Jacinto Benavente
Una placa municipal, en
la fachada del número 27 de la calle del León, recuerda que en el piso
principal del inmueble nació Jacinto Benavente el 12 de agosto de 1866. Fue el
tercer hijo de Venancia Martínez y Mariano Benavente, médico pediatra,
profesión que seguiría el primogénito, Avelino.
Bautizado en la cercana parroquia de San Sebastián, se educó en el Colegio de San
José
de la calle Barrionuevo. Concluido el bachillerato, tras pasar el convencional
y obligatorio examen por libre en el Instituto de San Isidro (centro oficial al
que estaba asignado su colegio),
Benavente emprendió
los estudios de Derecho en el caserón de San Bernardo, sede de la primitiva
universidad madrileña.
El propio escritor lo refleja así en su diario de 1885: «DIA 13. Universidad.
Clases de Civil y Penal. Fornós. Lectura de periódicos. Paseo. Noche.
Escritura».
Con la muerte de su
padre en 1885 y gracias al desahogo económico que le brindó la herencia,
abandonó los estudios de Derecho para dedicarse a la literatura y viajar por Francia
y Rusia. Durante un tiempo fue empresario de circo y algunos biógrafos, como
Fernando Lázaro Carreter y Ángel Lázaro, sugieren que trabajó inclusive en él,
porque estaba enamorado de una trapecista inglesa, la «Bella Geraldine»,
lo que él
siempre negó. Se ha dicho que Benavente, que nunca se casó, era homosexual, si
bien nunca se declaró como tal,
y sus obras fueron censuradas durante un periodo tras la Guerra Civil por este
motivo y por haber sido cofundador en 1933 de la Asociación de Amigos de la Unión
Soviética.
Comienzos
y auge
En 1892 publicó su
primera obra, Teatro fantástico, a la que sigue un libro de poemas, Versos,
otro de cuentos, Vilanos, y uno de crítica, Cartas de mujeres, todos aparecidos
al año siguiente.
La amistad del actor y empresario
teatral Emilio Mario le abrió los teatros. El primer estreno data de 1894: El
nido ajeno, que no tuvo éxito. Fernando Lázaro Carreter señala al respecto que
«la obra fracasó porque el público y la crítica fueron ciegos para comprender
sus importantes novedades», y agrega que Azorín fue el único que supo valorar
las primeras obras del dramaturgo.
Este, por su parte, reconoció: «Mal acogida por el público y mucho peor por
la crítica».
A lo largo de su vida escribirá más de ciento setenta piezas. En Gente
conocida (1896) atacaba a las altas clases de la sociedad de la Restauración,
pero esta crítica se va diluyendo por una amable reprobación en sus obras
siguientes, como La comida de las fieras (1898).
En 1899, fundó en Madrid
el Teatro Artístico, en el que colaboró Valle Inclán y cuyo objetivo era
representar un repertorio guiado por los intereses exclusivos del arte y por su
intencionalidad regeneracionista en toda la amplitud del término. Su referencia
más inmediata fue, como en otros casos, el Teatro Libre, creado años antes por
André Antoine en París. Entre sus propósitos, aluden a la escenificación de
obras minoritarias y es perceptible un cierto elitismo endogámico en sus
propuestas. A los treinta y dos años ya era un autor conocido y, tras pelearse
con Valle-Inclán en la tertulia del Café de Madrid, formó la suya aparte en la
Cervecería Inglesa de la Carrera de San Jerónimo.
El éxito le llega con el
nuevo siglo: La noche del sábado (1903), Rosas de otoño (1905) y Los intereses
creados (1907), considerada su obra maestra. Carreter escribe que «el público
lo saca del teatro materialmente en hombros, algunas noches de estreno» y
obtiene «la aquiescencia de críticos tan difíciles como Unamuno y Ortega y
Gasset».
Ingresó en la Real Academia
Española en 1912; a fines de 1913 concluye su mayor éxito, el drama rural La
malquerida. Durante la Primera Guerra Mundial se declaró germanófilo, y eso le
atrajo ciertas animadversiones, por ejemplo la de Ramón Pérez de Ayala desde
las páginas de El Imparcial; y ocupó en 1918 un escaño en el Congreso de los
Diputados.
Después de la muerte de
su madre, en 1922, se fue a Argentina como director artístico de una compañía
de teatro y fue precisamente durante su viaje cuando se enteró de la concesión
del Premio Nobel de Literatura. De regreso en España desde La Habana en julio
de 1923, recibió numerosos homenajes (entre ellos, hijo predilecto de Madrid,
1924) y después viaja a Egipto, la Tierra Santa, Oriente Medio y Rusia, donde
pasó varios meses. Fue cofundador, el 11 de febrero de 1933, de la Asociación
de Amigos de la Unión Soviética, creada en unos tiempos en que la derecha
sostenía un tono condenatorio con relación a los relatos sobre las conquistas y
los problemas del socialismo en la URSS.
