Friedrich Engels
Nació
el 28 de noviembre de 1820, en Barmen, provincia de Renania, hijo de Friedrich
Engels y su esposa Elise Marice, prósperos industriales
textiles renanos. La familia, asentada en Renania desde finales del siglo XVI,
había
comenzado a prosperar en tiempos del bisabuelo de Engels, quien se había
instalado en Barmen y creado una industria de blanqueo de hilados.
El padre de Engels había
perdido el negocio familiar por disputas familiares y había fundado uno nuevo de
hilatura de algodón
con nuevos socios holandeses en Mánchester,
Barmen y Engelskirchen. La familia —formada por el matrimonio
y sus ocho hijos, la mitad mujeres y la otra mitad varones—
mostraba una religiosidad cercana al calvinismo muy extendida en la época en la región, caracterizada por un
cierto puritanismo, ascetismo, reserva e industria, que la familia inculcó al
joven Engels.
Tras
estudiar en la escuela local, a los catorce años se le envió al gimnasio de
Elberfeld —uno de los mejores de Prusia—, donde se alojó con un pastor luterano
de la localidad. Allí
y gracias a sus lecturas de antiguos mitos y romances germanos, se vio
influenciado por el nacionalismo romántico
alemán.
El patriotismo cultural que adquirió
en esta época
le acompañó
toda su vida. A pesar de sus buenas notas y su deseo de continuar sus estudios
y quizá dedicarse a la poesía, su padre lo sacó del instituto para que
comenzase a aprender sobre el negocio familiar.
Aprendizaje
mercantil y primeros escritos en Bremen
Autorretrato
de Engels con diecinueve años, durante su periodo de aprendizaje mercantil en
Bremen, meses antes de trasladarse a Berlín a cumplir el servicio militar. En
el puerto hanseático comenzó a escribir en diversas publicaciones, aún con
pseudónimo.
Después
de acompañar a su padre en un viaje de negocios a Gran Bretaña en el verano de
1838, se instaló en Bremen para aprender sobre la industria textil.
Aunque útil
para su carrera futura, este aprendizaje sobre el funcionamiento del
capitalismo mercantil resultó
tedioso para el joven Engels, más
interesado en aprovechar el ambiente —más liberal que el de su localidad natal—
del gran puerto. Duelista, bailarín, viajero y aprendiz de
canto además
de importador de literatura política
prohibida, compensaba con estas actividades el aburrido trabajo en las oficinas
mercantiles. Pronto mostró
sus simpatías
por los «jóvenes alemanes», movimiento que exigía reformas políticas radicales basadas en
el patriotismo progresista, opuesto al feudalismo y a las monarquías que dominaban en aquel
momento Alemania. Engels simpatizaba entonces con el republicanismo
antirreligioso y liberal que había expresado Percy Shelley años antes.
Llegado
a Bremen, se había mostrado cada vez más insatisfecho con la religión de
predestinación y condena de su región natal y había adoptado una posición cada
vez más crítica y racionalista. A finales de 1839 e
influido por las críticas
a la religión
establecida y al cristianismo de David Friedrich Strauss entre otros, abandonó la fe religiosa y se
interesó
cada vez más
por las teorías de Hegel.
Comenzó
además a publicar con pseudónimo —para evitar disgustos familiares— en algunos
periódicos. Especialmente destacable, entre artículos
críticos
escritos para burlar la censura, fueron sus Cartas desde
Wuppertal en las que realizó una aguda crítica de las misérrimas condiciones de
vida del proletariado de la región, que había visitado para obtener información
de primera mano con que redactarlas.
Intelectual
radical en Berlín
A
comienzos de 1841, se había cansado de su trabajo en Bremen y regresó al hogar
paterno. Pocos meses más tarde, en septiembre,
harto también
del ambiente en su localidad natal, decidió
realizar el servicio militar en una compañía
de artillería
en Berlín.
A pesar de que se trasladó
a la capital prusiana para servir en el Ejército, dedicó todo el tiempo que
pudo a asistir a la universidad donde, a pesar del ambiente reaccionario, se
mostró partidario de Hegel, por entonces atacado por Schelling por encargo
de la corte prusiana.
Orgulloso
de su uniforme, pero aburrido pronto de la vida militar y gracias a su holgada
situación financiera, pasaba sus días en conferencias, salas de lectura y
tabernas. En estas se unió a otros jóvenes intelectuales
radicales que renegaban de la religión
y de la moral y convenciones burguesas.
