Miguel de Unamuno
Miguel de Unamuno y Jugo
nació
en el número
14 de la calle Ronda de Bilbao, en el barrio de las Siete Calles. Era el tercer
hijo y primer varón,
tras María
Felisa y María
Jesús,
del matrimonio habido entre el comerciante Félix María de Unamuno
Larraza y su sobrina carnal, María Salomé Crispina Jugo Unamuno, diecisiete
años más joven. Más
tarde nacieron Félix
Gabriel José,
Susana Presentación
Felisa y María Mercedes Higinia. Por
parte de padre, el filósofo
era primo del científico, naturalista y antropólogo Telesforo Aranzadi Unamuno
(1860-1945), con quien preparó diversas oposiciones.
A los pocos meses de
nacer, los padres de Unamuno cambiaron de domicilio y se instalaron en el
segundo piso derecha de la calle de la Cruz número 7. En los bajos se hallaba
la chocolatería de sus tíos, que vivían en el primer piso. No había cumplido todavía los seis años cuando quedó huérfano de padre. Félix de Unamuno falleció
el 14 de julio de 1870 en el balneario de Urberuaga, en Marquina, «de enfermedad
de tisis pulmonar»
Aprendió sus primeras
letras con don Higinio en el colegio privado de San Nicolás, situado en una
buhardilla de la calle del Correo.
En las catequesis preparatorias para la primera comunión, en la iglesia de San
Juan, conoció
a quien, andando el tiempo, sería su novia y esposa: Concepción Lizárraga, Concha.
Al acabar sus primeros
estudios en el colegio de San Nicolás y a punto de entrar en el instituto,
asistió como testigo al asedio de su ciudad durante la Tercera Guerra Carlista,
lo que luego reflejará en su primera novela, Paz en la guerra. La villa quedó
sitiada por las tropas carlistas bajo el mando del general Elío, desde el 28 de
diciembre de 1873. A partir de febrero de 1874, la situación se agravó al
quedar interrumpido cualquier abastecimiento a través de la ría y, por último,
el día 21 del mismo mes comenzó el bombardeo de Bilbao. El sitio finalizó el 2
de mayo de 1874 con la entrada de las tropas liberales al mando del general
Gutiérrez de la Concha. Para sus biógrafos, esta experiencia de la guerra
civil marcó
su tránsito
de la infancia a la adolescencia.
Bachillerato
La siguiente etapa en la
vida académica de Unamuno comenzó el 11 de septiembre de 1875, fecha en la que
realizó su examen de ingreso en el Instituto Vizcaíno
para cursar el Bachillerato, prueba en la que obtuvo la calificación de
«Aprobado», y no se presentó al examen de premio.
Tanto el examen de ingreso como el primer curso tuvo que realizarlos en el
antiguo colegio de la calle del Correo, ya que el Instituto, durante la guerra,
había
sido convertido en hospital militar
Santos Barrón
fue su profesor de Latín
y Castellano, y Genaro Carreño de Geografía universal. Obtuvo la
calificación
de notable en las tres asignaturas. Unamuno describió con gran viveza este
periodo formativo de su vida en sus Recuerdos de niñez y de mocedad (1908), de
que hay distintas versiones publicadas, pues el autor refundió diversos
artículos publicados sobre el tema entre 1891 y 1892.
Los restantes cuatro
cursos los realizó en el instituto. En general, le disgustaba el método de
aprendizaje memorístico que se aplicaba en casi todas las asignaturas y le
aburrían, en particular, las clases de Latín, Historia, Geografía y Retórica,
aunque le encantaba memorizar los ejemplos de figuras de esta última. No tuvo
ningún problema con la Aritmética, la Física, la Geometría o la Trigonometría,
y disfrutaba con el Álgebra. También le agradó la Filosofía, que figuraba
entonces en una asignatura de cuarto curso: "Fundamentos de Psicología,
Lógica y Ética", a pesar de que no apreciaba la didáctica de su profesor,
el sacerdote Félix Azcuénaga. En sus Recuerdos de niñez y de mocedad, Unamuno
cuenta que empezó a sentir curiosidad por la filosofía leyendo las únicas obras
de esa materia que había en la biblioteca paterna, que eran de Jaime Balmes ("una
especie de escocés de quinta mano") y de Donoso Cortés.
