscal de campo Liñán encargado del mando militar y del mando político al
intendente Ramón Gutiérrez del Mazo. Se liberó de la cárcel a los simpatizantes
de la independencia, se restableció la libertad de prensa y se suprimió la
necesidad de pasaportes para entrar y salir de la ciudad. El día 16 de
septiembre en Tacubaya, O'Donojú anunció la terminación de la guerra. El mismo
día, Iturbide publicó una proclama dirigida a la guarnición de la capital,
exhortándola a reparar con servicios importantes los males que se hubiesen
causado e invitando a toda la población a reunirse bajo las banderas de la
libertad para que participasen de los beneficios de la victoria.
La península de Yucatán
era gobernada por Juan María Echeverri, Capitán General que dependía en lo
judicial del virreinato de la Nueva España y quien había permanecido a la
expectativa. El 15 de septiembre Echeverri, enterado de los movimientos
independentistas de Tabasco, convocó en Mérida a la diputación provincial y al
ayuntamiento. En consecuencia, se declaró de forma unánime la independencia de
la Capitanía General de Yucatán. El coronel Juan Rivas Vértiz y el abogado
Francisco Antonio Tarrazo fueron designados para presentarse ante Iturbide y
O'Donojú. Durante la primera quincena de septiembre, la provincia de Chiapas,
perteneciente a la Capitanía General de Guatemala, declaró su independencia. El
intendente Juan Nepomuceno Batres juró el Plan de Iguala. Los habitantes de
Chiapas manifestaron su interés por incorporarse al Imperio mexicano.
Asistieron a Tacubaya
para reunirse con O'Donojú e Iturbide el gobernador de la mitra de Michoacán
Manuel de la Bárcena, el oidor José Isidro Yáñez, el obispo de Puebla Antonio
Joaquín Pérez, miembros de la diputación provincial, del Ayuntamiento de
México, así como miembros de la aristocracia de Nueva España que habían sido
contrarios a la revolución iniciada por el Grito de Dolores. Iturbide escogió a
los treinta y ocho integrantes de la Junta Provisional Gubernativa, casi todos
notables por su posición social, por sus riquezas y títulos. Con la excepción
del coronel Anastasio Bustamante, que se había unido al Trigarante seis meses
antes, el resto habían sido fervientes sostenedores de la dominación española,
ninguno de los antiguos insurgentes fue llamado a participar en la Junta.
Vicente Guerrero, Nicolás
Bravo, Ignacio López
Rayón, Guadalupe Victoria, José Sixto Verduzco y Andrés Quintana Roo fueron
omitidos para participar. Los días 22 y 25 se septiembre los miembros
celebraron dos juntas preparatorias, mientras tanto, los cuerpos
expedicionarios abandonaron la ciudad. El día 23, José Joaquín de Herrera, al
mando de los granaderos imperiales, ocupó el fuerte del Bosque de Chapultepec.
El día 24, el coronel Vicente Filisola con una división de cuatro mil hombres
entró a la capital. El día 26, O'Donojú fue recibido con una ceremonia.
Mediante un comunicado, Iturbide anunció la entrada del Ejército Trigarante para el
día 27 y señaló que los valientes hijos
de la patria habían
peleado prácticamente
desnudos por hacerla independiente y feliz: «¿no empeñaréis vuestra generosidad
en vestir a los defensores de vuestras personas, de vuestros bienes y que os redimieron
de la esclavitud?». La ciudad
respondió
al llamado, enviando al cuartel general todo el vestuario que se hallaba en los
almacenes y se anunció
en el teatro que el producto de tres funciones sería destinado para el calzado
del ejército libertador.
El día 27 de septiembre
de 1821 —fecha del cumpleaños de Iturbide—, la división de Filisola salió desde
Chapultepec para reunirse con el grueso de las tropas en Tacuba. A las diez de
la mañana, el jefe máximo del Ejército Trigarante, montado en un caballo negro
y seguido del Estado Mayor, avanzó por el Paseo Nuevo hasta llegar a la avenida
de Corpus Christi, deteniéndose en la esquina del convento de San Francisco
bajo un soberbio arco triunfal. Fue recibido por el alcalde más antiguo, José
Ignacio Ormaechea, quien le entregó las llaves de la ciudad.
El paso del contingente fue vitoreado con gritos de «¡Viva Iturbide!, ¡Viva el
Ejército Trigarante!, ¡Viva el emperador Iturbide!».
