Iván Illích
Iván Illich nació en
1926 en Viena, en una familia con antecedentes judíos, dálmatas y católicos. Al
nacer, los médicos le desahuciaron, pero a pesar de estos pronósticos adversos
el recién nacido iniciaría su vida de viajero pues ese mismo año viajaba a Dalmacia,
parte del entonces Reino de Yugoslavia, a recibir la bendición que su abuelo
tenía reservada para el primogénito de su hijo.
Entre 1936 y 1941 vivió
principalmente en Viena con su abuelo materno; era considerado entonces como
medio judío. En 1941 tuvo que huir a Italia porque ya se le consideraba
simplemente judío. Estudió histología y se graduó con honores en cristalografía
en la Universidad de Florencia.
Entre 1942 y 1946
estudió y se graduó con los más altos honores en teología y filosofía en la
Universidad Pontificia Gregoriana de Roma. Fue ordenado sacerdote, y no aceptó
un ofrecimiento de trabajo como diplomático de la Santa Sede, sino que prefirió
trabajar como párroco asistente en Nueva York. Francis Spellman, entonces
Arzobispo de Nueva York le asigna la parroquia de Puerto Rico en Washington
Heights, Manhattan.
En 1956 fue nombrado
vicerrector de la Universidad Católica de Puerto Rico y en 1966 fundó el Centro
Intercultural de Documentación (CIDOC) en Cuernavaca, México, un centro de
investigación que impartía cursos de lengua y cultura hispanoamericana a los
misioneros norteamericanos.
Illich solicitó y obtuvo
una dispensa para el ejercicio profesional sacerdotal. Dicha dispensa fue
concedida a finales de los años 60.
Tras diez años de labor,
las publicaciones e ideas emanadas del CIDOC le enfrentaron con la Santa Sede y
el propio gobierno mexicano del entonces presidente Luis Echeverría. En 1976,
en el mismo día de su fundación, el centro se cerró con el consentimiento de
quienes allí laboraban y el acuerdo para distribuir equitativamente el producto
de su liquidación. Algunos de los profesores establecieron escuelas de idiomas
en Cuernavaca, y dieron inicio así a un importante fenómeno económico y
cultural que aún subsiste en dicha ciudad.
A partir de los años 80,
Illich viajó intensamente, y repartió su tiempo entre los Estados Unidos de
América, México y Alemania. Hizo una estancia como profesor visitante de
filosofía y de "Ciencia, tecnología y sociedad" en la Universidad
Estatal de Pensilvania, e impartió seminarios y encuentros en la Universidad de
Bremen.
Durante los últimos
veinte años de su vida sufrió un proceso cancerígeno de tumores en la cara que,
en congruencia con su crítica a la medicina institucionalizada, se negó a
tratar con métodos "profesionales". Practicó en cambio técnicas
terapéuticas de meditación y yoga. Los últimos años fumó opio, como analgésico,
para mitigar el tremendo dolor causado por el tumor. En una fase inicial de
diagnóstico le dieron una esperanza de vida de apenas algunos meses, pero llegó
a sobrevivir casi veinte años más, haciéndose cargo él mismo de su enfermedad,
en una relación de sereno y estoico cristianismo.
Centro
Intercultural de Documentación (CIDOC)
El Centro Intercultural
de Documentación (CIDOC) fue fundado en colaboración con Valentina Borremans,
Fedora Stancioff y Gerry Morris como resultado de las discusiones entre Illich
y Reimer a partir de 1966. Inicialmente el CIDOC fungía como un centro de
enseñanza de español que paulatinamente se convirtió en un espacio de reflexión
y crítica en el cual se reunieron grandes pensadores como Paul Goodman, Erich
Fromm, Peter Berger, Paulo Freire, Sergio Méndez Arceo, entre otros.
La
sociedad desescolarizada
Iván Illich asegura que
antes de 1958 jamás había dudado del valor de hacer obligatoria para todos la
educación; sin embargo, fue en este
mismo año cuando, al conocer a Everett Reimer y tras una serie de debates, se
percataron de que "[...] para la mayoría de los seres humanos, el derecho
a aprender se ve restringido por la obligación de asistir a la escuela".