En
marzo de 1842, Engels publicó el folleto Schelling y la revelación en el que
critica rigurosa las concepciones místicas de Schelling. En noviembre de 1842,
tuvo su primer encuentro, desagradable, con Marx, en las oficinas del
Rheinische Zeitung, del que este era redactor. Marx reprobaba los artículos extremistas de los
intelectuales radicales entre los que se contaba Engels, pues creía que podían poner en peligro el
periódico,
propiedad de unos comerciantes liberales de Colonia.
Antes de su traslado de Berlín
a Mánchester
—decidido
por su padre para tratar de introducirle en la gestión del negocio familiar y
de que abandonase su radicalismo político
una vez acabado su servicio militar de un año
en octubre de 1842—,
Engels, como parte de los «jóvenes hegelianos», comenzó a sentir la influencia
del análisis social del capitalismo de Moses Hess, que orientó al grupo del reformismo
político al comunismo. Visitó
a Hess poco antes de partir a Gran Bretaña,
lo que acentuó su inclinación hacia las teorías comunistas de este.
Industrial
en Mánchester
En
Mánchester Engels se interesó por los movimientos socialistas locales, los
owenistas y los cartistas. Forjó amistad con George Julian
Harney, miembro extremista de los cartistas y con James Leach, antiguo obrero y
azote de los industriales. A pesar de continuar
trabajando en la fábrica
paterna, abandonó
la compañía
de la burguesía
en su tiempo libre y comenzó
a frecuentar los ambientes obreros, empezando por las sedes owenistas. Por otro
lado, Thomas Carlyle, sabio reaccionario pero único
intelectual británico
admirado por Engels, le influyó
por su dura crítica
del capitalismo, que comparaba desfavorablemente con el pasado medieval que
idealizaba. En algunas de sus obras, Engels utilizó citas literales de las
obras de Carlyle contra el capitalismo.
La
guía de Engels en el mundo obrero de Mánchester —complemento esencial a las
teorías filosóficas aprendidas en Alemania— fue su amante y primer
gran amor, Mary Burns, trabajadora de origen irlandés nacida alrededor de 1823
y a la que conoció a comienzos de 1843. Ella le introdujo en la
dura vida de la inmigración
irlandesa y le hizo conocer las condiciones de vida de la clase trabajadora de
la ciudad. El conocimiento de los
dos mundos que se encontraban en la ciudad (el de los industriales y el de la
clase obrera) tuvo una notable influencia en su evolución de la filosofía a la
economía política, que se reflejó ya en una primera obra de comienzos de 1843,
publicada en los Anuarios franco-alemanes (Deutsch-französische Jahrbücher) de
Marx: el artículo Elementos de una crítica de la economía política. En esta,
analizaba las contradicciones económicas
y las crisis sociales europeas, utilizando tanto su conocimiento de las teorías filosóficas alemanas (el
concepto de alienación de Feuerbach) como su experiencia de la vida obrera de
Mánchester. Para Engels en esta obra, la raíz
del proceso de alienación
que sufrían
los desfavorecidos del sistema capitalista era la propiedad privada, tesis
influida por la obra de Proudhon de 1840 (¿Qué es la propiedad?), que debía
desaparecer. Con el fin de esta debía llegar el de la avaricia
y el de la explotación
humana. En 1845,
publicó
una obra más
amplia y dura sobre la miseria del sistema capitalista tal como se reflejaba en
las fábricas de Mánchester: La situación de la clase obrera en Inglaterra.
Mezcla de historia, estadísticas
—muchas
de ellas extraídas
de documentación
oficial—
y aceradas críticas,
este libro era una acusación
a la burguesía
británica
por sus métodos.
El escrito —el último de teoría socialista de Engels en solitario en treinta
años— sirvió para forjar la estructura del socialismo científico gracias a la
unión del concepto de alienación heredado de Hegel con las observaciones sobre
la situación material de la población obrera de la urbe industrial. Muchas
ideas marxistas como la naturaleza de la división
en clases, la inestabilidad intrínseca
del capitalismo industrial, la creación
por la burguesía
de su clase antagonista y lo inevitable de la revolución socialista, se
encontraban ya en esta obra de Engels.
Acabado
su aprendizaje en Mánchester, regresó a la casa paterna en el verano de 1844,
no sin antes realizar una corta visita a Marx en París, donde este le recibió
cordialmente, a diferencia de su anterior encuentro. A partir de entonces, Engels se entregó a la colaboración con este.
