Lope de Vega

Lope de Vega Carpio, oriundo de familia hidalga, aunque humilde, con solar, a decir del propio Lope, en la Vega de Carriedo, hoy Vega de Villafufre, Cantabria, era hijo de Félix o Felices de Vega Carpio, bordador de profesión, fallecido en 1578, y de Francisca Fernández Flórez, que le sobrevivió once años. No hay datos precisos sobre su madre. Se sabe, en cambio, que tras una breve estancia en Valladolid, su padre se mudó a Madrid en 1561, atraído quizá por las posibilidades de la recién estrenada capitalidad de la Villa y Corte. Sin embargo, Lope de Vega afirmaría más tarde que su padre llegó a Madrid por una aventura amorosa de la que le rescataría su futura madre. Así, el escritor sería fruto de la reconciliación, y debería su existencia a los mismos celos que tanto analizaría en su obra dramática.

 

Fue bautizado con el nombre de Lope, hijo de Feliz de Vega y de Francisca su mujer, en la parroquia de San Miguel de los Octoes el 6 de diciembre de 1562. Lope tuvo cuatro hermanos: Francisco, Juliana, Luisa y Juan. Pasó una parte de su infancia en casa de su tío abuelo paterno, don Miguel de Carpio, Inquisidor de Sevilla.

 

Niño muy precoz, leía latín y castellano ya a los cinco años. A la misma edad compone versos. En su Fama póstuma..., su amigo Juan Pérez de Montalbán describe así esos primeros tiempos:

Iba a la escuela, excediendo conocidamente a los demás en la cólera de estudiar las primeras letras; y como no podía, por la edad, formar las palabras, repetía la lición más con el ademán que con la lengua. De cinco años leía en romance y en latín; y era tanta su inclinación a los versos, que mientras no supo escribir repartía su almuerzo con los otros mayores porque le escribiesen lo que él dictaba. Pasó después a los estudios de la Compañía, donde en dos años se hizo dueño de la Gramática y la Retórica, y antes de cumplir doce tenía todas las gracias que permite la juventud curiosa de los mozos, como es danzar, cantar y traer bien la espada, etc.

 

Estudió en el prestigioso Colegio imperial de los jesuitas, entonces llamados impropiamente teatinos. Siempre según el testimonio del propio Lope, a los doce escribe comedias («Yo las componía de once y doce años / de a cuatro actos y de a cuatro pliegos / porque cada acto un pliego contenía»). Es posible que su primera comedia fuese, como el mismo Lope afirmaría en la dedicatoria de la obra a su hijo Lope, El verdadero amante, aunque probablemente el texto que hoy conocemos de esta comedia sufrió modificaciones posteriores a la fecha de la primera redacción. Esta tremenda facilidad para la escritura él la atribuía a un don natural. Y así, por boca de Belardo, cuando le piden unos sonetos para el rey en El animal de Hungría y le preguntan cuánto tiempo se va a tomar, escribe:

Dentro de un hora. / —¿Un hora? —Y menos, y agora. / —Callad, que no puede ser, / que a muchos oigo decir / que los que componen sudan, / gruñen, gimen y trasudan / como quien quiere parir... / —Fáltalos el natural / que da el cielo a quien él quiere.

 

Su gran talento le lleva a la escuela del poeta y músico Vicente Espinel, en Madrid, a quien siempre citó con veneración (le dedicó su comedia El caballero de Illescas, c. 1602). Así el soneto: Aquesta pluma, célebre maestro / que me pusisteis en las manos, cuando / los primeros caracteres firmando / estaba, temeroso y poco diestro... Mientras estudia hacia 1573 en el colegio de los teatinos, traduce en verso castellano el poema de Claudiano De raptu Proserpinae, que dedicó al cardenal Colonna. Continúa su formación con los jesuitas (1574):

Los cartapacios de las liciones me servían de borradores para mis pensamientos, y muchas veces las escribía en versos latinos o castellanos. Comencé a juntar libros de todas letras y lenguas, que después de los principios de la griega y ejercicio grande de la latina, supe bien la toscana, y de la francesa tuve noticia... (La Dorotea, IV).

Cursa después cuatro años (1577-1581) en el Colegio de los Manriques de la Universidad de Alcalá, pero no logra ningún título. Quizá su conducta desordenada y mujeriega (ya en 1580 el estudiante Lope se hallaba amancebado con María de Aragón, la Marfisa de sus versos, de la que tuvo al año siguiente a su primera hija, Manuela) de un huérfano de padre le hace poco apto para el sacerdocio. Muchos de los personajes de sus primeras comedias son auténticos libertinos. Él mismo, por boca de Belardo, se pinta así:

Si lisonjeo la hermosa / la vendo como el amigo, / y en lo mismo que la digo / estoy sintiendo otra cosa. / Solicito que me quiera; / y, si la vengo a alcanzar, / ya tengo lleno el lugar / de que es muy necia y muy fiera...

