Lope de Vega
Lope
de Vega Carpio, oriundo de familia hidalga, aunque humilde, con
solar, a decir del propio Lope, en la Vega de Carriedo, hoy Vega de Villafufre,
Cantabria, era hijo de Félix
o Felices de Vega Carpio, bordador de profesión,
fallecido en 1578, y de Francisca Fernández
Flórez,
que le sobrevivió
once años.
No hay datos precisos sobre su madre. Se sabe, en cambio, que tras una breve
estancia en Valladolid, su padre se mudó a Madrid en 1561, atraído quizá por
las posibilidades de la recién estrenada capitalidad de la Villa y Corte. Sin
embargo, Lope de Vega afirmaría más tarde que su padre llegó a Madrid por una
aventura amorosa de la que le rescataría su futura madre. Así, el escritor
sería fruto de la reconciliación, y debería su existencia a los mismos celos
que tanto analizaría en su obra dramática.
Fue
bautizado con el nombre de Lope, hijo de Feliz de Vega y de Francisca su mujer,
en la parroquia de San Miguel de los Octoes el 6 de diciembre de 1562. Lope
tuvo cuatro hermanos: Francisco, Juliana, Luisa y Juan. Pasó una parte de su infancia
en casa de su tío
abuelo paterno, don Miguel de Carpio, Inquisidor de Sevilla.
Niño
muy precoz, leía latín y castellano ya a los cinco años. A la misma edad
compone versos. En su Fama póstuma..., su amigo Juan Pérez de Montalbán
describe así esos primeros tiempos:
Iba
a la escuela, excediendo conocidamente a los demás en la cólera de estudiar las
primeras letras; y como no podía, por la edad, formar las palabras, repetía la
lición más con el ademán que con la lengua. De cinco años leía en romance y en
latín; y era tanta su inclinación a los versos, que mientras no supo escribir
repartía su almuerzo con los otros mayores porque le escribiesen lo que él
dictaba. Pasó después a los estudios de la Compañía, donde en dos años se hizo
dueño de la Gramática y la Retórica, y antes de cumplir doce tenía todas las
gracias que permite la juventud curiosa de los mozos, como es danzar, cantar y
traer bien la espada, etc.
Estudió
en el prestigioso Colegio imperial de los jesuitas, entonces llamados
impropiamente teatinos. Siempre según
el testimonio del propio Lope, a los doce escribe comedias («Yo las componía de
once y doce años / de a cuatro actos y de a cuatro pliegos / porque cada acto
un pliego contenía»). Es posible que su primera comedia fuese, como el mismo
Lope afirmaría en la dedicatoria de la obra a su hijo Lope, El verdadero
amante, aunque probablemente el texto que hoy conocemos de esta comedia sufrió
modificaciones posteriores a la fecha de la primera redacción. Esta tremenda
facilidad para la escritura él la atribuía a un don natural. Y así, por boca de
Belardo, cuando le piden unos sonetos para el rey en El animal de Hungría y le
preguntan cuánto tiempo se va a tomar, escribe:
Dentro
de un hora. / —¿Un hora? —Y menos, y agora. / —Callad, que no puede ser, / que
a muchos oigo decir / que los que componen sudan, / gruñen, gimen y trasudan /
como quien quiere parir... / —Fáltalos el natural / que da el cielo a quien él
quiere.
Su
gran talento le lleva a la escuela del poeta y músico Vicente Espinel, en
Madrid, a quien siempre citó con veneración (le dedicó su comedia El caballero
de Illescas, c. 1602). Así el soneto: Aquesta pluma, célebre maestro / que me
pusisteis en las manos, cuando / los primeros caracteres firmando / estaba,
temeroso y poco diestro... Mientras estudia hacia 1573 en el colegio de los
teatinos, traduce en verso castellano el poema de Claudiano De raptu
Proserpinae, que dedicó al cardenal Colonna. Continúa su formación con los
jesuitas (1574):
Los
cartapacios de las liciones me servían de borradores para mis pensamientos, y
muchas veces las escribía en versos latinos o castellanos. Comencé a juntar
libros de todas letras y lenguas, que después de los principios de la griega y
ejercicio grande de la latina, supe bien la toscana, y de la francesa tuve
noticia... (La Dorotea, IV).
Cursa
después cuatro años (1577-1581) en el Colegio de los Manriques de la
Universidad de Alcalá, pero no logra ningún título. Quizá su conducta
desordenada y mujeriega (ya en 1580 el estudiante Lope se hallaba amancebado
con María de Aragón, la Marfisa de sus versos, de la que tuvo al año siguiente
a su primera hija, Manuela) de un huérfano de padre le hace poco apto para el
sacerdocio. Muchos de los personajes de sus primeras comedias son auténticos
libertinos. Él mismo, por boca de Belardo, se pinta así:
Si
lisonjeo la hermosa / la vendo como el amigo, / y en lo mismo que la digo /
estoy sintiendo otra cosa. / Solicito que me quiera; / y, si la vengo a
alcanzar, / ya tengo lleno el lugar / de que es muy necia y muy fiera...
