Octavio Paz
Octavio Paz
nació el 31 de marzo de 1914, durante la Revolución mexicana. Apenas unos meses
después, al unirse su padre al ejército zapatista junto con Antonio Díaz Soto y
Gama, su madre lo llevó a vivir a la casa del abuelo paterno, Ireneo Paz, en
Mixcoac, entonces un poblado cercano a la Ciudad de México. Ahí radicaron hasta
que Octavio Paz Lozano tuvo que asilarse en Los Ángeles con la representación
de Emiliano Zapata ante los Estados Unidos, cargo que mantuvo hasta 1919, año
del asesinato de Zapata.
En ese tiempo
lo cuidaron su madre Josefina Lozano, su tía Amalia Paz Solórzano y su abuelo
paterno, Ireneo Paz (1836-1924), un soldado retirado de las fuerzas de Porfirio
Díaz, intelectual liberal y novelista. Su padre, Octavio Paz Solórzano
(1883-1935), el menor de siete hermanos, trabajó como escribano y abogado para
Emiliano Zapata; estuvo involucrado en la reforma agraria que siguió a la
Revolución, fue diputado y colaboró activamente en el movimiento Vasconcelista.
Todas estas actividades provocaron que el padre se ausentara de casa durante
largos periodos.
Vida
de estudiante
Su educación
se inició en los Estados Unidos, en donde su padre Paz Solórzano, llegó en
octubre de 1916 como representante de Zapata.
La estancia en
los Estados Unidos, de casi dos años, significó para Octavio Paz el
enfrentamiento con la imposibilidad de comunicarse; según recuerda Paz, en Los Ángeles
sus padres lo llevaron a un colegio, «y como no hablaba ni una sola palabra de
inglés me costó mucho trabajo comunicarse con mis compañeros. El primer día
hubo burlas y, claro, una pelea. Regrese a casa con el traje desgarrado, un ojo
semicerrado y la boca rota. A los dos años volví a México y sufrí lo mismo
entre mis compatriotas: otra vez burlas y puñetazos».
En 1929 José
Vasconcelos se lanza a la gran aventura de buscar la presidencia, apoyado por
aspiraciones legítimas de un sector social identificado con la autonomía
universitaria. Arrebatado por la huelga estudiantil, Octavio Paz, pese a no
haber participado en el movimiento vasconcelista, comulgó con el ideal que lo
guiaba, se vio envuelto «en la gran fe vasconcelista, en ese fervor que posteriormente
produjo muchas cosas y, entre ellas, una organización de estudiantes pro obrero
y campesino de la que a su vez surgieron muchas gentes que con los años se
convirtieron al marxismo o al sinarquismo».
Octavio Paz se
adhirió al anarquismo sostenido por José Bosch, un joven catalán a quien
conocería entonces y que lo introduciría al «pensamiento libertario». Momento
también de elecciones, Paz se enfrentaría a la que sería la disyuntiva de su
generación: política o violencia, «de ahí la predisposición de algunos a las
soluciones extremas: las tendencias al fascismo o al marxismo. Yo me
identifiqué con la gente de izquierda».
Asumiendo esta
elección, y siendo consecuente con ella, es como a los quince años Octavio Paz
se convierte en activista de la fugaz Unión de Estudiantes Pro Obreros y
Campesinos, y se inicia en la lectura de Kropotkin, Eliseo Réclus, José Ferrer
y Proudhon, antecedentes con los que ingresa a la Escuela Nacional Preparatoria
de San Ildefonso, donde habría de encontrar a un viejo conocido de su padre,
Antonio Díaz Soto y Gamaliel Santana Banda quien, como profesor y amigo, le
haría compartir la idea de que el movimiento zapatista encarnaba el verdadero
espíritu de la Revolución.
Primeras
experiencias literarias
Deslumbrado
por la lectura de The Waste Land de T. S. Eliot, traducido por Enrique Munguía
como El páramo, y publicado en la revista Contemporáneos en 1930. Por eso,
aunque mantuviese en sus actividades un prioritario interés en la poesía,
atendía desde la prosa un panorama inevitable: "Literalmente, esta
práctica dual fue para mí un juego de reflejos entre poesía y prosa".
Preocupado por
confirmarse la existencia de vínculos entre la moral y la poesía, escribió en
1931, a los dieciséis años, el que sería su primer artículo publicado, «Ética
del artista», donde, antes de plantearse la pregunta sobre el deber del artista
entre lo que denomina arte de tesis o arte puro, descalifica al segundo en
razón de la enseñanza de la tradición. Asimilando un lenguaje que recuerda al
estilo religioso y, paradójicamente, marxista, encuentra el verdadero valor del
arte en su intención, en su sentido, por lo que, los seguidores del arte puro,
al carecer de él, se encuentran en una posición aislada y favorecen la idea
kantiana del «hombre que pierde toda relación con el mundo».