Colaboración
con Marx
La
amistad con Marx, al que reconocía una superior capacidad teórica y mayor
originalidad en las ideas, duró
cuarenta años
de estrecha colaboración.
Dicha amistad dirá Lenin que: "superan
a todas las conmovedoras leyendas antiguas sobre la amistad entre los
hombres". En adelante Engels se
convirtió
en el sostén
de Marx, al que mantuvo junto a su familia, durante los años en que se dedicaba a
elaborar El capital. Su primera obra en común
fue un opúsculo,
Crítica
de la crítica
crítica:
contra Bruno Bauer y compañía, conocida por el título La sagrada familia, en el
que los autores atacaban a los restos de los «jóvenes hegelianos» idealistas y
oponían a este el materialismo que habían adoptado.
En
la primavera de 1845, con Marx viviendo precariamente en Bélgica, después de
que se le deportase de París por su actividad política, a punto de ser detenido
por la policía prusiana y sin desear empeorar la relación con sus padres con un
arresto, se reunió con aquel en Bruselas. Juntos se trasladaron
casi de inmediato a Mánchester
para documentarse para una nueva obra y regresaron a Bélgica a finales del
verano. De esta primera colaboración
surgió
un libro, La ideología
alemana, que abandonaron sin publicar —se publicó póstumamente, en 1932,
pero que sirvió
como etapa de su evolución
desde el hegelianismo al materialismo a través
de una dura crítica
a Max Stirner, crítico
a su vez de Feuerbach.49 Aunque aceptaban la
crítica de idealismo de Stirner a Feuerbach, rechazaban sus conclusiones
individualistas. Por primera vez, la obra
mostraba la visión
de Marx y Engels de las estructuras sociales —las
religiones, los sistemas políticos
o las clases sociales—
como derivadas de las condiciones económicas y tecnológicas.
Esta interpretación
materialista de la historia les llevó
a proponer que las distintas civilizaciones no eran sino expresiones de los métodos de producción del momento; su ideología, su política o su forma de Estado
—las «superestructuras»— dependían de la base económica en la que se
sustentaban a través de la propiedad —las «reglas de producción»—.
La evolución
de esta llevaba inevitablemente a choques con las relaciones de propiedad y las
superestructuras derivadas de la economía basada en las anteriores fuerzas de
producción, momento en el que podían tener lugar las revoluciones.
El desfase entre la base económica
y las superestructuras que se derivaban de ella, como los sistemas políticos, obligaban, en
opinión de los autores, a que estas se adaptasen a la nueva situación
económica, a menudo a través de dolorosas transformaciones.
La oposición
violenta contra los defensores del antiguo orden a través de la lucha de clases
era, además,
inevitable. Para Marx y Engels, el
siguiente conflicto debía
enfrentar a la burguesía
con el proletariado, la clase que representaba la nueva economía industrial y que debía asegurar el advenimiento
del comunismo y con él
el fin de lo que consideraban alienación del ser humano bajo el capitalismo.
Más
tarde, en Bruselas, lugar de refugio de muchos izquierdistas europeos,
participó activamente con Marx en la Liga de los Justos, convertida pronto en
la Liga de los Comunistas. La organización había surgido en París en la
década de 1830 y la gestionaban unos sastres alemanes exiliados en Gran Bretaña
tras el frustrado golpe de Louis Auguste Blanqui de 1839. Marx y Engels
trataron de fundar una red de organizaciones comunistas europeas de la que la
Liga debía ser la representante británica. Para coordinar la red,
crearon un «comité de correspondencia
comunista».
De ese momento hasta 1848, defendieron la expansión de los regímenes burgueses en Europa
como método
de eliminar el poder de la nobleza y como etapa necesaria para la implantación
futura del comunismo. La alianza sería, en todo caso, temporal.
Para tratar de imponer su visión,
tuvieron que eliminar a los distintos competidores comunistas y socialistas,
empezando por el popular Wilhelm Weitling, que defendía una variante de
comunismo con tintes cristianos y milenaristas, más dado a la acción que a la
teoría y análisis que preferían Marx y Engels. Weitling trató en vano de ganarse el
apoyo del comité
bruselense, que le rechazó
a instancias de Marx y Engels. Este último se encargó de lograr la expulsión de uno de sus
partidarios del comité
de correspondencia que había
defendido la postura de Weitling entre los inmigrantes alemanes en Estados
Unidos. Era la primera vez en la que Engels asumía el papel, que desempeñó
durante las décadas siguientes, de defensor de lo que él y Marx consideraban la
ortodoxia comunista y la disciplina del partido.
