Porfirio Díaz

 

Porfirio Díaz nació en Oaxaca, la noche del 15 de septiembre de 1830. Era el sexto de siete hijos, concebidos en el matrimonio de José Faustino Díaz Orozco y María Petrona Cecilia Mori Cortés, quienes se casaron en 1808, cuando el padre de Díaz manejaba los negocios de una empresa de minas y metales de Cinco Señores, San José y El Socorro, en el distrito de Ixtlán. Poco tiempo después, José Faustino se enroló en el ejército insurgente de Vicente Guerrero, donde fungió como veterinario, y, tras un tiempo, fue nombrado coronel. En 1819, tras once años de matrimonio, la pareja concibió a su primera hija, Desideria. Dos años después nacieron los gemelos Cayetano y Pablo, quienes murieron en la infancia; luego vino el nacimiento de dos mujeres más, Manuela y Nicolasa. En 1830 nació Porfirio, y en 1833, el hermano menor, Felipe Díaz Mori.

 

A mediados de 1833, se desarrolló una epidemia de cólera morbus, en la ciudad de Oaxaca. A principios de agosto, José Faustino Díaz se vio infectado, y el 29 de agosto dictó su testamento, dejando todos sus bienes a su esposa, Petrona Mori.

 

En 1835, Porfirio ingresó a la Escuela Amiga, institución educativa controlada por la parroquia de Oaxaca donde aprendió a leer y escribir. Se cuenta que en una ocasión, enojado con su hermano Félix por algún hecho trivial, le puso pólvora en la nariz mientras dormía y le prendió fuego. Desde entonces se le llama a Felix El Chato" Díaz.

 

El padrino de Porfirio, José Agustín Domínguez y Díaz, quien era sacerdote y llegaría a ser Obispo de Antequera, recomendó a su madre apresurar el ingreso de su hijo al Seminario Tridentino de Oaxaca. En 1843, Porfirio ingresó al seminario, comenzando con un bachillerato en artes. Durante tres años, hasta 1846, Porfirio estudió física, matemáticas, lógica, gramática, retórica y latín. En esta última asignatura logró altas calificaciones, por lo que, ante la necesidad de conseguir dinero para su familia, empezó a darle clases de latín a Guadalupe Pérez, hijo del licenciado Marcos Pérez.

 

Al producirse la Intervención estadounidense en México, en el seminario de Oaxaca surgió la inquietud de luchar contra los invasores, idea que fue respaldada y alentada por los sacerdotes y maestros. En octubre de ese año, varios alumnos se dirigieron a ver al gobernador del Estado y solicitarle su ingreso al ejército nacional. Porfirio Díaz estaba en ese grupo, y los cadetes fueron asignados al Batallón de San Clemente. Sin embargo, poco después, la guerra terminó y los estudiantes no pudieron ir a pelear.

 

Al acabar el curso me inclinaba yo a la teología. Y aunque mi madre deseaba ardientemente, no ejercía presión sobre mí, pues yo me sentía muy inclinado a ese género de estudios, pues los niños se aficionan a lo que ven.

 

Una noche, al salir de la casa de don Marcos Pérez, después de dar clases a su hijo don Guadalupe Pérez, fui invitado yo a la solemne ceremonia de distribución de premios que iba a tener verificativo esa misma noche en el colegio del estado. Acepté la invitación y en ese momento me presentó con el señor gobernador del estado, don Benito Juárez.

 

Entusiasmado entonces por lo que había visto y oído, tomé la resolución de no seguir la carrera eclesiástica. Luché conmigo toda la noche, y no pudiendo soportar el estado en que me encontraba, comuniqué a mi madre mi decisión al día siguiente.

 

Porfirio Díaz daba clases de latín a Guadalupe Pérez, hijo del licenciado serrano destacado Marcos Pérez, quien tenía una fuerte y cercana relación con Benito Juárez. Un día al finalizar una de sus clases, el licenciado Marcos Pérez invitó al joven Porfirio a asistir a una entrega de premios en el Colegio Liberal. Porfirio Díaz aceptó, y fue al evento en donde conoció al entonces gobernador del estado de Oaxaca, Benito Juárez. Al observar el trato abierto y respetuoso de Marcos Pérez y Benito Juárez, y al escuchar discursos que hablaban de los jóvenes como amigos, y los derechos del hombre, (cosa que no sucedía y tomaba en cuenta en el seminario) Porfirio decidió abandonar el seminario e ingresar en el Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca, entonces considerado herético. Su padrino José Agustín, ya para entonces nombrado obispo de la diócesis, le retiró su apoyo económico y moral. A pesar de haber sido un alumno regular durante toda su carrera escolar, Díaz logró salir adelante en los estudios de derecho, y a fines de 1850, se convirtió en maestro en ese mismo instituto. Poco tiempo después, y ante la situación económica que pasaba su familia, Porfirio se convirtió en bolero, más tarde trabajó en una armería ensamblando y arreglando rifles, al tiempo que consiguió trabajo como carpintero. En 1854, sustituyó a Rafael Urquiza como bibliotecario del Instituto. Cuando Manuel Iturribarría, profesor de la cátedra de derecho natural, abandonó el puesto por enfermedad, Díaz se convirtió en profesor interino. Esto mejoró en parte su situación económica y la de su familia. Díaz estudió derecho romano, materia que aprobó con la mejor calificación de su generación. En el instituto, tuvo como compañeros a Matías Romero y José Justo Benítez. De 1852 a 1853 fue alumno de Benito Juárez en derecho civil.

 

Su hermana Desideria se casó con un comerciante de Michoacán, Antonio Tapia, con quien tuvo varios hijos de los que solamente sobrevivieron dos. Vivió en Michoacán hasta su muerte. Su hermana Nicolasa se casó prematuramente y quedó viuda (no dejó descendencia). Manuela, su otra hermana, tuvo una relación extramarital con el médico Manuel Ortega Reyes, de quien nació su hija Delfina Ortega Díaz, quien con el tiempo se convertiría en esposa de su tío Porfirio.

 

Carrera militar

El 1 de marzo de 1854, en Ayutla de los Libres, actual Estado de Guerrero, Florencio Villareal y Juan N. Álvarez proclamaron el Plan de Ayutla contra el presidente Antonio López de Santa Anna, quien estaba en el poder por décima primera ocasión desde el 20 de abril de 1853. Con esta proclamación, dio comienzo la Revolución de Ayutla. En Oaxaca, Marcos Pérez y sus allegados comenzaron a planear un movimiento que secundara la Revolución, para lo cual establecieron correspondencia con la ciudad estadounidense de Nueva Orleans, donde se encontraba exiliado el exgobernador Benito Juárez, a consecuencia de una riña personal con Santa Anna. Cuando miembros de la policía secreta del gobierno, descubrieron las cartas de los conspiradores, Marcos Pérez y sus compañeros fueron encarcelados en el convento de Santo Domingo. Porfirio Díaz intentó visitar a Pérez, pero su familia lo intentó desanimar diciendo: «Los muros de Santo Domingo no se pueden escalar». Díaz logró escalar las torres del convento, con ayuda de su hermano, la noche del 23 de noviembre, y logró comunicarse vía idioma latín con Marcos Pérez. Unas semanas más tarde, el gobernador Martínez Pinillos decretó amnistía para los presos, y Porfirio Díaz fue quien se los comunicó. En diciembre, el mismo gobernador exilió a Pérez en Tehuacán (Puebla), y ordenó la captura de Díaz, por haber votado públicamente en contra de Santa Anna y a favor de Álvarez, llamándole «Su Excelencia el Señor General Don Juan Álvarez», quien de inmediato formó una pequeña guerrilla, con la que enfrentó a las fuerzas federales en el enfrentamiento de Teotongo, el 7 de febrero de 1855.

 

El 9 de agosto de 1855, Santa Anna renunció a la presidencia y se embarcó en el puerto de Veracruz rumbo a Cuba. Juan N. Álvarez, quien había encabezado la revolución, se convirtió en presidente provisional. El 27 de agosto, Benito Juárez regresó de su exilio en el extranjero y fue nombrado gobernador de Oaxaca. Celestino Macedonio, quien era el secretario de Gobierno Estatal, nombró a Díaz como jefe político del Distrito de Ixtlán. En este pueblo, y a pesar de la oposición del jefe militar estatal, Díaz organiza la primera guardia en la historia de Ixtlán, con la que participó, a finales de 1856, en el primer sitio de Oaxaca, donde recibió una herida de bala, razón por la que el doctor Esteban Calderón le practicó una operación.

 

Al estallar la Guerra de Reforma, Díaz peleó en varias batallas, como en la acción militar de Calpulalpan, bajo las órdenes de José María Díaz Ordaz e Ignacio Mejía. En tres años le fueron conferidos los cargos de mayor, coronel y teniente general. Tras el triunfo liberal, acaecido el 11 de enero de 1861, Díaz fue postulado a diputado federal, logrando obtener una curul por Oaxaca en el Congreso de la Unión. Sin embargo, al ser ejecutados Melchor Ocampo, Leandro Valle y Santos Degollado, por las fuerzas conservadoras en el transcurso del año, Díaz solicitó permiso para ausentarse e ir a pelear. El permiso le fue concedido y en su lugar quedó su suplente, Justo Benítez.

