Cándido María Trigueros
Sus abuelos paternos
procedían de Burguillos, en la provincia de Toledo. Cándido fue hijo de un
contador del Palacio Real, Melchor Trigueros Díaz de Lara y de su primera
mujer, Teresa Sánchez, ambos naturales de Toledo; tuvo dos hermanos mayores,
Miguel Antonio y Manuela Teresa; su familia se trasladó cuando el padre obtuvo
el cargo de contador desde Orgaz a Madrid en 1739. Unas fiebres contraídas en
su niñez que se volvieron crónicas le depararon durante toda su vida
subsecuente una salud quebradiza.
Obtuvo la protección de
su tío paterno Juan Trigueros Díaz de Lara, oficial mayor de la Secretaría de
Gracia y Justicia, secretario del Rey y caballero de la Orden de Carlos III, al
que su traducción de la tragedia Británico de Jean Racine en 1752 había deparado
el honor de ser nombrado miembro supernumerario de la Real Academia Española. A
los quince años, en 1751, comenzó a estudiar filosofía en el madrileño colegio
de dominicos de Santo Tomás; por entonces Pedro Rodríguez Campomanes alabó sus
versos latinos y Trigueros decidió inclinarse al cultivo de la poesía en lengua
romance; sus primeros versos son traducciones de las Odas de Horacio y de la
Eneida de Virgilio. También traducirá del griego las fábulas de Conón (1768).
Por entonces asiste a la tertulia neoclásica de Agustín de Montiano y Luyando,
cuyo fallecimiento llorará en un idilio cuya publicación impidió su enemigo
Campomanes.1 A los dieciséis años deja sus estudios de
filosofía
para acompañar
al recién
nombrado obispo de Córdoba
Francisco de Solís
Folch de Cardona a su diócesis. Allí retoma sus estudios de Filosofía en el
Seminario San Pelagio y empieza los de Teología. Su estancia cordobesa fue
corta, pues en 1755 el hasta entonces obispo Solís fue nombrado arzobispo de
Sevilla, con residencia en la propia capital hispalense, por lo que de nuevo se
trasladó siguiendo al prelado. En 1756 se ordena de subdiácono en Sevilla, y
obtiene un beneficio eclesiástico en Carmona (1757) y otro en Pilas (1769), al
que renunció a causa de su quebrada salud.
Siempre protegido por el
ahora cardenal Solís, estudió leyes con el reaccionario y antiilustrado
Fernando de Ceballos y matemáticas con el ilustrado Domingo Morico, colaborador
de Pablo de Olavide, el cual había establecido en su casa una Academia de
matemáticas de la que Trigueros fue secretario. En Carmona vivirá Trigueros un
próspero y literariamente fecundo periodo hasta 1785, en cuyo lapso ingresó en
la Real Academia Sevillana de Buenas Letras (1758) como el más joven de sus
miembros. Para corresponder a ese honor compuso un Elogio de San Isidoro ese
mismo año. También formó parte de la Sociedad Económica de Sevilla y de la Real
Academia de la Historia y fue correspondiente del Jardín Botánico. Es más,
perteneció a la tertulia sevillana de Olavide y fue amigo de Jovellanos. En
Carmona, prevaleciéndose de una descomunal capacidad de trabajo alentada por
una enorme curiosidad, se ocupó en alcanzar un saber omnímodo en materias tan
dispares como la poética, la epigrafía, la numismática, la botánica, la arqueología,
la filología, el derecho, la historia, las matemáticas, la física y la química,
algo que testimonia su riquísima y variadísima biblioteca de libros escritos
tanto en latín, griego, hebreo, como en inglés, francés e italiano, aprendidos
todos estos idiomas de forma autodidacta. Sin embargo, su traslado a Madrid y
la obtención de un disputado puesto de bibliotecario segundo en la Biblioteca
Real le deparará, así como las envidias por sus éxitos como dramaturgo, la
enemistad y las sátiras de Tomás de Iriarte, Juan Pablo Forner, Leandro
Fernández de Moratín y Juan Meléndez Valdés.