Al mismo tiempo que se enfrentaban a Weitling y sus partidarios, chocaron con
Proudhon y los suyos, a pesar de un tibio intento inicial de cooperación. Para
Marx y Engels, Proudhon y sus seguidores defendían
una filosofía
pequeñoburguesa
incapaz de comprender el papel fundamental del proletariado en la supresión del capitalismo y la
implantación
del comunismo. Para aquellos, Proudhon
apenas proponía
más
que una reforma del sistema capitalista dirigida principalmente a los artesanos
perjudicados por la creciente industrialización.
Para
tratar de ganarse el apoyo de las organizaciones parisinas, generalmente
favorables a Proudhon, Engels se trasladó a la capital francesa en agosto de
1846. En competencia con las
diversas variantes socialistas presentes en la ciudad, trató de atraerse a los
emigrantes alemanes del distrito de Saint Antoine, conocidos como straubingers.
Con gran habilidad política,
mezcla de denuncias, intimidación, amenazas y división de los posibles
adversarios, logró hacerse un hueco en las reuniones políticas de los
emigrados, hasta entonces inclinados a la postura de Proudhon y, más tarde, lograr
el apoyo a sus posiciones. Vigilado pronto por la
policía, se dedicó asimismo a satisfacer sus deseos carnales en París, incluso
a costa de la esposa de su antiguo mentor Hess, lo que supuso el fin de su
relación.
Infringiendo
las reglas de la asociación, logró que le eligiesen delegado a la conferencia
de la Liga que se celebró en Londres en junio de 1847.
Durante el congreso, la Liga cambió
de nombre y adoptó
el de Liga de los Comunistas al tiempo que abandonaba su antiguo lema de «Todos los hombres son
hermanos»
por el de «Trabajadores
de todos los países, ¡uníos!». Se encargó a Engels escribir un «catecismo revolucionario» que expresase la ideología de la liga y que aún incluyó una mezcla del socialismo
utópico
que tanto criticaba y sus propias posiciones. Había escrito dos borradores,
el primero un proyecto de Catecismo o Profesión de fe (comunista), que seguía
las costumbres de la época. El segundo texto Principios del comunismo, hacía
más hincapié en el materialismo, además de llamar a la revolución proletaria y
una serie de pasos de transición hacia el socialismo.
El
segundo congreso, celebrado en noviembre en una taberna londinense, respaldó la
posición de Marx, que esta vez había podido asistir. El congreso encargó a ambos la redacción de un manifiesto que se
basó en el Catecismo y en los Principios del comunismo redactados para este
congreso. Publicado finalmente con
el título
de Manifiesto del partido comunista (o Manifiesto comunista) llegó a tiempo de traducirse y
difundirse por Europa antes de los movimientos revolucionarios de 1848, pero no
tuvo ninguna repercusión en ese momento.
Las
revoluciones de 1848
Al
estallar la Revolución francesa de 1848, Marx y Engels trataron de que esta se
extendiese a Bélgica pero el rey Leopoldo cortó de raíz sus planes de agitación
expulsando de inmediato a Marx a comienzos de marzo, al que Engels siguió poco
después. Escépticos sobre la
posibilidad de éxito
de las bandas armadas de los emigrados alemanes en Francia contra Prusia,
defendieron la implantación de un régimen burgués para eliminar así el poder de
los terratenientes. Con una estrategia de propaganda y organización de las fuerzas
contrarias a los terratenientes —burgueses,
obreros y campesinos—,
crearon una organización,
la Sociedad de Trabajadores Alemanes, que infiltró clandestinamente a unos
trescientos activistas comunistas en Alemania. Crearon un nuevo periódico, la Nueva Gaceta del
Rin (Neue Rheinische Zeitung) que, a pesar de su moderación y defensa de objetivos
burgueses, no atrajo a los inversores que esperaban.
Engels no logró
el respaldo de su propia familia o de la burguesía
de su valle natal al diario, a pesar de acudir en persona a solicitar
inversiones.
