Voltaire
François-Marie
Arouet era hijo del matrimonio entre el notario François Arouet, que vendió su
oficio para ser consejero del rey y trabajar como tesorero de la Cámara de
Cuentas de París (1650-1722), y Marie Marguerite d'Aumard (1660-1701),
proveniente de una familia de Poitou-Charentes y fallecida cuando él contaba
apenas siete años de edad. De constitución enfermiza él también, Voltaire en
realidad nació el 21 de noviembre de 1694 en una propiedad paterna de
Châtenay-Malabry. Tuvo cuatro hermanos, pero solo dos además de él alcanzaron
la edad adulta: Armand Arouet (1685-1765), abogado en el Parlamento de París,
muy comprometido a favor del jansenismo en la época de la Fronda, y su hermana
Marie Arouet (1686-1726), la única de la familia que inspiró afecto al
escritor, casada con Pierre François Mignot, corrector de la Cámara de Cuentas.
Marie fue madre del abate Mignot y de Marie-Louise, la futura «Madame Denis»
que compartió como amante del escritor más de veinte años del último tramo de
su vida. Estudió latín y griego en el
colegio jesuita Louis-le-Grand (1704-1711) durante los últimos años del reinado
de Luis XIV y allí trabó amistad con los hermanos René-Louis y Marc-Pierre
Anderson, futuros ministros del rey Luis XV.
Alrededor
de 1706 Voltaire escribió la tragedia Amulius y Numitor, de la que se
encontraron más tarde algunos fragmentos que se publicaron en el siglo XIX.
Entre 1711 y 1713 estudió Derecho sin concluir esa carrera, porque, según le
dijo a su padre, quería ser «un hombre de letras» y no un funcionario real más.
Su padrino, el abate de Châteauneuf, lo introdujo en un grupo libertino, la
Sociedad del Temple, y en esa época recibió una cuantiosa herencia de la
anciana cortesana Ninon de Lenclos, a quien fue ofrecido, con el propósito,
declarado por ella, «de que se comprara libros».
En
1713 obtuvo el cargo de secretario de la embajada francesa en La Haya; allí
compuso la Oda sobre las desgracias del tiempo, pero el embajador lo devuelve a
París en ese mismo año porque sostuvo un idilio con una joven refugiada
hugonota francesa llamada Catherine Olympe Dunoyer, «Pimpette». Durante esa época empezó a escribir su tragedia
Edipo, que no se publicó
hasta 1718, y comienza a redactar su poema épico
culto La henriada. Desde 1714 trabaja como escribiente en una notaría y es el
invitado inevitable de los salones parisinos y de las veladas con la duquesa de
Maine en el castillo de Sceaux, donde conoció a las celebridades de la época,
así como de las cenas galantes de los nobles libertinos, que ameniza con sus
versos atrevidos y bons mots. En esta época compone dos poemas escandalosos, Le
Bourbier y L'Anti-Gitón, semejantes a los relatos eróticos en verso de La
Fontaine. A la muerte de Luis XIV
en 1715, el duque de Orleáns
asumió
la regencia y el joven Arouet escribió una sátira contra los amores incestuosos
entre él y su hija, la duquesa de Berry, lo que le valió la reclusión por once meses en la
Bastilla (desde mayo de 1717 hasta abril de 1718), tiempo que dedicó a estudiar literatura.
Una vez liberado, fue desterrado a su casa natal de Châtenay-Malabry, donde
adoptó el pseudónimo de Voltaire, probable anagrama de Arovet L[e] I[eune]. Un
retrato escrito de la misma época lo describe así:
Es
magro y de temperamento seco; tiene la bilis quemada, el rostro demacrado y el
espíritu ingenioso y cáustico; los ojos, brillantes y astutos. Vivo hasta el
aturdimiento, es un fogoso que va y viene, destella y te deslumbra.