 

El 31 de octubre, se celebró en Londres, una convención entre los representantes de España, Francia e Inglaterra, con el propósito de definir la política a seguir con las deudas de México, ya que el 24 de julio, Juárez suspendió los pagos debido a la bancarrota de la hacienda nacional. A principios de diciembre, las fuerzas francesas, españolas e inglesas llegaron a Veracruz, Córdoba y Orizaba, comandadas por Dubois de Saligny, Juan Prim y John Russell. Gracias a la intervención del Ministro de Relaciones Exteriores del gobierno mexicano, Manuel Doblado, España e Inglaterra retiraron sus tropas, como lo establecía el punto número cuatro de los Tratados de La Soledad. Sin embargo, Francia se negó a abandonar el territorio mexicano y en marzo de 1862 avanzó al interior con un poco más de 5,000 soldados, bajo el mando de Charles Ferdinand Latrille, Conde de Lorencez. A fines de abril de ese mismo año, se fortificaron en Las Flores, un pequeño poblado del Estado de Veracruz. Benito Juárez ordenó a Ignacio Zaragoza, general mexicano que participó del lado liberal en la Guerra de Reforma, hacer frente a las fuerzas francesas en Puebla. El 5 de mayo, Díaz y otros militares intervinieron en la Batalla de Puebla, donde lograron derrotar a los franceses y hacerlos retroceder hasta Orizaba. Díaz defendió el ala izquierda de la ciudad, y rebatió en dos ocasiones el ataque francés. Una vez que huyeron, González Ortega y Porfirio Díaz se dieron a la tarea de perseguirlos, hasta que Zaragoza se los impidió. Ese mismo día, Juárez recibió una carta de Zaragoza mencionándole los detalles de la batalla, y haciendo hincapié en «el empeño y bizarría del ciudadano general don Porfirio Díaz».

 

El 8 de septiembre, Zaragoza murió en Puebla. A principios de 1863, el emperador Napoleón III envió treinta mil soldados a tierra mexicana, ya que su intención era imponer una presencia geopolítica francesa (y europea) otra vez en América. Federico Forey era el comandante de las fuerzas galas, quienes pusieron sitio a Puebla el 3 de abril de 1863. Jesús González Ortega fue el encargado de defender la plaza, con ayuda de otros militares como Miguel Negrete, Felipe Berriozábal y Díaz. Tras más de un mes de acciones militares fallidas por parte de ambos bandos, la ciudad cayó en manos de los franceses la noche del 17 de mayo. Díaz ordenó destruir todo el armamento y las municiones del ejército mexicano, para que no cayeran en manos de los franceses. Una vez que las tropas invasoras entraron a la fortificación mexicana, los militares republicanos fueron hechos prisioneros.

 

Díaz, junto con todos los demás militares, fue capturado y detenido en el Convento de Santa Inés, en Puebla, los prisioneros fueron llevados a Veracruz, donde se les conduciría a Martinica. Dos días antes de ser embarcados, Díaz y Berriozábal escaparon rumbo a la Ciudad de México. En esta ciudad, Juárez y sus ministros se preparaban para escapar, puesto que las tropas de Juan Nepomuceno Almonte iban a tomar la capital con ayuda de los refuerzos franceses. Díaz habló con Juárez la mañana del 31 de mayo, en que el presidente le preguntó qué estaba dispuesto a hacer por la causa liberal. Díaz respondió que necesitaba organizar un ejército para combatir a las fuerzas conservadoras y francesas. Juárez, por consejo de Sebastián Lerdo de Tejada, le asignó 30,000 a su división militar, con la que Díaz marchó a Oaxaca con el cargo de gobernador interino. Hacia mediados de junio, logró llegar a Oaxaca acompañado de su hermano Felipe y del coronel Manuel González, quien se había escapado de las fuerzas conservadoras en Celaya, cuando el expresidente Comonfort fue derrotado y asesinado.

 

Durante todo el año de 1864, Díaz y González desarrollaron una guerra de guerrillas en Oaxaca, y los franceses nunca pudieron penetrar al estado. Sin embargo, los triunfos de los conservadores aumentaban y Juárez se vio obligado a salir de Monterrey rumbo a Paso del Norte (hoy conocida como Ciudad Juárez). Un grupo de militares y clérigos conservadores se dirigieron hacia Viena, Austria, en octubre de 1863 a ofrecer la corona del Imperio Mexicano al archiduque Maximiliano de Habsburgo y su esposa Carlota de Bélgica. Tras una pequeña encuesta realizada entre los altos círculos políticos y sociales del país, Maximiliano aceptó la propuesta y se convirtió en emperador el 10 de junio de 1864, instaurando así el Segundo Imperio Mexicano. Hacia principios de febrero de 1865, Díaz empezó la fortificación de Oaxaca, puesto que las fuerzas de Aquiles Bazaine estaban a punto de tomar la vieja Antequera. El 19 de febrero Bazaine comenzó el Sitio de Oaxaca, y tras varios meses de asedio, Díaz se rindió el 22 de junio. Bazaine ordenó fusilarlo, pero la intervención de Justo Benítez le salvó la vida. Fue confinado a prisión perpetua en el Convento de las Carmelitas, en Puebla, por el delito de sedición. Sin embargo, en la prisión, entabló amistad con el barón húngaro Louis de Salignac, quien era el encargado de la cárcel. En una ocasión, cuando el comandante militar de la plaza salió de la ciudad, Díaz intentó escapar a base de un cuchillo y una cuerda. El barón lo descubrió, pero en lugar de delatarlo, lo dejó ir. Esa misma tarde organizó a un centenar de hombres para salir al combate y escribió una carta a Juárez. Era el 20 de septiembre de 1865.

 

Tras más de un año reclutando hombres y pertrechos, Díaz regresó al sur del país, donde fue apoyado por el viejo cacique liberal Juan Álvarez. Reorganizó el Ejército de Oriente y con sus tropas triunfó el 3 de octubre de 1866 en la Batalla de Miahuatlán y el 18 de octubre en la Batalla de la Carbonera. Tras más de dos meses de preparación y toma de ciudades de Oaxaca, el Ejército de Oriente tomó la capital la noche del 27 de diciembre. De inmediato Díaz se erigió en gobernador provisional, destituyó y ejecutó a las autoridades francesas. El arzobispo de Oaxaca, lanzó un sermón en contra del gobierno republicano, pero Díaz lo mandó ahorcar bajo el cargo de rebelión. Cuando Díaz salió de Oaxaca, en enero de 1867, nombró como gobernador sustituto a Juan de Dios Borja.

 

El 5 de febrero de 1867, en París, Napoleón III envió un parte a Bazaine ordenando la retirada de las tropas francesas de México, en vista de la presión ejercida por la prensa, la opinión pública y el parlamento francés, y por la tensión que había con los prusianos que en un futuro cercano haría que estallara la Guerra Franco Prusiana. Esta medida significó el principio de la caída del Imperio, pues las fuerzas conservadores del emperador apenas sumaban 500 soldados. El avance liberal comenzó, Maximiliano, acompañado de los militares conservadores Tomás Mejía y Miguel Miramón, se marchó con sus tropas a Querétaro, donde Mariano Escobedo puso sitio a la ciudad, que se rindió el 15 de mayo. Mientras tanto, Carlota de Bélgica marchó a Viena, París y Roma, donde se entrevistó con Francisco José I, Napoleón III y su esposa Eugenia de Montijo, y con el Papa Pío IX. En los tres casos, pidió apoyo para su esposo, que le fue denegado. En Roma se volvió loca, y fue recluida el resto de su vida en un castillo de Bruselas, donde murió el 19 de enero de 1927 a la edad de 87 años.

 

En marzo, comenzó el sitio de Puebla, comandado por Díaz. Durante más de tres semanas cortó la comunicación de la ciudad y derrotó a las tropas de Leonardo Márquez, quien después de ser vencido por los liberales, huyó a Toluca. Tras varios días de meditaciones, la mañana del 2 de abril de 1867, Díaz asaltó Puebla. Así culminó la acción militar conocida como Batalla del 2 de abril, en la que cayó Puebla, única ciudad en el sur que estaba en poder de los franceses. Solo faltaban por caer Querétaro y la capital.

 

Márquez había logrado fortificar a setecientos hombres en las llanuras cercanas a Toluca, ciudad ante la cual Díaz y sus hombres se dirigían. La mañana del 16 de abril comisionó al comandante Gonzalo Montes de Oca a enfrentar a Márquez. El resultado fue favorable a las tropas mexicanas, y Márquez huyó hacia Cuba, donde murió en 1913.

 

A este hecho se le conoce como Batalla de las Lomas de San Lorenzo y a partir de ella comenzó el sitio de la Ciudad de México, que se prolongó hasta el 15 de junio, cuando todo el país ya se encontraba en manos de los republicanos. Durante el sitio y a la hora de entrar en la ciudad, Díaz prohibió los saqueos y los robos; dos militares lo desobedecieron y fueron fusilados.