La
contrarrevolución en Francia, victoriosa en el verano de 1848 y descrita por
Engels en el periódico a pesar de su lejanía de los acontecimientos, facilitó
la reacción también en Alemania, donde las autoridades comenzaron a hostigar la
publicación. Tras una gran manifestación obrera en septiembre,
las autoridades proclamaron la ley marcial y la policía publicó una orden de
captura de Engels, que huyó a Bélgica, donde las autoridades le deportaron
inmediatamente a París, en octubre. En medio de la grave
situación
de los revolucionarios en toda Europa, Engels se dedicó, sin embargo, a
dirigirse a pie a Suiza, disfrutando por el camino de los placeres —incluyendo
el vino y las mujeres— de las distintas regiones francesas que atravesaba, sin preocuparse
por la revolución. Alcanzó
Suiza a principios de noviembre y pasó a Berna donde se unió a la asociación
obrera local y se puso al día de los acontecimientos, sin atreverse a regresar
a Colonia donde le esperaba una acusación de alta traición. Por entonces se
interesó
por la Revolución
húngara,
que defendió
a pesar de su faceta nacionalista y antieslava, que compartía.
En esta época
expresó
en diversas ocasiones su desprecio por las naciones sin Estado, que consideraba
estorbaban el proceso revolucionario y se aliaban con las fuerzas reaccionarias
y un cierto nacionalismo alemán a propósito de la crisis de Schleswig.
De
vuelta finalmente en Colonia en enero de 1849 y desengañado de su anterior
predilección por la alianza con los burgueses moderados, Engels abogó por
radicalizar la revolución y enfrentarse a las fuerzas prusianas mediante una
guerra de guerrilla, inspirado por los húngaros de Luis Kossuth.
Marchó
a su valle natal a unirse a la revuelta que había
estallado allí
contra las autoridades prusianas en mayo de 1849, pero su radicalismo fue mal
visto por el Comité
de Seguridad Pública
local, mucho más
moderado, que le obligó a abandonar pronto la zona.
Controlada Colonia de nuevo por las autoridades y clausurado el Neue Rheinische
Zeitung, Marx y Engels se desplazaron a distintas localidades para respaldar
levantamientos, supuestamente a favor de la nueva Constitución pero, en
realidad, con propósitos más radicales. Convencido de que el único lugar donde aún podría surgir una sublevación triunfante era Baden y
el Palatinado, Engels se dirigió
allí
con Marx, a pesar de que las autoridades de la región adoptaban una actividad
fundamentalmente pasiva frente a los prusianos. Desesperado por la falta
de espíritu
revolucionario, Marx abandonó
la zona y regresó
a París.
Cuando Engels se disponía
a hacer lo mismo, un oficial prusiano sublevado, August Willich, al frente de
una columna de ochocientos obreros y estudiantes, le ofreció el puesto de
edecán, que decidió aceptar. Participó en diversos
enfrentamientos con valentía,
pero los revolucionarios acabaron siendo derrotadas por las fuerzas prusianas,
varias veces más numerosas. Los restos de las fuerzas
revolucionarias se retiraron a Suiza. Deseoso de reunirse de nuevo con Marx,
que había
pasado a Londres, cruzó
el Piamonte para tomar un barco en Génova
que le llevase a la capital británica.
Engels residió en el
Reino Unido los cuarenta años siguientes.
Industrial
en Mánchester, el sostén de Marx
En
Londres, en 1850, contribuyó a la Nueva Gaceta Renana, editada por Marx y
publicada en Hamburgo. También dio a la imprenta la primera edición de Las guerras
campesinas en Alemania, estudio desde un punto de vista materialista extremo
que matizó
en su vejez. Aunque más
tarde tachó
de simplificación
de la tesis que habían
defendido él
y Marx la presentación
de la historia como basada exclusivamente en la situación económica del
momento, su versión de las guerras campesinas del siglo XVI alemán se acercaban
a esta posición. La obra no solo le sirvió para realizar una crítica por paralelismo con
la fracasada revolución
de 1848, sino que también
le condujo al estudio de la guerra, en el que se imbuyó con rigor.
Con el tiempo, se convirtió
en un destacado comentarista militar de los conflictos de la época, como la guerra de
Crimea o la guerra franco-prusiana; durante esta última predijo con notable
acierto la evolución del conflicto. Su tino respecto a esta última le otorgó el sobre nombre de «el General», que perduró entre la comunidad
socialista, tanto por sus conocimientos militares como por su porte como por su
disciplina personal y dedicación a los objetivos socialistas.
Partida
de caza. La doble vida de Engels en Mánchester como respetable industrial y
teórico revolucionario incluyó su participación en las actividades de la clase
alta de la región, como la caza.