Trigueros
dramaturgo
En 1784 ganó un famoso
concurso teatral convocado por el Ayuntamiento de Madrid con su comedia Los
menestrales, junto a Juan Meléndez Valdés y su Las bodas de Camacho, ambas
compuestas según la preceptiva neoclásica. Hubo un pequeño escándalo por ser
ambos amigos del presidente del jurado, Melchor Gaspar de Jovellanos. La obra
de Trigueros ridiculiza el afán de ascenso social de los trabajadores manuales,
uno de los cuales, un sastre adinerado, intenta casar a su hija con un barón
que no lo es y resulta ser un estafador; la moraleja es que la verdadera
nobleza está en el trabajo. En 1785 consiguió plaza de bibliotecario de los
Reales Estudios de San Isidro en Madrid, y allí se desplazó.
Antes que Los
menestrales, Trigueros ya había compuesto varias obras teatrales: las tragedias
Las Baccanales o Ciane de Syracusa y El Viting, de 1767; Egilona y El Cerco de
Tarifa, ambas de 1768, y las comedias El tacaño, de 1763, por otro título
Duendes hay, señor Don Gil, y Juan de Buen Alma, o El gazmoño, de 1768,
adaptación de El Tartufo de Molière delatada a la Inquisición por su sátira de
la hipocresía religiosa. Se han perdido muchas otras también originales, como
Hipólito, Polissena, Alcestis y Scipión en Cartagena, así como numerosas
traducciones de tragedias del griego y del francés. Sí se conserva su
traducción de Racine, Ifigenia en Aulide, y de la Electra de Crébillon.
Traducción no literal de la comedia L'indiscret de Voltaire es Don Amador.
Trigueros es autor
también de Teatro español burlesco o Quijote de los teatros, publicado de forma
póstuma en 1802. Refundió muchas obras clásicas del Siglo de Oro español, como
La moza de cántaro, El anzuelo de Fenisa o La Estrella de Sevilla, a la que dio
el título de Sancho Ortiz de las Roelas y con la que consiguió un gran éxito.
Hizo también una versión burlesca de El caballero de Olmedo y de otras obras
extranjeras. Escribió los entremeses El pleito del cuerno, Cada loco con su
tema, El poeta cómico, La comedia casera y El muerto resucitado. Dejó también
algunas muestras interesantes de comedia sentimental, comedia lacrimógena o
lacrimosa (comedie larmoyante), cuales son Los ilustres salteadores (1774) o El
precipitado, representada tras su muerte en el Teatro de los Caños del Peral en
marzo de 1802. Esta obra había salido de una especie de certamen literario
entre los miembros de la tertulia de Pablo de Olavide, a la que Jovellanos
aportó El delincuente honrado.
Trigueros
poeta
Como poeta Trigueros,
que usó ocasionalmente el seudónimo de Melchor María Sánchez Toledano entre
otros, se inclinó por una poesía didáctica típicamente ilustrada. Introdujo en
España la poesía filosófica de origen inglés al estilo de Pope con su El poeta
filósofo o Poesías filosóficas en verso pentámetro, ambicioso proyecto que iba
a reflexionar sobre la condición humana y a educar al pueblo en las virtudes
cívicas de la Ilustración, y que iba a estar integrado por veinte largos poemas
en pareados alejandrinos de los que solo se publicaron trece en Sevilla y en
entregas sueltas entre 1774 y 1778; a partir del décimo sin embargo se cansó de
la estrofa y también por dar alguna variedad al ritmo se pasó a la silva. El
proyecto se interrumpió acaso por la represión que en ese último año supuso la
condena inquisitorial de su amigo Pablo de Olavide. También, quizá, por la
embestida que supusieron las críticas de haberse atribuido la invención del
verso alejandrino, que él llamó pentámetros castellanos, cuando ya en el siglo
XIV se había usado, como tuvo a bien hacerle saber Francisco Pérez Bayer,
conocedor de la edición de Tomás Antonio Sánchez de nuestra poesía medieval, y
sobre todo por las Exequias de la lengua castellana de Juan Pablo Forner, donde
nada menos que Apolo echa al fuego los poemas del manchego. Ha quedado inédita
y manuscrita, además, una voluminosa y erudita crítica contra esta obra por
parte del profesor de la universidad sevillana Manuel Custodio, muy afecto a
los jesuitas.