 

El 15 de mayo Maximiliano entregó la plaza de Querétaro a Mariano Escobedo, y fue hecho prisionero junto a Miramón y Mejía. Tras un juicio sumario por quebrantar las leyes internacionales, la soberanía nacional y el Tratado de la Soledad, fueron fusilados la mañana del 19 de junio, a pesar de que varios personajes intentaron salvar la vida del emperador, como Víctor Hugo, escritor francés, escribió a Juárez pidiendo clemencia para el emperador. La condesa de Salm Salm, quien intercedió por Maximiliano ante Díaz, hizo lo mismo ante Juárez, pero la respuesta fue la misma. A la población de México se le hizo creer que Maximiliano aún vivía y que regresaría triunfante a la capital, hasta que Díaz hizo circular un panfleto desestimando esta teoría.

 

Juárez hizo público su reconocimiento a Díaz en una carta a Guillermo Prieto, que afirmaba:

Es un buen chico nuestro Porfirio. Nunca fecha sus cartas hasta que no toma una capital.

 

En su discurso final del 15 de julio, día en que entró a la capital, Juárez reconoció públicamente a Díaz, quien fue premiado con una división y una hacienda en Oaxaca, conocida como Hacienda de La Noria, donde años más tarde sería proclamado el Plan de La Noria. Su hermano Felipe fue elegido gobernador de Oaxaca, por votación popular, cargo en el que estaría hasta 1871. Tras ello, Díaz se retiró a Oaxaca a vivir.

 

Durante las guerras en que se vio envuelto, Díaz se relacionó amorosamente con varias mujeres. La primera y la más conocida de sus aventuras amorosas fue la sostenida con Juana Catalina Romero, durante los años de la Guerra de Reforma. Cuenta una leyenda que, durante la Batalla de Miahuatlán, Díaz se ocultó bajo las enaguas de Juana Catalina. Esta relación duró más allá de la guerra, cuando Díaz ya era presidente y por ello favoreció la zona de Tehuantepec. Un relato popular cuenta que el tren de la ciudad atravesaba por la hacienda de Juana Catalina, y que el presidente saltaba del vagón para visitarla.

 

Otra aventura que Díaz mantuvo fue con la soldadera Rafaela Quiñones, durante toda la guerra de intervención. A principios de 1867 nació la hija de la relación entre Díaz y Quiñones, llamada Amada Díaz, quien vivió con su padre hasta 1879 y se quedó en México tras la caída del gobierno porfirista. Finalmente murió en 1962.

 

El 15 de abril de 1867, Díaz se casó por poder con su sobrina Delfina Ortega de Díaz, tras mediar con el presidente Juárez la disposición para dispensar el parentesco carnal. En 1869 nació su primer hijo, Porfirio Germán, que murió ese mismo año. Dos años más tarde la pareja concibió a unos gemelos, quienes corrieron la misma suerte que su primer hijo. Tras varios años, en 1873 nació el primero de los hijos que llegaría a la edad adulta, Porfirio Díaz Ortega. El 5 de mayo de 1875 nació la última hija del matrimonio, Luz Victoria, llamada así en honor a la victoria republicana del 5 de mayo de 1862 en Puebla.

 

Una vez culminada la guerra de intervención francesa, Juárez, que se había amparado en el artículo 128 de la Constitución de 1857 para permanecer indefinidamente en el poder, convocó a elecciones presidenciales, que se efectuaron el domingo 25 de agosto de 1867. Los resultados finales fueron:

Benito Juárez: 2344 votos

Porfirio Díaz: 785 votos.

 

Por lo tanto, el Congreso, a través del presidente de dicho órgano, Manuel Romero Rubio, declaró a Benito Juárez como ganador de las elecciones presidenciales y mandatario constitucional para el período comprendido entre el 1 de diciembre de 1867 y el 30 de noviembre de 1871. El bando oficial fue publicado en las calles de la Ciudad de México, el 23 de septiembre.

 

Porfirio Díaz se sintió derrotado y abatido por el triunfo de Juárez en las elecciones. Decidió retirarse a La Noria, donde el 2 de febrero de 1868 le fue anunciado el cese del Ejército de Oriente, que en julio del año anterior fue reducido a solo 4000 soldados. Al mismo tiempo, Juárez, por conducto de Matías Romero, Ministro de Gobernación, le ofreció encabezar la legación mexicana en Washington D. C., Estados Unidos de América. Díaz, sin embargo, rechazó la propuesta.

 

Durante 1869 y 1870, Díaz vivió en La Noria, al lado de su esposa Delfina. Fue en esta época cuando se procrearon los hijos que morirían en la infancia. Delfina pensó que se trataba de un asunto de índole religiosa, ya que ellos se habían casado siendo parientes carnales y no se obtuvo la dispensa necesaria sino hasta 1880. En La Noria, Díaz desarrolló la fundición de cañones, pólvora y municiones, además de la agricultura.

 

Porfirio Díaz decidió postularse a las elecciones presidenciales de 1871. Para esta elección, Juárez fue postulado por tercera ocasión, siendo las anteriores en los años 1861 y 1867. Había además un nuevo candidato, el presidente de la Suprema Corte de Justicia, Sebastián Lerdo de Tejada. Las elecciones se llevaron a cabo el 27 de agosto de ese año. Los resultados finales fueron revelados al país el 7 de octubre y fueron los siguientes:

Benito Juárez: 5837 votos

Porfirio Díaz: 3555 votos

Sebastián Lerdo de Tejada: 2874 votos

Díaz y Lerdo no quedaron conformes con el resultado dado a conocer por el Congreso, e iniciaron una serie de impugnaciones a la elección. Lerdo decidió retirarse de los juicios electorales y volvió a su puesto de presidente en la Suprema Corte de Justicia. Díaz, sin embargo, comenzó a ganar adeptos en el sur del país, entre los hacendados de Oaxaca y los militares de ese estado, donde Felipe Díaz era gobernador. El 8 de noviembre lanzó el Plan de la Noria, llamando a todos los militares del país a luchar contra Juárez. De esta manera dio inicio la Revolución de La Noria.

La reelección indefinida, forzosa y violenta, del Ejecutivo Federal, ha puesto en peligro las instituciones nacionales.

 

De inmediato los estados de Oaxaca, Guerrero y Chiapas se unieron a Díaz, quien avanzó triunfante hasta Toluca, donde comenzaron las derrotas. Sóstenes Rocha e Ignacio Mejía evitaron que los rebeldes tomaran la capital. A pesar de que lograron conseguir adeptos entre las clases más bajas de la sociedad mexicana, los sublevados de La Noria tuvieron un largo proceso de derrotas. Cuando intentaron cruzar Puerto Ángel, Oaxaca, en enero de 1872 rumbo a Panamá, los juchitecos capturaron a Félix Díaz y lo asesinaron. Esa misma noche, Manuel González, mejor amigo y compadre de Díaz así como uno de los líderes de la sublevación, recibió una carta del hermano de Porfirio, que había sido ejecutado. La carta decía lo siguiente:

Vamos a perder, Juárez nos va a aplastar, pero quiero darle a mi hermano esta última prueba de afecto, porque lo que es el indio, nos friega.

 

La noche del 18 de julio, Juárez falleció en la Ciudad de México. Junto con González, Díaz se encontraba en Nayarit, visitando al cacique local Manuel Lozada, llamado el "Tigre de Álica", a fin de conseguir su apoyo. Al oír cañonazos, Díaz preguntó qué sucedía, y de inmediato le informaron del fallecimiento de Juárez. Lerdo de Tejada ya era el presidente interino, y por lo tanto, el movimiento de La Noria perdía sentido, ya que Juárez había muerto y no existía razón para pelear. Luego de que Lozada se negó a apoyar a Díaz, los revolucionarios declinaron las armas. Poco después, en octubre, fueron convocadas las elecciones para presidente de la República mexicana. Se presentaron como candidatos Porfirio Díaz y Lerdo de Tejada. En las Elecciones extraordinarias de México de 1872, este último derrotó a Díaz. Una vez que el Congreso confirmó a Lerdo como presidente constitucional para el período del 1 de diciembre de 1872 al 30 de noviembre de 1876, el Ministro de Guerra y Marina, Mariano Escobedo decretó la amnistía para todos los revolucionarios de La Noria, pero con la condición de que se les daría de baja del Ejército Mexicano.

Una vez derrotado y en un escándalo público ante la prensa, Díaz volvió a Oaxaca, donde se encontró con la noticia de la muerte de su hija. La crisis económica por la que pasaba, lo obligó a vender la Hacienda de La Noria e irse como asociado en una finca dedicada al cultivo de azúcar, ubicada en la localidad de Tlacotalpan, Veracruz. Ahí, en el clima veracruzano, la familia de Porfirio Díaz logró conseguir una relativa estabilidad económica, puesto que además del cultivo de azúcar, se dedicó a la carpintería, e incluso logró inventar una mecedora integrada con abanico automático.