 

Sus altos protectores dejan de costearle los estudios. Así, Lope no consigue el grado de bachiller y para ganarse la vida tiene que trabajar como secretario de aristócratas y prohombres, o escribiendo comedias y piezas de circunstancias. En 1583 se alista en la marina y pelea en la batalla de la Isla Terceira a las órdenes de su futuro amigo Álvaro de Bazán, I.ermarqués de Santa Cruz. Tiempo después dedicaría una comedia al hijo del marqués.

 

Destierro

Estudió por entonces (quizá 1586) artes liberales con el maestro Juan de Córdoba y matemáticas y astrología en la Academia Real con Juan Bautista Labaña, cosmógrafo mayor de Felipe II, y sirvió de secretario al Marqués de las Navas; pero de todas estas ocupaciones le distraían las continuas relaciones amorosas. Elena Osorio, a la que conoció en 1583, fue su primer gran amor, la «Filis» de sus versos, separada entonces de su marido, el actor Cristóbal Calderón; Lope estuvo cuatro años con ella y pagaba sus favores con comedias para la compañía del padre de su amada, el empresario teatral o autor Jerónimo Velázquez. En 1587 Elena aceptó, por conveniencia, entablar una relación con el noble Francisco Perrenot Granvela, sobrino del poderoso cardenal Granvela. Un despechado Lope de Vega hizo entonces circular contra ella y su familia unos libelos, entre ellos uno en latín macarrónico, In doctorum Damianum Velazquez Satira Prima, que no se ha conservado:

 

Una dama se vende a quien la quiera.

En almoneda está. ¿Quieren comprarla?

Su padre es quien la vende, que aunque calla,

su madre la sirvió de pregonera...

Denunció la situación en su comedia Belardo furioso y en una serie de sonetos y romances pastoriles y moriscos. Tuvo un proceso judicial y acabó en la cárcel por difamar a Elena. Reincidió y un segundo proceso judicial fue más tajante: lo desterraron ocho años de la Corte y dos del reino de Castilla, con amenaza de pena de muerte si desobedecía la sentencia. Lope de Vega se vengó pasando a vender sus comedias al empresario Porres y recordaría años más tarde sus amores con Elena Osorio en su novela dialogada («acción en prosa» la llamó él) La Dorotea. Sin embargo, por entonces ya se había enamorado de Isabel de Alderete y Urbina, hija del pintor del rey Diego de Urbina, con quien se casó el 10 de mayo de 1588 tras raptarla con su consentimiento. En sus versos la llamó con el anagrama «Belisa».

 

El 29 de mayo del mismo año intentó reanudar su carrera militar alistándose en la Gran Armada, en el galeón San Juan. Por entonces escribió un poema épico en octavas reales al modo de Ludovico Ariosto, La hermosura de Angélica, que pasó inadvertido. Es probable que su enrolamiento en la marina movilizada para el asalto de Inglaterra fuese la condición impuesta por los parientes de Isabel de Urbina, deseosos de perder de vista a un yerno tan poco presentable, para perdonarle el rapto de la joven. Aludirá precisamente a su viaje a Inglaterra cuando, por boca de Belardo, se queje de no haber ido todavía a ver el monasterio de San Lorenzo de El Escorial, pese a haber viajado tan lejos:

Nací / en Madrid, y confiado / en estar tan cerca, he estado / sin verla hasta agora, y fui / dos mil leguas una vez / solo a ver Inglaterra...

 

El motivo de esta partida sin embargo parece bastante complejo. En su Arcadia incluyó al respecto unos versos que declaraban una imagen de España que nunca volvió a repetir, sin embargo: un país amado pero esencialmente envidioso e ingrato:

¡Ay, dulce y cara España, / madrastra de tus hijos verdaderos / y, con piedad extraña, / piadosa madre y huésped de extranjeros! / Envidia en ti me mata, / que toda patria suele ser ingrata. / Pero, porque es mi gloria / vengar mis enemigos con mi ausencia, / tendré por más victoria / igualar con su envidia mi paciencia / que no sufrir la furia / del que a sí no se ve y al otro injuria... / Yo parto a ser ejemplo / de vanas esperanzas y favores, / porque ya me contemplo / fuera de sus envidias y temores, / donde acabe mi vida / pobre, envidiada, triste y perseguida.