Durante la Guerra Civil,
Benavente permaneció primero en Madrid y luego en Valencia, donde las
autoridades del Gobierno del Frente Popular le homenajearon repetidamente y
donde llegó incluso a actuar en escena interpretando el papel de Crispín en Los
intereses creados. Una vez terminado el conflicto, ello le creó serias
dificultades, aunque él alegase repetidamente que sus tomas de posición le
habían sido impuestas bajo amenaza de muerte.
Su actitud
contradictoria le llevó a publicar en Valencia un artículo titulado
Traidorzuelos en el que criticaba con ironía la huida de Carlos Arniches de
España en 1936; sin embargo, pocos meses después pidió permiso a Juan Negrín
para salir del país, que el entonces presidente del Gobierno le denegó por
razones de preservación de la moral de la población.
Por su actitud cercana a
la República, durante el franquismo de posguerra se llegó al curioso extremo de
permitir la puesta en escena de sus obras, pero sin indicar su nombre, que
pasaba a ser «por el autor de La malquerida». Sin embargo, no ahorró
demostraciones de adhesión al nuevo régimen en piezas como Lo increíble (1940),
Aves y Pájaros (1941) y Abuelo y nieto (1941); es más, en Valencia subió a la
tribuna presidencial para asistir al desfile de las tropas «nacionales» y su
presencia en la plaza de Oriente de Madrid en la gran manifestación
profranquista de 1947 —presencia abundantemente comentada y fotografiada en la
prensa— le congració el aprecio del régimen y terminó con el silencio oficial
que la censura había impuesto sobre su persona y sus obras. En ese mismo año,
además, recibió el Premio Mariano de Cavia de periodismo por su artículo «Al
dictado», publicado en ABC. Fue presidente, a título honorario, de la
Asociación de Escritores y Artistas Españoles durante el periodo de 1948 a
1954. Amigo de Mary Carrillo, fue padrino de Las Hurtado. Vivió sus últimos
años con esta familia en Galapagar, y reposa en el cementerio de esta localidad
española. Falleció en su casa de la calle Atocha de Madrid el 14 de julio de
1954.
Obra
Abordó casi todos los
géneros teatrales: tragedia, comedia, drama, sainete. Todos los ambientes
encontraron cabida y expresión cabal en su escena: el rural y el urbano, el
plebeyo y el aristócrata. Su teatro constituye una galería completa de tipos
humanos. La comedia benaventina típica, costumbrista, moderna, incisiva, supone
una reacción contra el melodramatismo desorbitado de Echegaray. Lejos del
aparato efectista de este último, Benavente construye sus obras tomando como
fundamento la vida. Realismo, naturalidad y verosimilitud son los tres
supuestos de que parte su arte, sin excluir en muchos momentos cierto hálito de
poesía o de exquisita ironía. Conoce perfectamente todos los recursos escénicos
y sabe dar relieve dramático a las acciones más intrascendentes. En realidad,
puede decirse que con su primera obra estrenada, El nido ajeno (1894), en que
plantea un problema de celos entre hermanos, abre un nuevo periodo en la
dramaturgia española.
En Cartas de mujeres
(1893) se advierte ya su interés por la psicología femenina, característica que
aparecerá en toda su obra; El nido ajeno, Gente conocida (1896) y La comida de
las fieras (1898) constituyen una reacción contra el teatro moralizador de
Manuel Tamayo y Baus o de Benito Pérez Galdós.
A partir de 1901, su
teatro adquiere mayor profundidad con obras como La noche del sábado (1903),
novela escénica impregnada de poesía; El dragón de fuego (1903), y Los
intereses creados (1907), hábil combinación de sátira y humor, donde culmina su
arte innovador. En ella se ponen en movimiento los personajes de la commedia
dell'arte italiana, con psicología española, y se hace una sutil y perspicaz
crítica del positivismo imperante en la sociedad contemporánea. La obra logró
tan entusiasta acogida que el público enfervorizado llevará a su autor en
hombros hasta su domicilio, al término de su representación en el teatro Lara
de Madrid.
En 1908 estrenó La
fuerza bruta, fundando al año siguiente, junto con el actor Porredón, un teatro
para niños. En otras obras los principios educativos se mezclan con ambientes y
motivos fantásticos (El príncipe que todo lo aprendió en libros, 1909). Señora
ama (1908) y La malquerida (1913) pertenecen al subgénero del drama rural. Se
inspiran en un pueblo de la provincia de Toledo, Aldea en Cabo, en que pasó
largos periodos de tiempo y presentan como personajes centrales caracteres
femeninos dominados sexualmente por hombres de escasa altura moral.