 

Sin embargo, Porfirio conservaba sus viejas ambiciones políticas. En octubre de 1874 fue postulado como candidato a diputado federal y ganó la elección. Una vez instalada la Cámara de Diputados, uno de los primeros dictámenes de la nueva legislatura fue aprobar una propuesta de la Comisión de Hacienda, relativa a disminuir la pensión de los militares retirados del servicio nacional, así como reducir de una manera significativa el sueldo de los soldados activos en el Ejército. Díaz, junto con otros diputados de extracción militar, se opusieron a la propuesta de Hacienda. Justo Benítez, quien para entonces se había convertido en el intermediario político de Díaz, sugirió al militar que pronunciara un discurso en la tribuna del Palacio Legislativo. Tras mucho meditarlo, Díaz accedió a hablar en público. Aun cuando él mismo conocía su falta de habilidad como orador, intentó elaborar un discurso. Luego de varios intentos, Díaz se dio por vencido, y en un acto insólito hasta ese momento en la historia legislativa de México, comenzó a llorar en público. Este incidente le hizo convertirse por unos días en el hazmerreír de la clase política mexicana. Así describe aquel momento uno de los biógrafos de Díaz, José López Portillo y Rojas.

 

Y habló Porfirio en efecto, sosteniendo ser magna injusticia que a los buenos servidores de la Nación, a los que habían derramado su sangre por defenderla, se les condenase a la miseria para hacer un ahorro insignificante; mas expresó aquellas ideas con tantos titubeos, en estilo tan desaliñado e incoherente, y con voz tan desentonada, que el auditorio se llenó de pena, no por los militares a quienes se quería reducir a pan y agua, sino por el preopinante, a quien se veía sufrir indecibles torturas en la terrible picota de la tribuna. Porfirio, finalmente, abrumado por la congoja y enredado entre sus propias ideas y palabras, no acertó a salir del paso, no supo cómo concluir la oración, y rompió a llorar como un niño. Así bajo de la tribuna con el rostro congestionado y cubierto de lágrimas, en tanto que los circunstantes, sorprendidos, no sabían que hacer, si llorar también o prorrumpir en carcajadas.

 

A pesar de que este incidente deterioró la imagen de Díaz en la opinión política nacional, una serie de políticas radicales llevadas a cabo por Lerdo hicieron que el movimiento porfirista ganara cada vez más partidarios, principalmente en la clase alta, que se vio afectada debido a que Lerdo expulsó a las órdenes religiosas y elevó los impuestos, ambas acciones en 1874. Los gobiernos extranjeros tampoco veían con buenos ojos al gobierno lerdista, debido a una disminución de la venta de productos a países como Francia y el Reino Unido. Todo este escenario político, tanto interno como externo, propició la llegada de Díaz al poder. Conscientes de ello, el círculo político de Lerdo mantuvo vigilado al oaxaqueño durante varios meses. Manuel Romero Rubio, intermediario político de Lerdo, ofreció a Díaz la presidencia de la Corte Suprema de Justicia, en Oaxaca, pero este se negó.

 

Una vez terminada la guerra civil, Díaz llegó a la Ciudad de México el 21 de noviembre, y ese mismo día se erigió en presidente provisional de la República Mexicana. Sin embargo, José María Iglesias, presidente de la Suprema Corte de Justicia, alegaba que al ser él sustituto constitucional de Lerdo, y haber huido este del país, Iglesias debería convertirse en presidente el 1 de diciembre. Por lo tanto, a sus partidarios se les conoció como decembristas. Para ese momento, tres grupos se disputaban la presidencia: decembristas, lerdistas y porfiristas. Los decembristas se habían acuartelado en Guanajuato y el brazo militar del partido político era Felipe Berriozábal. Díaz dejó en la presidencia a Juan N. Méndez y el 22 de diciembre salió de la capital con una división compuesta por 5000 soldados rumbo al Estado de Guanajuato, donde logró derrotar a las fuerzas decembristas en marzo de 1877. Gracias a la mediación de Justo Benítez, Iglesias y Díaz llegaron a un acuerdo, en el que el primero habría de reconocer a Díaz como virtual presidente, y a cambio este le cedería la gubernatura de su estado natal, Michoacán. Tras todos los preparativos políticos llevados a cabo por Benítez y González, Porfirio Díaz se convirtió en presidente la mañana del 5 de mayo de 1877, día en que protestó su cargo ante el Congreso de la Unión, después de haberse celebrado las elecciones de 1877 de forma extraordinaria.

 

Dentro del marco porfiriano, este período de la Historia de México, estuvo marcado por la influencia del positivismo, teoría política francesa creada por Augusto Comte. A partir de entonces, el orden establecido por Díaz durante la última mitad del siglo XIX en México se basaría el orden y la llamada «paz porfiriana». Ellos serían: el orden y progreso. El cumplimiento de ellos, según Justo Sierra, ministro porfiriano, llevó a México a la cúspide del progreso.

 

El principal objetivo de Díaz en su primer mandato fue ganarse la confianza de los Estados Unidos de América, que pasaba por un serio problema político. Así, Díaz debió realizar una serie de maniobras políticas para ganar el reconocimiento estadounidense. La negativa del embajador John W. Foster a negociar con México dificultó la situación aún más. A través del Ministro de Relaciones Exteriores, Ignacio Mariscal y del Ministro de Hacienda, Matías Romero, Díaz logró el pago de la deuda externa a Estados Unidos, por medio de breves cantidades abonadas en un plazo de quince años. En su mensaje a la Nación del 1 de abril de 1893 se dio por finalizado el pago de la deuda mexicana.

 

Otro asunto prioritario para Díaz fue la pacificación del país. Desde finales de la Guerra de Independencia de México, varias bandas de ladrones se colocaban en las orillas de caminos, con el fin de asaltar los vagones cargados de bienes que eran llevados a la capital y a otras ciudades importantes del país, como Puebla o Veracruz. El comercio, que no tuvo un gran crecimiento durante la primera mitad del siglo XIX en México y que además fue sacudido por las crisis económicas que las guerras propiciaron, se vio aún más amenazado por las gavillas de bandoleros que atacaban las vías de comunicación. Otro punto que acentuaba la inseguridad del país era que existían grupos armados asentados únicamente en un lugar del país y cuyo propósito era controlar por medio de caciques al país entero.

 

John Watson Foster, ministro plenipotenciario de Estados Unidos en México durante el primer mandato de Díaz. Miembro de la misma logia masónica que Lerdo, su principal objetivo fue evitar a toda costa que el gobierno norteamericano reconociera al gobierno de Díaz.

 

En 1878, el gobierno había logrado casi por completo la pacificación del país, por lo que el presidente comisionó a José Yves Limantour, economista de la Secretaría de Hacienda, a viajar a los Estados Unidos comandando una campaña de promoción mexicana. Este programa de difusión de la cultura mexicana logró que el presidente Rutherford B. Hayes enviara una comitiva de empresarios estadounidenses a México. Sin embargo, el embajador Foster escribió al Departamento de Estado, alertando sobre los peligros de México, pero a pesar de sus esfuerzos por impedir el viaje, los empresarios llegaron a México el 2 de marzo, y tras una serie de viajes por todo el país, Hayes concedió a México el reconocimiento oficial la tarde del 9 de abril de 1878.

 

Hacia principios de 1879, comenzaron a surgir rumores acerca de quién sería el candidato oficial a la presidencia de la República, pues en el año de 1880 se celebrarían elecciones. Se mencionaban los nombres del Ministro de Guerra y Marina, Manuel González, y del asesor personal del presidente, Justo Benítez. La prensa difundió el nombre de Protasio Tagle, Ministro de Gobernación, como tercer candidato.

 

Una de las rebeliones más sonadas y que más repercutieron en la opinión pública del país, fue el incidente político que sucedió en Veracruz, a fines de junio de 1879. Un grupo de lerdistas armados había llegado del extranjero tras más de tres años preparando su revuelta. A bordo del buque "Libertad", quinientos soldados desembarcaron en el puerto la madrugada del 14 de junio y comenzó el ataque a la ciudad. Sin embargo, el gobernador del estado, Luis Mier y Terán, comisionó a una brigada que pudo detener rápidamente el levantamiento y aprehender a los sublevados. Mier y Terán comunicó la situación a Díaz, en su deber de gobernador y puesto que Porfirio, hijo mayor del presidente y ahijado del gobernador, se encontraba en Veracruz. Díaz envió un mensaje cifrado que al ser leído reveló la orden del Presidente: "Mátalos en caliente y después averiguas". De inmediato Mier y Terán cumplió la orden presidencial, que causó malestar entre la población y un pequeño levantamiento militar que también fue sofocado.

 

Finalmente, Manuel "El Manco" González fue nombrado candidato presidencial por el Partido Liberal. Tras una campaña electoral sin contratiempos, con el apoyo de los círculos políticos y económicos nacionales y con el beneplácito de las potencias extranjeras, como Estados Unidos, Reino Unido y España, Manuel González fue elegido presidente, y como tal, empezó a ejercer su cargo de Presidente Constitucional, el 1 de diciembre de 1880.