 

En diciembre de 1588 volvió en el navío San Juan después de la derrota de la Gran Armada y se dirigió a Valencia tras quebrantar la condena pasando por Toledo. Con Isabel de Urbina vivió en Valencia y allí siguió perfeccionando su fórmula dramática, asistiendo a las representaciones de una serie de ingenios que más adelante formarían la llamada Academia de los nocturnos, como el canónigo Francisco Agustín Tárrega, el secretario del duque de Gandía Gaspar de Aguilar, Guillén de Castro, Carlos Boil y Ricardo de Turia. Aprendió a desobedecer la unidad de acción narrando dos historias en vez de una en la misma obra, el llamado imbroglio o embrollo italiano.

 

Tras cumplir los dos años de destierro del reino, Lope de Vega se trasladó a Toledo en 1590 Isabel de Urbina, la Belisa de alguno de sus poemas y la heroína de Las bizarrías de Belisa era menor de edad cuando casó con Lope. La familia de la joven, de elevada posición social, rechazaba este enlace matrimonial, motivada en gran parte por la condena al destierro contra Lope a causa de las injurias contra el comediante Jerónimo Velázquez y su familia. Los amantes organizaron el rapto de la novia y, ante el hecho consumado, los Urbina acabaron aceptando unas nupcias por poderes a causa del destierro. Tras dos años en Valencia y a ocho de cumplir por completo la sentencia, Lope decide instalarse en la calle de la Sierpe en Toledo, tan cerca de Madrid que pudiera seguir en contactó con el centro de la monarquía sin vulnerar la distancia (“ a cinco leguas de la corte”) establecida en la sentencia”. Y allí sirvió a Francisco de Ribera Barroso, más tarde segundo marqués de Malpica y, algún tiempo después, al quinto duque de Alba, Antonio Álvarez de Toledo y Beaumont. Para esto se incorporó como gentilhombre de cámara a la corte ducal de Alba de Tormes, donde vivió entre 1592 y 1595. En este lugar leyó el teatro de Juan del Encina, del que tomó el personaje del gracioso o figura del donaire, perfeccionando aún más su fórmula dramática. Cerca de Alba de Tormes estaba además el Castillo del Carpio, que le sirvió para fantasear sobre un posible origen caballeresco de su apellido, emparentable con el del héroe Bernardo del Carpio, al que dedicó tres comedias. En el otoño de 1594 murió Isabel de Urbina de sobreparto o puerperio. Escribió por entonces su novela pastoril La Arcadia, donde introdujo numerosos poemas y un grabado que representaba el escudo de Bernardo del Carpio: diecinueve torres. Este alarde causó las burlas de Luis de Góngora, quien le dedicó un soneto:

 

Por mi vida, Lopillo, que me borres / las diecinueve torres del escudo / porque, aunque todas son de viento, dudo / que tengas viento para tantas torres...

Este blasón se tenía como propio del linaje de Bernardo del Carpio porque se podía contemplar en un relieve del sepulcro de Pedro Bernardo del Carpio (1135), tenido como descendiente del legendario héroe, en la antigua iglesia de San Martín de Salamanca.

 

Vuelta a Castilla

En diciembre de 1595 cumplió los ocho años de destierro de la Corte y regresó a Madrid. Al siguiente año, allí mismo, fue procesado por amancebamiento con la actriz viuda Antonia Trillo. En 1598 se casó con Juana de Guardo, hija de un adinerado abastecedor de carne de la Corte, lo que motivó las burlas de diversos ingenios (Luis de Góngora, por ejemplo), ya que al parecer era una mujer vulgar y todos pensaban que Lope se había casado por dinero, ya que no era amor precisamente lo que le faltaba. Se establece en Toledo por segunda vez, desde agosto de 1604 a 1610, con su mujer y su amante Micaela de Luján e hijos. Con su mujer legítima habita una casa «del callejón del barrio de San Justo» (hoy calle de Juan Guas). Se desconoce el inmueble exacto de la casa habitada por Lope y Juana Guardo en la calle de Juan Guas, si bien el documento de alquiler informa que pertenecía a su amigo, el escritor Gaspar de Vargas. Lope dejó anotado que era tan alta que me ha hecho pensar que desde aquí con menos trabajo se puede llegar al cielo”, algo que concuerda con la altura de algunas estas viviendas que permiten cierta sensación aérea desde sus ventanales. En septiembre de 1610, el matrimonio abandona este domicilio y se trasladan a Madrid, donde tres años antes Lope ya había alquilado una casa con Micaela Luján. Jocosamente, Lope culpa de su marcha al sacristán de la Iglesia de los santos Justo y Pastor (“San Yuste”), porque, al parecer, le molestaba el toque de campanas tan próximas a su vivienda. Así lo indica en epístola dirigida a su amigo toledano el doctor en Derecho Gregorio de Ángulo:

 

