Miguel de Cervantes
Infancia
y juventud
Desde el siglo XVIII
está admitido que el lugar de nacimiento de Miguel de Cervantes fue Alcalá de
Henares, dado que allí
fue bautizado, según
su acta bautismal, y que de allí aclaró ser natural en la
llamada Información
de Argel (1580). El día exacto de su
nacimiento es menos seguro, aunque lo normal es que naciera el 29 de
septiembre, fecha en que se celebra la fiesta del arcángel San Miguel, dada la
tradición de recibir el nombre del santoral del día del nacimiento. Miguel de
Cervantes fue bautizado el 9 de octubre de 1547 en la parroquia de Santa María
la Mayor.
El padre del escritor
era Rodrigo de Cervantes (1509-1585), casado con Leonor de Cortinas, de la cual
apenas se sabe nada, excepto que era natural de Arganda del Rey.
El apellido Saavedra, en
opinión de la historiadora Luce López-Baralt, y que el autor comenzó a utilizar
tras su cautiverio viene de «shaibedraa», que en dialecto árabe es manco.
En 1566 se estableció en
Madrid. Asistió al Estudio de la Villa, regentado por el catedrático de
gramática y filoerasmista Juan López de Hoyos (que en 1569 publicó un libro
sobre la enfermedad y muerte de la reina Isabel de Valois, tercera esposa de
Felipe II). López de Hoyos incluye en ese libro dos poesías de Cervantes, a
quien llama «nuestro caro y amado discípulo», consideradas por algunos
cervantistas sus primeras manifestaciones literarias.
Viaje
a Italia y la batalla de Lepanto
Se ha conservado una
providencia de Felipe II que data de 1569, donde manda prender a Miguel de
Cervantes, acusado de herir en un duelo a un tal Antonio Sigura, maestro de
obras. Si se tratara realmente de Cervantes y no de un homónimo, podría ser
este el motivo que le hizo pasar a Italia. Llegó a Roma en diciembre del mismo
año. Allí leyó los poemas caballerescos de Ludovico Ariosto, que tanto
influirán en el Don Quijote según Marcelino Menéndez Pelayo, y los Diálogos de
amor del judío sefardita León Hebreo (Yehuda Abrabanel), de inspiración
neoplatónica, que determinarán su idea del amor. Cervantes se imbuye del estilo
y del arte de Italia, y guardará siempre tan gratísimo recuerdo de aquellos
estados, que al principio de El licenciado Vidriera, una de sus Novelas
ejemplares, hace poco menos que una guía turística de ella.
Se pone al servicio de
Giulio Acquaviva, que será cardenal en 1570 y a quien probablemente conoció en
Madrid. Le siguió por Palermo, Milán, Florencia, Venecia, Parma y Ferrara,
itinerario que también aparece admirativamente comentado en El licenciado Vidriera.
Pronto lo dejará
para ocupar la plaza de soldado en la compañía del capitán Diego de Urbina, del
tercio de Miguel de Moncada. Embarcó en la galera Marquesa. El 7 de octubre
de 1571 participó
en la batalla de Lepanto, «la más alta ocasión que vieron los siglos
pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros», formando parte de la
armada cristiana, dirigida por don Juan de Austria, «hijo del rayo de la guerra
Carlos V, de felice memoria», y hermanastro del rey, y donde participaba uno de
los más famosos marinos de la época, el marqués de Santa Cruz, que residía en
La Mancha, en Viso del Marqués. En una información legal elaborada ocho años
más tarde se dice:
Cuando se reconoció el armada del Turco, en la dicha batalla
naval, el dicho Miguel de Cervantes estaba malo y con calentura, y el dicho
capitán... y otros muchos amigos suyos le dijeron que, pues estaba enfermo y
con calentura, que estuviese quedo abajo en la cámara de la galera; y el dicho
Miguel de Cervantes respondió que qué dirían de él, y que no hacía lo que
debía, y que más quería morir peleando por Dios y por su rey, que no meterse so
cubierta, y que con su salud... Y peleó como valente soldado con los dichos
turcos en la dicha batalla en el lugar del esquife, como su capitán lo mandó y
le dio orden, con otros soldados. Y acabada la batalla, como el señor don Juan
supo y entendió cuán bien lo había hecho y peleado el dicho Miguel de
Cervantes, le acrescentó y le dio cuatro ducados más de su paga... De la dicha
batalla naval salió herido de dos arcabuzazos en el pecho y en una mano, de que
quedó estropeado de la dicha mano.