 

A fines de 1879, la esposa de Porfirio Díaz, Delfina, se embarazó por sexta ocasión. Tras un embarazo relativamente estable, el parto, estaba programado para la madrugada del 5 de abril de 1880. Sin embargo, la madrugada del 2 de abril, el parto tuvo que adelantarse, y con ello nació Victoria, la última hija del matrimonio, tanto la madre como la hija comenzaron a sufrir de enfermedades posteriores al parto, por lo que Victoria, la hija, murió 48 horas después de nacer. Delfina enfermó gravemente de pulmonía y los médicos no le dieron esperanzas, así que decidió casarse por la Iglesia. El arzobispo pidió a Díaz su abjuración, de haber proclamado públicamente la Constitución liberal. Díaz redactó su retracción, que fue leída por el arzobispo. Poco tiempo después, uno de los enviados de Labastida ofició el matrimonio la noche del 7 de abril, y Delfina murió en la mañana del 8 de abril.

 

El principal cargo imputado a González durante su gobierno fue el de corrupción, auspiciado por Díaz y Manuel Romero Rubio. Según los estudios de Francisco Bulnes, el objetivo de Díaz y Romero Rubio era, "evitar que González le tomara gusto a la silla presidencial, y así hacer que se la devolviese a Díaz en 1884". Salvador Quevedo y Zubieta, un intelectual afín a Díaz, comenzó una campaña de desprestigio dirigida a González, aduciendo que, a raíz de perder su brazo derecho, el presidente había desarrollado un gran apetito sexual, y que había mandado traer de Circasia, Rusia a una mujer que se hospedaba en su hacienda de Chapingo. A pesar de que este rumor nunca fue comprobado, el presidente González sí logró la reforma del Código Civil para poder heredar a su segunda familia, la formada con Juana Horn.

 

Porfirio Díaz fue nombrado por Manuel González como Ministro de Fomento, y desde ese puesto coordinó la campaña contra González. Luego de enviudar, el general Díaz comenzó a participar en las reuniones sociales de la clase política mexicana. En mayo de 1881 conoció a Carmen Romero Rubio en una fiesta organizada por el embajador Foster. Con el pretexto de tomar clases de idioma inglés, Díaz frecuentó la casa de Romero Rubio y comenzó a cortejar a Carmen. Tras varios meses de relación informal, la pareja se casó el 5 de noviembre de 1881.

 

En febrero de 1881, siguiendo el consejo de Carlos Pacheco Villalobos, uno de sus principales consejeros, el presidente González ordenó la postulación de Díaz como gobernador de Oaxaca. Tras unas elecciones estables, Porfirio Díaz asumió el cargo el 1 de diciembre y de acuerdo a la Constitución local debería mantenerse como gobernador hasta 1885. A los pocos meses, Díaz solicitó al Congreso local una licencia para ausentarse del cargo por tiempo indefinido, y de ahí volvió al Ministerio de Fomento. Pocos meses más tarde comandó una delegación que visitó las principales ciudades de Estados Unidos de América, como Chicago y Nueva York. En esta última localidad, Carmen intentó visitar a su padrino de bautizo, Sebastián Lerdo de Tejada, quien se negó a recibirla, aduciendo la "traición" de su padre al aliarse con Díaz. La pareja fue recibida por el Presidente de Estados Unidos, Chester Alan Arthur y por el inventor Thomas Alva Edison. A su llegada a México, Díaz fue lanzado como candidato presidencial, y luego de una campaña apoyada por los sectores de la Iglesia y los empresarios, se convirtió en Presidente por segunda ocasión el 1 de diciembre de 1884.

 

Porfirio Díaz el presidente de mayor duración en el cargo (1876, 1877-80, 1884-1911) y que consolidara el poder de la figura presidencial. En la imagen se encuentra sentado en la silla presidencial y portando la banda presidencial.

 

Durante el gobierno del general Porfirio Díaz se dio un giro en la actividad política nacional, se dio un vuelco que permitió a la política mexicana centrarse desde un ángulo más civil.

 

Por Porfiriato se entiende a la etapa de la historia transcurrida entre 1876 y 1911, caracterizada por los gobiernos de Porfirio Díaz, que solo se interrumpió entre 1880 y 1884 con el período presidencial de Manuel González. A partir del 1 de diciembre de 1884 Díaz gobernó personalmente de manera ininterrumpida. La filosofía en que se basó el Porfiriato fue el positivismo, que predicaba el orden y la paz, pilares del gobierno porfirista, a pesar de contar con detractores, principalmente en la izquierda política. Gracias a la extracción de plusvalía a obreros y campesinos mediante el uso del capitalismo, los ministros de Hacienda del gobierno porfirista, Manuel Dublán y José Yves Limantour pudieron lograr en forma importante un avance en la economía de la clase social dominante.

 

Otra característica del Porfiriato fue que los diversos grupos políticos del país convergieron en el Gabinete de Porfirio Díaz. Durante su primer mandato, el gabinete estuvo conformado en su totalidad por los antiguos combatientes de la Revolución de Tuxtepec. Sin embargo, en su segundo período presidencial, llegaron juaristas como Matías Romero e Ignacio Mariscal; lerdistas como Romero Rubio y Joaquín Baranda, y un imperialista, Manuel Dublán. Con los gobernadores, Díaz procuró mantener estrecha relación, en especial en lo relacionado con las elecciones de las legislaturas y tribunales de justicia locales, la construcción de ferrocarriles, el combate a los yaquis, quienes llevaban más de cincuenta años atacando Sonora, y también en otros asuntos menores.

 

La paz que se impuso durante el gobierno de Porfirio Díaz permitió el desarrollo de la cultura y la ciencia en México, dado que desde fines del siglo XVIII la continua inestabilidad política, social y económica impidió que se impusiera un clima propicio a la ciencia y a la cultura. Sin embargo, durante el Porfiriato floreció la literatura, la pintura, la música y la escultura. Las actividades científicas fueron promovidas desde el gobierno, pues se consideraba que un avance científico del país podía conllevar cambios positivos en la estructura económica. Fue entonces cuando se fundaron institutos, bibliotecas, sociedades científicas y asociaciones culturales. De igual manera, el arte popular buscó en la cultura de México un elemento para plasmar sus composiciones y expresarse, y así se lograron muestras del arte mexicano que fueron exhibidas en el mundo entero. El positivismo logró hacer que en México hubiera un renacimiento del estudio de la historia nacional, como un elemento que afianzó a Díaz en el poder y contribuyó a la unidad nacional. En el estudio de esta rama sobresalieron Guillermo Prieto y Vicente Riva Palacio.

 

El historiador mexicano José López Portillo y Rojas, en su obra Elevación y caída de Porfirio Díaz, menciona que el avance nacional durante el Porfiriato también cambió la fisonomía del presidente. En noviembre de 1881, tres años antes de comenzar su segundo período presidencial, el general oaxaqueño contrajo matrimonio con Carmen Romero Rubio, proveniente de las familias con mayor abolengo y alcurnia en la alta sociedad mexicana. Hasta ese año, —según los relatos de la época—, Díaz contaba con todos los rasgos de un militar formado en los campos de batalla: tosco en su modo de tratar con la gente, brusco, con un vocabulario adecuado para hacerse valer por encima de sus soldados, acostumbrado a escupir y sin mucho respeto por las formas sociales. Sin embargo, como el mismo Díaz relató años más tarde en sus Memorias, su esposa Carmen se dedicó a formarlo dentro de la sociedad mexicana. Le enseñó el idioma inglés, y nociones de idioma francés, los modales de la alta sociedad, la forma de moverse y expresarse, la forma de comer, el vocabulario adecuado para cada situación. Su fisonomía, como afirmó López Portillo y Rojas, en efecto, había cambiado. Del color moreno de su piel, pasó a tomar un tono más tostado. Como afirman varios testimonios de historiadores de la época, al regresar a la presidencia en 1884, Díaz ya no era Porfirio sino más bien "Don Porfirio". Esta opinión la expresó el obispo oaxaqueño Eulogio Gillow a un diario de filiación católica en 1887:

"Carmelita Romero Rubio fue el alma sorprendente de la evolución del general Díaz hacia una existencia refinada y una política de conciliación de tan hondas consecuencias en la vida nacional."

 

Economía

La construcción de ferrocarriles fue uno de los puntos más importantes de la economía mexicana en el Porfiriato. Anteriormente ya se contaba con el ferrocarril que corría de la Ciudad de México hasta Veracruz, el principal puerto del Golfo de México, cuya construcción inició en 1852 y Lerdo de Tejada lo inauguró el 3 de febrero de 1873. Una vez que Díaz se consolidó en el poder comenzó la construcción de ferrocarriles dirigidos a la frontera norte y a gran escala.

 

Otro factor que permitió el desarrollo del México porfiriano fue la inversión extranjera, ya que los empresarios de otros países deseaban aprovechar los recursos naturales de México, que no pudieron ser explotados por los mexicanos durante el siglo XIX debido a las guerras civiles e intervenciones extranjeras. Díaz y sus asesores concedieron todas las facilidades necesarias a los inversionistas extranjeros, a fin de que desarrollaran su actividad y, con el apoyo del gobierno, pronto dominaron la economía del país.