“Mi años guarde Dios la Peralera,/que a no haber sacristantes en San Yute,/nunca Madrid en su rincón me viera”

 

La “Peralera” (actual “Peraleda”) es una finca colindante con el Palacio de Buenavista (Toledo), separada por un tramo del río Tajo, que seguramente constituyó un escenario de gratos paseos entre los integrantes de la Academia Literaria de Buenavista, que la que el escritor formaba parte durante sus estancias toledanas. Simultáneamente, a su amante le alquila una vivienda en el cercano barrio de San Lorenzo de la Ciudad Imperial. Hasta cinco hijos llegó a tener Lope con la actriz manchega Micaela de Luján (Angelilla, Mariana, Félix, Marcela y Lope-Félix). La «Celia» o «Camila Lucinda» de sus versos era una mujer bella, pero inculta y casada, con la cual mantuvo relaciones hasta 1608, en que se pierde su rastro literario y biográfico. Fue única entre las amantes mayores del Fénix cuya separación no dejó huella en su obra. En 1606 su mujer Juana Guardo dio a a luz a Carlos Félix, un hijo muy querido de Lope.

 

En Toledo contó con numerosos amigos, como el poeta Baltasar Elisio de Medinilla, a quien dedicó su comedia Santiago el Verde, de en torno a 1615 (Lope lloró en verso su asesinato accidental en 1620). Volvió a trabajar como secretario personal de Pedro Fernández de Castro y Andrade, en aquel momento IV marqués de Sarria y futuro VII conde de Lemos, al que escribió en una epístola: «Yo, que tantas veces a sus pies, cual perro fiel, he dormido».

 

Durante bastantes años Lope se dividió entre los dos hogares y un número indeterminado de amantes, muchas de ellas actrices, entre otras Jerónima de Burgos, como da fe el proceso legal que se le abrió por andar amancebado en 1596 con Antonia Trillo; también se conoce el nombre de otra amante, María de Aragón. Para sostener este tren de vida y sustentar tantas relaciones e hijos legítimos e ilegítimos, Lope de Vega hizo gala de una firmeza de voluntad poco común y tuvo que trabajar muchísimo, prodigando una obra torrencial consistente, sobre todo, en poesía lírica y comedias, impresas estas muchas veces sin su venia, deturpadas y sin corregir.

 

A los treinta y ocho años pudo al fin corregir y editar parte de su obra sin los errores de otros. Como primer escritor profesional de la literatura española, pleiteó para conseguir derechos de autor sobre quienes imprimían sus comedias sin su permiso. Consiguió, al menos, el derecho a la corrección de su propia obra.

 

En 1602 realizó un viaje a Sevilla, donde había vivido su tío don Miguel del Carpio, hermano de su madre y temido inquisidor en Sevilla, con quien se educó en su infancia, cuando tenía a lo sumo ocho o nueve años. Conoció al poeta clasicista Juan de Arguijo, noble y músico que desempeñaba el cargo de veinticuatro y fue su anfitrión y mecenas, incluyéndolo en la tertulia que reunía en su casa, y desde allí visitó Granada en una o dos ocasiones. En el transcurso de este último viaje se detuvo en Antequera, donde fue atendido y festejado por el poeta Luis Martín de la Plaza, quien compuso para la ocasión dos sonetos. Comprobado está también que conoció en Sevilla al poeta Antonio Ortiz Melgarejo y al gran y ya famoso novelista Mateo Alemán. En Sevilla culminó Lope La hermosura de Angélica, impresa en Madrid en 1602 en el mismo volumen en el que se incluían las tres partes de sus celebradas Rimas, abiertamente manieristas, que incluye entre sus doscientos sonetos un grupo que forma un cancionero petrarquista consagrado a Lucinda; también están dedicadas al propio Arguijo.

 

En 1605 entró al servicio de Luis Fernández de Córdoba y de Aragón, sexto duque de Sessa. Esta relación lo atormentaría más tarde, cuando tomó las órdenes sagradas y el noble continuaba utilizándolo como secretario y alcahuete, de forma que incluso su confesor llegaría a negarle la absolución. Esto se comprueba por el caudaloso epistolario que intercambió con el Duque, que se ha editado modernamente.

 

En 1609 leyó y publicó su Arte nuevo de hacer comedias, obra teórica de carácter capital, contraria a los preceptos neoaristotélicos, e ingresó en la Cofradía de Esclavos del Santísimo Sacramento en el oratorio de Caballero de Gracia, a la que pertenecían casi todos los escritores relevantes de Madrid. Entre ellos estaban Francisco de Quevedo, que era amigo personal de Lope, y Miguel de Cervantes. Con este último tuvo unas relaciones tirantes a causa de las alusiones antilopescas de la primera parte del Don Quijote (1605). Al año siguiente, se adscribió al oratorio de la calle del Olivar.