Fueron 16 134 hombres los que entraron a la ciudad, 7416 infantes, 7955
dragones y 763 artilleros con 68 cañones de diferentes calibres. Entre los
oficiales se encontraban Domingo Estanislao Luaces, Pedro Celestino Negrete,
Epitacio Sánchez, José Morán, Vicente Guerrero, Nicolás Bravo, Anastasio
Bustamante, José Joaquín Parrés, José Antonio Echávarri, José Joaquín de Herrera,
Luis Quintanar, Miguel Barragán, Vicente Filisola, José Antonio Andrade, Felipe
de la Garza, Manuel de Iruela, Antonio López de Santa Anna, Gaspar López,
Mariano Laris y Juan José Zenón Fernández. La mayor parte del ejército estaba
formada por la tropa de exvirreinales que se habían adherido al Plan de Iguala.
Solo una mínima parte eran exinsurgentes del Sur.
Al terminar el desfile, O'Donojú, Iturbide y una numerosa comitiva se
dirigieron a la Catedral de México en donde se entonó el Te Deum. Después el caudillo emitió una
proclama a la población.
Mexicanos: Ya estáis en el caso de saludar a la patria
independiente como os anuncié en Iguala; ya recorrí el inmenso espació que hay
desde la esclavitud a la libertad, y toqué los diversos resortes para que todo
americano manifestase su opinión escondida Ya me veis en la capital del imperio más
opulento sin dejar atrás ni arroyos de sangre, ni campos talados, ni viudas
desconsoladas, ni desgraciados hijos que llenen de maldiciones al asesino de su
padre; por el contrario, recorridas quedan las principales provincias de este
reino, y todas uniformadas en la celebridad han dirigido al ejército trigarante
vivas expresivos y al cielo votos de gratitud Se instalará la Junta; se
reunirán las Cortes; se sancionará la ley que debe haceros venturosos, y yo os
exhortó a que olvidéis las palabras alarmantes y de exterminio, y sólo
pronunciéis unión y amistad íntima...
Agustín
de Iturbide, 27 de septiembre de 1821.
El día siguiente, a las
nueve de la mañana, la Junta Provisional Gubernativa, conformada por treinta y
ocho miembros nombrados previamente por el propio Iturbide, se reunió en el
salón de acuerdos del recién nombrado Palacio Imperial.
Después
de un discurso inaugural pronunciado por Iturbide, fue declarada formalmente instalada
la Junta Gubernativa, acto seguido, los integrantes se dirigieron a la Catedral
para jurar el Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba. Después del juramento, Agustín de Iturbide fue
elegido por unanimidad como presidente de la Junta. Tras la celebración de otra
misa, se citó una reunión para las nueve de la noche, en la cual se llevó a
cabo la firma del Acta de Independencia del Imperio Mexicano.
El 8 de octubre,
O'Donojú falleció víctima de pleuresía. El puesto vacante de la regencia fue
ocupado por el obispo de Puebla, quien dejó a su vez la presidencia de la
Junta, la cual ocupó el doctor José Miguel Guridi y Alcocer. Se nombraron
cuatro secretarios: José
Pérez Maldonado en
Hacienda, Antonio Medina Manzo en Guerra, José Domínguez —secretario de Iturbide— en Jusiticia y José Manuel de Herrera en
Relaciones Interiores y Exteriores.
Iturbide instituyó
las Capitanías
Generales de provincia. Nombró gobernadores a Anastasio Bustamante para
las Provincias Internas de Oriente y Occidente; a Pedro Celestino Negrete para
Nueva Galicia, Zacatecas, y San Luis Potosí; a Manuel de la Sotarriva para
México, Querétaro, Valladolid y Guanajuato; y a Vicente Guerrero para Tlapa,
Chilapa, Tixtla, Ajuchitlán, Ometepec, Tecpan, Jamiltepec y Teposcolula.
En noviembre de 1821,
algunos de los antiguos insurgentes, quienes tenían ideas de establecer un
gobierno republicano, celebraron una serie de reuniones en la casa de Miguel
Domínguez en Querétaro. Asimismo, escribieron a Guadalajara a Pedro Celestino Negrete
para invitarlo a participar, pero este consideró que se trataba de una
conspiración y dio aviso a Iturbide. Fueron arrestadas diecisiete personas,
entre ellos Guadalupe Victoria, Nicolás Bravo, Miguel Barragán, el licenciado
Juan Bautista Morales, el padre Carvajal y el padre Jiménez, entre otros. La
conspiración resultó ser tan solo reuniones en las que se charlaba sobre el
futuro del gobierno. Casi de inmediato, se otorgó la libertad a los
participantes, a excepción de Guadalupe Victoria, quien permaneció encarcelado,
pero poco después logró fugarse de su prisión.