Con la llegada de los capitales a México, se vio la necesidad de crear una infraestructura de transporte que permitiera el desarrollo de la industria, y así se pudo generar comunicación entre las diversas regiones del país, ya que muchas de ellas habían estado alejadas del resto del país por muchos años, como en el caso de los estados norteños, Sinaloa, Chihuahua y Coahuila. Así se construyeron redes de telégrafo y teléfono, y se mejoraron las comunicaciones entre los puertos. El sistema de correos, que durante todo el siglo XIX fue atacado por los bandoleros, logró un relativo crecimiento con la paz porfiriana, puesto que se establecieron más de 1200 oficinas de correo. En 1876 Alexander Graham Bell inventó el teléfono, que llegó a México el 13 de marzo de 1878, cuando el pueblo de Tlalpan, en el Distrito Federal recibió la primera llamada telefónica. Trece años más tarde, en 1891 la primera compañía de teléfonos mexicanos, contaba con más de 1000 suscriptores y ese mismo año se publicó la primera guía de teléfonos en la historia del país. Ese mismo año el ingeniero alemán Alfred Westrup instaló líneas telefónicas para la policía de la capital, y para 1893 ya existían las primeras líneas particulares. En 1897, el servicio telefónico se extendió a todas las ciudades del país, como Monterrey, Puebla y Guadalajara, entre otras.

 

Un proyecto surgido de corporaciones alemanas llegó a su conclusión trayendo a México la electricidad, que se generaba por medio de turbinas que, impulsadas por la fuerza de gravedad almacenada en los depósitos de agua subterránea, producían la electricidad. Asimismo, la ingeniería permitió aprovechar la orografía de México para estimular la creación de plantas hidroeléctricas, con lo que se pudo incrementar la producción económica de México. En Veracruz se descubrieron reservas de petróleo en 1879, y hacia principios de 1887 el empresario estadounidense nacionalizado mexicano, Adolph Autrey, creó las primeras refinerías del país.

 

La industria fue una de las ramas que más atención y presupuesto recibió durante el Porfiriato. En la minería, México ocupó en la época del Porfiriato el primer lugar en producción de plata y se ha mantenido en este puesto desde entonces. La producción de metales y combustibles se incrementó con el único fin de exportarla hacia otros países. La inversión extranjera se incrementó a partir de 1895, y con ello se abrió pie al inicio de la industria de la transformación, que empezó la fabricación de textiles, papelería, calzado, alimentos, vinos, cerveza, cigarros, químicos, loza, vidrio y cemento. Asimismo, a principios del siglo XX, se creó en México la primera planta de industria siderúrgica, que en su tiempo fue la primera de América Latina.

 

Cultura y sociedad

La literatura fue el campo cultural que más avances tuvo en el Porfiriato. En 1849, Francisco Zarco fundó el Liceo Miguel Hidalgo, que formó a poetas y escritores durante el resto del siglo XIX en México. Los egresados de esta institución se vieron influenciados por el Romanticismo. Al restaurarse la república, en 1867 el escritor Ignacio Manuel Altamirano fundó las llamadas "Veladas Literarias", grupos de escritores mexicanos con la misma visión literaria. Entre este grupo se contaban Guillermo Prieto, Manuel Payno, Ignacio Ramírez, el Nigromante, Vicente Riva Palacio, Luis G. Urbina, Juan de Dios Peza y Justo Sierra. Hacia fines de 1869 los miembros de las Veladas Literarias fundaron la revista "El Renacimiento", que publicó textos literarios de diferentes grupos del país, con ideología política distinta. Trató temas relacionados con doctrinas y aportes culturales, las diferentes tendencias de la cultura nacional en cuanto a aspectos literarios, artísticos, históricos y arqueológicos.

 

Como consecuencia de la filosofía positivista en México, se dio gran importancia al estudio de la historia. El gobierno de Díaz necesitaba lograr la unión nacional, debido a que aún existían grupos conservadores en la sociedad mexicana. Por ello, el Ministerio de Instrucción Pública, dirigido por Justo Sierra usó la historia patria como un medio para lograr la unidad nacional.

 

En 1887, Díaz inauguró la exhibición de monolitos prehispánicos en el Museo Nacional, donde también fue mostrada al público una réplica de la Piedra del Sol o Calendario Azteca. En 1908 el museo fue dividido en dos secciones: Museo de Historia Natural y Museo de Arqueología. Hacia principios de 1901, Justo Sierra creó los departamentos de etnografía y arqueología. Tres años después, en 1904 durante la Exposición Universal de San Luis —1904— se presentó la Escuela Mexicana de Arqueología, Historia y Etnografía, que presentó ante el mundo las principales muestras de la cultura prehispánica.

 

El avance de la instrucción pública fue favorecido por el positivismo, y por su representante mexicano Gabino Barreda. Durante el Porfiriato se sentaron las bases de la educación pública, que siempre fue respaldada por los intelectuales de índole liberal. En 1868, todavía durante el gobierno de Juárez, se promulgó la Ley de Instrucción Pública, que no fue aceptada por la Iglesia Católica. Joaquín Baranda, ministro de Instrucción Pública, desarrolló una campaña de conciliación con la Iglesia, y aplicó a la educación el aspecto positivista, sin dejar de lado el humanismo. Se buscaba que todos los alumnos tuvieran acceso a la educación básica, pero para ello se tuvo que enfrentar a caciques y hacendados, además de la falta de vías de comunicación en las zonas rurales. La instrucción primaria superior se estableció en 1889 y tuvo por objeto crear un vínculo entre la enseñanza elemental y la preparatoria.

 

En 1891 fue promulgada la Ley Reglamentaria de Educación, que estableció la educación como laica, gratuita y obligatoria. Asimismo, fueron instituidos los llamados Comités de Vigilancia. Para que los padres y tutores cumplieran con la obligación constitucional de mandar a sus hijos o pupilos a la escuela. Baranda fundó más de doscientas escuelas para maestros, que una vez egresados se dirigieron a enseñar a las ciudades del país. Sin embargo, en las zonas rurales la falta de desarrollo social provocó un rezago educativo.

 

Vida privada

El Palacio de Bellas Artes se comenzó a construir en 1904 como antecedente de las festividades del Centenario de la Independencia Mexicana. En su momento la sociedad mexicana lo consideró la máxima expresión de la Arquitectura de México, y en particular, del Porfiriato. Fue concluido en 1934 y su inauguración se celebró el 30 de septiembre del mismo año. Pero el modelo arquitectónico y la construcción son de inspiración en el modelo francés, característica del Porfiriato.

 

Porfirio y Carmen nunca tuvieron hijos, debido a la esterilidad de la Primera Dama. Sin embargo, desde 1884, año de su matrimonio, los hijos del general y de su primera esposa difunta, Delfina Ortega, vivieron con la nueva pareja. Junto a las hermanas de Carmen, Luisa y Sofía, y a los padres de la esposa de Díaz, la "familia real", —como era conocido el círculo más cercano a Porfirio Díaz—, solía presentarse en las ceremonias de la sociedad mexicana. Porfirio Díaz Ortega, único hijo varón y el primogénito del presidente, se graduó de cadete en el Colegio Militar, ubicado en la capital. Contrajo matrimonio en 1901 con María Luisa Raygosa, hija de hacendados nativos de Aguascalientes y residía en el Molino de las Rosas, su rancho en Mixcoac y que en 1912 fue saqueada por las tropas revolucionarias de Pascual Orozco. Luz Victoria —llamada así en recuerdo del triunfo liberal en la Batalla de Puebla en 1862— se casó con el ingeniero industrial Francisco Rincón Gallardo, quien poseía una hacienda llamada "Santa María de Gallardo" en Aguascalientes donde el presidente Díaz solía pasar temporadas en compañía de su hija.

 

Amada, la hija que Díaz procreó en los años de la guerra contra Francia con la soldadera Rafaela Quiñones, comenzó a vivir con el presidente desde 1879. En 1885 se casó con el hacendado morelense Ignacio de la Torre y Mier, con quien nunca tuvo hijos y solía discutir frecuentemente con él, debido en parte a que siempre pesó sobre De la Torre un rumor acerca de su homosexualidad. El 18 de noviembre de 1901 la policía realizó una redada en lo que llegaría a conocerse como «baile de los cuarenta y uno», una fiesta de hombres homosexuales en la que la mitad de ellos estaban travestidos. Corrió un rumor de que en realidad habían sido 42 los detenidos, siendo precisamente el número cuarenta y dos Ignacio de la Torre, que habría sido salvado de ir a prisión por ser el yerno presidencial.

 

Relaciones internaciones

Las relaciones exteriores de México ya no se limitaron solo al comercio con Estados Unidos de América. El pago de la deuda externa a Gran Bretaña en 1884, la estabilidad y seguridad pública y el restablecimiento del crédito de México ante el mundo, logró que varios países de la comunidad internacional otorgaran su reconocimiento a Díaz. De los países que firmaron la Convención de Londres en 1861, Francia fue el último en reconocer al gobierno mexicano, pues España y Reino Unido lo hicieron en 1878. El acercamiento económico, político y comercial a Europa equilibró la situación de México ante Estados Unidos. El presidente Díaz declaró en una entrevista a un diario español: "Pobre México. Tan lejos de Dios, tan cerca de Estados Unidos".