 

Sacerdocio

La época que auspició la ordenación sacerdotal de Lope de Vega fue de una profunda crisis existencial, impulsada quizá por la muerte de parientes próximos. A esta inspiración responden sus Rimas sacras y las numerosas obras devotas que empezó a componer, así como el tono meditativo y filosófico que asoma en sus últimos versos. La noche del 19 de diciembre de 1611 el escritor fue víctima de un intento de asesinato del que pudo escapar apenas. Juana de Guardo sufría frecuentes enfermedades y en 1612 Carlos Félix murió de fiebres. El 13 de agosto del año siguiente, falleció Juana de Guardo, al dar a luz a Feliciana. Tantas desgracias afectaron emocionalmente a Lope, y el 24 de mayo de 1614 decidió al fin ser ordenado sacerdote 26 Lope es ordenado sacerdote en su diócesis de Toledo y como primera providencia, el auxiliar del cardenal, obispo titular de Troya, le manda que se rape el bigote y la perilla, pues su uso va en contra de las sinodales. Su respuesta es famosa: “De Troya tenía que venir lo que que aplacase mis incendios”. Mientras espera su ordenación se hospeda en casa de su ex amante, Jerónima de Burgos, y como sigue ejerciendo de alcahuete en la correspondencia amorosa de su protector, el duque de Sessa, su confesor le niega la absolución tras haberse ordenado sacerdote, pero el cardenal Bernardo de Sandoval y Rojas, mucho más condescendiente, le nombra vocal del tribunal que llevaba el proceso de beatificación de Teresa de Jesús, y dos años más tarde vuelve a nombrarle procurador fiscal de la Cámara Apostólica del Arzobispado de Toledo, en base a “sus dotes de sabiduría, la rectitud de su proceder y la buena fama en las letras tanto divinas como humanas”. Por el contrario, el sucesor de Sandoval y Rojas, el cardenal infante don Fernando de Austria (hijo de Felipe III), no tardará en cesarle a causa de sus debilidadesde conducta</ref>. En su epistolario muestra Lope las dudas que alberga en esta época sobre la orientación que ha de dar a su vida, llegando a conclusiones inquietantes: «Yo he nacido en dos extremos, que son amar y aborrecer; no he tenido medio jamás... Yo estoy perdido, si en mi vida lo estuve, por alma y cuerpo de mujer, y Dios sabe con qué sentimiento mío, porque no sé cómo ha de ser ni durar esto, ni vivir sin gozarlo...» (1616). Sin embargo, el sacerdocio le abrió el grifo de los beneficios eclesiásticos: por medio del duque de Sessa consiguió una «prestamera» en la diócesis de Córdoba y en 1615 solicitó una capellanía que instituyó en Ávila su antiguo protector Jerónimo Manrique. En octubre de ese mismo año acompañó a su señor en la comitiva que acudió a Irún con la infanta Ana de Austria y dio escolta de honor hasta Madrid a Isabel de Borbón, futura esposa de Felipe IV; pero el duque le pedía a Lope en correspondencia que le siguiera sirviendo de alcahuete, y eso rompía la conciencia del ahora sacerdote. Sin embargo, algunas mujeres implicadas en los trapicheos de Lope no dejaban de escandalizar al vecindario toledano.

 