En
1718 estrena con éxito su tragedia Edipo; en 1720, Artemira y en 1721 ofrece el
manuscrito de su epopeya La henriada al Regente, y la publica en 1723 con el
título Poème de la Ligue dedicada al rey Enrique IV, cuya gloria y hazañas
constituyen el argumento del texto; la obra alcanza un gran éxito, y Voltaire
emprende la redacción de su Ensayo sobre las guerras civiles. En 1722 había fallecido su padre dejándole una importante
fortuna, y Voltaire emprende de nuevo un viaje a Holanda acompañado de la hermosa condesa
viuda de Rupelmonde. En 1723 ya sostiene otros amores con la marquesa de Bernières.
En 1724 estrena Mariana y empieza a sufrir graves problemas de salud; logra no
obstante estrenar El indiscreto en 1725, año en que el mismísimo rey Luis XV lo
invita a su boda y frecuenta la Corte. Sin embargo, en 1726, como producto de
una disputa con el noble caballero De Rohan, con el que había sostenido un
altercado por unas palabras que este se tomó a las malas («Señor, yo empiezo mi
nombre, mientras que vos acabáis el vuestro»), De Rohan mandó sus lacayos a
darle una paliza, y luego rehusó repetidamente dirimir la cuestión en duelo a
espada o pistola: no se dignaba por la diferencia de estamento social, pues un
plebeyo no posee honor. En realidad, el asunto de fondo había sido la
competencia por los favores de una dama. Con todo, Voltaire iba por París
buscando al noble y pidiendo una «satisfacción», esto es, un duelo, mientras
todo el alto mundo de sangre azul miraba a otra parte. Y como la presencia y
demandas de este plebeyo aunque brillante personaje resultaban incómodas para
la sociedad estamental, fue encarcelado de nuevo en la Bastilla durante dos
semanas por medio de una lettre de cachet. Y en vista de que al cabo de ese
tiempo el recluso seguía exigiendo un duelo, se le excarceló solamente a cambio
de que jurara exiliarse; Voltaire escogió Gran Bretaña, donde permaneció dos
años y medio (1726-1729) a fin de evitar males mayores.
Este
hecho enseñó a Voltaire que, aunque había sido acogido con agrado y curiosidad
en los salones de la nobleza por sus múltiples y variados talentos, existía una
distancia verdadera y real en la sociedad estamental entre los privilegiados
(nobleza y clero) y la plebe, que esta no podía traspasar: la ley no era igual
para todos; por ello se convirtió en un gran defensor del derecho a una
justicia universal: para él todos los hombres son iguales ante la ley, por más
que su pragmatismo no le permitiera creer a fondo en el derecho natural, ni
tampoco en la bondad congénita del ser humano, como sí hacía Jean-Jacques
Rousseau, con el cual se enemistaría más tarde en Suiza sobre todo por sus
ideas sobre el teatro.
Se
instaló en Londres, siendo acogido en casa de lord Henry St John, vizconde de
Bolingbroke, aunque estuvo tan apurado de dinero que incluso pidió una ayuda
económica a su detestado hermano jansenista, del que no obtuvo ni siquiera contestación.
Allí
Voltaire recibió
una influencia determinante en la orientación
de su pensamiento; descubrió
la ciencia newtoniana, la filosofía
empirista y las instituciones políticas
inglesas. Aprendió
inglés
y se transformó
en un anglófilo (escribió a Étienne Noël Damilaville: «Ojalá imitemos a los
ingleses, que son desde hace cien años el pueblo más sabio y más libre de la
tierra»); en 1727 asistió
al entierro de sir Isaac Newton en la abadía
de Westminster y publicó
dos textos en inglés: Ensayo sobre la guerra civil y Ensayo sobre la poesía
épica. En 1728 vende por subscripción La henriada en Londres, dedicada a la
reina de Inglaterra (Bolingbroke rechazó ese honor).