Si bien la libertad de
prensa se había restituido, el 22 de octubre la Regencia había proclamado un
manifiesto pidiendo moderación a los escritores con la finalidad de evitar
discordias y desunión. El 11 de diciembre, el escritor Francisco Lagranda
publicó
el Consejo prudente sobre una de las tres garantías en el que exhortaba a los
españoles enajenar sus bienes y salir del país. El pánico cundió entre la clase
privilegiada, pero la Regencia actuó con rapidez, desmintió el impreso y apresó
al autor. Carlos María Bustamante
fundó el periódico republicano La Avispa de Chilpancingo en el cual rememoró a
José María Morelos y a los antiguos insurgentes, criticó los desaciertos de la
Junta, el proyecto de convocatoria de Iturbide y la política económica que se
había seguido. Carlos María Bustamante fue
encarcelado, la prisión
duró
solo algunas horas pues fue absuelto por el jurado. Sin embargo, varios
escritores se pronunciaron abiertamente en contra del Plan de Iguala, algunos
sugirieron optar por un gobierno republicano y otros alentaron a Iturbide a
ceñirse la corona imperial.
El 15 de septiembre de
1821 en la Provincia de Guatemala, Gabino Gaínza convocó una junta con las
autoridades del lugar, se decidió proclamar la independencia del Gobierno
Español, una vez que Ciudad Real, Comitán y Tuxtla habían "proclamado y
jurado dicha independencia".
La
proclamación
A principios de mayo de
1822, el distanciamiento entre Iturbide y el Congreso se había acrecentado.
Durante una sesión en el salón del Congreso se leyó una felicitación al
undécimo regimiento de caballería, el documento decía entre otras cosas que «la
América del Septentrión detestaba a los monarcas porque los conoce» y se añadía
«que debía adoptarse el sistema de las repúblicas que se habían adoptado en
Colombia, Chile y Buenos Aires». La lectura del documento fue interrumpida por
el diputado Alcocer, se creyó que el documento no era un incidente aislado y se
sospechó que el general Nicolás Bravo había participado en la redacción del
mismo. Con los ánimos exaltados se prosiguió la lectura, los republicanos
aplaudieron el documento.
La división
en el ejército
también se hizo notoria.
Un grupo de masones pertenecientes
al rito escocés llegó a México durante el viaje de O'Donojú, el cual contactó a
la logia existente en México. Entre sus adeptos se encontraban miembros del
ejército y del Congreso. Los masones conspiraban en contra de la posible
coronación de Iturbide. Durante una discusión acalorada en donde había más de
cien concurrentes, un coronel expresó que «si faltaban puñales para libertarse
del tirano —nombre que le daban a Iturbide— ofrecía su brazo vengador a la
patria». La noticia llegó hasta los oídos del generalísimo.
Ese día memorable, á las diez de la noche, el pueblo y la
guarnición de México me proclamaron emperador..[..]..Inmediatamente, y como si
todos los habitantes estuviesen animados de los mismos sentimientos, aquella
vasta capital se vio iluminada, los balcones se cubrieron de cortinas y se
ocuparon de los más respetables habitantes que oían repetir con gozo las
aclamaciones de la multitud que llenaba las calles..[..]..Ni un solo ciudadano
expresó la menor desaprobación, prueba evidente de la debilidad de mis enemigos
y de la unanimidad de la opinión pública en mi favor. Mi primer deseo fue el de
presentarme y declarar mi determinación de no ceder á los votos del pueblo. Si
me abstuve de hacer esto, fue únicamente porque me pareció prudente deferir á
los consejos de un amigo que estaba en aquellos momentos conmigo. Apenas tuvo tiempo
de decirme: "Se considerará vuestro no consentimiento como un insulto, y
el pueblo no conoce límites cuando está irritado. Debéis hacer este nuevo
sacrificio al bien público; la patria está en peligro; un rato más de
indecisión por vuestra parte bastaría para convertir en gritos de muerte estas
aclamaciones." Conocí que era necesario resignarse á ceder á las
circunstancias, y empleé toda esta noche en calmar el entusiasmo general y en
persuadir al pueblo y á las tropas que me permitiesen tiempo para decidirme, y
entretanto prestar obediencia al Congreso...