La expresión literaria de esta crisis y sus arrepentimientos son las Rimas sacras, publicadas en 1614; allí dice: «Si el cuerpo quiere ser tierra en la tierra / el alma quiere ser cielo en el cielo», dualismo irredento que constituye toda su esencia. Las Rimas sacras constituyen un libro a la vez introspectivo en los sonetos (utiliza la técnica de los ejercicios espirituales que aprendió en sus estudios con los jesuitas) como devoto por los poemas dedicados a diversos santos o inspirados en la iconografía sacra, entonces en pleno despliegue gracias a las recomendaciones emanadas del Concilio de Trento. Le sorprendió entonces la revolución estética provocada por las Soledades de Luis de Góngora y, si bien incrementó la tensión estética de su verso y empezaron a aparecer bimembraciones al final de sus estrofas, tomó distancia del culteranismo extremo y siguió cultivando su característica mezcla de conceptismo, culto casticismo castellano y elegancia italiana. Además, zahirió la nueva estética y se burló de ella cuando tuvo ocasión. Góngora reaccionó con sátiras a esta hostilidad, que el Fénix planteaba siempre de forma indirecta, aprovechando cualquier rincón de sus comedias para atacar, más que a Góngora mismo, a sus discípulos, modo inteligente de enfrentarse a la nueva estética y que tiene que ver con su famosa concepción de la sátira: «Pique sin odio, que si acaso infama / ni espere gloria ni pretenda fama». De todas formas, intentó congraciarse ambiguamente con el ingenio cordobés dedicándole su comedia Amor secreto hasta celos (1614), de título bien significativo. Por otra parte, tuvo que luchar con los desprecios de los preceptistas aristotélicos que vituperaban su fórmula dramática como contraria a las tres unidades de acción, lugar y tiempo: los poetas Cristóbal de Mesa y Cristóbal Suárez de Figueroa y, sobre todo, Pedro Torres Rámila autor de una Spongia (1617), libelo destinado a denigrar no solo el teatro de Lope, sino también toda su obra narrativa, épica y lírica. Contra este folleto respondieron furiosamente los amigos humanistas de Lope, encabezados por Francisco López de Aguilar, que redactó por junio de 1618 una Expostulatio Spongiae a Petro Hurriano Ramila nuper evulgatae. Pro Lupo a Vega Carpio, Poetarum Hispaniae Principe. La obra contenía elogios a Lope de nada menos que Tomás Tamayo de Vargas, Vicente Mariner, Luis Tribaldos de Toledo, Pedro de Padilla, Juan Luis de la Cerda, Hortensio Félix Paravicino, Bartolomé Jiménez Patón, Francisco de Quevedo, el conde de Salinas, y Vicente Espinel, entre otros menos conocidos. Animado por estos apoyos, Lope, aunque asediado por las críticas de culteranos y aristotélicos, prosigue con sus intentos épicos. Tras el Polifemo de Góngora, ensaya la fábula mitológica extensa con cuatro poemas: La Filomena (1621; donde ataca a Torres Rámila), La Andrómeda (1621), La Circe (1624) y La rosa blanca (1624; blasón de la hija del conde-duque, cuyo complicado origen mítico expone). Vuelve a la épica histórica con La corona trágica (1627, en 600 octavas sobre la vida y muerte de María Estuardo).

 

Últimos años

En sus últimos años de vida Lope de Vega se enamoró de una moza de veinticinco años, Marta de Nevares, casada a los trece, en lo que puede considerarse «sacrilegio» dada su condición de sacerdote; era una mujer muy bella, de pelo rizado y ojos verdes, diestra cantante y bailarina, como declara Lope en los poemas que le compuso llamándola «Amarilis», o «Marcia Leonarda» desde que en 1619 falleció su marido, como en las Novelas que le destinó. En esta época de su vida cultivó especialmente la poesía cómica y filosófica, desdoblándose en el poeta heterónimo burlesco Tomé de Burguillos y meditando serenamente sobre la vejez y su alocada juventud en romances como las famosas «barquillas».

 

En 1627 ingresó en la Orden de Malta, discutiéndose hasta la fecha si debió aportar una probanza de su nobleza por la rama paterna y se le eximió de los otros tres cuarteles preceptivos, o si fue exclusivamente a instancias del papa que el Gran Maestre le recibió en la Orden. Sea como fuere, esta pertenencia supuso un honor enorme para Lope, quien en su retrato más difundido viste precisamente el hábito de San Juan. El interés de Lope por las órdenes de caballería en general, y por la de Malta en particular, lo llevó a escribir entre 1596 y 1603 la pieza teatral El valor de Malta, ambientada en las luchas marítimas que la Orden mantuvo por todo el Mediterráneo con los turcos. Pero entre marzo y abril de 1628 enfermó tan gravemente que estuvo a las puertas de la muerte, como escribe al Duque de Sessa:

Ya tiene Vuestra Excelencia, gracias a Dios, a Lope de Vega, que hasta hoy no le tenía: así se dudó de mi vida. Truje en pie este negro mal, que negro debe ser, pues Vuestra Excelencia me receta negras, más de veinte días con grande trabajo y pena, tanto que entendí que me había vuelto don Juan de Alarcón; y al fin caí en la cama, hoy hace dieciocho días, de una hinchazón tan dolorosa, que me encendía en terribles calenturas y me causó tantos males que ya me lloraban las Musas domésticas y extrañas. Sea Dios alabado, su Santísima Madre y San Isidro, que estoy en puerto de claridad, que en abril, y [con] no pocos años, mucho había que temer.

 

Ya tenía sesenta y seis años, no estaba para trotes. La punzada contra Juan Ruiz de Alarcón se explica por la maledicencia: en la comedia del severo y moralizante ingenio mexicano Los pechos privilegiados se había deslizado una pícara alusión al connubio marital del cura donjuán y la moza:

Culpa a un viejo avellanado / tan verde que, al mismo tiempo / que está aforrado de martas, / anda haciendo madalenos.