En total habría escrito
172 obras cuando murió. Cultivó además la poesía (Versos, 1893), el cuento, el
periodismo y otras modalidades literarias (Cartas de mujeres, 1893;
Pensamientos, 1931) con muy destacado acierto. Crítico de teatro en el
periódico El Imparcial, recogió sus artículos en De sobremesa (1910, 5
volúmenes), El teatro del pueblo, Acotaciones (1914) y Crónicas y diálogos
(1916).
Adaptaciones
al cine
Atento a la innovación
que supuso para el mundo del teatro y la literatura la puesta en imágenes de
historias con la llegada del cinematógrafo, comandó una adaptación de su
célebre Los intereses creados en 1911 que, según los historiadores de cine, es
la mejor traslación a la pantalla de una obra suya. Si no se ha hecho ninguna
obra maestra más con sus historias, quedan en el recuerdo un par de títulos
apreciables: La malquerida (1949, Emilio Fernández); Vidas cruzadas (1942, Luis
Marquina); La noche del sábado (1950, Rafael Gil); Pepa Doncel (1969, Luis
Lucia Mingarro).
Comentarios
sobre el estilo
Su penetración y
conocimiento del idioma castellano son destacados, introduciendo hábiles
críticas sobre el mal uso que de él se hace en los ambientes cotidianos. Por
eso sus textos poseen una gran calidad de página. Destaca su especialmente
sutil manejo de la ironía, que utiliza para denunciar la manipulación desde
medios jurídicos, políticos o informativos con la alteración de la sintaxis y
lexicografía (véase la conclusión de Los intereses creados, donde una sentencia
acusatoria se trueca en exculpatoria, con la simple transposición de una coma),
y sus diálogos ingeniosos lo acercan a veces al arte expresivo de Oscar Wilde.
En España, Benavente
toma el relevo a Echegaray y su teatro posromántico. Sus obras dominan los
escenarios españoles del primer tercio del siglo xx y aún continuará su
presencia hasta mediados de siglo, siendo el autor más valorado por el público
de su tiempo. Su mejor teatro, a juicio de los estudiosos, es el de su primera
etapa, la que va desde finales del siglo xix a la década de 1920. Esta etapa
supone una ruptura con el posromanticismo y lo que tiene de teatro
declamatorio, incorporando el teatro realista a la escena española. Es un teatro
en prosa con estilo naturalista y las obras divididas en tres actos, acorde con
la tendencia de otros autores del momento.
Benavente dominaba los
resortes teatrales, la carpintería teatral. Los críticos de su obra coinciden
en destacar «su triple condición de satírico, crítico implacable y analista
sutil de la sociedad, así como su dominio pleno de los recursos formales de la
construcción de la pieza teatral».
No obstante, a juicio de sus críticos, su teatro tiene una serie de
limitaciones que derivan de su excesiva verbosidad retórica en detrimento de la
dramaturgia y la acción;
su estancamiento en las fórmulas teatrales de principios del siglo
xx y el enfocar la obra hacia el consumo de la burguesía, el público que
entonces llenaba las salas, no traspasando el umbral de una crítica que esta
pudiera soportar.
Ideología
Las distintas y muy
variopintas actitudes políticas e ideológicas que Jacinto Benavente adoptó lo
definen como fundamentalmente acomodaticio, burgués y conservador. Durante la
Primera Guerra Mundial se declaró germanófilo. Apoyó a Antonio Maura en La
ciudad alegre y confiada (1916) y su connivencia con la dictadura de Primo de
Rivera le valió el desprecio de la intelectualidad. Correspondió él con la
misma moneda: si en La noche iluminada (1927) acoge un espacio vanguardista de
los que tanto gustaban a la generación del 27, luego se burló de esas mismas
tentativas escénicas de vanguardia en Literatura (1931). Si defendió la
revolución soviética en Santa Rusia (1933), fue a trueque de expresar un
fascismo sin pudor en sus obras de posguerra desde 1940. La Guerra Civil le
pilló en zona republicana (Barcelona) e hizo declaraciones en favor del
Gobierno republicano que luego afirmó fueron forzadas por las autoridades y de
las que continuamente se desdijo en piezas como Aves y pájaros (1940), Abuelo y
nieto (1941), La enlutada (1942) o La ciudad doliente (1945), asistiendo además
a no pocos actos oficiales del franquismo, el cual, tras mostrarse reticente
con sus obras, terminó por aceptarlas como muestras del teatro de los
vencedores.
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Jacinto_Benavente
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