Manifiesto
al mundo de Agustín de Iturbide.
Agustín, por la Divina Providencia, y por nombramiento del
Congreso de representantes de la nación, emperador de México, juro por Dios y
por los santos evangelios, que defenderé y conservaré la religión católica,
apostólica y romana, sin permitir otra alguna en el imperio: que guardaré y
haré guardar la Constitución que formare dicho Congreso, y entre tanto la
española en la parte que está vigente, y asimismo las leyes, órdenes y decretos
que ha dado y en lo sucesivo diere el repetido Congreso, no mirando en cuanto
hiciere, sino al bien y provecho de la nación: que no enagenaré, cederé, ni
desmembraré parte alguna del imperio: que no exigiré jamás cantidad alguna de
frutos, dinero ni otra cosa, sino las que hubiere decretado el Congreso; que no
tomaré jamás á nadie sus propiedades, y que respetaré sobre todo la libertad
política de la nación y la personal de cada individuo...
Juramento
de Agustín I.
Quiero, mexicanos, que si no hago la felicidad del Septentrión,
si olvido algún día mis deberes, cese mi Imperio; observad mi conducta, seguros
de que, si no soy para ella digno de vosotros, hasta la existencia me será
odiosa. ¡Gran Dios! no suceda que yo olvide jamás; que el Príncipe es para el
Pueblo y no el Pueblo para el Príncipe.
Fragmento
del discurso de Agustín I
El 23 de mayo se inició
la discusión del funcionamiento del imperio y la previsión de la sucesión. Se
determinó que el hijo primogénito del emperador, al igual que los hermanos,
recibiría tratamiento de príncipe y alteza imperial, su padre Joaquín sería el
príncipe de la Unión y su hermana María Nicolasa la princesa de Iturbide.
También se crearía la moneda oficial del imperio y un Consejo provisional de
Estado. Durante el virreinato, la corte de
los virreyes estaba reducida a la mayor sencillez, no obstante se previno que
la Casa Imperial debería
contar con mayordomo mayor, caballerizo mayor, capitán de guardia, ayudantes
del emperador, limosnero mayor, capellanes de S.M., capellanes honorarios,
capellán mayor, teniente de capellanía mayor, capellán privado de la familia,
confesores, predicadores, predicadores honorarios, ayo de los príncipes,
maestro de ceremonias, sumiller de palacio, gentiles hombres de cámara con
ejercicio, mayordomos de semana, camarera mayor, dama primera y guardamayor,
damas, damas honorarias, camaristas, médico y cirujano de cámara de S.M.,
médico y cirujano de la familia imperial, maestro de los caballeros, pajes,
maestro de los príncipes, pedagogos, ujieres de palacio, ayudas de cámara,
peluqueros, guardarropas del emperador y la emperatriz, impresor de cámara e
introductor de embajadores.
Se crearon los estatutos
de la Orden de Guadalupe para que Iturbide pudiese entregar esta distinción,
además de grados y ascensos militares. Entre los nombramientos figuraron el
marqués de Aguayo como mayordomo mayor, el conde de Regla como caballerizo
mayor, el marqués de Salvatierra como capitán de la guardia, el conde de Rul y
los hijos del conde de Agreda como mayordomos de la semana, entre algunos
otros. Debido a los bajos recursos del erario, fue necesario pedir joyas
prestadas para las coronas del emperador y la emperatriz.
El 21 de julio de 1822,
fue el día de la coronación. Desde temprano sonaron las salvas de veinticuatro
cañones, se adornaron balcones y las fachadas de los edificios públicos fueron
engalanadas, así como atrios y portales de iglesias. En la catedral
metropolitana se colocaron dos tronos, el principal junto al presbítero y el
menor cerca del coro. Poco antes de las nueve de la mañana, los miembros del
Congreso y del Ayuntamiento ocuparon sus lugares destinados. Tropas de caballería e infantería hicieron
valla al futuro emperador y a su séquito. Tres obispos oficiaron la misa. El
presidente del Congreso, Rafael Mangino y Mendívil, fue el encargado de colocar
la corona a Agustín I, acto seguido el propio emperador ciñó la corona a la
emperatriz. Otras insignias les fueron impuestas a los recién coronados por los
generales y damas de honor, el obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas y Crespo
exclamó ¡Vivat Imperator in aeternum!, «¡vivan el emperador y la emperatriz!».
Terminada la ceremonia, el tañido de las campanas y el estrépito de los cañones
comunicaron al pueblo que la coronación se había consumado.