 

Control de la prensa

La pacificación de la prensa en México fue otro de los objetivos políticos de la administración política. A fines de 1887, Guillermo Prieto escribió: "La prensa, nuestro cuarto poder, es el único bastión sobreviviente del liberalismo puro y original". Manuel González publicó en 1882 un decreto conocido como Ley Mordaza, en el que se establecía que cualquier periodista podía ser aprehendido, llevado a prisión y sometido a juicio por denuncias de cualquier otro ciudadano. Ejemplos de periodistas que fueron juzgados por esta ley fueron Enrique Chávarri, conocido bajo el seudónimo de "Juvenal", o el hijo de Ignacio Ramírez, Ricardo Ramírez. Hacia 1888 subsistían 130 periódicos, pero a fines de 1911 quedaban solo 54, ya que la otra parte fue clausurado en el resto del gobierno porfirista.

 

Con la intelectualidad mexicana, Díaz siguió la misma política que con la prensa. Como parte de la política de conciliación y concesión llevada a cabo a partir de 1884, el porfirismo logró acercar a sus filas a muchos intelectuales, por medio de su operador en ese ámbito, el ministro Justo Sierra. Varios de los escritores y poetas ocuparon puestos como diputados locales o federales, e incluso algunos llegaron al Senado de la República. Díaz comentaba a sus amigos cuando oía a un intelectual quejarse, "Ese gallo quiere maís"

 

Crisis política anterior a la Revolución y derrocamiento de Díaz

Protesta realizada por el personal periodístico de "El Hijo del Ahuizote", el 5 de febrero de 1903, con el lema "La Constitución ha muerto". La oposición de los periodistas fue un importante factor en la caída del gobierno porfirista, ya que transmitía las ideas liberales y anárquicas al resto de la población gracias a las publicaciones de difusión masiva.

Poco antes de concluir el siglo XIX una recesión económica a nivel mundial ocasionó la caída de los precios de la plata, principal producto comercial de México. Debido a la importancia que la exportación de tal producto tenía en la actividad económica nacional, la crisis produjo un desajuste en los precios de las exportaciones, causando una escasez en los productos que se vendían el interior del país, ya que muchas de las potencias con quien México comerciaba la plata e incluso acuñaba sus monedas, suspendieron sus compras, lo que a su vez dificultó que México importara sus productos. Además, se produjo una desestabilización de la balanza de pagos, que ocasionó la caída del valor del peso mexicano ante otras monedas en el mercado internacional.

 

Periódico "Regeneración", fundado por los hermanos Flores Magón, y cuyo primer ejemplar se publicó la mañana del 7 de agosto de 1900. En esta publicación se difundían las ideas liberales y anárquicas contrarias al gobierno del general Porfirio Díaz, lo que ocasionó que sus fundadores y editores fueran encarcelados y más tarde exiliados, siendo considerados precursores de la Revolución Mexicana.

 

El descontento popular hizo que el presidente declarara al periodista norteamericano James Creelman una entrevista concedida al "The Pearson's Magazine", en que hacía un análisis de la situación política del país y culminaba su intervención afirmando que permitiría que la oposición formara partidos políticos y contendiera por los diversos cargos de elección popular en la jornada electoral de 1910. A raíz de las declaraciones de Díaz, en todo el país se formó una gran euforia popular de cara a las elecciones -aunque, al parecer, para los hombres cercanos al caudillo quedó claro que se trataba de una declaración para el exterior-,

 

Los partidos políticos aprovecharon la declaración y el terrateniente Francisco I. Madero, lanzó su Plan de San Luis. Ya en el gobierno, consolidó la figura del vicepresidente tal como funcionaba en los Estados Unidos. Las fracciones de Emiliano Zapata y Francisco Villa no vieron en Madero representados sus intereses y ante el desconocimiento como el jefe de la revolución, un nuevo agente apareció en el norte.

 

Francisco I. Madero nació el 30 de octubre de 1873 en Parras, Coahuila, siendo hijo de una de las familias de hacendados más ricas de la región. Educado en un colegio jesuita de Saltillo, en 1886 viajó a Holanda, España, Francia, Reino Unido, Bélgica y Estados Unidos, donde estudió medicina y homeopatía, además entró en contacto con una sociedad espiritista. Al volver a México, practicó su profesión hasta 1904 cuando fue postulado como candidato a alcalde de San Pedro de las Colonias, donde vivía, pero fue derrotado. Al año siguiente, apoyó la campaña de Frumencio Fuentes a gobernador de Coahuila. En las elecciones, el candidato liberal perdió ante el gobernador en turno, Miguel Cárdenas, quien se reeligió. Tras varias protestas de acusación de fraude, Madero decidió abandonar la política por un tiempo, hasta 1907, cuando entró en contacto con los hermanos Flores Magón, quienes le explicaron su ideario político. Madero comenzó a redactar ese año su libro La sucesión presidencial en 1910, donde hacía un análisis de la situación del país a la vez que daba a conocer sus propuestas de carácter político, económico y social.

 

Díaz se entrevistó en Palacio Nacional con Madero el 4 de abril de 1909, y al culminar este encuentro Madero concluyó que "el presidente Díaz y sus actitudes me han demostrado que en la práctica no está muy de acuerdo con la práctica de la democracia, por lo que será bueno recorrer el país para difundir la democracia". Entonces, Madero comenzó la primera campaña política del país, donde recorrió las ciudades más importantes de México y logró ganar varios adeptos entre la población.

 

Poco antes de las elecciones, Madero difundió su ideal político en las ciudades de Saltillo, Monterrey y San Luis Potosí. En esta última dio su último discurso electoral afirmando que era necesario rescatar las aspiraciones democráticas, instaurar la institucionalidad y que el pueblo tomar conciencia de que no se podían permitir las dictaduras. Para entonces, muchos de los partidarios del gobernador de Nuevo León, Bernardo Reyes, aspirante presidencial derrotado, se unieron a Madero, con lo que su lucha creció aún más. En esa misma ciudad, Díaz ordenó la captura de los maderistas y del propio Madero, enviándolo preso a San Luis Potosí.

 

Luego de la caída de Ciudad Juárez en manos de los revolucionarios, Díaz comprendió que su gobierno había llegado a su fin, y empezó la redacción de su renuncia. En los acuerdos de paz suscritos por el gobierno y los revolucionarios, se acordó que León de la Barra se haría cargo de la presidencia y debería convocar a elecciones presidenciales. El 25 de mayo de 1911, Díaz presentó su renuncia, que fue aprobada por el Congreso, culminando así con el Porfiriato.

 

El Plan de San Luis fue el documento inspirador de la revolución maderista, en el que desconocía los resultados de las jornadas electorales del 26 de junio y del 10 de julio, proclamaba la Revolución para las seis de la tarde del 20 de noviembre, señaló a Madero como encargado provisional del poder ejecutivo y quien se encargaría de convocar a elecciones. Además, se someterían a revisión todas las leyes realizadas durante el gobierno de Díaz. El lema que adoptó el movimiento fue "Sufragio efectivo, no reelección", mismo usado por Díaz contra Juárez y Lerdo. A diferencia de otros planes en la historia de México, el Plan de San Luis no contenía ninguna reforma de carácter económico o social, más bien era un manifiesto político.

 

Gracias a las maniobras del Secretario de Gobernación, Manuel González de Cosío, fueron descubiertas células maderistas en todo el país, que pretendían atacar la población de Casas Grandes, Chihuahua, e incluso las ciudades de Toluca y Ciudad Juárez. En Puebla, el activista liberal Aquiles Serdán y su familia fueron descubiertos con propaganda maderista, su casa fue atacada y destruida la mañana del 18 de noviembre, y Aquiles fue asesinado. A la familia Serdán se le considera los primeros mártires de la Revolución Mexicana, ya que su asesinato fue el incidente que desató la rebelión contra Díaz.

 

Los primeros actos de la revolución maderista se vieron marcados por la incertidumbre ocasionada por la muerte de los Serdán, y por la aparente superioridad militar del ejército porfirista. Madero aún se encontraba residiendo en Nueva Orleáns, Florida, desde donde recibió noticias de que las sublevaciones revolucionarias contra Díaz habían sucedido con éxito, y desde esa misma ciudad enviaba cartas a los jefes rebeldes para dirigir la lucha. Entre los principales cabecillas se encontraban Abraham González, Pascual Orozco y Francisco Villa. El día 20 de noviembre se presentaron levantamientos en los estados de Chihuahua, San Luis Potosí, Veracruz y Durango. A fines de mes se extendieron a tres entidades federativas más, teniendo Chihuahua la mayor cantidad de actividad militar realizada. A inicios de marzo de 1911, Emiliano Zapata levantó tropas por los estados de Morelos, Guerrero, Puebla y Michoacán, lo que avivó aún más la insurrección general. En abril la mayor parte del país —18 estados— ya tenía grupos revolucionarios levantados en su territorio. El 10 de mayo, los revolucionarios de Pascual Orozco tomaron la plaza militar de Ciudad Juárez, lo que supuso el golpe final al gobierno, y en ese mismo mes, los revolucionarios entraron en varias partes del país, mientras que el ejército optó por retirarse a la capital y zonas aledañas.