Sus
altos protectores dejan de costearle los estudios. Así, Lope no consigue el
grado de bachiller y para ganarse la vida tiene que trabajar como secretario de
aristócratas y prohombres, o escribiendo comedias y piezas de circunstancias.
En 1583 se alista en la marina y pelea en la batalla de la Isla Terceira a las
órdenes de su futuro amigo Álvaro de Bazán, I.ermarqués de Santa Cruz. Tiempo
después dedicaría una comedia al hijo del marqués.
Destierro
Estudió
por entonces (quizá 1586) artes liberales con el maestro Juan de Córdoba y
matemáticas y astrología en la Academia Real con Juan Bautista Labaña, cosmógrafo
mayor de Felipe II, y sirvió de secretario al Marqués
de las Navas; pero de todas estas ocupaciones le distraían las continuas
relaciones amorosas. Elena Osorio, a la que conoció en 1583, fue su primer gran
amor, la «Filis» de sus versos, separada entonces de su marido, el actor
Cristóbal Calderón; Lope estuvo cuatro años con ella y pagaba sus favores con
comedias para la compañía del padre de su amada, el empresario teatral o autor
Jerónimo Velázquez. En 1587 Elena aceptó, por conveniencia, entablar una
relación con el noble Francisco Perrenot Granvela, sobrino del poderoso
cardenal Granvela. Un despechado Lope de Vega hizo entonces circular contra
ella y su familia unos libelos, entre ellos uno en latín macarrónico, In
doctorum Damianum Velazquez Satira Prima, que no se ha conservado:
Una
dama se vende a quien la quiera.
En
almoneda está. ¿Quieren comprarla?
Su
padre es quien la vende, que aunque calla,
su
madre la sirvió de pregonera...
Denunció
la situación en su comedia Belardo furioso y en una serie de sonetos y romances
pastoriles y moriscos. Tuvo un proceso judicial y acabó en la cárcel por
difamar a Elena. Reincidió y un segundo proceso judicial fue más tajante: lo
desterraron ocho años de la Corte y dos del reino de Castilla, con amenaza de
pena de muerte si desobedecía la sentencia. Lope de Vega se vengó pasando a
vender sus comedias al empresario Porres y recordaría años más tarde sus amores
con Elena Osorio en su novela dialogada («acción en prosa» la llamó él) La
Dorotea. Sin embargo, por entonces ya se había enamorado de Isabel de Alderete
y Urbina, hija del pintor del rey Diego de Urbina, con quien se casó el 10 de
mayo de 1588 tras raptarla con su consentimiento. En sus versos la llamó con el
anagrama «Belisa».
El
29 de mayo del mismo año intentó reanudar su carrera militar alistándose en la
Gran Armada, en el galeón San Juan. Por entonces escribió un poema épico en
octavas reales al modo de Ludovico Ariosto, La hermosura de Angélica, que pasó
inadvertido. Es probable que su enrolamiento en la marina movilizada para el
asalto de Inglaterra fuese la condición impuesta por los parientes de Isabel de
Urbina, deseosos de perder de vista a un yerno tan poco presentable, para perdonarle
el rapto de la joven. Aludirá precisamente a su viaje a
Inglaterra cuando, por boca de Belardo, se queje de no haber ido todavía a ver
el monasterio de San Lorenzo de El Escorial, pese a haber viajado tan lejos:
Nací
/ en Madrid, y confiado / en estar tan cerca, he estado / sin verla hasta
agora, y fui / dos mil leguas una vez / solo a ver Inglaterra...
El
motivo de esta partida sin embargo parece bastante complejo. En su Arcadia
incluyó al respecto unos versos que declaraban una imagen de España que nunca
volvió a repetir, sin embargo: un país amado pero esencialmente envidioso e
ingrato:
¡Ay,
dulce y cara España, / madrastra de tus hijos verdaderos / y, con piedad
extraña, / piadosa madre y huésped de extranjeros! / Envidia en ti me mata, /
que toda patria suele ser ingrata. / Pero, porque es mi gloria / vengar mis
enemigos con mi ausencia, / tendré por más victoria / igualar con su envidia mi
paciencia / que no sufrir la furia / del que a sí no se ve y al otro injuria...
/ Yo parto a ser ejemplo / de vanas esperanzas y favores, / porque ya me
contemplo / fuera de sus envidias y temores, / donde acabe mi vida / pobre,
envidiada, triste y perseguida.
En
diciembre de 1588 volvió en el navío San Juan después de la derrota de la Gran
Armada y se dirigió a Valencia tras quebrantar la condena pasando por Toledo.