Compuso también Trigueros
Viaje al cielo del poeta filósofo, una alabanza de los Borbones y en particular
de Carlos III bajo un pretexto astronómico. Poesía ilustrada son La paz en la
guerra, Los amigos del país Bético, un canto a la utlilidad y al trabajo; El
templo de la felicidad y Elogio de los cuadros de Bartolomé Murillo, sobre el
pintor sevillano Bartolomé Esteban Murillo. La Riada canta la inundación de
Sevilla por el Guadalquivir y las medidas que las autoridades hicieron para
paliarla, pero recibió malas críticas. Tal vez sus versos más íntimos son la
Oda consolatoria a doña M. T., escrita para su prima María que se hallaba
enferma y que moriría poco después en 1784. Compuso su poema Las majas en
cuatro cantos, publicado en 1789 para celebrar el modo como las jovencitas
madrileñas festejaban la subida al trono de Carlos IV. Escribió también un
Idilio a la muerte de Montiano, es decir, Agustín Montiano y Luyando. Sus
últimos poemas no están recogidos y figuran en las páginas del Diario de Madrid
y en el Memorial Literario.
Tradujo a Homero,
Virgilio, Conón, Lucano, Anacreonte, Columela y Teócrito. Fue un admirador de
Garcilaso y Esteban Manuel de Villegas, e imitó la poesía clásica grecolatina y
renacentista. Pero su espectro de creación es grande: compuso poemas de todas
clases, serios y jocosos, morales y satíricos, académicos e ilustrados,
pastoriles y críticos, y en todos los géneros habituales de entonces: odas,
romances, églogas, idilios y fábulas. Además, sufrió una inspiración muy varia,
que va desde lo puramente neoclásico a lo prerromántico. Existe además un
manuscrito datado en Sevilla, 1776, bajo el título Poesías de Melchor Díaz de
Toledo, poeta del siglo XVI hasta ahora no conocido que en realidad contiene
una colección de sus propias obras bajo ese pseudónimo, como indica una
anotación en la p. 132 firmada por Juan Nepomuceno González de León. Se trata
de anacreónticas y otros poemas de tono rococó.
Trigueros
prosista
Se han perdido muchas
obras de Trigueros como prosista: Las brujas, los seis tomos de La Observadora
y los Apuntamientos críticos por ejemplo. Se imprimió una Vida de Montiano y
una Vida de Guzmán el Bueno, esta última inserta en dos volúmenes misceláneos
de su obra narrativa titulados Colección de varios papeles o Mis pasatiempos.
Almacén de fruslerías agradables (1804), que incorpora bastantes narraciones
interesantes, la mayoría traducidas del inglés y el francés. Escribió, además,
una continuación de La Galatea de Miguel de Cervantes (1798) en dos volúmenes;
la obra empieza inspirándose en Cervantes y luego en Jean-Pierre Claris de
Florián, siendo concluida por Trigueros desde la segunda parte.
Trigueros
hebraísta
En los mismos años que
Francisco Pérez Bayer, Trigueros emprendió estudios de orientalismo: el 19 de
septiembre de 1767 pronunció su discurso de ingreso en la Real Academia
Sevillana de Buenas Letras sobre el origen del nombre “España”, interesante y
original trabajo en el que rechazaba la tesis tradicional difundida por Samuel
Bochart en los capítulos 34 y 35 (dedicados a los fenicios en España) de su
Geographia sacra (París, 1646), según la cual span significa 'isla o tierra de
conejos', planteando una nueva interpretación relacionada con el significado de
'norte o septentrión', por lo que el nombre de España derivaría del término Y
SPN, que tanto en fenicio como en hebreo significa 'costa septentrional'. Esta
teoría, como muchas de las teorías de Trigueros, permaneció en el olvido, pero
coincide con la de especialistas actuales.
Mucho más prolífico que
Bayer, en 1771 Trigueros redactó en Carmona unos Rudimentos o instituciones
gramáticas de la lengua hebrea para enseñanza de principiantes, trabajo que
también quedó manuscrito y que probablemente se basa en la obra Grammaticae
hebraicae et chaldaicae (París, 1724-1726), del padre Pierre Guarin, que era el
manual más utilizado en la época. El 25 de junio de 1773 leyó en la Academia de
Buenas Letras de Sevilla un Discurso persuadiendo al estudio de la lengua
hebrea, y también dejó manuscritos un Breve examen sobre los antiguos alfabetos
españoles, así como un Diccionario de raíces hebreo-castellanas. Nada de todo
ello se publicó en su tiempo y su reputación como hebraísta quedó algo contusa,
por haber tenido amistades poco recomendables, como la de Juan José Heydeck.
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/C%C3%A1ndido_Mar%C3%ADa_Trigueros
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