 

En la Ciudad de México, Porfirio Díaz se encontraba convaleciendo de una enfermedad en las encías, padecía sordera y agotamiento físico —tenía más de ochenta años de edad a fecha de mayo de 1911—, y ante la derrota de sus fuerzas en Ciudad Juárez comenzó a pensar en la renuncia, como se lo expresó al arzobispo de México, a su esposa y a su hijo Porfirio en la noche del 17 de mayo. El día 22, el gabinete, a excepción de Limantour, renunció y el presidente debió nombrar a nuevos ministros de ideología revolucionaria. Tras la firma de los tratados de paz en Ciudad Juárez, se acordó que Díaz debería renunciar a la presidencia y en su lugar quedaría el Ministro de Relaciones Exteriores, Francisco León de la Barra. La noche del 23 de mayo, Díaz comenzó a redactar su renuncia, la cual fue supervisada por su secretario, Rafael Chousal. Finalmente, a las once de la mañana del 25 de mayo, la Cámara de Diputados, en medio de una manifestación de más de mil personas que exigía la renuncia de Díaz, aprobó en dictamen la renuncia del presidente Porfirio Díaz por unanimidad, a la vez que se señalaba a León de la Barra como nuevo encargado del Poder Ejecutivo. Así culminó el Porfiriato, época en que Díaz gobernó el país durante más de 30 años.

 

A los CC. Secretarios de la H. Cámara de Diputados.

Presente.-

El Pueblo mexicano, ese pueblo que tan generosamente me ha colmado de honores, que me proclamó su caudillo durante la guerra de Intervención, que me secundó patrióticamente en todas las obras emprendidas para impulsar la industria y el comercio de la República, ese pueblo, señores diputados, se ha insurreccionado en bandas milenarias armadas, manifestando que mi presencia en el ejercicio del Supremo Poder Ejecutivo, es causa de su insurrección.

No conozco hecho alguno imputable a mí que motivara ese fenómeno social; pero permitiendo, sin conceder, que pueda ser culpable inconsciente, esa posibilidad hace de mi persona la menos a propósito para raciocinar y decir sobre mi propia culpabilidad.

En tal concepto, respetando, como siempre he respetado la voluntad del pueblo, y de conformidad con el artículo 82 de la Constitución Federal vengo ante la Suprema Representación de la Nación a dimitir sin reserva el encargo de Presidente Constitucional de la República, con que me honró el pueblo nacional; y lo hago con tanta más razón, cuanto que para retenerlo sería necesario seguir derramando sangre mexicana, abatiendo el crédito de la Nación, derrochando sus riquezas, segando sus fuentes y exponiendo su política a conflictos internacionales.

Espero, señores diputados, que calmadas las pasiones que acompañan a toda revolución, un estudio más concienzudo y comprobado haga surgir en la conciencia nacional, un juicio correcto que me permita morir, llevando en el fondo de mi alma una justa correspondencia de la estimación que en toda mi vida he consagrado y consagraré a mis compatriotas. Con todo respeto.

México, Mayo 25 de 1911.

Porfirio Díaz.

 

Exilio y muerte

Militar oriundo de Jalisco, peleó del lado liberal junto a Ramón Corona en la guerra contra Francia, Victoriano Huerta se había convertido en uno de los militares de confianza de Díaz, y como tal le correspondió escoltar a la familia del expresidente rumbo a Veracruz. Organizó un golpe de estado contra el entonces Presidente Madero, y se quedó con la presidencia durante 17 meses. Derrotado por la Revolución Constitucionalista de Venustiano Carranza, huyó a Estados Unidos, donde murió en 1916.

 

Tras renunciar, Díaz y su familia comenzaron a empacar sus cosas para retirarse al exilio, en París, Francia. Tras despedir a sus antiguos sirvientes pagándoles en monedas de oro, la familia Díaz se marchó a la estación de trenes de Santa Clara, al sur de la capital. El general de división Victoriano Huerta fue el encargado de escoltar la caravana hacia Veracruz, de donde tomarían un barco de vapor a La Coruña. El 26 de mayo, Porfirio y Carmen Romero Rubio, acompañados de los hijos del general —a excepción de Amada— y de las hermanas de Carmen, salieron rumbo al Puerto de Veracruz. En el trayecto, la mañana del 27 de mayo, poco antes de llegar a la ciudad de Orizaba, el tren fue atacado por bandoleros, que sin embargo fueron repelidos por las fuerzas federales de Huerta, y lograron capturar a más de la mitad de los asaltantes. Al llegar a Veracruz, la noche de ese mismo día, y contrario a lo sucedido en otras partes del país, los Díaz fueron recibidos con banquetes, cenas, bailes y fiestas en su honor. Finalmente, la mañana del 31 de mayo, a bordo del buque alemán "Ypiranga", Porfirio Díaz y su familia abandonaron el país.

Durante el viaje se presentó un incidente de rechazo hacia Díaz, en La Coruña, España, cuando un grupo de manifestantes le increparon haciendo uso de gritos y mantas acusándole de asesinato y genocidio. Debido a la infección bucal que le aquejaba desde que era presidente de México, Porfirio Díaz decidió internarse en una clínica de Interlaken, Suiza, de donde salió curado los últimos días de junio de 1911. En julio, Díaz y su familia visitaron París. Al llegar a Los Inválidos, el 20 de julio, el expresidente platicó con soldados jubilados franceses que habían peleado en la guerra de intervención cincuenta años atrás. El general Gustave Léon Niox, encargado del edificio, escoltó a Díaz hasta la tumba de Napoleón Bonaparte, a quien el general mexicano admiraba. Niox, de pronto, sacó la espada que Bonaparte usó en 1805 durante la Batalla de Austerlitz, y la colocó en manos de Díaz, quien hizo pública su emoción por tener la espada y que este no merecía tenerla en sus manos, a lo que Niox contestó, "Nunca ha estado en mejores manos".

 

Díaz se avecindó en un departamento en el número 26 de la Avenida Foch, cercano al Bosque de Boulogne y al Arco del Triunfo. Luego del viaje a Francia, Porfirio Díaz comenzó a recorrer Europa y sus principales capitales acompañado de su esposa. En abril de 1912, fue recibido en el Palacio de la Zarzuela, Madrid, por el rey Alfonso XIII de España, quien lo invitó a residir en la península ibérica y le hizo entrega de una espada como obsequio. Más tarde recorrieron San Sebastián y Zaragoza. El káiser Guillermo II de Alemania le envió a Zaragoza boletos para presenciar las maniobras militares de su ejército en Múnich, a donde llegaron en vísperas de la Primera Guerra Mundial. Tras fijar su residencia en París, los Díaz solían marcharse a Biarritz y San Juan de Luz, en la costa francesa, durante el invierno. A inicios de 1913, comenzaron un viaje por el norte de África y su travesía los llevó a conocer El Cairo, Keneth, la Esfinge y la Gran Pirámide de Guiza. En esta última, Díaz fue retratado en una fotografía propiedad del Archivo General de la Nación. Durante su regreso a Europa, estuvieron en Nápoles y Roma.

 

En París, Díaz comenzó a tener conocimiento de las rebeliones que se habían dado en México, gracias a que varios de sus viejos amigos solían ir a visitarlo. A fines de 1913, Porfirio recibió la visita de sus hijas Amada y Luz, quienes permanecieron con su padre unos cuantos meses y juntos recorrieron Suiza y los Alpes. Durante los últimos meses de 1914 y los primeros de 1915, su salud comenzó a deteriorarse seriamente y más tarde, en junio de 1915, su médico le ordenó absoluto reposo, por lo que tuvo que dejar sus diarias caminatas matinales por el bosque de Bolonia. Según los relatos de Carmen Romero Rubio, su esposo padecía de alucinaciones. Se dice que, en sus últimos días de vida, el ya viejo hombre Porfirio Díaz pronunciaba repetidamente el nombre de su hermana Nicolasa. El 2 de julio, finalmente, ya había perdido la palabra y la noción del tiempo. Su médico de cabecera fue llamado al mediodía, y a las seis de la tarde con treinta y dos minutos —hora de Francia—, José de la Cruz Porfirio Díaz Mori falleció a la edad de ochenta y cuatro años.

 

Restos mortales

Fue enterrado en la iglesia de Saint Honoré l'Eylau, y el 27 de diciembre de 1921 sus restos fueron trasladados al cementerio de Montparnasse en París. Cuando Carmen Romero Rubio volvió al país en 1934 dejó sus restos en Francia. Desde el año de 1989 se han expresado intenciones de regresar a México los restos de Díaz, sin que hayan conseguido resultados.

 



Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Porfirio_D%C3%ADaz

 

 


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