Flora Tristán
Su padre, Mariano de Tristán y Moscoso, hermano de Juan Pío de Tristán y Moscoso, fue un aristócrata y coronel peruano natural de Arequipa (en ese entonces parte del Virreinato del Perú) y miembro de la Armada Española, mientras que su madre, Teresa Lesnais, era francesa. Algunas versiones sostienen que Simón Bolívar fue el padre de Flora Tristán. Mariano y Teresa se conocieron en la ciudad vasca de Bilbao durante la estancia de Mariano allí. Este no llegó a reconocer legalmente a Flora como su hija. Flora tuvo una primera infancia de lujo, y su casa era visitada por personajes que luego serían hitos en la historia, como Simón Bolívar, que compartía orígenes criollos y vascos con el padre de Flora. Esta situación de bondad económica y social se truncó con la muerte de su padre en 1808, cuando Flora apenas tenía 5 años, lo cual dejó a la familia en la pobreza. La falta de reconocimiento legal por parte del padre le impidió heredar los bienes que dejara este.
Dos años después de la muerte de su
padre, Flora y su madre se trasladaron a vivir a un barrio marginal de París,
en los alrededores de la Place Maubert, donde vivieron en condiciones penosas.
A los 16 años comenzó a trabajar como obrera colorista en un taller de litografía
y con 17 años se casó con el propietario de este, André Chazal, el 3 de febrero
de 1821. En los cuatro años siguientes tuvieron tres hijos, uno de los cuales
murió, al parecer, muy pequeño; el otro recibió el nombre de Ernesto, y la
tercera, nacida en 1825, fue Alina, que sería más tarde la madre del pintor
Paul Gauguin. Este matrimonio de conveniencia se disolvió a causa de los celos
y malos tratos del esposo. A los 22 años, Flora huyó del hogar llevándose a sus
hijos. Su doble condición de hija natural y esposa separada la redujo a la
marginal condición de “paria”, como le gustaba denominarse. Chazal la persiguió
incansablemente. Finalmente, lograron un acuerdo judicial, por el que él se
quedaba con la custodia del hijo varón, mientras que ella se quedaba con la
niña.
No obstante, Flora desconfió de su marido
y se marchó de París. Así comenzó su vida errante junto con su hija Alina.
Gracias a la intervención del capitán Chabrié, en 1829 pudo remitir una carta a
su tío Juan Pío Tristán y Moscoso, que vivía en Perú, quien durante cinco años
le envió dinero para ayudarla contra su pobreza. Gracias a Pedro Mariano de
Goyeneche, pariente de los Tristán, Flora viajó a Perú en 1832, dispuesta a
cobrar su herencia y recuperar su lugar en la sociedad.
El 7 de abril de 1833, justo el día en el
que cumplió 30 años, Flora se embarcó en Le Mexican. El barco pertenecía al
mismo capitán Chabrié, quien le había facilitado el primer contacto con sus
parientes peruanos. La travesía hasta América duró cinco meses y, tras
desembarcar en Islay, Flora pasó a Arequipa, donde permaneció hasta abril de
1834. Reclamó a don Pío su herencia paterna, pero este se negó a dársela;
aunque Pío la tratara de “sobrina querida”, al no haber ningún documento que
acreditara que era hija legítima de su hermano Mariano, no podía proceder de
otro modo. Únicamente accedió a pasarle una pensión mensual.
Flora se trasladó a Lima, donde
permaneció hasta el 16 de julio de 1834, fecha en que se embarcó en Callao con
destino a Liverpool, en el Reino Unido. Durante su estancia en Perú fue testigo
de la crisis política de 1833-1834, la guerra civil entre los partidarios de
Agustín Gamarra y los de Luis de Orbegoso.
Flora escribió un diario de viajes acerca
de sus experiencias en Perú. El diario fue publicado en 1838, como
Pérégrinations d'une paria (Peregrinaciones de una paria).
De regreso a Francia, emprendió una
campaña a favor de la emancipación de la mujer, los derechos de los
trabajadores y en contra de la pena de muerte. Ya había conseguido la
separación legal de su marido y la custodia de sus hijos; sin embargo, André
Chazal, enfurecido e impotente, intentó asesinarla en septiembre de 1838,
disparándole en la calle, y la dejó malherida. Flora ganó notoriedad en la
prensa, y Chazal fue sometido a un proceso que se le complicó con la acusación
de intentar violar a su propia hija Aline; finalmente fue condenado a veinte
años de trabajos forzados.