El imperio enfrentaba la
oposición republicana y la resistencia de la guarnición española de San Juan de
Ulúa. Iturbide, asistido por su Consejo de Estado, comenzó la abierta pugna
contra el Congreso: su primera propuesta fue disminuir el número de diputados,
para de esta manera deshacerse de alguna parte de sus enemigos e intentar así
nulificarlos.
Después de la coronación,
el comercio y la minería bajaron su actividad hasta que se estableció
nuevamente la confianza, aunque algunos españoles peninsulares acaudalados,
temiendo por su seguridad, prefirieron abandonar el imperio. Los partidarios
del Plan de Iguala, al sentirse defraudados, engrosaron las filas de la logia
masónica
escocesa, la cual hizo sentir su influencia en la política. El brigadier de
Nuevo Santander, Felipe de la Garza, al enterarse que los Tratados de Córdoba
se habían roto, propuso al Congreso adaptar un gobierno republicano, ofreciendo
una fuerza de caballería de 2000 efectivos. El ministro plenipotenciario de
Colombia, Miguel Santa María, animó a los diputados para
seguir la política republicana que había adaptado su propio país. Por medio de
agentes que tenía introducidos en las logias y en los círculos oposicionistas,
Iturbide se enteró de la situación. El emperador expidió sus pasaportes a Santa
María y el 26 de agosto ordenó el arresto de los diputados José Joaquín
Herrera, Lombardo, Teresa de Mier, Fagoaga, Echarte, Tarrazo, Obregón, Tagle,
Echenique, Anaya, Iturribarría, Zebadua, Zercero, Mayorga y otros más. Los
reclamos del Congreso fueron inmediatos, Iturbide justificó que, facultado por
la Constitución española, había procedido a la aprehensión de los involucrados
por causa de conspiración, pidió calma y solicitó esperar la resolución de los
tribunales.
Para solventar la falta
de recursos y salvaguardándose en la fe pública, Iturbide tomó fondos de una
conducta de plata de propiedad privada por un cantidad de 1 297 200 pesos, que
se encontraba depositada en Perote y Jalapa; esta acción provocó el descontento
de los comerciantes. Fue emitido papel moneda sin respaldo, y la Gaceta
Imperial de México publicó el 31 de diciembre de 1822 el permiso de impresión
hasta por un monto de 4 000 000 de pesos. Otra medida de Iturbide fue la
autorización expedida a Stephen Austin, el 3 de enero de 1823, para colonizar
Texas.
Desde que se unió al
Plan de Iguala, Antonio López de Santa Anna mantuvo una relación estrecha con
Iturbide, quien lo nombró gobernador militar de Veracruz. Entablaron
comunicación y amistad personal por medio de correspondencia durante más de un
año. En octubre de 1822, Santa Anna, sin flota y sin artillería pesada, pretendió
tomar el fuerte de San Juan de Ulúa. Debido a que el proyecto era de especial
interés, Iturbide giró órdenes al general José Antonio de Echávarri para
supervisar las operaciones, pero todo se trataba de una cadetada y el plan
fracasó. El 16 de noviembre, Iturbide se trasladó a Xalapa con el pretexto de
tomar las precauciones necesarias para la toma de San Juan de Ulúa, pero en
realidad quería destituir a Santa Anna y conducirlo a Ciudad de México. Durante
esos días la emperatriz había dado a luz a un nuevo príncipe y el emperador
regresó a celebrar el acontecimiento. No obstante, requirió la presencia de
Santa Anna en México, pero este se negó a asistir.
El día 3 de diciembre, Santa
Anna lanzó
un nuevo manifiesto, pero esta vez dirigido a la Gran Nación Mexicana. En el
documento expresó
sus protestas por la disolución del Congreso, por la vulneración de la
inviolabilidad de los diputados y por la incautación de bienes de propiedad
privada, lo cual representaba quebrantar el juramento que el propio emperador
había hecho. Desconcertado por las
proclamas republicanas y por la agitación en Veracruz, Francisco Lemaur
estableció comunicación con Santa Anna. Con el interés de proteger la fortaleza
de San Juan de Ulúa pronunció su posición contraria a la tiranía. Santa Anna se
reunió con Lemaur y convino un armisticio de mutua conveniencia. Echávarri y Lobato
consideraron este acto como una traición a la nación.
El 6 de diciembre de
1822, Guadalupe Victoria salió de su refugio para secundar el movimiento.