Con Isabel de Urbina vivió en Valencia y allí siguió perfeccionando su fórmula
dramática, asistiendo a las representaciones de una serie de ingenios que más
adelante formarían la llamada Academia de los nocturnos, como el canónigo
Francisco Agustín Tárrega, el secretario del duque de Gandía Gaspar de Aguilar,
Guillén de Castro, Carlos Boil y Ricardo de Turia. Aprendió a desobedecer la
unidad de acción narrando dos historias en vez de una en la misma obra, el llamado
imbroglio o embrollo italiano.
Tras
cumplir los dos años de destierro del reino, Lope de Vega se trasladó a Toledo
en 1590 Isabel de Urbina, la “Belisa” de alguno de sus poemas y
la heroína
de Las bizarrías
de Belisa era menor de edad cuando casó con Lope. La familia de la joven, de
elevada posición social, rechazaba este enlace matrimonial, motivada en gran
parte por la condena al destierro contra Lope a causa de las injurias contra el
comediante Jerónimo Velázquez y su familia. Los amantes organizaron el rapto de
la novia y, ante el hecho consumado, los Urbina acabaron aceptando unas nupcias
por poderes a causa del destierro. Tras dos años en Valencia y a ocho de
cumplir por completo la sentencia, Lope decide instalarse en la calle de la
Sierpe en Toledo, tan cerca de Madrid que pudiera seguir en contactó con el
centro de la monarquía sin vulnerar la distancia (“ a cinco leguas de la
corte”) establecida en la sentencia”. Y allí sirvió a Francisco de Ribera
Barroso, más tarde segundo marqués de Malpica y, algún tiempo después, al
quinto duque de Alba, Antonio Álvarez de Toledo y Beaumont. Para esto se
incorporó como gentilhombre de cámara a la corte ducal de Alba de Tormes, donde
vivió entre 1592 y 1595. En este lugar leyó el teatro de Juan del Encina, del
que tomó el personaje del gracioso o figura del donaire, perfeccionando aún más
su fórmula dramática. Cerca de Alba de Tormes estaba además el Castillo del
Carpio, que le sirvió para fantasear sobre un posible origen caballeresco de su
apellido, emparentable con el del héroe Bernardo del Carpio, al que dedicó tres
comedias. En el otoño de 1594 murió Isabel de Urbina de sobreparto o puerperio.
Escribió por entonces su novela pastoril La Arcadia, donde introdujo numerosos
poemas y un grabado que representaba el escudo de Bernardo del Carpio:
diecinueve torres. Este alarde causó las burlas de Luis de Góngora, quien le
dedicó un soneto:
Por
mi vida, Lopillo, que me borres / las diecinueve torres del escudo / porque,
aunque todas son de viento, dudo / que tengas viento para tantas torres...
Este
blasón se tenía como propio del linaje de Bernardo del Carpio porque se podía
contemplar en un relieve del sepulcro de Pedro Bernardo del Carpio (1135),
tenido como descendiente del legendario héroe, en la antigua iglesia de San
Martín de Salamanca.
Vuelta
a Castilla
En
diciembre de 1595 cumplió los ocho años de destierro de la Corte y regresó a
Madrid. Al siguiente año, allí mismo, fue procesado por amancebamiento con la
actriz viuda Antonia Trillo. En 1598 se casó con Juana de Guardo, hija de un
adinerado abastecedor de carne de la Corte, lo que motivó las burlas de
diversos ingenios (Luis de Góngora, por ejemplo), ya que al parecer era una
mujer vulgar y todos pensaban que Lope se había casado por dinero, ya que no
era amor precisamente lo que le faltaba. Se establece en Toledo por segunda
vez, desde agosto de 1604 a 1610, con su mujer y su amante Micaela de Luján e
hijos. Con su mujer legítima habita una casa «del callejón del barrio de San
Justo» (hoy calle de Juan Guas). Se desconoce el inmueble exacto de la casa
habitada por Lope y Juana Guardo en la calle de Juan Guas, si bien el documento
de alquiler informa que pertenecía
a su amigo, el escritor Gaspar de Vargas. Lope dejó anotado que era tan alta “que me ha hecho pensar que
desde aquí con menos trabajo se puede llegar al cielo”, algo que concuerda con
la altura de algunas estas viviendas que permiten cierta sensación aérea desde
sus ventanales. En septiembre de 1610, el matrimonio abandona este domicilio y
se trasladan a Madrid, donde tres años antes Lope ya había alquilado una casa
con Micaela Luján. Jocosamente, Lope culpa de su marcha al sacristán de la
Iglesia de los santos Justo y Pastor (“San Yuste”), porque, al parecer, le
molestaba el toque de campanas tan próximas a su vivienda. Así lo indica en
epístola dirigida a su amigo toledano el doctor en Derecho Gregorio de Ángulo:
“Mi
años guarde Dios la Peralera,/que a no haber sacristantes en San Yute,/nunca
Madrid en su rincón me viera”
La
“Peralera” (actual “Peraleda”) es una finca colindante con el Palacio de
Buenavista (Toledo), separada por un tramo del río Tajo, que seguramente
constituyó un escenario de gratos paseos entre los integrantes de la Academia
Literaria de Buenavista, que la que el escritor formaba parte durante sus
estancias toledanas. Simultáneamente, a su amante le alquila una vivienda en el
cercano barrio de San Lorenzo de la Ciudad Imperial.