 

Entre el apenas soterrado escándalo de los casi veinte años de vida que pasó con Marta de Nevares Santoyo y a pesar de los honores que recibió del rey y del papa, los últimos años de Lope fueron infelices. En su Égloga a Claudio (1632) aparece su amargo desengaño por haber intentado alcanzar el cargo fijo de capellán del duque de Sessa o el de cronista de Felipe IV y se considera ya de vuelta de todo. Además había sufrido que Marta se volviera ciega en 1626 y falleciera loca en ese mismo año de 1632, como cuenta en el recuerdo que le dedica en las octavas reales de la égloga Amarilis, que se publicaría en 1633. También en 1632 publica La Dorotea, una meditación sobre sus amores de juventud. Y evoca la muerte de Marta en este soneto de las Rimas humanas y divinas de Tomé de Burguillos (1634) titulado «Que al amor verdadero no le olvidan el tiempo ni la muerte»:

Resuelta en polvo ya, mas siempre hermosa, / sin dejarme vivir, vive serena / aquella luz, que fue mi gloria y pena, / y me hace guerra, cuando en paz reposa. / Tan vivo está el jazmín, la pura rosa, / que, blandamente ardiendo en azucena, / me abrasa el alma de memorias llena: / ceniza de su fénix amorosa. / ¡Oh, memoria cruel de mis enojos!, / ¿qué honor te puede dar mi sentimiento, / en polvo convertidos sus despojos? / Permíteme callar solo un momento: / que ya no tienen lágrimas mis ojos, / ni conceptos de amor mi pensamiento.


Las Rimas humanas y divinas (1634), último de sus poemarios, indican que ya Lope de Vega escribe para sí mismo, para entretenerse, evadirse y distanciarse por medio de la parodia y del humor, que tan importantes son en esta colección. Pues aún hubo más desgracias: Lope Félix, hijo suyo con Micaela de Luján y que también tenía vocación poética, se ahogó pescando perlas en 1634 en la isla Margarita, en la costa de Venezuela. Su amada hija Antonia Clara fue secuestrada por un hidalgo, novio suyo, para colmo apellidado Tenorio. Feliciana, su única hija legítima para ese entonces, había tenido dos hijos: una se hizo monja y el otro, el capitán Luis Antonio de Usategui y Vega, murió en Milán al servicio del rey. Solo una hija natural suya, la monja Marcela, le sobrevivió.

 

Lope de Vega murió el 27 de agosto de 1635. Sus restos se depositaron en la iglesia de San Sebastián, en la calle de Atocha. A mediados del mismo siglo XVII pasaron a la fosa común. Doscientos autores le escribieron elogios que fueron publicados en Madrid y Venecia. Durante su vida, sus obras obtuvieron una mítica reputación. «Es de Lope» fue una frase utilizada frecuentemente para indicar que algo era excelente, lo que no siempre ayudó a atribuir sus comedias correctamente. Al respecto cuenta su discípulo Juan Pérez de Montalbán en su Fama póstuma a la vida y muerte del doctor frey Lope de Vega Carpio (Madrid, 1636), impreso compuesto para enaltecer la memoria del Fénix, que un hombre vio pasar un entierro magnífico diciendo que «era de Lope», a lo cual apostilló Montalbán que «acertó dos veces». Cervantes, a pesar de su antipatía por Lope, lo llamó «el monstruo de la naturaleza», por su fecundidad literaria.

 

Matrimonios y descendencia

Durante su vida, Lope de Vega fue un hombre aficionado a los amoríos, que más de una vez le trajeron dificultades. En total tuvo quince hijos documentados entre legítimos e ilegítimos:

·        Con María de Aragón (llamada Marfisa en las obras de Lope), hija de un panadero flamenco, llamado Jácome de Amberes, instalado en Madrid:

·        Manuela, al parecer la primogénita de toda su prole. Bautizada el 2 de enero de 1581, falleció el 11 de agosto de 1585.

Tras el término de la relación, Marfisa se casa con un flamenco en 1592 y fallece el 6 de septiembre de 1608.

·        Con Isabel Ampuero de Alderete Díaz de Rojas y Urbina (conocida como Isabel de Alderete estando soltera, y como Isabel de Urbina al casarse), su primera esposa, con la que contrae matrimonio por poderes el 10 de mayo de 1588, luego de haberla "raptado" de la casa paterna (aunque en realidad ella aceptó irse voluntariamente):

·        Antonia, nacida probablemente en 1589, fallecida en 1594, al parecer poco antes que su madre.

·        Teodora, nacida en noviembre de 1594, fallecida en la infancia entre 1595 o 1596.

·        Isabel de Urbina muere en el parto de su segunda hija, en noviembre de 1594.