En esas clases podía
hacer gala de su talento de orador, rivalizando a menudo con su compañero Andrés Oñate. Por último, en las
asignaturas impartidas por Fernando Mieg, Historia Natural, Fisiología e
Higiene, logró sendos sobresalientes, probable consecuencia del sistema
pedagógico utilizado por el catedrático que sabía despertar la curiosidad y el
interés de sus alumnos. Como dice,
literalmente, su expediente, «con fecha 19 y 21 de junio de 1880 fue
aprobado en los ejercicios del grado de Bachiller en Artes, en 17 de agosto del
mismo se le expidió el título por el Sr. Rector de este distrito y en 30 del
mismo mes recibió el dicho título».
Buen dibujante, estudió
en el taller bilbaíno de Antonio Lecuona, pero, como él mismo confesó, la falta de dominio
sobre el color le hizo desistir de una carrera artística.
Estudios
universitarios
En septiembre de 1880 se
traslada a la Universidad de Madrid para estudiar Filosofía y Letras. En ese
año precisamente acababa de publicar Marcelino Menéndez Pelayo el primer
volumen de su Historia de los heterodoxos españoles (1880-1882), que le
impresionó no poco, en especial en lo que tocaba al protestante José María
Blanco White, con el que se identificaba en lo esencial, como señaló el Conde
de Motrico. El 21 de junio de 1883,
a sus diecinueve años,
finaliza sus estudios y realiza el examen de Grado de dicha licenciatura
obteniendo la calificación
de sobresaliente. Un año
después,
el 20 de junio de 1884, se doctora con una tesis sobre la lengua vasca: Crítica
del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca.
En ella anticipa su idea sobre el origen de los vascos, idea contraria a la que
en los años
venideros irá
gestando el nacionalismo vasco, recién fundado por los hermanos Arana Goiri,
que propugnará una raza vasca no contaminada por otras razas.
En 1884 comienza a
trabajar en un colegio como profesor de latín y psicología, publica un artículo
titulado «Del elemento alienígena en el idioma vasco» y otro costumbrista,
«Guernica», aumentando su colaboración en 1886 con El Noticiero Bilbaíno.
En 1888, oposita en
Madrid a la cátedra de Psicología, Lógica y Ética vacante en el Instituto de
Bilbao y, mientras se halla en la capital por este motivo, la Diputación de
Vizcaya convoca una plaza de profesor interino de lengua vascongada en el mismo
instituto con «asignación anual de mil quinientas pesetas». Se presenta a esta
última junto con Pedro Alberdi, Eustaquio Madina, Sabino Arana y el novelista y
folclorista Resurrección María de Azkue, adjudicándose la plaza a este último.
El primer informe presentado por el secretario de la Diputación hizo constar
que, de los cinco candidatos, solo Unamuno y Azkue contaban con título
profesional. El primero, doctor en Filosofía y Letras y el segundo, Bachiller
en Teología. Según Sabino Arana, la adjudicación se debió al «Diputado
Larrazabal, amigo de Azkue y amigo de mi difunto padre, (que) me escribió
suplicándome retirara la solicitud, para que el nombramiento recayera en Azkue,
joven clérigo despejado que tenía que sostener a su madre y hermanas y al
efecto y para desplegar sus facultades deseaba establecerse en Bilbao».
Polemizó con Sabino
Arana, que iniciaba su actividad nacionalista, ya que consideraba a Unamuno
como un vasco «españolista» porque, aunque ya había escrito algunas obras en
euskera, consideraba a este idioma próximo a desaparecer y que además el
bilingüismo no era posible. «El vascuence y el castellano son incompatibles,
dígase lo que se quiera, y, si caben individuos, no caben pueblos bilingües. Es
este de la bilingüidad un estado transitorio».
En 1889 prepara otras
oposiciones y viaja a Suiza, Italia y Francia, donde se celebra la Exposición
Universal y se inaugura la torre Eiffel.