De ahí procede el apodo
de Manco de Lepanto, dado que se le
anquilosó
la mano izquierda al perder el movimiento de ella cuando un trozo de plomo le
seccionó
un nervio. Aquellas heridas no debieron ser demasiado graves pues, tras seis
meses de permanencia en un hospital de Messina, Cervantes reanudó su vida militar, en
1572. Tomó
parte en las expediciones navales de Navarino (1572), Corfú, Bizerta y Túnez
(1573). En todas ellas bajo el mando del capitán Manuel Ponce de León y en el
aguerrido tercio de Lope de Figueroa, personaje que aparece en El alcalde de
Zalamea, de Pedro Calderón de la Barca.
Después recorrió las
principales ciudades de Sicilia, Cerdeña, Génova y la Lombardía. Y permaneció
finalmente dos años en Nápoles, hasta 1575. Cervantes siempre se mostró muy
orgulloso de haber luchado en la batalla de Lepanto, que para él fue, como
escribió en el prólogo de la segunda parte del Quijote, «la más alta ocasión
que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros».
Cautiverio
en Argel
Durante su regreso desde
Nápoles a España a bordo de la galera Sol, una flotilla turca comandada por
Mami Arnaute hizo presos a Miguel y a su hermano Rodrigo el 26 de septiembre de
1575. Fueron capturados a la altura de Cadaqués de Rosas o Palamós, en una zona
que actualmente recibe el nombre de Costa Brava, y llevados a Argel. Cervantes
es adjudicado como esclavo al renegado griego Dali Mamí. El hecho de haberse
encontrado en su poder las cartas de recomendación que llevaba de don Juan de
Austria y del duque de Sessa hizo pensar a sus captores que Cervantes era una
persona muy importante y por quien podrían conseguir un buen rescate. Pidieron
quinientos escudos de oro por su libertad.
Los años en Argel
constituyen lo que Alonso Zamora Vicente llamó «un hecho primordial en la vida
de Cervantes», que la divide «en dos mitades».
Según
Juan Goytisolo, están
«en el núcleo central de la gran
invención
literaria».
En los casi cinco años
de aprisionamiento, Cervantes, hombre nada acomodaticio y con un fuerte
espíritu y motivación, trató de escapar en cuatro ocasiones organizando él
mismo los cuatro intentos. Para evitar represalias en sus compañeros de
cautiverio, se hizo responsable de todo ante sus enemigos y prefirió la tortura
a la delación. Gracias a la información oficial y al libro de fray Diego de
Haedo Topografía e historia general de Argel (1612), se tienen noticias
importantes sobre el cautiverio. Tales notas se complementan con sus comedias
Los tratos de Argel, Los baños de Argel y el relato conocido como «Historia del
cautivo» inserto en la primera parte de El Quijote, entre los capítulos 39 y
41.
Sin embargo, desde hace
tiempo se sabe que la obra publicada por Haedo no era suya, algo que él mismo
ya reconoce. Según Emilio Sola, su autor fue Antonio de Sosa, benedictino
compañero de cautiverio de Cervantes y dialoguista de la misma obra. Daniel
Eisenberg ha propuesto que la obra no es de Sosa, quien no era escritor, sino
del gran escritor cautivo en Argel, con cuyos escritos la obra de Haedo muestra
muy extensas semejanzas. De ser cierto, la obra de Haedo deja de ser
confirmación independiente de la conducta cervantina en Argel, y no es sino uno
más de los escritos del mismo Cervantes que ensalzan su heroísmo.