Engels
regresó a Mánchester, a la fábrica en la que había trabajado y de la que se
convirtió años más tarde en copropietario. Viendo como única salida para
financiar las investigaciones de Marx la reconciliación con su familia y el
ingreso en el negocio paterno, aceptó
durante veinte años —de 1850 a 1870— una actividad que le desagradaba
profundamente, pero que le permitía
sostener a Marx y su familia. El acuerdo con su padre,
en principio temporal hasta que lograse otra fuente de ingresos, acabó durando dos décadas. Aunque Marx
permaneció en Londres eso no les impidió mantener una estrecha colaboración,
basada en una correspondencia casi diaria. No solo apoyaba financieramente a
Marx y su familia y colaboraba con su obra sino que, en ocasiones, también le
escribía los artículos periodísticos que le encargaban a este, tarea que prefería
delegar en ocasiones. Marx solicitaba a menudo datos prácticos sobre economía que no podía encontrar en las obras
que consultaba para redactar El capital y que podía conseguir de la
experiencia práctica de Engels en la industria y el comercio.
La contribución
de Engels no se limitaba a estadísticas
y ejemplos prácticos,
sino que también
contribuía
con su propia opinión,
que Marx recababa bien por carta o en persona en las diversas visitas que se
intercambiaron. El sacrificio personal de
Engels no se limitó
al sostenimiento financiero de los Marx o a la contribución de las obras de este:
Engels reconoció
oficiosamente al hijo bastardo de su amigo, concebido con su joven ama de
llaves en una ausencia de su esposa, tanto por motivos personales como
políticos. La crisis más grave entre ambos tuvo
lugar por la muerte de la compañera
de Engels, Mary Burns, acontecimiento que Marx trató con frialdad.
Poco después
y ante la disculpa de este, la relación volvió a estrecharse, más aún cuando
Engels tomó a la hermana de Mary, Lizzy, como pareja y esta forjó una duradera
amistad con las hijas de Marx, para las que Engels había sido casi un tío o un
segundo padre.
A
finales de la década de 1850, Marx y Engels abandonaron su anterior actitud favorable
a la extensión del colonialismo como método favorecedor del desarrollo
capitalista en comunidades atrasadas —un instrumento de modernización por la
fuerza— y comenzaron a describirlo como una manera por la que la burguesía
europea reforzaba su poder mediante la explotación de las materias primas y los
mercados coloniales. En un análisis que tuvo gran difusión durante las luchas
anticoloniales del siglo XX, asociaron la suerte del proletariado con la
liberación
nacional de los pueblos, tanto los europeos —aquellos
sin Estado propio, que antes Engels había despreciado—, como los de otros
continentes. Así,
Engels defendió
a polacos (enfrentados a los alemanes), irlandeses (opuestos a los británicos), congoleños (explotados por los
belgas), jamaicanos (alzados contra los británicos) o chinos (que lucharon
contra los británicos en las guerras del Opio) en los diversos conflictos de la
época. Entre 1851 a 1852, Engels
a petición
de Marx la serie de artículos
Revolución
y contrarrevolución
en Alemania para el New York Daily Tribune, los cuales no fueron editados al
público hasta 1896 por Eleonora Marx, hija de Marx.
Durante
su larga estancia en Mánchester, auguró equivocadamente la inminencia del
estallido de la revolución en la región en distintas ocasiones, coincidiendo
con diversos periodos de crisis, en especial, la de la Guerra Civil
Estadounidense, que privó a la región de gran parte de su suministro de algodón
y llevó al desempleo y desamparo a cerca de doscientos mil obreros.
A pesar de la dureza de la crisis, el proletariado inglés mostró su renuencia a
desencadenar la revolución, para desilusión de Engels.
Los
años de Mánchester supusieron una dura prueba para Engels, obligado a llevar
una doble vida, la del gran industrial y burgués respetable y la del de
socialista y aficionado a la vida nocturna de las clases bajas. Durante las dos
décadas,
mantuvo un constante cambio de residencias, la oficial y la oficiosa, en la que
albergaba a las hermanas Burns, desconocidas para su familia y sus conocidos
del ambiente «respetable».