Hasta cinco hijos llegó
a tener Lope con la actriz manchega Micaela de Luján (Angelilla, Mariana,
Félix, Marcela y Lope-Félix). La «Celia» o «Camila Lucinda» de sus versos era
una mujer bella, pero inculta y casada, con la cual mantuvo relaciones hasta
1608, en que se pierde su rastro literario y biográfico. Fue única entre las
amantes mayores del Fénix cuya separación no dejó huella en su obra. En 1606 su
mujer Juana Guardo dio a a luz a Carlos Félix, un hijo muy querido de Lope.
En
Toledo contó con numerosos amigos, como el poeta Baltasar Elisio de Medinilla,
a quien dedicó su comedia Santiago el Verde, de en torno a 1615 (Lope lloró en
verso su asesinato accidental en 1620). Volvió a trabajar como secretario
personal de Pedro Fernández de Castro y Andrade, en aquel momento IV marqués de
Sarria y futuro VII conde de Lemos, al que escribió en una epístola: «Yo, que
tantas veces a sus pies, cual perro fiel, he dormido».
Durante
bastantes años Lope se dividió entre los dos hogares y un número indeterminado
de amantes, muchas de ellas actrices, entre otras Jerónima de Burgos,
como da fe el proceso legal que se le abrió
por andar amancebado en 1596 con Antonia Trillo; también se conoce el nombre de
otra amante, María
de Aragón.
Para sostener este tren de vida y sustentar tantas relaciones e hijos legítimos
e ilegítimos, Lope de Vega hizo gala de una firmeza de voluntad poco común y
tuvo que trabajar muchísimo, prodigando una obra torrencial consistente, sobre
todo, en poesía lírica y comedias, impresas estas muchas veces sin su venia,
deturpadas y sin corregir.
A
los treinta y ocho años pudo al fin corregir y editar parte de su obra sin los
errores de otros. Como primer escritor profesional de la literatura española,
pleiteó para conseguir derechos de autor sobre quienes imprimían sus comedias
sin su permiso. Consiguió, al menos, el derecho a la corrección de su propia
obra.
En
1602 realizó un viaje a Sevilla, donde había vivido su tío don Miguel del
Carpio, hermano de su madre y temido inquisidor en Sevilla, con quien se educó
en su infancia, cuando tenía a lo sumo ocho o nueve años. Conoció al poeta
clasicista Juan de Arguijo, noble y músico que desempeñaba el cargo de
veinticuatro y fue su anfitrión y mecenas, incluyéndolo en la tertulia que
reunía en su casa, y desde allí visitó Granada en una o dos ocasiones. En el
transcurso de este último viaje se detuvo en Antequera, donde fue atendido y
festejado por el poeta Luis Martín de la Plaza, quien compuso para la ocasión
dos sonetos. Comprobado está también que conoció en Sevilla al poeta Antonio
Ortiz Melgarejo y al gran y ya famoso novelista Mateo Alemán. En Sevilla culminó
Lope La hermosura de Angélica, impresa en Madrid en 1602 en el mismo volumen en
el que se incluían las tres partes de sus celebradas Rimas, abiertamente
manieristas, que incluye entre sus doscientos sonetos un grupo que forma un
cancionero petrarquista consagrado a Lucinda; también están dedicadas al propio
Arguijo.
En
1605 entró al servicio de Luis Fernández de Córdoba y de Aragón, sexto duque de
Sessa. Esta relación lo atormentaría más tarde, cuando tomó las órdenes
sagradas y el noble continuaba utilizándolo como secretario y alcahuete, de
forma que incluso su confesor llegaría a negarle la absolución. Esto se
comprueba por el caudaloso epistolario que intercambió con el Duque, que se ha
editado modernamente.
En
1609 leyó y publicó su Arte nuevo de hacer comedias, obra teórica de carácter
capital, contraria a los preceptos neoaristotélicos, e ingresó en la Cofradía
de Esclavos del Santísimo Sacramento en el oratorio de Caballero de Gracia, a
la que pertenecían casi todos los escritores relevantes de Madrid. Entre ellos
estaban Francisco de Quevedo, que era amigo personal de Lope, y Miguel de
Cervantes. Con este último tuvo unas relaciones tirantes a causa de las
alusiones antilopescas de la primera parte del Don Quijote (1605). Al año
siguiente, se adscribió al oratorio de la calle del Olivar.