El 31 de enero de 1891,
se casa en Guernica con su "Concha", Concepción Lizárraga Ecenarro,
de la que estaba enamorado desde niño y con quien tuvo nueve hijos. Unamuno
pasa los meses invernales de ese año dedicado a la preparación de las
oposiciones para una cátedra de griego en la Universidad de Salamanca, una
materia menos controvertida, la cual obtiene de un tribunal donde figuraba
entre otros Juan Valera. Con motivo de
estas oposiciones, entabla amistad con el granadino Ángel Ganivet, amistad
que se irá
intensificando hasta el suicidio de aquel en 1898. También estudia el Cantar de
Mio Cid entre octubre de 1892 y abril de 1893 para optar al premio que la Real
Academia de la Lengua ofrecía al mejor trabajo sobre el léxico y la gramática
del mismo. Quedó
finalista, pues el premio lo obtuvo Ramón Menéndez Pidal; el estudio
de Unamuno solo llegó
a publicarse en 1977.
El 11 de octubre de 1894
ingresa en la Agrupación Socialista de Bilbao y colabora en el semanario La
Lucha de Clases de esta ciudad; en 1895 aparece su primera colección de
ensayos, En torno al casticismo, que tendrá segunda edición en 1916; la
ejecución del líder y escritor filipino José Rizal en 1896, a instigación de
las órdenes religiosas establecidas en la isla, lo conmueve profundamente.
Abandona el partido socialista en 1897 sufriendo una gran depresión: su tercer
hijo enfermó de una meningitis que degeneró en hidrocefalia, se cree a las
puertas de la muerte al sufrir una neurosis de angustia;
y el materialismo dialéctico
no puede explicar sus dudas existenciales y sus preocupaciones religiosas, que
empiezan a dominar su pensamiento. Publica también en ese año su única novela
histórica, Paz en la guerra, sobre la tercera carlistada en Bilbao, pero que no
le deja satisfecho por ser demasiado pensada y estructurada; refleja algo de su
crisis espiritual en su tragedia La esfinge, compuesta en 1897 pero solo estrenada
en 1909, donde cuenta la historia de Ángel (¿un eco de su amigo Ángel Ganivet,
acaso?), quien, empujado por su entorno para adentrarse en el mundo de la
política, sufre una crisis espiritual y de valores que le empuja a dejarse
matar. Además,
concluye en 1898 la Guerra hispano-estadounidense en la que España pierde sus
colonias y se hace evidente que el país no es lo que se creía que era. El
corrupto sistema canovista está en crisis y cunden las preocupaciones
patrióticas: el pensamiento regeneracionista está en el aire: Joaquín Costa
publica Reconstitución y europeización de España (1898). De esta coyuntura
surge el grupo de "los tres" (Azorín, Baroja y Unamuno) y la llamada
generación del 98, que ofrecerá una visión subjetiva (artística: narrativa y poética)
de la decadencia inspirada en los estudios objetivos del regeneracionismo,
buscando en diversos viajes por el país la España real, lo que Unamuno llamará
en los ensayos de 1895 tradición eterna o intrahistoria, una historia de los
pequeños grupos humanos frente a la de la España oficial, metahistórica, falsa
y meramente epifenoménica. Unamuno tiene en 1898 ya cinco hijos y multiplica su
esfuerzo y sus colaboraciones periodísticas para poder sostener a su familia.
Desde los inicios de su
estancia en Salamanca, participó activamente en su vida cultural, y se hizo
habitual su presencia en la terraza del Café literario Novelty, al lado del
ayuntamiento, costumbre que mantuvo hasta 1936. Desde aquella terraza, cuando a
Unamuno, refiriéndose
a la Plaza Mayor de Salamanca, le preguntaban si era un cuadrado perfecto o no,
él afirmaba: «Es un cuadrilátero. Irregular, pero asombrosamente armónico». En
1900 el ministro lo nombra, con solo
treinta y seis años
de edad, rector de la Universidad de Salamanca por primera vez, cargo que llegó
a ostentar tres veces. Creó una cátedra de Filología comparada que terminó rigiendo él. En 1901 empieza a
leer a su filósofo
predilecto, Sören
Kierkegaard; incluso aprende danés para comprenderlo mejor, y se recrudece
su enfrentamiento con el obispo de Salamanca Tomás Cámara. En 1902 publica la
novela Amor y pedagogía,
una crítica
severa al pensamiento educativo del positivismo y a la represión de todo impulso
natural. Sostiene en esta obra, como en otras, la dicotomía esencial entre la
vida y el pensamiento. Le nombran mantenedor de diversos juegos florales. Con
motivo del tricentenario de la publicación del Quijote (1905), publica su poco
ortodoxo ensayo Vida de don Quijote y Sancho sobre el heroísmo y el erostratismo
y recibe la Gran Cruz de Alfonso XII. En 1906 le acomete otra vez la neurosis
de angustia. En agosto de 1909, durante la Guerra de Melilla y después del
Desastre del Barranco del Lobo, escribió su polémico poema "Salutación a
los rifeños", donde se pone de parte de ellos frente a las ambiciones
mineras de los occidentales, representadas por España.