Conoce además
al deísta
Samuel Clarke, autor del ético
axioma de la equidad; al poeta filosófico Alexander Pope y al satírico Jonathan
Swift, a los que conoce en casa de Bolingbroke y en la tertulia satírica común
del club Scriblerus, así como al filósofo liberal John Locke, cuya obra admira;
se sorprende de la enorme tolerancia y variedad religiosa de los ingleses y de
la veneración que sienten por Shakespeare, cuyo monólogo de Hamlet traduce,
aunque abomina de su estilo retórico e hinchado y de su falta de unidades
aristotélicas.
Cuando
regresó a Francia en 1729, Voltaire había concebido tres propósitos
fundamentales: primero, hacerse rico lo antes posible para no morir en la
miseria como muchos otros hombres de letras; en segundo lugar, fomentar la
tolerancia y combatir el fanatismo; y, en último lugar, difundir el pensamiento
del científico Isaac Newton y las ideas políticas liberales del filósofo John
Locke publicando en francés sus Cartas filosóficas o inglesas, que hicieron
aparecer a la sociedad francesa como atrasada e intolerante causando gran controversia
y escándalo. Y así fue, en efecto; Condorcet, en su Vida de Voltaire, escribió:
«Esta obra fue para nosotros el inicio de una revolución». Asimismo, compuso su
Historia de Carlos XII y su tragedia Brutus.
Para
hacerse rico se unió al proyecto del matemático Charles Marie de la Condamine
de explotar un defecto del sistema de lotería que había concebido el ministro
de Finanzas Michel Robert Le Pelletier-Desforts comprando los bonos baratos que
daban derecho a acumular casi todos los números de la misma. El sistema
funcionó, y a pesar del pleito que interpuso el ministro los socios no habían
hecho nada ilegal y Voltaire acrecentó además su fortuna adquiriendo una remesa
de plata americana en Cádiz y especulando en diversas operaciones financieras,
de manera que se volvió uno de los mayores rentistas de Francia.
En
1731 se publica al fin su Historia de Carlos XII, donde esbozaba los problemas
y tópicos que, más tarde, aparecerán en sus Cartas filosóficas (1734); por
ejemplo, defendía a machamartillo la tolerancia religiosa y la libertad
ideológica; tomaba como modelo la permisividad inglesa y su laicismo y acusaba
al cristianismo de constituir la raíz de todo fanatismo dogmático. La Historia
de Carlos XII es retirada por el gobierno, pero circula de forma clandestina.
En 1732 estrena su Éryphile (Semíramis), pero alcanza su máximo éxito teatral
con Zaïre (1732), una tragedia escrita en tres semanas. En 1733 publica El
templo del gusto e inicia su relación con la matemática y física madame Émilie
du Châtelet. Por fin publica las explosivas Cartas filosóficas en 1734, que son
condenadas de inmediato a la hoguera. No se tardó,
por este motivo, en ordenarse su detención el mes de mayo. Voltaire, que lo
tenía previsto, abandonó París y se refugió en el castillo en Cirey-sur-Blaise
(Champagne) de la marquesa du Châtelet, con la que estableció una larga
relación amorosa de dieciséis años y con la que trabajará en su obra La
filosofía de Newton, donde resumía y divulgaba en francés la nueva física del
genio inglés. En este retiro vivirá durante diez años consagrado a las letras
y, correspondiendo a la amabilidad de la marquesa y de su marido, que le habían
facilitado tan magnífica seguridad, Voltaire arregló sus asuntos económicos,
concluyó satisfactoriamente sus pleitos, restauró el castillo, añadió además
una galería y lo dotó con un amplio gabinete para los experimentos de física de
la marquesa, así como con una biblioteca de 21.000 volúmenes escogidos.
Voltaire logró así la necesaria tranquilidad para documentar y escribir sus
obras y dedicarse a la lectura y a la ciencia junto a la marquesa:
Estaba
harto de la vida ociosa y turbulenta de París, de la muchedumbre de petimetres,
de los malos libros impresos con la aprobación y el privilegio del Rey, de las
cábalas de los hombres de letras, de las bajezas y del bandidaje de los
miserables que deshonran la literatura.