Conociendo el prestigio y popularidad del exinsurgente, Santa Anna optó por
entregarle la jefatura. Juntos proclamaron el Plan de Veracruz, el cual estaba
conformado por diecisiete artículos principales y veintidós adicionales, entre los
más importantes se proponía: tener exclusividad de la religión católica,
preservar la independencia, radicar la soberanía en el Congreso, declarar la
nulidad de la investidura imperial de Iturbide por haber forzado la voluntad
del Congreso y vigencia de la Constitución española hasta que el Congreso
redactase una nueva. El día 9 de diciembre,
Iturbide se dio cuenta de la peligrosidad ante la posible alianza de los
rebeldes con los españoles
de Lemaur. Al día siguiente, Santa Anna
propuso a Echávarri unirse al movimiento republicano, pero el general
consentido del emperador se negó haciendo pública su respuesta el día 16 de
diciembre, en la cual increpaba al rebelde como falso republicano
desenmascarando su intención velada de venganza contra el emperador, quien le
había separado del mando de la provincia.
El 21 de diciembre,
Santa Anna realizó un avance hacia Xalapa pero fue vencido por el general
Calderón. Obligado a replegarse, el 24 de diciembre se reunió con un grupo de
300 efectivos de Guadalupe Victoria en Puente del Rey y retomó el mando de la
rebelión. Echávarri recibió refuerzos para sitiar a los rebeldes elevando su
capacidad militar a 3000 soldados, no obstante, retrasó el inicio del ataque,
probablemente a causa de conversaciones entabladas a través de la logia
escocesa. El día
26 de diciembre, despreocupado en la capital, Iturbide participó en el bautizo de su
hijo Felipe de Jesús
Andrés
María
de Guadalupe, cuya ceremonia llevó a cabo el obispo de Puebla.
Mientras tanto, Santa Anna aprovechó nuevamente la popularidad de Guadalupe
Victoria arengando a la población para engrosar sus filas
y nombrándolo
nuevamente general en jefe del movimiento los primeros días de enero.
El 5 de enero de 1823,
los ex insurgentes Vicente Guerrero y Nicolás Bravo se trasladaron a Chilapa en
las montañas del sur con la intención de sublevarse. Iturbide envió a Epitacio
Sánchez y Gabriel de Armijo en su persecución. El 13 de enero de 1823, en el
frente del sur, se desarrolló la batalla de Almolonga. Las fuerzas rebeldes
fueron derrotadas, resultando gravemente herido Guerrero, pero Epitacio Sánchez
murió durante el combate. A pesar del éxito de las fuerzas imperiales, la
insurrección se extendió de manera incontenible hacia la zona de Oaxaca.
Todavía el 22 de enero,
Santa Anna reportó a Guadalupe Victoria haber sido atacado por los cuatro
puntos cardinales por las fuerzas imperiales. Pero un giro radical aconteció cuando los generales
Echávarri,
Lobato y Cortázar
firmaron el 1 de febrero de 1823 el Plan de Casa Mata. De acuerdo a Lucas
Alamán la razón de este cambio de ideología obedeció a la influencia de las
logias masónicas, de acuerdo a Santa Anna
se debió
al apoyo de Lemaur y de acuerdo a los análisis de Nettie L. Benson: «un trabajo
fundamental ya había sido preparado»,
probablemente tras bambalinas, por Miguel Ramos Arizpe y José Mariano de Michelena.
Abdicación
El 4 de marzo, Iturbide
expidió un decreto para restaurar el Congreso, tres días más tarde los
diputados se reunieron. El emperador asistió a la primera reunión pronunciando
un discurso en el que protestó obsequiar la voluntad general, recomendó al
Congreso elegir el lugar que estimase conveniente para su residencia, así como
proveer recursos para las tropas pronunciadas y concluyó por encarecer la
conveniencia de una amnistía para olvidar los agravios y errores pasados.
El 19 de marzo de 1823,
el secretario de Justicia Juan Gómez Navarrete comunicó por medio de una carta
la abdicación de Iturbide:
Reconocido el soberano Congreso por la Junta y tropas adheridas
al Plan o Acta de Casa Mata, cesó el motivo porque yo conservé la fuerza en las
inmediaciones de la capital. La corona la admití con suma repugnancia, sólo
para servir a la patria; pero desde el momento en que entreví que su
conservación podría servir si no de causa, al menos de pretexto para una guerra
intestina, me resolví dejarla.