Polemiza con Ramiro de Maeztu y José Ortega y Gasset y sus artículos se publican por
toda España
y América.
En 1909 logra estrenar en Las Palmas su tragedia La esfinge. Viaja por España y
Portugal y en 1911 publica Rosario de sonetos líricos, Por tierras de Portugal
y España, Soliloquios y conversaciones y Una historia de amor; en 1912 aparece
una colección de ensayos, Contra esto y aquello. En 1913 aparece la primera de
sus obras filosóficas importantes, Del sentimiento trágico de la vida en los
hombres y en los pueblos, así como su primera obra dramática, La venda.
Durante
la monarquía de Alfonso XIII hasta la caída de Primo de Rivera
En 1914 viaja por Las
Hurdes, buscando la mísera España real (Alfonso XIII lo hará ocho años después,
junto al doctor Gregorio Marañón, en 1922), y publica su nivola / novela más
importante, Niebla, escrita en 1907, donde se refleja la insustancialidad
existencial de la vida y el problema de la identidad y la pervivencia a través
de un personaje "irreal", Augusto Pérez, anticipando el uso de la
metaficción; el peso de la filosofía irracionalista europea en esta creación es
notable (Schopenhauer y Kierkegaard, principalmente), pero también el de la
clásica (Spinoza, Kant, Hegel, Spencer); el ministro de Instrucción Pública lo
destituye del rectorado por razones políticas, aunque el pretexto oficial es una
anómala convalidación del título de bachiller a un colombiano; las reacciones
adversas a esa decisión gubernamental son no solo de escala nacional, sino
internacional.
En 1917 publica su
nivola Abel Sánchez. Una historia de pasión, donde ejemplifica como elemento
esencial del carácter español la envidia, que él llama cainismo, en forma de
ninguneo de todo lo elevado, honesto y esforzado, de la "superioridad
natural", como expone en el prólogo a la segunda edición; por ejemplo, el
protagonista no es el que da el título a la obra, sino el doctor Joaquín
Monegro, que ve despreciados todos sus esfuerzos por hacer el bien a los demás
y al final mata a Abel cuando le roba el amor de su nieto. Al año siguiente
(1918) es elegido concejal del ayuntamiento salmantino y estrena sin éxito en
el Ateneo su tragedia Fedra, acaso demasiado densa y escasa de acción para el
gusto popular. En 1920 es elegido por sus compañeros decano de la Facultad de Filosofía
y Letras y publica su poema religioso El Cristo de Velázquez, un intento de
desagraviarse por su descreído poema "El Cristo yacente de Santa
Clara" que publicó el 26 de mayo de 1913 en Los Lunes del Imparcial y que
suscitó reacciones adversas en los círculos católicos, que lo consideraban
blasfemo y Tres novelas
ejemplares y un prólogo.
En ese mismo año
es condenado a dieciséis
años de prisión por injurias al rey en
un artículo
de opinión,
pero la sentencia no llegó a cumplirse.
[...] ese aventurero
de mala fe, rapaz, mendaz e incapaz que es Primo de Rivera, a quien he de aplastar
como Sarmiento a Rosas.
En 1921 es nombrado
vicerrector. Sus constantes ataques al rey y al dictador Primo de Rivera hacen
que este lo destituya nuevamente y lo destierre a Fuerteventura en febrero de
1924. El 9 de julio es indultado, pero él se destierra a sí mismo voluntariamente a
Francia; primero a París,
donde fue muy bien acogido por el hispanista Jean Cassou, quien le presentó al escritor mexicano
Alfonso Reyes y al poeta checo-alemán Rainer Maria Rilke,
y, al poco tiempo, a Hendaya. Se queda allí hasta que en 1930 cae el régimen de Primo de
Rivera, y a su vuelta a Salamanca entra en la ciudad con un recibimiento apoteósico.