Sacerdocio
La
época que auspició la ordenación sacerdotal de Lope de Vega fue de una profunda
crisis existencial, impulsada quizá por la muerte de parientes próximos. A esta
inspiración responden sus Rimas sacras y las numerosas obras devotas que empezó
a componer, así como el tono meditativo y filosófico que asoma en sus últimos
versos. La noche del 19 de diciembre de 1611 el escritor fue víctima de un
intento de asesinato del que pudo escapar apenas. Juana de Guardo sufría frecuentes enfermedades
y en 1612 Carlos Félix
murió
de fiebres. El 13 de agosto del año
siguiente, falleció
Juana de Guardo, al dar a luz a Feliciana. Tantas desgracias afectaron
emocionalmente a Lope, y el 24 de mayo de 1614 decidió al fin ser ordenado
sacerdote 26 Lope es ordenado
sacerdote en su diócesis
de Toledo y como primera providencia, el auxiliar del cardenal, obispo titular
de Troya, le manda que se rape el bigote y la perilla, pues su uso va en contra
de las sinodales. Su respuesta es famosa: “De Troya tenía que venir lo que que
aplacase mis incendios”. Mientras espera su ordenación se hospeda en casa de su
ex amante, Jerónima de Burgos, y como sigue ejerciendo de alcahuete en la
correspondencia amorosa de su protector, el duque de Sessa, su confesor le
niega la absolución tras haberse ordenado sacerdote, pero el cardenal Bernardo
de Sandoval y Rojas, mucho más condescendiente, le nombra vocal del tribunal
que llevaba el proceso de beatificación de Teresa de Jesús, y dos años más
tarde vuelve a nombrarle procurador fiscal de la Cámara Apostólica del
Arzobispado de Toledo, en base a “sus dotes de sabiduría, la rectitud de su
proceder y la buena fama en las letras tanto divinas como humanas”. Por el
contrario, el sucesor de Sandoval y Rojas, el cardenal infante don Fernando de
Austria (hijo de Felipe III), no tardará en cesarle a causa de sus
debilidadesde conducta</ref>. En su epistolario muestra Lope las dudas
que alberga en esta época sobre la orientación que ha de dar a su vida,
llegando a conclusiones inquietantes: «Yo he nacido en dos extremos, que son
amar y aborrecer; no he tenido medio jamás... Yo estoy perdido, si en mi vida
lo estuve, por alma y cuerpo de mujer, y Dios sabe con qué sentimiento mío,
porque no sé cómo ha de ser ni durar esto, ni vivir sin gozarlo...» (1616). Sin
embargo, el sacerdocio le abrió el grifo de los beneficios eclesiásticos: por
medio del duque de Sessa consiguió una «prestamera» en la diócesis de Córdoba y
en 1615 solicitó una capellanía que instituyó en Ávila su antiguo protector
Jerónimo Manrique. En octubre de ese mismo año acompañó a su señor en la
comitiva que acudió a Irún con la infanta Ana de Austria y dio escolta de honor
hasta Madrid a Isabel de Borbón, futura esposa de Felipe IV; pero el duque le
pedía a Lope en correspondencia que le siguiera sirviendo de alcahuete, y eso
rompía la conciencia del ahora sacerdote. Sin embargo, algunas
mujeres implicadas en los trapicheos de Lope no dejaban de escandalizar al
vecindario toledano.