La
publicación de El capital en 1867 supuso un gran alivio para Engels, que vio
por fin recompensados sus sacrificios y comenzó a sopesar el abandonar la
empresa familiar. La obra contenía una teoría materialista de la
historia, una crítica de la civilización capitalista por su explotación y
alienación de la humanidad, el augurio de su hundimiento por sus
contradicciones internas y del advenimiento del comunismo y del fin de la
evolución histórica y, principalmente, la teoría de la plusvalía, que Engels
consideraba el descubrimiento fundamental de Marx junto con el del materialismo
histórico. Para asegurar la difusión de la obra, Engels se
entregó
a redactar recensiones del libro para distintos diarios europeos y americanos,
desde distintos puntos de vista y a contemplar incluso la denuncia del mismo
con tal de conseguir atraer la atención del público.
Londres,
la Internacional y de nuevo con Marx
Deseoso
de librarse de su empleo en el comercio y a punto de caducar su contrato con la
empresa familiar en junio de 1869, Engels comenzó a negociar su salida de la
compañía —que también deseaban sus socios holandeses— a cambio de una suma de
dinero que le permitiese mantenerse como rentista y, a la vez, seguir
financiando las actividades de Marx y el sostenimiento de la familia de este.
Ansioso por abandonar la empresa, aceptó
una oferta menor de lo esperada pero pudo por fin librarse del odiado comercio
en julio de ese año.
Decidió
trasladarse a Londres en el verano 1870, haciendo aún más intensa la
colaboración hasta la muerte de Marx
en 1883 y decidido a retomar el activismo que había tenido que aparcar
durante las dos décadas
anteriores. Elegido inmediatamente
secretario de la Primera Internacional para diversos países europeos, se
encargó de coordinar a los afiliados gracias tanto a sus grandes dotes
lingüísticas —era capaz de entender y responder a sus interlocutores en gran
número de idiomas, desde el cataĺán al rumano o al ruso— como a su habilidad para
la organización, además de tratar de asegurarse de encauzarla de acuerdo a los
puntos de vista de Marx y de eliminar cualquier corriente considerada
heterodoxa. Su residencia en Regent's Park Road —muy
cercana a la de Marx—
se convirtió pronto en centro de peregrinación de socialistas, comunistas y
anarquistas —además de emigrados u oportunistas— de toda Europa.
A estas tareas se añadió la de editor y revisor de
las traducciones de las obras de Marx, que revisaba y corregía.
Fue
uno de los más denodados opositores de Mijaíl Bakunin, que deseaba unir su
Alianza Internacional de la Democracia Socialista —con importante respaldo en
Suiza, España o Italia— a la Internacional, de mayor tamaño.
Rechazó
las teorías
libertarias del ruso e insistió
en mantener la Internacional como una organización
que tomaba decisiones políticas
y no se limitaba a coordinar los distintos grupos nacionales, como hubiese
preferido Bakunin. Engels identificaba la postura de Bakunin con la falta de
organización —causa, según él, del fracaso de la Comuna de París— necesaria
para enfrentarse a sus enemigos de clase. Dirigió
la expulsión
de Bakunin y sus partidarios en el congreso de la Internacional en La Haya en
1872, pero no pudo evitar que la organización recibiese una notable influencia
de los seguidores de Bakunin; para evitarla, Marx y él decidieron trasladar su
sede a los Estados Unidos, maniobra que fracasó y resultó en la disolución del
organismo cuatro años más tarde. Otro importante rival al que se enfrentó Engels fue el socialista
alemán
Ferdinand Lassalle, fundador de la Asociación
General de Trabajadores Alemanes.
Desde el punto
de vista de Marx, Lassalle era un reformista, mezcla de idealismo estatalista
hegeliano, cooperativismo proudhoniano y reformismo político cartista, más
interesado en modificar el sistema capitalista que en eliminarlo.
Engels, dado al ataque personal —sin
descartar el uso de las deformidades físicas,
las manías o los posibles escándalos sexuales de sus adversarios—, criticó con
dureza a Lassalle, especialmente cuando se conocieron sus negociaciones
secretas con Bismarck para forjar una alianza antiburguesa entre socialistas y
aristócratas prusianos, que no cuajó por la repentina, muerte del filósofo en
un duelo. Culturalmente inclinado
al prejuicio cultural, religioso o racial —criticaba
a Bakunin por ruso o a Lassalle por judío—, defendió políticamente siempre la
oposición
al antisemitismo, la liberación de los esclavos estadounidenses o de los
colonizados.