Recibieron
allí a los matemáticos Samuel Koenig (1712-1757), que estuvo dos años, y Johann
Bernoulli; al filósofo Maupertuis, que le tomó una gran ojeriza a Voltaire, y
al físico y escritor veneciano Francesco Algarotti, todos newtonianos y ninguno
cartesiano ni mucho menos leibniziano; de hecho, escribió Voltaire, siempre
buscándose problemas: Descartes hacía ciencia como quien hace una novela: todo
era verosímil, pero nada verdadero.
En
esta misma época retomó su carrera dramática escribiendo Adélaïde du Guesclin
(1734), primera pieza del clasicismo que se alejaba de los temas grecolatinos
para abordar la historia de Francia; La muerte de César (1735), Alzira o los
americanos (1736), que inspiró la ópera homónima de Verdi, y El fanatismo o
Mahoma (1741). También El hijo pródigo (1736) y Nanine o el prejuicio vencido
(1749), que tuvieron menos éxito que los anteriores, a pesar de que Voltaire se
procuraba muy hábilmente una claque para asegurarse el éxito; y es que los
enemigos de Voltaire preferían aplaudir y auspiciar los dramas de su gran rival
en los teatros, Crébillon hijo, alguien de orígenes muy parecidos a los suyos,
pero nada crítico ni satírico. Voltaire llegaría a escribir unas cincuenta
tragedias, algunas inéditas y en general recibidas con éxito, pero hoy ya definitivamente
olvidadas, si bien Zaïre y Alzira fueron las más afamadas.
En
1741 se encuentra con Felipe Stanhope de Chesterfield en Bélgica, e
inspirándose en este encuentro escribe la novela Los oídos del Conde de Chesterfield,
y el capellán Gudman.
En
1742 su Mahoma o el fanatismo es prohibida y, un año después, publica Mérope.
Por esta época, Voltaire viajó a Berlín, donde fue nombrado académico,
historiógrafo y Caballero de la Cámara real. Tras una relación de dieciséis
años con Voltaire, la marquesa du Châtelet se enamoró violentamente del joven
poeta Jean-François de Saint-Lambert; Voltaire los descubrió y, tras un rapto
de furia, consintió la situación; pero la marquesa había quedado embarazada y
en 1749 falleció inesperadamente de las complicaciones del parto; Voltaire
quedó muy deprimido y decidió huir aceptando la nueva invitación a Berlín de
Federico II de Prusia, algo que disgustó profundamente al rey francés Luis XV.
Incluso se alojó en su palacio de Sanssouci (Potsdam) para participar en las
tertulias a las que era tan aficionado el despótico pero ilustrado monarca.
Durante aquella época publicó la primera versión completa de El siglo de Luis
XIV (1751) y continuó, con Micromegas (1752), la serie de sus cuentos iniciada
con Zadig (1748). Debido a algunas disputas con Federico II, en especial por su
desencuentro con el recién nombrado presidente de la Academia de Berlín, el
filósofo materialista Maupertuis, a quien había nombrado personalmente Federico
y contra el cual ya estaba previamente indispuesto, huye de Prusia en 1753,
pero es retenido en Fráncfort por un agente del rey y tiene que sufrir diversas
vejaciones antes de que le deje entrar en Francia; pero, debido a la negativa
del rey Luis XV de aceptar su vuelta, tuvo que refugiarse en Suiza, en una
mansión y finca rural, Les Délices, que compró en Saint-Jean, a riberas del
lago Leman y frente a la ciudad de Ginebra. Allí se estableció con su sobrina,
la señora Denis, y construyó además de su propio peculio un teatro donde
representó Zaïre y su última tragedia L'Orphelin de la Chine.