La
República
Miguel de Unamuno se
presenta candidato a concejal por la Conjunción Republicano-Socialista para las
elecciones del 12 de abril de 1931, resultando elegido. El 14 de abril, es él
quien proclama la República en Salamanca: desde el balcón del ayuntamiento, el
filósofo declara que comienza «una nueva era y termina una dinastía que nos ha
empobrecido, envilecido y entontecido».
La República lo repone
en el cargo de rector de la Universidad salmantina. Se presenta a las
elecciones a Cortes y es elegido diputado como independiente por la candidatura
de la conjunción republicano-socialista en Salamanca, ejerciendo su cargo entre
el 12 de julio de 1931 y el 9 de octubre de 1933.
Sin embargo, el escritor
e intelectual, que en 1931 había dicho que él había contribuido más que ningún
otro español —con su pluma, con su oposición al rey y al dictador, con su
exilio...— al advenimiento de la República, empieza a desencantarse, como otros
intelectuales que lo habían acompañado en su pulso a favor de la República,
como José Ortega y Gasset y Ramón Pérez de Ayala. En 1933 decide no presentarse
a la reelección. Por demás, había reñido también con muchos otros famosos
intelectuales, que, sin embargo, lo admiraban, como el propio Ortega, quien no
podía soportar su subjetivismo ya al menos desde 1909, cuando se entrevistó con
él en Salamanca; Ramón Gómez de la Serna advirtió que, cuando Unamuno entraba
en la Revista de Occidente, Ortega se levantaba y se iba, a lo que añadió
maliciosamente: "Nunca notaba su ausencia"; o Pío Baroja, al que su
intransigencia lo ponía
incomodísimo
(escribió
que «Unamuno
se creía
todo. Era, sin proponérselo,
filósofo,
matemático,
geógrafo,
filólogo,
naturalista, arquitecto, además de vidente y de profeta» y no «hubiera dejado
hablar por gusto a nadie. No escuchaba»), aunque apercibió que sus novelas
parecían escritas "para incomodar al lector". No caía tampoco
demasiado bien a Valle-Inclán ni a Fernando Pessoa, quien sufrió sus ninguneos
y advirtió el absurdo de sus contradicciones. Imbuido de lo que él llamaba, con esos
neologismos que caracterizan su estilo, su alterutralidad o neutralidad activa,
el gran filólogo
Ernst Robert Curtius llegó a definirlo como excitator Hispaniae.
En 1934 se jubila de su
actividad docente y es nombrado Rector vitalicio, a título honorífico, de la
Universidad de Salamanca, que crea una cátedra con su nombre. En 1935 es
nombrado ciudadano de honor de la República. Fruto de su desencanto, expresa
públicamente sus críticas a la reforma agraria, la política religiosa, la clase
política, el gobierno y a Manuel Azaña.
El 10 de febrero de 1935 recibe la visita de José Antonio Primo de Rivera
y otros falangistas en su casa y asiste al acto de presentación de la Falange
en Salamanca, según su correspondencia con la escritora Concha Espina.
En 1935 el premio Nobel
de literatura quedó desierto. Un informe del "Ministerio para la formación
y la propaganda” del Tercer Reich dirigido a la Fundación Nobel solicitaba que
no se concediera el premio a Miguel de Unamuno ya que “Tras el cambio político
ocurrido desde 1933, Unamuno ha tomado una actitud tan clara contra nosotros
que se pueda considerar como el portavoz espiritual de la lucha contra Alemania
en los círculos intelectuales de España. Por esta actitud no apoyamos su
solicitud para el Nobel”.
La
Guerra Civil
Al iniciarse la guerra
civil, Unamuno apoya al bando nacional: quiere ver en los militares alzados a
un conjunto de regeneracionistas autoritarios dispuestos a encauzar la deriva
del país. Cuando el 19 de julio la práctica totalidad del consistorio
salmantino es destituida por las nuevas autoridades y sustituida por personas
adeptas, Unamuno acepta el acta de concejal que le ofrece el nuevo alcalde, el
comandante Del Valle.
En el verano de 1936
hace un llamamiento a los intelectuales europeos para que apoyen a los
sublevados, declarando que representan la defensa de la civilización occidental
y de la tradición cristiana, lo que causa tristeza y horror en el mundo, según
el historiador Fernando García de Cortázar.
Azaña
lo destituye, pero el gobierno de Burgos le repone de nuevo en el cargo.