El primer intento de
fuga fracasó, porque el moro que tenía que conducir a Cervantes y a sus
compañeros a Orán los abandonó en la primera jornada. Los presos tuvieron que
regresar a Argel, donde fueron encadenados y vigilados más que antes. Mientras
tanto, la madre de Cervantes había conseguido reunir cierta cantidad de ducados
con la esperanza de poder rescatar a sus dos hijos. En 1577 se concertaron los
tratos, pero la cantidad no era suficiente para rescatar a los dos. Miguel
prefirió que fuera puesto en libertad su hermano Rodrigo, quien regresó a
España. Rodrigo llevaba un plan elaborado por su hermano para liberarlo a él y
a sus catorce o quince compañeros más. Cervantes se reunió con los otros presos
en una cueva oculta, en espera de una galera española que vendría a recogerlos.
La galera, efectivamente, llegó e intentó acercarse por dos veces a la playa;
pero, finalmente, fue apresada. Los cristianos escondidos en la cueva también
fueron descubiertos, debido a la delación de un cómplice traidor, apodado El
Dorador. Cervantes se declaró como único responsable de organizar la evasión e
inducir a sus compañeros. El bey (gobernador turco) de Argel, Azán Bajá, lo
encerró en su «baño» o presidio, cargado de cadenas, donde permaneció durante
cinco meses. El tercer intento lo trazó Cervantes con la finalidad de llegar
por tierra hasta Orán. Envió allí a un moro fiel con cartas para Martín de
Córdoba, general de aquella plaza, explicándole el plan y pidiéndole guías. Sin
embargo, el mensajero fue preso y las cartas descubiertas. En ellas se
demostraba que era el propio Miguel de Cervantes quien lo había tramado todo.
Fue condenado a recibir dos mil palos, sentencia que no se cumplió porque
muchos fueron los que intercedieron por él. El último intento de escapar se
produjo gracias a una importante suma de dinero que le entregó un mercader
valenciano que estaba en Argel. Cervantes adquirió una fragata capaz de
transportar a sesenta cautivos cristianos. Cuando todo estaba a punto de
solucionarse, uno de los que debían ser liberados, el ex dominico doctor Juan
Blanco de Paz, reveló todo el plan a Azán Bajá. Como recompensa el traidor
recibió un escudo y una jarra de manteca. Azán Bajá trasladó a Cervantes a una
prisión más segura, en su mismo palacio. Después, decidió llevarlo a
Constantinopla, donde la fuga resultaría una empresa casi imposible de
realizar. De nuevo, Cervantes asumió toda la responsabilidad.
En mayo de 1580,
llegaron a Argel los padres trinitarios (orden religiosa que se ocupaba de
tratar de liberar cautivos, incluso se cambiaban por ellos) fray Antonio de la
Bella y fray Juan Gil. Fray Antonio partió con una expedición de rescatados.
Fray Juan Gil, que únicamente disponía de trescientos escudos, trató de
rescatar a Cervantes, por el cual se exigían quinientos. El fraile se ocupó de
recolectar entre los mercaderes cristianos la cantidad que faltaba. La reunió
cuando Cervantes estaba ya en una de las galeras en que Azán Bajá zarparía
rumbo a Constantinopla, atado con «dos cadenas y un grillo». Gracias a los 500
escudos tan arduamente reunidos, Cervantes es liberado el 19 de septiembre de
1580. El 24 de octubre regresó, al fin, a España con otros cautivos también
rescatados. Llegó a Denia, desde donde se trasladó a Valencia. En noviembre o
diciembre regresó con su familia a Madrid.
Regreso
a España
En mayo de 1581,
Cervantes se trasladó a Portugal, donde se hallaba entonces la corte de Felipe
II, con el propósito de encontrar algo con lo que rehacer su vida y pagar las
deudas que había contraído su familia para rescatarle de Argel. Le encomendaron
una comisión secreta en Orán, puesto que tenía muchos conocimientos de la
cultura y costumbres del norte de África. Por ese trabajo recibió 50 escudos.
Volvió a Lisboa y a finales retornó a Madrid. En febrero de 1582, solicitó un
puesto de trabajo vacante en las Indias, sin conseguirlo.
Es muy probable que
entre los años 1581 y 1583 Cervantes escribiera La Galatea, su primera obra
literaria en volumen y trascendencia. Se publicó en Alcalá de Henares en 1585.