La sociedad
desescolarizada (1971) es una crítica a la educación tal y como se lleva a cabo
en las economías "modernas", pues considera que la educación tal y
como se vive en ellas se reduce al consumismo, forzando a los aprendices a
cursar un currículo obligatorio. De igual manera, afirma que el sistema escolar
vive en la ilusión de que "la mayoría de lo que se aprende es resultado de
la enseñanza". Sin embargo, al igual que McLuhan, sostiene que, en su
mayoría, los aprendizajes se obtienen de manera casual y principalmente fuera
de la escuela, incluso pone como ejemplo el aprendizaje de lenguas: "La
mayoría de las personas que aprenden bien otra lengua, lo logran a causa de circunstancias
especiales y no de un aprendizaje secuencial"; por lo tanto, confirma que
"si las escuelas son el lugar equivocado para aprender una habilidad, son
el lugar aún más equivocado para obtener educación".
Lleno de observaciones
críticas sobre los planes de estudios de su tiempo, el libro puede parecer
desfasado, pero sus afirmaciones y propuestas básicas siguen siendo tan
radicales hoy como lo fueron en su momento.
A través de ejemplos
reales sobre la naturaleza ineficaz de la educación escolarizada como el
anterior, Illich se mostraba favorable al autoaprendizaje, apoyado en
relaciones sociales libremente intencionadas en encuentros y conversaciones
fluidas e informales:
La educación universal por medio de la escolarización no es
factible. No sería más factible si se la intentara mediante instituciones
alternativas construidas según el estilo de las escuelas actuales. Ni unas
nuevas actitudes de los maestros hacia sus alumnos, ni la proliferación de
nuevas herramientas y métodos físicos o mentales (en el aula o en el
dormitorio), ni, finalmente, el intento de ampliar la responsabilidad del
pedagogo hasta que englobe las vidas completas de sus alumnos, dará por
resultado la educación universal. La búsqueda actual de nuevos embudos
educacionales debe revertirse hacia la búsqueda de su antípoda institucional:
tramas educacionales que aumenten la oportunidad para que cada cual transforme
cada momento de su vida en un momento de aprendizaje, de compartir, de
interesarse. Confiamos en estar aportando conceptos necesarios para aquellos
que realizan tales investigaciones a grandes rasgos sobre la educación --y
asimismo para aquellos que buscan alternativas para otras industrias de
servicio establecidas.
La
Convivencialidad
Si en La sociedad
desescolarizada (1971) centra su crítica a la reducción del aprendiz como mero
consumidor, en La Convivencialidad (1973) expande su análisis de los problemas
que genera lo que él denomina el monopolio del modo de producción industrial.
En la sociedad industrializada la herramienta se vuelve contra el hombre,
poniendo a este al servicio de aquella. En contraposición propone la
proliferación de herramientas justas que se pongan al servicio del hombre en
colectividad. Las mismas deben cumplir tres exigencias:
1. Deben
ser eficientes sin avasallar la autonomía personal.
2. No
deben suscitar amos ni esclavos.
3. Deben
expandir el radio de acción personal.
El uso de este tipo de
herramientas harían posible, para Illich, el paso a una sociedad de tipo
convivencial:
“Llamo sociedad convivencial a aquella en que la herramienta
moderna está al servicio de la persona integrada a la colectividad y no al
servicio de un cuerpo de especialistas. Convivencial es la sociedad en la que
el hombre controla la herramienta”.
El desarrollo de
herramientas convivenciales iría de la mano de una creciente
desprofesionalización de la sociedad. En el ámbito de la medicina, implicaría
democratizar los conocimientos y los usos de la ciencia médica para que puedan
incrementar los niveles de autonomía del individuo y la comunidad, disminuyendo
la dependencia de los especialistas médicos. En el sistema de transportes,
propone el abandono del imperativo de la velocidad, de la figura pasiva del
“usuario” de transporte (que trae consigo la configuración de una ciudad centrándose
en el automóvil y no en las personas) y de la consiguiente producción masiva de
automóviles y de la velocidad como indicadores de desarrollo (que tiene como
figura activa al ingeniero que planifica la ciudad veloz). En Energía y Equidad
(1974) profundizará este punto en lo que es un tratado político en pos del uso
de la bicicleta. Por último, en el ámbito de la construcción apunta contra la
figura del arquitecto que trae consigo el establecimiento de códigos de
urbanismo que al prescribir el cómo de la construcción de viviendas terminan
por producir que muy pocas personas puedan tener una vivienda, y que quienes la
tengan no puedan “sentirse en casa” en cuanto que no participaron en ninguna
instancia de su construcción.
Si bien puede leerse la
obra de Illich como un tratado normativo, él aclara que lo que intenta es crear
una guía para actuar, definiendo indicadores “que hacen guiños cada vez que la
herramienta manipula al hombre”.
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Iv%C3%A1n_Illich
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