Cuando
Rousseau publica en 1755 su Discurso sobre la desigualdad, que complementaba su
Discurso sobre las ciencias y las artes (1750), Voltaire empieza a indisponerse
contra el ginebrino. La crítica que este hace de la civilización, la denuncia
del "lujo", el afincar el principio de la desigualdad social en el
concepto de propiedad y la exaltación del primitivismo del prerromántico
Rousseau solo podían enfrentarse a la incomprensión de Voltaire, quien le
respondió con su habitual ironía:
He
recibido, señor, su nuevo libro contra el género humano; se lo agradezco […]
Nunca se usó tanto talento en querer hacernos bestias. Dan ganas de caminar en
cuatro patas cuando se lee su obra. Sin embargo, como hace más de sesenta años
perdí esa costumbre, siento lamentablemente que me es imposible retomarla.
El
terremoto de Lisboa en 1755 lo impresionó fuertemente y le hizo pensar sobre el
sinsentido de la historia y el sentido del mal. Publicó al respecto el Poema
sobre el desastre de Lisboa, inicia sus colaboraciones con la Enciclopedia de
Diderot y D'Alembert, y publica siete volúmenes de Ensayos sobre la historia
general y sobre las costumbres y el espíritu de las naciones (1756) e Historia
del imperio de Rusia bajo Pedro el Grande (1759), obras en que prosigue el
espíritu histórico que había iniciado con El siglo de Luis XIV, y en las que
centra la historia no en los hombres sino en las manifestaciones del espíritu
humano: el arte, las costumbres, las instituciones sociales, las religiones.
Sin embargo, chocó con la mentalidad calvinista por su afición al teatro y por
el capítulo dedicado a Miguel Servet de su Ensayo sobre las costumbres, que
escandalizó a los ginebrinos.
Su
poema sobre Juana de Arco, la doncella (1755), y su colaboración en la
Enciclopedia chocaron además con el partido dévote de los católicos. En cuanto
al Poema sobre el desastre de Lisboa (1756), fue quizá su obra poética más
lograda, y la novela corta Cándido o el optimismo (1759) resultó de inmediato
condenada en Ginebra por sus irónicas críticas a la filosofía leibnitziana y su
sátira contra clérigos, nobles, reyes y militares; es, sin embargo, la obra de
Voltaire que se ha vuelto más popular y la que todavía en la actualidad se
sigue leyendo. En ambas obras, sin embargo, se niega el optimismo de la
filosofía leibniziana.
El
famoso terremoto de Lisboa, ocurrido el día de difuntos de 1755 a las nueve de
la mañana, servía a Voltaire para protestar por la existencia del mal en
general, que no puede ser negada, pues es un hecho, aunque no pueda pasar a
ojos de los hombres sin justificación para su sufrimiento ni escándalo para el
optimismo ilustrado de la época. Enumera en este poema las justificaciones del
mal que se han intentado a lo largo de la historia y finalmente toma el mal como
signo de la finitud humana.
Al
fin compró una propiedad en Ferney (1758), en Francia, pero muy cerca de la
frontera suiza, para así poder escapar de un país a otro cuando le
persiguieran. Allí vivió durante dieciocho años y recibió a la élite de los
principales países de Europa, sosteniendo una gigantesca correspondencia
epistolar (se han conservado 15.000 misivas, de un total estimado de 40.000)
bajo el lema «Écrasez l'Infâme» («Aplastad a la Infame») con que solía acabar
sus cartas. Publica su Cándido (1759) y representa sus tragedias (Tancredo,
1760), multiplicando además los escritos polémicos y subversivos para combatir
el fanatismo clerical, en forma de pequeños opúsculos, por ejemplo: Las
preguntas de Zapata o Los viajes de Scarmentado. De nuevo contra Rousseau,
imprime en 1761 sus Cartas sobre la «Nueva Eloísa».