Hasta entonces solo había publicado algunas composiciones en libros ajenos, en
romanceros y cancioneros, que reunían producciones de diversos poetas. La
Galatea apareció dividida en seis libros, aunque solo escribió la «primera
parte». Cervantes no perdió nunca el propósito de continuar la obra; sin
embargo, jamás llegó a imprimirse. En el prólogo la obra es calificada como
«égloga» y se insiste en la afición que Cervantes ha tenido siempre a la
poesía. Pertenece al género de la novela pastoril que había asentado en España
la Diana, de Jorge de Montemayor. Aún se pueden observar reminiscencias de las
lecturas que realizó cuando fue soldado en Italia.
En esa época, el
escritor tiene relaciones amorosas con Ana Villafranca (o Franca) de Rojas,
casada con Alonso Rodríguez, tabernero. De la relación nació una hija,
bautizada como Isabel Rodríguez y Villafranca el 9 de abril de 1584 en la
Parroquia de los Santos Justo y Pastor de Madrid. Cuando Isabel quedó huérfana,
la acogió Magdalena, hermana de Cervantes. Este la reconoció como Isabel de
Saavedra un año después, cuando ella tenía dieciséis años. Padre e hija no
mantuvieron una buena relación.
A mediados de septiembre
de 1584, Cervantes acudió a Esquivias, llamado por doña Juana Gaytán que quería
que se encargara de la publicación del Cancionero, poemario de su difunto
esposo, Pedro Laínez. El 22 de septiembre de dicho año, y ante el procurador
Ortega Rosa, Juana Gaytán firmó el poder dado a Cervantes. Tres meses después,
el 12 de diciembre de 1584, Cervantes contrae matrimonio con Catalina de Salazar
y Palacios en el pueblo toledano de Esquivias. Catalina era una joven que no
llegaba a los veinte años y que aportó una pequeña dote. El matrimonio con su
esposa no resultó, y a los dos años de casados, Cervantes comienza sus extensos
viajes por Andalucía. El matrimonio no llegó a tener hijos. Cervantes nunca
habla de su esposa en sus muchos textos autobiográficos, a pesar de ser él
quien estrenó en la literatura española el tema del divorcio, entonces
imposible en un país católico, con el entremés El juez de los divorcios. Se
supone que el matrimonio fue infeliz, aunque en ese entremés sostiene que «más
vale el peor concierto / que no el divorcio mejor».
Últimos
años
En 1587, viajó a
Andalucía como comisario de provisiones de la Armada Invencible. Durante los
años como comisario, recorrió una y otra vez el camino que va de Madrid a
Andalucía, pasando por Toledo y La Mancha (actual Ciudad Real). Ese es el
itinerario de Rinconete y Cortadillo.
Se estableció en la
ciudad de Sevilla el 10 de enero de 1588. Recorrerá municipios de la provincia
de Sevilla como Carmona, Écija, Estepa, Arahal, Marchena y La
Puebla de Cazalla recogiendo productos como
aceituna, aceite de oliva, trigo y cebada como comisario de abastos
de los barcos reales. El embargo de bienes de la Iglesia llevó al Provisor del
Arzobispado de Sevilla a dictar sentencia de excomunión contra Cervantes y a
ordenar al vicario de Écija que pusiera en tablillas al excomulgado.
A partir de 1594, será
recaudador de impuestos atrasados (tercias y alcabalas), empleo que le acarreará numerosos problemas y
disputas, puesto que era el encargado de ir casa por casa recaudando impuestos,
que en su mayoría iban destinados a cubrir las guerras en las que estaba
involucrada España. Es encarcelado en 1597 en la Cárcel Real de Sevilla, entre
septiembre y diciembre de ese año, tras la quiebra del banco donde depositaba
la recaudación. Supuestamente Cervantes se había apropiado de dinero público y
sería descubierto tras ser encontradas varias irregularidades en las cuentas
que llevaba. En la cárcel «engendra» Don Quijote de la Mancha, según el prólogo
a esta obra. No se sabe si con ese término quiso decir que comenzó a escribirlo
mientras estaba preso o, simplemente, que se le ocurrió la idea allí.