La revista
Barandal apareció en agosto de 1931, dirigida por Rafael López Malo, Salvador
Toscano, Arnulfo Martínez Lavalle y Octavio Paz, jóvenes antecedidos, excepto
por Salvador Toscano, por cierta celebridad literaria debida a sus padres.
Rafael López participó en la revista "Moderna" y, al igual que Miguel
D. Martínez Rendón, en el movimiento de los agoristas, aunque era más comentado
y conocido por los estudiantes preparatorianos, sobre todo por su poema
"La bestia de oro". A Octavio Paz Solórzano se le conocía en este
círculo como el autor ocasional de narraciones literarias aparecidas en el
suplemento dominical del periódico El Universal, además de que Ireneo Paz era
el nombre que le daba ya identidad a una calle de Mixcoac.
En medio de
encuentros, verdaderas confrontaciones, entre representantes de la generación
del Ateneo, especialmente quienes se agruparon en el Ateneo de la Juventud
Mexicana, después denominado Ateneo de México, y de los Siete Sabios, sobre las
ruinas de un positivismo sobreviviente en crónicas periodísticas, donde se
debatían las posibilidades del materialismo histórico, el realismo socialista
crecía como la única doctrina viable, a la que debían apegarse todos, o casi todos,
los que simpatizaran con las promesas del comunismo. Octavio Paz, cercano a
estas ideas, fundó, después de la desaparición de la revista Barandal, y ya
estando inscrito en la Escuela de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma
de México (UNAM), unos Cuadernos del Valle de México que sólo lograrían
aparecer por dos números, pero que sirvió para, además de publicar algunos
poemas, constatar que el grupo original no tendría la solidez para la
continuación de una empresa en común.
En 1933,
Octavio Paz publicó el poemario Luna Silvestre, editado por Miguel N. Lira, que
revelaba ya cierta asimilación de temas románticos; como expresa Carlos H.
Magis, «los poemas de Luna Silvestre tocan aspectos del espíritu romántico
vigentes aún en la poesía moderna: el desprendimiento de la realidad puramente
sensible, el misterio de la poesía, la verdad del sueño».
Los siete
poemas de Luna silvestre no tendrían cabida en la revisión que Paz hiciera
posteriormente de su obra, pero revelan a pesar de ello un rigor en la palabra
mecida en la sensualidad de sí misma, seducida por la presencia inasible de la
mujer, de la naturaleza. El deseo y la pasión andan por los poemas como
desprendidos del silencio y de la memoria, se recrean y se recuerdan, se fijan
y se desvanecen en el pronunciamiento.
En este
momento, prendido a una escritura de tipo intimista, Paz tendrá oportunidad de
mostrar sus poemas a Rafael Alberti, quien le señalará una contradicción entre
su ideal revolucionario de la poesía y de la política. Llegado a México en
1934, Rafael Alberti representaba la encarnación del poeta de los nuevos
tiempos, el advenimiento de un lenguaje socialista congruente con la poesía: su
presencia fue un acontecimiento que fascinó sobre todo a los más jóvenes,
teniendo en ellos a sus mejores lectores. «Abanderado con el poema La toma del
poder de Louis Aragón», según recuerda Efraín Huerta, Alberti venía como
afiliado del Partido Comunista Español para dictar una serie de conferencias,
después de las cuales se reunía con los jóvenes poetas, entre ellos Octavio
Paz, quien recuerda que «Una noche, todos los que lo rodeábamos le leímos
nuestros poemas... Todos éramos de izquierda, pero ya desde entonces sentía
cierta desconfianza ante la poesía política y la literatura que después se
llamó 'comprometida'. En aquella época, en 1934, Alberti escribía una poesía
política –es la época de Consignas–, aquel librito en el que había afirmado que
la poesía debía estar al servicio del partido comunista, una posición muy
semejante a la de Louis Aragón en Francia. Y cuando yo le enseñé mis poemas a
Alberti, él me dijo: 'Bueno, esto no es poesía social' (al contrario, era una
poesía intimista –una palabra horrible ésta, intimista, pero eso era:
intimista–), 'no es una poesía revolucionaria en el sentido político', dijo
Alberti, 'pero Octavio es el único poeta revolucionario entre todos ustedes,
porque es el único en el cual hay una tentativa por transformar el lenguaje'».