·        Con Juana de Guardo, su segunda esposa desde el 25 de abril de 1598. Hija de Antonio de Guardo, rico abastecedor de carne y pescado de Madrid, se cree fue un matrimonio de conveniencia:

·        Jacinta, bautizada en Madrid el 26 de julio de 1599, posiblemente fallecida en la infancia pues no hay más noticias de ella.

·        En una carta escrita a un amigo fechada el 14 de agosto de 1604, Lope anuncia que su mujer está por dar a luz. En su testamento de 1627, Lope nombra una hija, Juana, ya difunta. Es probable, dado el nombre y las fechas, que esta hija sea la criatura nacida de Lope y su esposa en agosto de 1604.

·        Carlos Félix, bautizado el 28 de marzo de 1606, por lo que se cree nació el año anterior, en 1605. Hijo predilecto de su padre, falleció el 1 de junio de 1612, después de una enfermedad de varios meses. El devastado Lope le dedica una elegía publicada en las Rimas Sacras.

·        Feliciana, nacida el 4 de agosto de 1613. La única de la descendencia legítima en sobrevivir a la infancia, se casó con Luis de Usátegui, «oficial de la secretaría del Real Consejo de las Indias de la provincia del Pirú», el 18 de diciembre de 1633. Lope promete dotar a su hija con ropas y dineros por valor de 5000 ducados, de la herencia de sus abuelos maternos.

Juana de Guardo murió nueve días después de dar a luz, el 13 de agosto de 1613, a causa de sobreparto. Lope no volvió a casarse. A principios de marzo de 1614 recibió las órdenes menores en Madrid. El 12 de marzo fue a Toledo (se hospedó en casa de la actriz Jerónima de Burgos, con la que sostuvo un romance), donde recibió el grado de clérigo de epístola y luego el de Evangelio. El 25 de mayo, en Madrid, recibió el último grado de su ordenación sacerdotal. El 29 de mayo dijo su primera misa en la iglesia del Carmen Descalzo, en Madrid.

·        Con la actriz Micaela de Luján, casada con el actor Diego Díaz, que se había ausentado al Perú, donde murió en 1603. Madre de nueve hijos, cinco de ellos por lo menos son de Lope, con el que sostuvo una relación de cerca de quince años (posiblemente comenzada tras su segundo matrimonio, alrededor de 1599), a pesar de otros amores fugaces:

·        Ángela.

·        Mariana.

·        Félix, bautizado el 19 de octubre de 1603.

·        Marcela, bautizada el 8 de mayo de 1605. El 2 de febrero de 1621 se consagra en el convento de Trinitarias Descalzas, con el nombre de sor Marcela de San Félix. Lope describe la consagración en la Epístola a don Francisco de Herrera Maldonado.

·        Lope Félix, nacido el 28 de enero de 1607. Muchacho de naturaleza díscola, fue encerrado por su padre, debido a su mal comportamiento, en el asilo de Nuestra Señora de los Desamparados, en 1617. Con inclinaciones literarias como su padre, al final se hizo militar, muriendo en 1634 en un naufragio en la costa de Venezuela, adonde había ido en una expedición para pescar perlas. Lope le dedicó una égloga piscatoria.

·        Con Marta de Nevares, (la Marcia Leonarda de las novelas, y Amarilis de las poesías y cartas de Lope), nacida hacia 1591 y casada el 8 de agosto de 1604 (contra su voluntad) con Roque Hernández de Ayala, comerciante, del que pronto se separó. Aficionada a la poesía, escribía versos, cantaba, tañía y bailaba, era de buena conversación y prosa, y hasta tenía talento de actriz (representó una comedia de Lope en su casa). Sus relaciones, iniciadas alrededor de septiembre de 1616, tuvieron como fruto una hija:

·        Antonia Clara (Clarilis), nacida el 12 de agosto de 1617. La menor de toda su descendencia y la alegría de su vejez, se fugó del hogar paterno el 17 de agosto de 1634 con don Cristóbal Tenorio, caballero de la Orden de Santiago, un protegido del conde-duque de Olivares y ayuda de Cámara de Su Majestad. Lope nunca se recuperó de este golpe.

Marta de Nevares quedó ciega en 1622, y tiempo después perdió la razón. Falleció al cuidado de Lope, en su casa, el 7 de abril de 1632. Tenía 41 años. Esta fue la última relación significativa en la vida de Lope de Vega.

Además de esta descendencia, Lope de Vega procreó otros dos hijos de relaciones fugaces:

·        Fernando Pellicer, Fray Vicente, habido con una valenciana.

·        Fray Luis de la Madre de Dios, de madre desconocida.

 


Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Lope_de_Vega

 

 

 

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