En
1762, Voltaire publicó bajo el título de Testamento de J. Meslier,
un texto que presentaba como extracto de otro más
voluminoso, encontrado por él
y en el cual el sacerdote católico Jean Meslier, cura de Étrépigny, profesaba
con determinación su ateísmo y se entregaba a una crítica radical de las
injusticias sociales de su tiempo.
Dos
años después redactó el Tratado sobre la tolerancia, y en 1764 su Diccionario
filosófico. También en ese mismo año divulgó en forma anónima un durísimo
libelo contra Jean-Jacques Rousseau, El sentimiento de los ciudadanos, en que
revelaba cómo había entregado a sus hijos a la inclusa. Desde entonces, siendo
ya Voltaire un personaje famoso e influyente en la vida pública, intervino en
distintos casos judiciales, como el caso Jean Calas, que daría pie a la
abolición de la tortura judicial en Francia y en otros países y pondría el
fundamento de gran parte de los derechos humanos, y en el del caballero de La
Barre, que estaba acusado de impiedad, publicando su Relación de la muerte del
caballero de La Barre (1766). Promueve así los valores civiles de la tolerancia
y la libertad frente a todo dogmatismo y fanatismo. En 1767 publica El ingenuo y
en 1768 expulsa de Ferney a su sobrina y amante madame Denis, aunque la deja
volver en 1769. En 1773 cae gravemente enfermo, pese a lo cual publica en 1775
su Historia de Jenni y en 1776 otorga testamento.
En
1778 Voltaire volvió a París. Se le acogió con entusiasmo y estrena su Irene en
medio de una verdadera apoteosis; tras recibir innumerables visitas su estado
se agrava y muere el 30 de mayo de ese mismo año, a la edad de 83 años. En
1791, sus restos fueron trasladados al Panteón.
Obra
Voltaire
alcanzó la celebridad gracias a sus escritos literarios y sobre todo
filosóficos, donde mostró su hipercriticismo. Voltaire no ve oposición entre
una sociedad alienante y un individuo oprimido, idea defendida por Jean-Jacques
Rousseau, sino que cree en un sentimiento universal e innato de la justicia,
que tiene que reflejarse en las leyes de todas las sociedades: la ley debería
ser igual para todos. La vida en común exige una convención, un «pacto social»
para preservar el interés de cada uno. El instinto y la razón del individuo le
llevan a respetar y promover tal pacto. El propósito de la moral es enseñarnos
los principios de esta convivencia fructífera. La labor del hombre es tomar su
destino en sus manos y mejorar su condición mediante la ciencia y la técnica, y
embellecer su vida gracias a las artes: «Cultivar el propio jardín», como
concluye al final en su Cándido. Como se ve, su filosofía práctica prescinde de
Dios, aunque Voltaire no es ateo: como el reloj supone el relojero, el universo
implica la existencia de un «eterno geómetra» (Voltaire es deísta).
Su
moral
No
comparto lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo.
Cita
apócrifa de Voltaire.
Voltaire
defendió la tolerancia por encima de todo. Esta célebre frase, que se le
atribuye erradamente, pretende resumir su postura sobre este asunto.
En
el pensamiento del filósofo inglés John Locke, Voltaire encuentra una doctrina
que se adapta perfectamente a su ideal positivo y utilitario. Locke aparece
como el defensor del liberalismo, afirmando que el pacto social no suprime los
derechos naturales del individuo. En resumen, solo aprendemos de la
experiencia; todo lo que la supera solo es hipótesis; el campo de alguien
coincide con el de lo útil y de lo comprobable.
Voltaire
saca de esta doctrina la línea directriz de su moral: la labor del hombre es
tomar en su mano su propio destino, mejorar su condición, garantizar,
embellecer su vida con la ciencia, la industria, las artes y por una buena política
de las sociedades. Así la vida no sería posible sin una convención donde cada
uno encuentra su parte. A pesar de que se expresan por leyes particulares en
cada país, la justicia, que asegura esta convención, es universal. Todos los
hombres son capaces de concebir la idea, primero porque todos son seres más o
menos razonables, luego porque son todos capaces de comprender qué es lo inútil
y útil a cada uno. La virtud, «comercio de beneficios», es dictada a la vez por
el sentimiento y por el interés. El papel de la moral, según Voltaire, es
enseñarnos los principios de esta «política» y acostumbrarnos a respetarlos.