No hice yo abdicación de ella, porque no había representación
nacional reconocida generalmente hay ya el reconocimiento, y hago por tanto la
abdicación absoluta.
Mi presencia en el país sería siempre pretexto para
desavenencias, y se me atribuirían planes en que nunca pensara. Y para evitar
aún la más remota sospecha, me expatriaré gustoso y me dirigiré a una nación
extraña. Sólo le pediré al Congreso que pague la nación las deudas que he contraído
con particulares amigos, que no son de gran consideración; pues, aunque el
mismo Congreso dejó a mi arbitrio que tomara para mí lo que necesitara y la
Junta me hizo una asignación, yo no podía hacer uso de lo uno ni de lo otro,
cuando las necesidades de las tropas, empleados y funcionarios públicos
llegaban a mi corazón.
Carta
de abdicación de Agustín de Iturbide.
El 26 de marzo se
realizó una junta de guerra en la que participó el marqués de Vivanco,
Echávarri, Bravo, Barragán y otros oficiales. Se determinó que Iturbide saliese
con su familia escoltado por el general Nicolás Bravo tal y como lo había solicitado
el propio exemperador. Aún
después
de realizada la abicación,
hubo choques entre la población cuando entró el llamado Ejército Libertador a
Ciudad de México
que fue recibido en la ermita de San Antonio por grupos armados y el populacho.
Pero todo fue inútil, el fraile Aguilar, que encabezaba a un grupo, tuvo que
refugiarse en el convento de La Merced y el sargento Pio Marcha fue apresado en
el Salto del Agua.
El Congreso se reunió y
confió el Poder Ejecutivo a un triunvirato, en el que llegaron a turnarse los
generales Pedro Celestino Negrete, Nicolás Bravo, Vicente Guerrero y Guadalupe
Victoria, como suplentes Miguel Domínguez y Mariano Michelena. El 7 de abril de
1823, el Congreso declaró
la coronación de Agustín de Iturbide como obra de violencia y de la fuerza y de
derecho nulo. Asimismo, el Congreso declaró que en ningún tiempo hubo derecho
para obligar a la nación mexicana a sujetarse a ninguna ley ni tratado, en
consecuencia, consideró no subsistentes el Plan de Iguala y los Tratados de
Córdoba, quedando en absoluta libertad para constituirse en la forma de gobierno
que más le acomodase.
Vicente Filisola fue
avisado de la proclama del Plan de Casa Mata. El 29 de marzo convocó a una
reunión en la ciudad de Guatemala. El 24 de junio el Congreso local votó su separación de México, con excepción de la provincia de
Chiapas, la cual prefirió
mantenerse unida. El 1 de julio de 1823, se constituyó la llamada Provincias Unidas
del Centro de América.
Exilio
El Congreso asignó una
pensión anual de veinticinco mil pesos a Iturbide, con la condición de que estableciera
su residencia en cualquier lugar de Italia. También su familia tendría el
derecho de la pensión que las leyes designasen en caso de muerte del
exemperador. El 9 de mayo, Iturbide
llegó
a la desembocadura del río
La Antigua, Veracruz y Guadalupe Victoria acudió a despedirlo; el
exemperador, como muestra de gratitud y reconocimiento, quiso regalarle un
reloj, el ex insurgente no lo quiso admitir y le dio a cambio un pañuelo de
seda, el cual guardó hasta el momento de su muerte.
El 11 de mayo de 1823, Iturbide en compañía de su esposa, ocho hijos y diecinueve
sirvientes, se embarcó en la fragata inglesa Rowllins con destino a Europa. Asimismo,
solicitó
protección
por temor a ser atacado por un barco pirata o un barco español.
Iturbide llegó a Livorno
el 2 de agosto de 1823. Se alojó en la casa de campo de Paulina Bonaparte e
intentó trasladarse a Roma pero no se le permitió. También se entrevistó con el
excónsul de España, Mariano Torrente, quien mostró su interés por conocer la
historia del exemperador. Por su parte, Iturbide escribió en Livorno, Toscana,
su Manifiesto al mundo, también conocido como Manifiesto de Liorna —fechado el
27 de septiembre de 1823— pero no pudo publicarlo. Debido a persecuciones y
acosos, viajó por Suiza, la ribera del Rin y Bélgica hasta llegar a Ostende.