El otro encarcelamiento
documentado de Cervantes fue muy breve, en Castro del Río (Córdoba) en 1592. No
consta que haya estado nunca en la cueva de la casa de los Medrano, en
Argamasilla de Alba.
Por entonces inicia su
carrera dramática Miguel de Cervantes sobre postulados renacentistas y
clasicistas: respeto a las tres unidades aristotélicas y no mezclar lo trágico
y lo cómico, como recomendaba Horacio en su Epístola a los Pisones o Arte
poética. Ya se ha visto como Cervantes amaba el teatro desde su niñez (en el
Quijote abunda el diálogo). Arriesgó con algunas innovaciones como reducir las
comedias a tres actos o utilizar personajes alegóricos y tuvo un cierto éxito
hasta que triunfó Lope de Vega con una fórmula más moderna (expresa en 1609,
cuando difundió su Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo y todos lo
siguieron, de suerte que ya ningún empresario teatral («autor» en la lengua de
la época) quiso comprarle a Cervantes sus comedias, que aparecían como
anticuadas. Lope de Vega notó la ojeriza que le tomó Cervantes por este hecho,
expresa en las críticas clasicistas que contiene su Don Quijote (I, 48) hacia
su teatro, pero después Cervantes asumió a regañadientes la nueva fórmula («los
tiempos mudan las cosas/y perfeccionan las artes», escribirá en el diálogo
entre Comedia y Necesidad de su pieza El rufián dichoso)
y empezará
a escribir comedias según
la nueva fórmula.
Más tarde (1615), en el
melancólico
prólogo
que pondrá
a sus Ocho comedias y ocho entremeses nunca representados,
hablará
de su experiencia teatral:
Se vieron en los teatros de Madrid representar Los tratos de
Argel, que yo compuse; La destruición de Numancia y La batalla naval, donde me
atreví a reducir las comedias a tres jornadas, de cinco que tenían; mostré, o,
por mejor decir, fui el primero que representase las imaginaciones y los
pensamientos escondidos del alma, sacando figuras morales al teatro, con
general y gustoso aplauso de los oyentes; compuse en este tiempo hasta veinte
comedias o treinta, que todas ellas se recitaron sin que se les ofreciese
ofrenda de pepinos ni de otra cosa arrojadiza; corrieron su carrera sin silbos,
gritas ni barahúndas. Tuve otras cosas en que ocuparme; dejé la pluma y las
comedias, y entró luego el monstruo de naturaleza, el gran Lope de Vega, y
alzóse con la monarquía cómica; avasalló y puso debajo de su juridición a todos
los farsantes; llenó el mundo de comedias proprias, felices y bien razonadas, y
tantas, que pasan de diez mil pliegos los que tiene escritos, y todas (que es
una de las mayores cosas que puede decirse) las ha visto representar, o oído
decir, por lo menos, que se han representado; y si algunos, que hay muchos, han
querido entrar a la parte y gloria de sus trabajos, todos juntos no llegan en
lo que han escrito a la mitad de lo que él sólo. [...] Algunos años ha que
volví yo a mi antigua ociosidad, y, pensando que aún duraban los siglos donde
corrían mis alabanzas, volví a componer algunas comedias, pero no hallé pájaros
en los nidos de antaño; quiero decir que no hallé autor que me las pidiese,
puesto que sabían que las tenía; y así, las arrinconé en un cofre y las
consagré y condené al perpetuo silencio. En esta sazón me dijo un librero que
él me las comprara si un autor de título no le hubiera dicho que de mi prosa se
podía esperar mucho, pero que del verso, nada; y, si va a decir la verdad,
cierto que me dio pesadumbre el oírlo, y dije entre mí: «O yo me he mudado en
otro, o los tiempos se han mejorado mucho; sucediendo siempre al revés, pues
siempre se alaban los pasados tiempos». Torné a pasar los ojos por mis
comedias, y por algunos entremeses míos que con ellas estaban arrinconados, y
vi no ser tan malas ni tan malos que no mereciesen salir de las tinieblas del
ingenio de aquel autor a la luz de otros autores menos escrupulosos y más
entendidos. Aburríme y vendíselas al tal librero, que las ha puesto en la
estampa como aquí te las ofrece.