La
expresión literaria de esta crisis y sus arrepentimientos son las Rimas sacras,
publicadas en 1614; allí dice: «Si el cuerpo quiere ser tierra en la tierra /
el alma quiere ser cielo en el cielo», dualismo irredento que constituye toda
su esencia. Las Rimas sacras constituyen un libro a la vez introspectivo en los
sonetos (utiliza la técnica de los ejercicios espirituales que aprendió en sus
estudios con los jesuitas) como devoto por los poemas dedicados a diversos
santos o inspirados en la iconografía sacra, entonces en pleno despliegue
gracias a las recomendaciones emanadas del Concilio de Trento. Le sorprendió
entonces la revolución estética provocada por las Soledades de Luis de Góngora
y, si bien incrementó la tensión estética de su verso y empezaron a aparecer
bimembraciones al final de sus estrofas, tomó distancia del culteranismo
extremo y siguió cultivando su característica mezcla de conceptismo, culto
casticismo castellano y elegancia italiana. Además, zahirió la nueva estética y
se burló de ella cuando tuvo ocasión. Góngora reaccionó con sátiras a esta
hostilidad, que el Fénix planteaba siempre de forma indirecta, aprovechando
cualquier rincón de sus comedias para atacar, más que a Góngora mismo, a sus
discípulos, modo inteligente de enfrentarse a la nueva estética y que tiene que
ver con su famosa concepción de la sátira: «Pique sin odio, que si acaso infama
/ ni espere gloria ni pretenda fama». De todas formas, intentó congraciarse
ambiguamente con el ingenio cordobés dedicándole su comedia Amor secreto hasta
celos (1614), de título bien significativo. Por otra parte, tuvo que luchar con
los desprecios de los preceptistas aristotélicos que vituperaban su fórmula
dramática como contraria a las tres unidades de acción, lugar y tiempo: los
poetas Cristóbal de Mesa y Cristóbal Suárez de Figueroa y, sobre todo, Pedro
Torres Rámila autor de una Spongia (1617), libelo destinado a denigrar no solo
el teatro de Lope, sino también toda su obra narrativa, épica y lírica. Contra
este folleto respondieron furiosamente los amigos humanistas de Lope,
encabezados por Francisco López de Aguilar, que redactó por junio de 1618 una
Expostulatio Spongiae a Petro Hurriano Ramila nuper evulgatae. Pro Lupo a Vega
Carpio, Poetarum Hispaniae Principe. La obra contenía elogios a Lope de nada
menos que Tomás Tamayo de Vargas, Vicente Mariner, Luis Tribaldos de Toledo,
Pedro de Padilla, Juan Luis de la Cerda, Hortensio Félix Paravicino, Bartolomé
Jiménez Patón, Francisco de Quevedo, el conde de Salinas, y Vicente Espinel,
entre otros menos conocidos. Animado por estos apoyos, Lope, aunque asediado
por las críticas de culteranos y aristotélicos, prosigue con sus intentos
épicos. Tras el Polifemo de Góngora, ensaya la fábula mitológica extensa con
cuatro poemas: La Filomena (1621; donde ataca a Torres Rámila), La Andrómeda
(1621), La Circe (1624) y La rosa blanca (1624; blasón de la hija del
conde-duque, cuyo complicado origen mítico expone). Vuelve a la épica histórica
con La corona trágica (1627, en 600 octavas sobre la vida y muerte de María
Estuardo).
Últimos
años
En
sus últimos años de vida Lope de Vega se enamoró de una moza de veinticinco
años, Marta de Nevares, casada a los trece, en lo que puede considerarse
«sacrilegio» dada su condición de sacerdote; era una mujer muy bella, de pelo
rizado y ojos verdes, diestra cantante y bailarina, como declara Lope en los
poemas que le compuso llamándola «Amarilis», o «Marcia Leonarda» desde que en
1619 falleció su marido, como en las Novelas que le destinó. En esta época de
su vida cultivó especialmente la poesía cómica y filosófica, desdoblándose en
el poeta heterónimo burlesco Tomé de Burguillos y meditando serenamente sobre
la vejez y su alocada juventud en romances como las famosas «barquillas».
En
1627 ingresó en la Orden de Malta, discutiéndose hasta la fecha si debió aportar
una probanza de su nobleza por la rama paterna y se le eximió de los otros tres
cuarteles preceptivos, o si fue exclusivamente a instancias del papa que el
Gran Maestre le recibió en la Orden. Sea como fuere, esta pertenencia supuso un
honor enorme para Lope, quien en su retrato más difundido viste precisamente el
hábito de San Juan. El interés de Lope por las órdenes de caballería en
general, y por la de Malta en particular, lo llevó a escribir entre 1596 y 1603
la pieza teatral El valor de Malta, ambientada en las luchas marítimas que la
Orden mantuvo por todo el Mediterráneo con los turcos. Pero entre marzo y abril
de 1628 enfermó tan gravemente que estuvo a las puertas de la muerte, como
escribe al Duque de Sessa:
Ya
tiene Vuestra Excelencia, gracias a Dios, a Lope de Vega, que hasta hoy no le
tenía: así se dudó de mi vida. Truje en pie este negro mal, que negro debe ser,
pues Vuestra Excelencia me receta negras, más de veinte días con grande trabajo
y pena, tanto que entendí que me había vuelto don Juan de Alarcón; y al fin caí
en la cama, hoy hace dieciocho días, de una hinchazón tan dolorosa, que me
encendía en terribles calenturas y me causó tantos males que ya me lloraban las
Musas domésticas y extrañas. Sea Dios alabado, su Santísima Madre y San Isidro,
que estoy en puerto de claridad, que en abril, y [con] no pocos años, mucho
había que temer.
Ya
tenía sesenta y seis años, no estaba para trotes. La punzada contra Juan Ruiz
de Alarcón se explica por la maledicencia: en la comedia del severo y moralizante
ingenio mexicano Los pechos privilegiados se había deslizado una pícara alusión
al connubio marital del cura donjuán y la moza:
Culpa
a un viejo avellanado / tan verde que, al mismo tiempo / que está aforrado de
martas, / anda haciendo madalenos.