Crítica
al judaísmo
Voltaire
criticó en numerosas ocasiones la pretensión del pueblo judío de ser el pueblo
elegido por Dios y se hizo eco de los prejuicios habituales en su época contra
los judíos. Esta actitud crítica, que ha llevado a algunos a tildarle de
antisemita o antijudío, se inscribe en la hostilidad general del autor contra
la religión, que le llevó a atacar con idéntico celo a cristianos y musulmanes.
Por ello, muchos historiadores
consideran a Voltaire antirreligioso en general, antes que antisemita o
anticristiano, mas no por eso se le debe considerar intolerante a las
religiones, ya que puede no aceptar los dogmas religiosos, y sin embargo,
tolerarlos. También hay que tener en cuenta
que Voltaire era masón
y admirador de la cábala
judía,
con lo cual sus críticas
pudieron deberse a disputas personales más
que a un rechazo religioso hacia los judíos.
Voltaire
y el dinero
Voltaire
murió siendo inmensamente rico: fue uno de los mayores rentistas de Francia. Es
conocida la afición de Voltaire a las aventuras financieras y también al
fraude. Algunos de sus recursos fueron:
·
su
pluma: en su Comentario histórico sobre las obras del autor de «La henriada»,
evoca el éxito de esta obra publicada en Gran Bretaña, gracias a la protección
del rey.
·
el
mecenazgo de los príncipes, según las épocas Jorge I de Gran Bretaña, Luis XV
de Francia, Federico II de Prusia, Catalina II de Rusia.
·
las
rentas de los habitantes de Ferney.
·
inversiones
diversas: lotería, préstamos a la aristocracia, inversiones marítimas: en 1758
entran en el puerto de Cádiz barcos cargados de oro de América, donde había
colocado parte de su fortuna. Respecto a los negocios de banca, dijo en una
ocasión: «Si ve usted alguna vez a un banquero suizo saltar por una ventana,
salte en pos usted también: seguro que hay algo que ganar».
Voltaire
y la esclavitud
Voltaire
cree posible humanizar la esclavitud. La falta de humanidad de los patrones es
la que causa los males de la esclavitud. No critica el principio, sólo la forma, lo que se ve
reflejado en Cándido.
Sin
embargo, se entusiasma en la liberación de sus esclavos por los cuáqueros de
Pensilvania en 1769. Se interesa aún más por «los esclavos de los monjes» de
Pays de Gex, que son «más infelices que los negros». Al respecto, Salvador Dalí
pintó un famoso cuadro: Mercado de esclavos con la aparición del busto
invisible de Voltaire (1940).
Voltaire
y el fanatismo
Toda
la obra de Voltaire es un combate contra el fanatismo y la intolerancia, y eso
desde La henriada, en 1723. «Entendemos hoy en día por fanatismo una locura
religiosa, oscura y cruel. Es una enfermedad que se adquiere como la viruela»
(Diccionario filosófico, 1764, artículo «Fanatismo»).
Todas
las obras de Voltaire contienen pasajes memorables que se distinguen por su
elegancia, su perspicacia y su ingenio. Sin embargo, su poesía y sus obras
dramáticas abusan a menudo de un exceso de atención a la cuestión histórica y a
la propaganda filosófica. Cabe destacar, entre otras, las tragedias Brutus
(1730), Zaire (1732), Alzire (1736), Mahoma o el fanatismo (1741), y Mérope
(1743); el romance filosófico Zadig (1747); el poema filosófico Discurso sobre
el hombre (1738); y el estudio histórico Historia de Carlos XII (1730).
Fuente:
https://es.wikipedia.org/wiki/Voltaire
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