Sin embargo, el
entusiasmo por la sublevación pronto se torna en decepción, especialmente ante
el cariz que toma la represión en Salamanca. En los bolsillos de Unamuno se
amontonan las cartas de mujeres de amigos, conocidos y desconocidos, que le
piden que interceda por sus maridos encarcelados, torturados y fusilados. A
finales de julio, sus amigos salmantinos Prieto Carrasco (alcalde republicano
de Salamanca) y José Andrés y Manso (diputado socialista) han sido asesinados,
y su alumno predilecto y rector de la Universidad de Granada, Salvador Vila
Hernández, detenido el 7 de octubre. En la cárcel se hallan también recluidos
sus íntimos amigos el doctor Filiberto Villalobos y el periodista José Sánchez
Gómez, este a la espera de ser fusilado. Su también amigo, el pastor de la Iglesia
anglicana y masón Atilano Coco, está amenazado de muerte (será fusilado en
diciembre de 1936). A principios de octubre, Unamuno visita a Franco en el
palacio episcopal para suplicar inútilmente clemencia para sus amigos presos.
Salvador Vila es ejecutado el 22 de octubre, mismo día en que Unamuno fue
destituido como rector por orden de Franco.
El escritor vasco, ya desencantado de las consecuencias del pronunciamiento
militar, llegaría
a atribuir (en comunicación privada a un amigo) el origen del «estúpido régimen de
terror» que imperaba en la zona nacionalista a «el maridaje de la mentalidad de
cuartel con la de sacristía».
Y en los apresurados apuntes manuscritos para El resentimiento trágico de la vida. Notas
sobre la revolución
y guerra civil españolas, pasando revista a las víctimas de la violencia,
varias de ellas cercanas a él, escribió:
Los motejados de intelectuales les estorban tanto a los hunos
como a los hotros. Si no les fusilan los fascistas les fusilarán los marxistas.
[...] ¡Pobre deán de Toledo, Polo Benito! ¡Pobre Arturo Pérez Martín! ¡Pobre
Prieto Carrasco! ¡Pobre Beúnza! ¡[P]obre teniente Castillo! ¡[P]obre Calvo
Sotelo! Pobre... Acaso aquel otro no era buena persona, sino díscolo,
envidioso, pero ¿quiénes somos buenas personas? ¿quién es bueno? Solo Dios es
bueno, «pero Jesús le dijo: ¿qué me dices bueno? nadie bueno sino uno, Dios».
Miguel
de Unamuno
Miguel de Unamuno
también se arrepintió públicamente de su apoyo a la sublevación. El 12 de
octubre de 1936, en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, durante el
acto de apertura del curso académico que se celebraba tradicionalmente en la
misma fecha que el Día de la Raza, el rector se enfrentó públicamente al
general Millán-Astray, que había pronunciado unas soflamas contra la
inteligencia y exaltadoras de la muerte. Posteriormente se atribuyó a Unamuno
un discurso lapidario que habría incluido su famosa frase:
Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada
fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir. Y para
persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha, razón y derecho. Me
parece inútil pediros que penséis en España.
Los
últimos días
Los últimos días de vida
(de octubre a diciembre de 1936) los pasó bajo arresto domiciliario en su casa,
en un estado, en palabras de Fernando García de Cortázar, de resignada desolación,
desesperación y soledad. El 20 o 21 de octubre, en una entrevista mantenida con
el periodista francés Jérôme Tharaud (común y erróneamente atribuida al
escritor Nikos Kazantzakis) declaró:
Tan pronto como se produjo el movimiento salvador que acaudilla
el general Franco, me he unido a él diciendo que lo que hay que salvar en
España es la civilización occidental cristiana y con ella la independencia
nacional, ya que se está aquí, en territorio nacional, ventilando una guerra
internacional. (...) En tanto me iban horrorizando los caracteres que tomaba
esta tremenda guerra civil sin cuartel debida a una verdadera enfermedad mental
colectiva, a una epidemia de locura con cierto substrato patológico-corporal.
Las inauditas salvajadas de las hordas marxistas, rojas, exceden toda descripción
y he de ahorrarme retórica barata. Y dan el tono no socialistas, ni comunistas,
ni sindicalistas, ni anarquistas, sino bandas de malhechores degenerados,
excriminales natos sin ideología alguna que van a satisfacer feroces pasiones
atávicas sin ideología alguna. Y la natural reacción a esto toma también muchas
veces, desgraciadamente, caracteres frenopáticos. Es el régimen del terror.