Posteriormente cruzó el canal de la Mancha para llegar a Londres, en donde se
estableció el 1 de enero de 1824. Mediante la ayuda de un amigo suyo, llamado
Quin, pudo publicar su Manifiesto. Los movimientos de Iturbide fueron
observados e informados por el padre José María Marchena, espía mexicano, que
puntualmente mantuvo informado al ministro de Interior y Relaciones Exteriores
Lucas Alamán. Durante su estancia en Londres, el exemperador recibió cartas de
México, en la que sus partidarios le animaban a regresar. El 13 de febrero, Iturbide
envió
mensaje dirigido al Congreso, en el que notificó su salida de Italia,
así como su deseo y disposición para prestar sus servicios al gobierno de
México, pues consideraba que la independencia la nación corría peligro por los
esfuerzos que hacía España con ayuda de la Santa Alianza para reconquistar los
territorios americanos.
Desde marzo de 1824,
durante las sesiones del Congreso mexicano, fueron mencionados y discutidos los
levantamientos iturbidistas. El 3 de abril, por sesenta y seis votos contra
dos, se declaró traidor a Agustín de Iturbide, siempre que se presentase en
cualquier punto del territorio mexicano bajo cualquier título, al igual que
cualquier persona que cooperase en favorecer su regreso. El 22 de abril, se
dictaminó que si Iturbide pisaba suelo mexicano sería declarado traidor y
enemigo del Estado, por tal motivo cualquiera podría darle muerte. El 28 de
abril, el dictamen fue ratificado y se hizo extensivo a quienes ayudasen su
retorno.
Aprehensión
y muerte
El 4 de mayo de 1824,
Iturbide se embarcó en el bergantín inglés Spring, lo acompañaron su esposa,
dos de sus hijos menores, Ramón Malo, el padre José López, el padre José
Treviño, el italiano Macario Morandini, el impresor inglés John Armstrong, y el
coronel polaco Carlos Beneski quien había sido partícipe durante las campañas
mexicanas. Llevaba consigo una prensa, documentos personales y un manifiesto que
dirigiría al pueblo de México.
El 14 de julio, la
embarcación ancló en la barra de Soto la Marina. Beneski descendió de la nave
para presentarse con el comandante militar Felipe de la Garza y le mostró una
carta del padre Treviño, en la cual se le recomendaba para proponer al gobierno
mexicano un proyecto de colonización irlandesa. De la Garza preguntó por
Iturbide, el polaco contestó que el exemperador se encontraba en Londres con su
familia, de esta forma se autorizó el desembarco.
El 15 de julio, Iturbide
—en compañía de Beneski— cabalgó por Soto la Marina, y fue reconocido por el
teniente coronel Juan Manuel Azúnzolo y alcalde. Confirmada la sospecha, el día
16, el cabo Jorge Espino realizó la detención de los viajeros en un lugar
llamado Los Arroyos. De la Garza se entrevistó con ambos, Iturbide le
explicó
que había
viajado a México
para ofrecer sus servicios a la patria, el comandante le notificó que se encontraba fuera
de la ley conforme al decreto expedido por el Congreso el 28 de abril, también
le reclamó el engaño a Beneski, quien respondió que era militar y que había
procedido de acuerdo a las órdenes recibidas.
De la Garza trasladó a
Iturbide a Padilla, en donde se encontraba sesionando el Congreso local del
recién creado estado de Tamaulipas. El gobernador era Bernardo Gutiérrez de
Lara, quien había simpatizado con Hidalgo y Morelos, dirigiendo a un grupo de
insurgentes en la zona de Texas. En su defensa, Iturbide arguyó la posible
invasión que se preparaba con ayuda de la Santa Alianza, pero nadie le creyó.
El Congreso local ordenó cumplir el decreto federal.
El 19 de julio de 1824
Iturbide fue fusilado en Padilla (Tamaulipas).
Sus últimas
palabras fueron:
¡Mexicanos!, en el acto mismo de mi muerte, os recomiendo el
amor a la patria y observancia de nuestra santa religión; ella es quien os ha
de conducir a la gloria. Muero por haber venido a ayudaros, y muero gustoso,
porque muero entre vosotros: muero con honor, no como traidor: no quedará a mis
hijos y su posteridad esta mancha: no soy traidor, no.
En 1838, bajo la
presidencia de Anastasio Bustamante, los restos mortales de Iturbide fueron
trasladados a Ciudad de México y se inhumaron con honores en la Capilla de San
Felipe de Jesús en la catedral Metropolitana, donde permanecen hasta ahora,
exhibidos en una urna de cristal.
Fuente:
https://es.wikipedia.org/wiki/Agust%C3%ADn_de_Iturbide
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