Separada ya de Chazal, Flora publicó en
1840 un coherente programa socialista en L’Union Ouvrière (La Unión Obrera), en
donde clamó por la necesidad de los trabajadores de organizarse y abogó por su
«unidad universal» —la emancipación de los trabajadores debía ir unida a la
emancipación de la mujer—; ella fue quien creó la consigna Proletarios del mundo,
uníos. Se convirtió así en la primera mujer en hablar del
socialismo y de la lucha de los proletarios. Karl Marx reconoció su carácter de «precursora de altos
ideales nobles» y sus libros formaron parte de su biblioteca personal. En el
texto La Sagrada Familia (escrito conjuntamente por Karl Marx y Friedrich
Engels) en el capítulo IV —escrito solamente por Engels— (Die kritische Kritik
als die Ruhe des Erkennens oder die kirische Kritik ald Herr Edgar) se hace una
defensa de la feminista comunista Flore Celestine.
Murió a los 41 años, víctima del tifus,
mientras se hallaba en plena gira por el interior de Francia, promoviendo sus
ideas revolucionarias.
Obras
Flora Tristán fue autora de muchos
trabajos de carácter ideológico y literario, los más conocidos son:
Peregrinaciones de una paria (texto
francés, 1839 y 1840; traducción española de Emilia Romero, 1946 y 1971), libro
que se presenta como una memoria de su viaje a América y su estancia en Perú
entre 1833 y 1834, sin embargo, la autora adopta múltiples formas narrativas
para ofrecer su visión personal de sus experiencias. Es un libro fundamental
para conocer de cerca los avatares de la incipiente república peruana, cuyas
prácticas y costumbres fueron analizadas detenidamente por la autora.
Paseos en Londres (1840), pieza que
contiene agudas críticas a la civilización británica.
La unión obrera (1843), folleto donde se sintetiza su ideario o
programa de reformas a favor de la clase proletaria; obra fundamental de la
biblioteca de Marx.
La emancipación de la mujer (texto
francés, 1845 y 1846; traducción española de M. E. Mur de Lara, 1948) donde se
manifiesta rudamente contra la inferioridad matrimonial del sexo femenino y
ataca la gazmoñería del ambiente. Es un ensayo anticipatorio del moderno
pensamiento feminista.
Mephis, novela cuyo protagonista aparece
como una combinación de Mesías y Mefistófeles.
Influencia en la
literatura
Inspirado en la lectura de
Peregrinaciones de una paria, el escritor peruano Abraham Valdelomar escribió
en 1914 La mariscala, una biografía novelada de Francisca Zubiaga, esposa del
mariscal y presidente peruano Agustín Gamarra.
En 1942, Luis Alberto Sánchez publicó una
biografía novelada de Flora Tristán titulado Una mujer sola contra el mundo.
En 1964, Sebastián Salazar Bondy publicó
un drama en tres actos inspirado en la vida de Flora: Flora Tristán.
El escritor peruano Mario Vargas Llosa,
en su novela histórica El paraíso en la otra esquina, analiza las travesías de
Flora Tristán y de su nieto Paul Gauguin como contrastes para la vida ideal que
ellos buscaban en sus experiencias fuera de su Francia natal.
Pensamiento
El feminismo de Flora Tristán se engarza
en la Ilustración; presupone por tanto unas reivindicaciones y un proyecto
político que sólo pueden articularse a partir de la idea de que todos los seres
humanos nacen libres, iguales y con los mismos derechos, pero toma cuerpo en el
periodo inmediatamente posterior a la Revolución Francesa. Manteniendo la
continuidad con el pensamiento de autoras anteriores (Mary Wollstonecraft,
entre otras), Flora Tristán imprime a su feminismo un giro de clase social, que
en el futuro daría lugar al feminismo marxista.
Al tiempo, se emparentaba con las
corrientes críticas a las que se ha denominado «socialismo utópico», pero
teorizando ya la necesidad de una Unión Obrera, de un partido obrero. «Todas
las desgracias del mundo provienen del olvido y el desprecio que hasta hoy se
ha hecho de los derechos naturales e imprescriptibles del ser mujer» escribió
en Unión Obrera.