Como dramaturgo
Cervantes sobresalió en un género: el entremés, así como en las comedias en que
describe sus experiencias personales como esclavo cautivo de los musulmanes en
Argel: El trato de Argel, su refundición Los baños de Argel y La gran sultana,
que figuran dentro del subgénero denominado «comedia de cautivos». También
pueden considerarse obras maestras su tragedia El cerco de Numancia (1585) y la
comedia El rufián dichoso. Hace poco se ha recuperado una tragedia que se
consideraba perdida, la Jerusalén, también harto notable.
En 1604 se instaló en
Valladolid (por aquel entonces Corte Real —desde 1601— de Felipe III). El mismo
año 1604 Antonio de Herrera y Tordesillas, Cronista de Indias y Censor de la
obra de Miguel de Cervantes,
autorizó
la impresión.
Y en enero de 1605 publicó la primera parte de la que será su principal obra: El
ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Ello marcó el comienzo del realismo
como estética literaria y creó el género literario de la novela moderna, la
novela polifónica, de amplísimo influjo posterior, mediante el cultivo de lo
que llamó «una escritura desatada» en la que el artista podía mostrarse «épico,
lírico, trágico, cómico» en el crisol genuino de la parodia de todos los
géneros. La segunda parte no aparece hasta 1615: El ingenioso caballero don
Quijote de la Mancha.
Ambas obras le ganan un
puesto en la historia de la literatura universal y convierten a su autor, junto
con Dante Alighieri, William Shakespeare, Michel de Montaigne y Goethe en un
autor canónico de la literatura occidental. Un año antes, aparece publicada una
apócrifa continuación de Alonso Fernández de Avellaneda. Una novela que podría
haber sido escrita, según se ha propuesto, por el círculo de amigos de Lope de
Vega o por el aragonés
Jerónimo
de Pasamonte.
Entre las dos partes del
Quijote aparecen en 1613 las Novelas ejemplares, un conjunto de doce
narraciones breves, compuestas algunas de ellas muchos años antes. Su fuente es
propia y original. En ellas explora distintas fórmulas narrativas como la
sátira lucianesca (El coloquio de los perros), la novela picaresca (Rinconete y
Cortadillo), la miscelánea (El licenciado vidriera), la novela bizantina (La
española inglesa, El amante liberal) o, incluso, la novela policíaca (La fuerza
de la sangre). De dos de ellas, como por ejemplo El celoso extremeño, existe
una segunda redacción testimoniada por el manuscrito llamado de Porras de la
Cámara, descubierto y en breve destruido en el siglo XIX.
Solo esta colección
de novelas habría
podido en sí
misma haberle creado un puesto muy destacado en la historia de la literatura
castellana.
La crítica literaria fue
una constante en su obra. Aparece en la Galatea, en el Quijote y a ella le
consagró el Viaje del Parnaso (1614) extenso poema en tercetos encadenados. En
1615, publica Ocho comedias y ocho entremeses nuevos nunca representados, pero
su drama más popular hoy, La Numancia, además de El trato de Argel, quedó
inédito hasta el siglo XVIII.
Un año después de su
muerte, aparece la novela Los trabajos de Persiles y Sigismunda, cuya
dedicatoria a Pedro Fernández de Castro y Andrade, VII conde de Lemos, su
mecenas durante años, y a quien están también dedicadas la segunda parte del
Quijote y las Novelas ejemplares, y que firmó apenas dos días antes de morir,
resulta una de las páginas más conmovedoras de la literatura española:
Señor; aquellas coplas antiguas que fueron en su tiempo
celebradas, que comienzan: «Puesto ya el pie en el estribo», quisiera yo no
vinieran tan a pelo en esta mi epístola, porque casi con las mismas palabras
las puedo comenzar diciendo:
Puesto ya el pie en el
estribo,
con las ansias de la
muerte,
gran señor, ésta te
escribo.