España está espantada de sí misma. Y si no se contiene a tiempo llegará al
borde del suicidio moral. Si el miserable gobierno de Madrid no ha podido, ni
ha querido resistir la presión del salvajismo apelado marxista, debemos tener
la esperanza de que el gobierno de Burgos tendrá el valor de oponerse a
aquellos que quieren establecer otro régimen de terror. (...) Insisto en que el
sagrado deber del movimiento que gloriosamente encabeza el general Franco es
salvar la civilización occidental cristiana y la independencia nacional, ya que
España no debe estar al dictado de Rusia ni de otra potencia extranjera
cualquiera, puesto que aquí se está librando, en territorio nacional, una
guerra internacional. Y es deber también traer una paz de convencimiento y de
conversión y lograr la unión moral de todos los españoles para restablecer la
patria que se está ensangrentando, desangrándose, envenenándose y
entonteciéndose. Y para ello impedir que los reaccionarios se vayan en su
reacción más allá de la justicia y hasta de la humanidad, como a las veces
tratan. Que no es camino el que se pretenda formar sindicatos nacionales
compulsivos, por fuerza y por amenaza, obligando por el terror a que se alisten
en ellos, ni a los convencidos ni convertidos. Triste cosa sería que el
bárbaro, anti-civil e inhumano régimen bolchevístico se quisiera sustituir con
un bárbaro, anti-civil e inhumano régimen de servidumbre totalitaria. Ni lo uno
ni lo otro, que en el fondo son lo mismo.
Y
a los pocos días, en esta ocasión sí con Kazantzakis:
En este momento crítico del dolor de España, sé que tengo que
seguir a los soldados. Son los únicos que nos devolverán el orden. Saben lo que
significa la disciplina y saben cómo imponerla. No, no me he convertido en un
derechista. No haga usted caso de lo que dice la gente. No he traicionado la
causa de la libertad. Pero es que, por ahora, es totalmente esencial que el
orden sea restaurado. Pero cualquier día me levantaré —pronto— y me lanzaré a
la lucha por la libertad, yo solo. No, no soy fascista ni bolchevique; soy un
solitario.
El
21 de noviembre, escribe a Lorenzo Giusso:
La barbarie es unánime. Es el régimen de terror por las dos
partes. España está asustada de sí misma, horrorizada. Ha brotado la lepra
católica y anticatólica. Aúllan y piden sangre los hunos y los hotros. Y aquí
está mi pobre España, se está desangrando, arruinando, envenenando y
entonteciendo...
En una de sus últimas
cartas, fechada el 13 de diciembre, da su visión de los militares sublevados
ante el cariz que iba tomando el conflicto, volviendo a aparecer su famosa
sentencia:
Ésta es una campaña contra el liberalismo, no contra el
bolchevismo. Todo el que fue ministro en la República, por de derecha que sea,
está ya proscrito. (...) Vencerán, pero no convencerán; conquistarán, pero no
convertirán.
Murió repentinamente, en
su domicilio salmantino de la calle Bordadores, la tarde del 31 de diciembre de
1936, durante la visita que le hizo el falangista Bartolomé Aragón, profesor
auxiliar de la Facultad de Derecho. A pesar de su virtual reclusión, en su
funeral fue exaltado como un héroe falangista.
A su muerte, Antonio Machado escribió: «Señalemos hoy que Unamuno ha muerto
repentinamente, como el que muere en la guerra. ¿Contra quién? Quizá contra sí mismo; acaso también,
aunque muchos no lo crean, contra los hombres que han vendido a España y
traicionado a su pueblo. ¿Contra el pueblo mismo? No lo he creído nunca y no lo
creeré jamás».
Sus restos reposan junto
a los de su hija mayor, Salomé (casada con su secretario y poeta José María
Quiroga Plá y fallecida tres años antes), en un nicho del cementerio de San
Carlos Borromeo de Salamanca, tras este epitafio: «Méteme, Padre Eterno, en tu
pecho, misterioso hogar, dormiré allí, pues vengo deshecho del duro bregar».
Fuente
https://es.wikipedia.org/wiki/Miguel_de_Unamuno
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