Entre
el apenas soterrado escándalo de los casi veinte años de vida que pasó con
Marta de Nevares Santoyo y a pesar de los honores que recibió del rey y del
papa, los últimos años de Lope fueron infelices. En su Égloga a Claudio (1632)
aparece su amargo desengaño por haber intentado alcanzar el cargo fijo de
capellán del duque de Sessa o el de cronista de Felipe IV y se considera ya de
vuelta de todo. Además había sufrido que Marta se volviera ciega en 1626 y
falleciera loca en ese mismo año de 1632, como cuenta en el recuerdo que le
dedica en las octavas reales de la égloga Amarilis, que se publicaría en 1633.
También en 1632 publica La Dorotea, una meditación sobre sus amores de
juventud. Y evoca la muerte de Marta en este soneto de las Rimas humanas y
divinas de Tomé de Burguillos (1634) titulado «Que al amor verdadero no le
olvidan el tiempo ni la muerte»:
Resuelta
en polvo ya, mas siempre hermosa, / sin dejarme vivir, vive serena / aquella
luz, que fue mi gloria y pena, / y me hace guerra, cuando en paz reposa. / Tan
vivo está el jazmín, la pura rosa, / que, blandamente ardiendo en azucena, / me
abrasa el alma de memorias llena: / ceniza de su fénix amorosa. / ¡Oh, memoria
cruel de mis enojos!, / ¿qué honor te puede dar mi sentimiento, / en polvo convertidos
sus despojos? / Permíteme callar solo un momento: / que ya no tienen lágrimas
mis ojos, / ni conceptos de amor mi pensamiento.
Las
Rimas humanas y divinas (1634), último de sus poemarios, indican que ya Lope de
Vega escribe para sí mismo, para entretenerse, evadirse y distanciarse por
medio de la parodia y del humor, que tan importantes son en esta colección.
Pues aún hubo más desgracias: Lope Félix, hijo suyo con Micaela de Luján y que
también tenía vocación poética, se ahogó pescando perlas en 1634 en la isla
Margarita, en la costa de Venezuela. Su amada hija Antonia Clara fue
secuestrada por un hidalgo, novio suyo, para colmo apellidado Tenorio.
Feliciana, su única hija legítima para ese entonces, había tenido dos hijos:
una se hizo monja y el otro, el capitán Luis Antonio de Usategui y Vega, murió
en Milán al servicio del rey. Solo una hija natural suya, la monja Marcela, le
sobrevivió.
Lope
de Vega murió el 27 de agosto de 1635. Sus restos se depositaron en la iglesia
de San Sebastián, en la calle de Atocha. A mediados del mismo
siglo XVII pasaron a la fosa común.
Doscientos autores le escribieron elogios que fueron publicados en Madrid y
Venecia. Durante su vida, sus obras obtuvieron una mítica reputación. «Es de
Lope» fue una frase utilizada frecuentemente para indicar que algo era
excelente, lo que no siempre ayudó a atribuir sus comedias correctamente. Al
respecto cuenta su discípulo Juan Pérez de Montalbán en su Fama póstuma a la
vida y muerte del doctor frey Lope de Vega Carpio (Madrid, 1636), impreso
compuesto para enaltecer la memoria del Fénix, que un hombre vio pasar un
entierro magnífico diciendo que «era de Lope», a lo cual apostilló Montalbán
que «acertó dos veces». Cervantes, a pesar de su antipatía por Lope, lo llamó
«el monstruo de la naturaleza», por su fecundidad literaria.
Matrimonios
y descendencia
Durante
su vida, Lope de Vega fue un hombre aficionado a los amoríos, que más de una
vez le trajeron dificultades. En total tuvo quince hijos documentados entre
legítimos e ilegítimos:
·
Con
María de Aragón (llamada Marfisa en las obras de Lope), hija de un panadero
flamenco, llamado Jácome de Amberes, instalado en Madrid:
·
Manuela,
al parecer la primogénita de toda su prole. Bautizada el 2 de enero de 1581,
falleció el 11 de agosto de 1585.
Tras el término de la
relación, Marfisa se casa con un flamenco en 1592 y fallece el 6 de septiembre
de 1608.
·
Con
Isabel Ampuero de Alderete Díaz de Rojas y Urbina (conocida como Isabel de
Alderete estando soltera, y como Isabel de Urbina al casarse), su primera
esposa, con la que contrae matrimonio por poderes el 10 de mayo de 1588, luego
de haberla "raptado" de la casa paterna (aunque en realidad ella
aceptó irse voluntariamente):
·
Antonia,
nacida probablemente en 1589, fallecida en 1594, al parecer poco antes que su
madre.
·
Teodora,
nacida en noviembre de 1594, fallecida en la infancia entre 1595 o 1596.
·
Isabel
de Urbina muere en el parto de su segunda hija, en noviembre de 1594.