Ayer me dieron la extremaunción, y hoy escribo ésta. El tiempo
es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan, y, con todo esto, llevo la
vida sobre el deseo que tengo de vivir y quisiera yo ponerle coto hasta besar
los pies de V. E., que podría ser fuese tanto el contento de ver a V. E. bueno
en España, que me volviese a dar la vida. Pero, si está decretado que la haya
de perder, cúmplase la voluntad de los cielos y, por lo menos, sepa V. E. este
mi deseo y sepa que tuvo en mí un tan aficionado criado de servirle, que quiso
pasar aún más allá de la muerte mostrando su intención. Con todo esto, como en
profecía, me alegro de la llegada de V. E.; regocíjome de verle señalar con el
dedo y realégrome de que salieron verdaderas mis esperanzas dilatadas en la
fama de las bondades de V. E. Todavía me quedan en el alma ciertas reliquias y
asomos de las Semanas del Jardín y del famoso Bernardo. Si a dicha, por buena
ventura mía (que ya no sería sino milagro), me diere el cielo vida, las verá,
y, con ellas, el fin de la Galatea, de quien sé está aficionado V. E., y con
estas obras continuado mi deseo; guarde Dios a V. E. como puede, Miguel de
Cervantes.
Persiles es una novela
bizantina que, según el autor, pretendía competir con el modelo clásico griego
de Heliodoro; tuvo éxito, pues conoció algunas ediciones más en su época, pero
fue olvidada y oscurecida por el triunfo indiscutible de su Don Quijote.
Cervantes utiliza un grupo de personajes como hilo conductor de la obra, en vez
de dos. Anticipa, además, el llamado realismo mágico dando entrada a algunos
elementos fantásticos. En cierto modo, cristianiza el modelo original
utilizando el tópico del homo viator, alcanzándose el clímax al final de la
obra con la anagnórisis de los dos enamorados principales, llamados hasta
entonces Periandro y Auristela, en la ciudad santa de Roma:
Nuestras almas, como tú bien sabes y como aquí me han enseñado,
siempre están en continuo movimiento y no pueden parar sino en Dios, como en su
centro. En esta vida los deseos son infinitos y unos se encadenan de otros y se
eslabonan y van formando una cadena que tal vez llega al cielo y tal se sume en
el infierno.
La influencia de
Cervantes en la literatura universal ha sido tal, que la misma lengua española
suele ser llamada la lengua de Cervantes.
Muerte
y tumba de Cervantes
En el registro de la
parroquia de San Sebastián se afirma que Cervantes murió el día 23 de abril de
1616
Cervantes falleció en
Madrid a la edad de 68 años de diabetes, en la conocida Casa de Cervantes,
situada en la esquina entre la calle del León y la calle Francos, en
el ya citado barrio de las Letras o barrio de las Musas, en el entorno del
conocido Madrid de los Austrias. Cervantes deseó ser enterrado en la iglesia
del convento de las Trinitarias Descalzas, en el mismo barrio, ya que cuando
fue llevado preso en Argel, la congregación de los trinitarios ayudó, hicieron
de intermediarios y recogieron fondos para que él y su hermano Rodrigo fueran
liberados.
El convento actual fue
construido en distintas fases. En el momento en que Cervantes fue enterrado
allí, el convento tenía una capilla pequeña con acceso por la calle Huertas,
pero posteriormente fue edificada una iglesia mayor en el mismo sitio y se
trasladó a este nuevo templo a las personas que se encontraban enterradas en el
anterior. El cuerpo de Cervantes también fue trasladado pero se desconocía el
lugar exacto en el que se encontraba. En julio de 2011 saltó la noticia de que el
historiador Fernando de Prado se proponía encontrar los restos de Cervantes
liderando un grupo de expertos, explorando las diferentes partes del convento,
de 3000 metros cuadrados, para investigar mejor su aspecto físico y las causas
de su muerte.
El 23 de abril los reyes
de España entregan el Premio Cervantes en el paraninfo de la Universidad de
Alcalá de Henares.
Fuente
https://es.wikipedia.org/wiki/Miguel_de_Cervantes
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