El
mayor éxito de la postura de Marx y Engels fue la formación del gran Partido
Obrero Socialdemócrata Alemán, fundado en 1869 por August Bebel y Wilhelm
Liebknecht y que adoptó un socialismo cercano al de los dos exiliados. Estos se
opusieron, sin embargo, a la unión del partido con la organización de Lassalle,
que tuvo lugar en 1875. La unión,
a pesar de la oposición
de Marx y Engels, que temían
la influencia de los partidarios de Lassalle, preocupó a Bismarck que, tres años más tarde, promulgó las leyes antisocialistas
que ilegalizaron al partido.
Engels
publicó o preparó en esos años algunas de sus obras más notables, como
Contribución al problema de la vivienda, El papel del trabajo en la
transformación del mono en hombre, La revolución de la ciencia de E. Dühring
(obra polémica contra las teorías del anarquista alemán Karl Eugen Dühring, más
conocida como Anti-Dühring), Del socialismo utópico al socialismo científico o
El origen de la familia, la propiedad privada y el estado. En esos años Engels
aparecía como un miembro más de la familia en casa de Marx, cuyas hijas le
llamaban «El General»... o también y mejor, «secretario general» (término que
usaría Lenin posteriormente).
Después
de la muerte de Marx
Engels
se opuso al radicalismo izquierdista, pero tampoco concilió con la evolución
reformista del movimiento revolucionario, reeditando la Crítica al programa de
Gotha o Las guerras civiles en Francia y finalmente publicando la Crítica al
programa socialdemócrata (alemán) de 1891. Dio lugar así a la revisión que
condujo al Programa de Erfurt, con el que sí se identificaba. Su colaborador
Eduard Bernstein y otros dirigentes condujeron a la socialdemocracia alemana
hacia el reformismo parlamentarista, extrayendo del legado de Engels una
legitimidad que es negada por otra parte del movimiento, la que condujo a la
formación de los partidos comunistas y la III Internacional.
Engels
no solo aplicó el materialismo histórico en sus escritos, sino que desarrolló y
aplicó también el materialismo dialéctico, que llegaría a ser la filosofía oficial
del movimiento comunista después de la Revolución rusa de 1917. Elementos
importantes de sus últimas concepciones filosóficas se encuentran en Dialéctica
de la Naturaleza, aunque muchos de sus análisis o ejemplos habían perdido ya
valor cuando se publicaron en 1925, en un marco de crecimiento explosivo de la
ciencia natural y de debate epistemológico.
Muerte
A
las once y media de la noche del 5 de agosto de 1895 su corazón dejó de latir
debido a su cáncer de esófago. Su funeral fue el 10 de agosto en la sala de
espera de la estación ferroviaria de Waterloo, Westminster Bridge. Entre los
presentes se encontraban alrededor de 80 personas, además de algunos miembros
de la familia de Engels, las siguientes personas: Edward Anseele, Eleanor
Marx-Aveling, Edward Aveling, August Bebel, Eduard Bernstein, el neerlandés van
der Goes, Karl Kautsky, Sergei Mijailovitch Kravchinski (Stepniak), Paul
Lafargue, Friedrich Lessner, Wilhelm Liebnecht, Stanislaw Mendelson, Samuel
Moore, el dirigente obrero inglés Harry Quekch, Vera Ivanovna Sassulitch, Paul
Singer, el dirigente sindical inglés William James Thorne y tres delegaciones,
una del Centro cultural obrero de comunistas londinense, otra de la Socialist
League y una tercera de los obreros berlineses. Ante el féretro hablaron,
además de un sobrino de Engels y Samuel Moore, Wilhelm Liebknecht en nombre del
movimiento obrero alemán, August Bebel en nombre del francés, Eduard Anseele
como representante del partido obrero belga, van der Goes por los socialistas
holandeses y Edward Aveling por los ingleses. Además, fueron leídos telegramas de Rusia, Hungría,
Dinamarca, Italia y otros países.
El
féretro cubierto de coronas y flores fue conducido en un tren especial hacia el
crematorio de Woking. Engels había deseado que sus cenizas fuesen arrojadas al
mar. El 27 de agosto de 1895, cumplieron su última voluntad en las cercanías de
Eastbourne, aproximadamente a cinco millas marinas de la costa, Eleanor Marx,
Edward Aveling, Eduard Bernstein y Friedrich Lessner. De él diría, a su muerte,
el líder revolucionario Vladimir Lenin, escribió:
"Con
su muerte los revolucionarios rusos han perdido al mejor de sus amigos.
¡Honremos siempre la memoria de Federico Engels, gran luchador y maestro del
proletariado!"
Fuente:
https://es.wikipedia.org/wiki/Friedrich_Engels
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