·
Con
Juana de Guardo, su segunda esposa desde el 25 de abril de 1598. Hija de Antonio
de Guardo, rico abastecedor de carne y pescado de Madrid, se cree fue un
matrimonio de conveniencia:
·
Jacinta,
bautizada en Madrid el 26 de julio de 1599, posiblemente fallecida en la
infancia pues no hay más noticias de ella.
·
En
una carta escrita a un amigo fechada el 14 de agosto de 1604, Lope anuncia que
su mujer está por dar a luz. En su testamento de 1627, Lope nombra una hija,
Juana, ya difunta. Es probable, dado el nombre y las fechas, que esta hija sea
la criatura nacida de Lope y su esposa en agosto de 1604.
·
Carlos
Félix, bautizado el 28 de marzo de 1606, por lo que se cree nació el año
anterior, en 1605. Hijo predilecto de su padre, falleció el 1 de junio de 1612,
después de una enfermedad de varios meses. El devastado Lope le dedica una elegía
publicada en las Rimas Sacras.
·
Feliciana,
nacida el 4 de agosto de 1613. La única de la descendencia legítima en
sobrevivir a la infancia, se casó con Luis de Usátegui, «oficial de la
secretaría del Real Consejo de las Indias de la provincia del Pirú», el 18 de
diciembre de 1633. Lope promete dotar a su hija con ropas y dineros por valor
de 5000 ducados, de la herencia de sus abuelos maternos.
Juana de Guardo murió
nueve días después de dar a luz, el 13 de agosto de 1613, a causa de
sobreparto. Lope no volvió a casarse. A principios de marzo de 1614 recibió las
órdenes menores en Madrid. El 12 de marzo fue a Toledo (se hospedó en casa de
la actriz Jerónima de Burgos, con la que sostuvo un romance), donde recibió el
grado de clérigo de epístola y luego el de Evangelio. El 25 de mayo, en Madrid,
recibió el último grado de su ordenación sacerdotal. El 29 de mayo dijo su
primera misa en la iglesia del Carmen Descalzo, en Madrid.
·
Con
la actriz Micaela de Luján, casada con el actor Diego Díaz, que se había
ausentado al Perú, donde murió en 1603. Madre de nueve hijos, cinco de ellos
por lo menos son de Lope, con el que sostuvo una relación de cerca de quince
años (posiblemente comenzada tras su segundo matrimonio, alrededor de 1599), a
pesar de otros amores fugaces:
·
Ángela.
·
Mariana.
·
Félix,
bautizado el 19 de octubre de 1603.
·
Marcela,
bautizada el 8 de mayo de 1605. El 2 de febrero de 1621 se consagra en el
convento de Trinitarias Descalzas, con el nombre de sor Marcela de San Félix.
Lope describe la consagración en la Epístola a don Francisco de Herrera
Maldonado.
·
Lope
Félix, nacido el 28 de enero de 1607. Muchacho de naturaleza díscola, fue
encerrado por su padre, debido a su mal comportamiento, en el asilo de Nuestra
Señora de los Desamparados, en 1617. Con inclinaciones literarias como su
padre, al final se hizo militar, muriendo en 1634 en un naufragio en la costa
de Venezuela, adonde había ido en una expedición para pescar perlas. Lope le
dedicó una égloga piscatoria.
·
Con
Marta de Nevares, (la Marcia Leonarda de las novelas, y Amarilis de las poesías
y cartas de Lope), nacida hacia 1591 y casada el 8 de agosto de 1604 (contra su
voluntad) con Roque Hernández de Ayala, comerciante, del que pronto se separó.
Aficionada a la poesía, escribía versos, cantaba, tañía y bailaba, era de buena
conversación y prosa, y hasta tenía talento de actriz (representó una comedia
de Lope en su casa). Sus relaciones, iniciadas alrededor de septiembre de 1616,
tuvieron como fruto una hija:
·
Antonia
Clara (Clarilis), nacida el 12 de agosto de 1617. La menor de toda su
descendencia y la alegría de su vejez, se fugó del hogar paterno el 17 de
agosto de 1634 con don Cristóbal Tenorio, caballero de la Orden de Santiago, un
protegido del conde-duque de Olivares y ayuda de Cámara de Su Majestad. Lope
nunca se recuperó de este golpe.
Marta
de Nevares quedó ciega en 1622, y tiempo después perdió la razón. Falleció al
cuidado de Lope, en su casa, el 7 de abril de 1632. Tenía 41 años. Esta fue la
última relación significativa en la vida de Lope de Vega.
Además
de esta descendencia, Lope de Vega procreó otros dos hijos de relaciones
fugaces:
·
Fernando
Pellicer, Fray Vicente, habido con una valenciana.
·
Fray
Luis de la Madre de Dios, de madre desconocida.
Fuente:
https://es.wikipedia.org/wiki/Lope_de_Vega
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