Su lucha incesante por conseguir una
sociedad más justa e igualitaria ha quedado plasmada en su obra. Así, entre
otras, en Peregrinaciones de una paria denuncia las distintas manifestaciones
de exclusión social de la sociedad de Arequipa; en Paseos en Londres (1840)
realiza una de las primeras y más duras descripciones de los obreros ingleses.
Escribió entonces «la esclavitud no es a mis ojos el más grande de los
infortunios humanos desde que conozco el proletariado inglés».
En Unión Obrera describe cómo «el
mejoramiento de la situación de miseria e ignorancia de los trabajadores» es
fundamental, porque «todas las desgracias del mundo provienen del olvido y el
desprecio que hasta hoy se ha hecho de los derechos naturales e
imprescriptibles del ser mujer». Para Flora la situación de las mujeres se
deriva de la aceptación del falso principio que afirma la inferioridad de la
naturaleza de la mujer respecto a la del varón. Este discurso ideológico hecho
desde la ley, la ciencia y la iglesia margina a la mujer de la educación
racional y la destina a ser la esclava de su amo. Hasta aquí el discurso de
Flora es similar al del sufragismo, pero el giro de clase comienza a producirse
cuando señala cómo negar la educación a las mujeres está en relación con su
explotación económica: no se envía a las niñas a la escuela «porque se les saca
mejor partido en las tareas de la casa, ya sea para acunar a los niños, hacer
recados, cuidar la comida, etc...», y luego «A los doce años se la coloca de
aprendiza: allí continúa siendo explotada por la patrona y a menudo también
maltratada como cuando estaba en casa de sus padres». Flora dirige su discurso
al análisis de las mujeres más desposeídas, de las obreras. Y su juicio no
puede ser más contundente: el trato injusto y vejatorio que sufren estas
mujeres desde que nacen, unido a su nula educación y la obligada servidumbre al
varón, genera en ellas un carácter brutal e incluso malvado. Para Flora, esta
degradación moral reviste la mayor importancia, ya que las mujeres, en sus
múltiples funciones de madres, amantes, esposas, hijas, etc... «lo son todo en
la vida del obrero», influyen a lo largo de toda su vida. Esta situación
«central» de la mujer no tiene su equivalente en la clase alta, donde el dinero
puede proporcionar educadores y sirvientes profesionales y otro tipo de
distracciones.
En consecuencia, educar bien a la mujer
(obrera) supone el principio de la mejora intelectual, moral y material de la
clase obrera. Flora, como buena «socialista utópica», confía enormemente en el
poder de la educación, y como feminista reclama la educación de las mujeres;
además, sostiene que de la educación racional de las mujeres depende la
emancipación de los varones. Hecho que hasta la fecha se sigue recogiendo en
las declaraciones de principios de los movimientos feministas.
Su discurso apela al sentido de justicia
universal de la humanidad, en general, y de los varones, en particular (ya que
son los depositarios del poder y la razón), para que accedan a cambiar una
situación que, a su juicio, acaba volviéndose también contra ellos.
«La ley que esclaviza a la mujer y la
priva de instrucción os oprime también a vosotros, varones proletarios. (...)
En nombre de vuestro propio interés, varones; en nombre de vuestra mejora, la
vuestra, varones; en fin, en nombre del bienestar universal de todos y de todas
os comprometo a reclamar los derechos para la mujer». (Unión Obrera).
La Flora de la Unión Obrera adelanta un
pensamiento que, anterior al Manifiesto Comunista, postula la unión de los
trabajadores y las mujeres —los oprimidos del mundo—, en una Internacional que,
mediante una revolución pacífica -aquí aparece su herencia saintsimoniana-,
traerá la prosperidad y la justicia.
Dice de ella André Breton: «Acaso no haya
destino femenino que deje, en el firmamento del espíritu, una semilla tan larga
y luminosa». La vida de «una temeraria y romántica justiciera» puntualiza Mario
Vargas Llosa en su libro sobre Paul Gauguin, El paraíso en la otra esquina.
La publicación de Mi vida es el
autorretrato en el que se reconoce como una doble paria: la hija sin
reconocimiento legal del padre, y por lo tanto desheredada, y la casada por conveniencia
(necesidad). Habla de su experiencia en primera persona. Flora se confiesa
víctima de esa doble opresión que como mujer siente en grado extremo, lo que la
llevó a luchar contra el matrimonio como medio de opresión contra las mujeres,
«el único infierno que reconozco».
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Flora_Tristan
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