La
confrontación con la fatalidad provoca rebeldías: Octavio Paz, recogido en sí
mismo, se enfrenta a sí mismo. La calidad de sus expresiones románticas empieza
a cobrar verdadero sentido y empieza a realizar una lectura más atenta de San
Juan de la Cruz, de Novalis, de Rilke y de D. H. Lawrence, en quienes encuentra
el mismo interés por tender puentes entre la vida y la poesía, entre la
realidad y el mito: develamiento de aquel punto de intersección que llamará
«comunión». La redacción del diario íntimo que comenzará a expresar, sólo
conocerá la publicación hasta cuatro años después, en 1938, bajo el título de
Vigilias: diario de un soñador, en la revista Taller, cuando hayan sucedido dos
hechos trascendentales en su vida, su estancia en Yucatán y la Guerra Civil
Española.
A fines de
1936, Octavio Paz escribiría la primera versión del libro de poemas Raíz del
Hombre, que fue publicada en enero del siguiente año. El libro fue saludado por
dos reseñas: una crítica y aguda, de Jorge Cuesta, la otra, despiadada e
intranquila, de Bernardo Ortiz de Montellano; ambas, publicadas en el número
dos de la revista Letras de México, reflejan la visión de un grupo forjado en
los ataques y la incomprensión.
II Congreso
internacional de escritores para la defensa de la cultura.
Jorge Cuesta,
conocido de Paz desde 1935, le destaca una voluntad para dejarse consumir por
su objeto, le reconoce en posesión de un destino y le advierte una filiación
con la voces de Ramón López Velarde, Carlos Pellicer, Xavier Villaurrutia y
Pablo Neruda. Raíz del Hombre, en gran medida, despejará el silencio que entornara
a Luna silvestre y a ¡No pasarán!; en su relación con los Contemporáneos
modificará la visión que había provocado su último poema –considerado por
Bernardo Ortiz de Montellano como un texto que no era poesía; será también el
poemario que lo dará a conocer frente a Pablo Neruda y que le permitirá en 1937
ser invitado al II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la
Cultura, celebrado en España–.
Aunque Paz
conocía a algunos de los Contemporáneos desde su época de Barandal, el libro y
su recepción le valieron conocerlos a todos ellos juntos. Frente a Xavier
Villaurrutia y Jorge Cuesta, Ortiz de Montellano, José y Celestino Gorostiza,
Samuel Ramos, Octavio G. Barreda (director de Letras de México), Jaime Torres
Bodet, Enrique González Rojo y el abate Mendoza, Paz fue, nuevamente
cuestionado: «Me interrogaron largamente sobre la contradicción que les parecía
advertir entre mis opiniones políticas y mis gustos poéticos».
Plegándose,
entonces, sobre su propia angustia, Octavio Paz entendió que sólo con la
renuncia podría obtener. Renunciar a los estudios de Derecho, renunciar a la
familia, renunciar a la ciudad: acción de desprendimiento que intentaba, o que
era símil, de la instauración de una congruencia entre la política y la poética,
congruencia vista, pero no sentida. Parte en 1937 hacia Mérida, Yucatán, por un
periodo de cuatro meses en los que, junto con Octavio Novaro y Ricardo Cortés
Tamayo, participa en la fundación de una escuela secundaria para hijos de
trabajadores, en los que escribe para El Diario del Sureste -mismo periódico en
el que un año antes colaborara Efraín Huerta-, en los que ayuda a organizar un
Comité Pro-Democracia Española, en los que escribe el poema «Entre la piedra y
la flor».
Hora de palpar
la realidad, Octavio Paz se encuentra con una tierra entrañable y extraña,
acogedor espacio que se ata por la memoria y se desvanece en el filo del
descubrimiento; otra vida, otra presencia late y se respira en medio del calor:
la de lo indígena, imagen que en la luz se erige como un signo para ser
descifrado o comprendido, que exige una acción, como dice Octavio Paz: «De este
encuentro parte, en realidad, todo intento de comprensión, todo esfuerzo por
acercarse a lo que verdaderamente mueve a la Península. Aquí lo indígena no
significa el caso de una cultura capaz de subvivir, precaria y angustiosamente,
frente a lo occidental, sino el de los rasgos perdurables y extraordinariamente
vitales de una raza que tiñe e invade con su espíritu la superficial fisonomía
blanca de una sociedad».
En junio de
1937, las actividades de Octavio Paz en Yucatán se vieron de pronto
interrumpidas por una «carta de invitación al Congreso. La carta, me parece, la
firmaban Pablo Neruda y Rafael Alberti».
Se trataba del II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la
Cultura que había de celebrarse del 4 al 17 de julio de 1937 en Madrid,
Barcelona y Valencia, ciudad esta última donde se encontraba la sede del
gobierno republicano presidido por Juan Negrín.
Al evento,
mecido entre una tímida distancia crítica y una coronación del dogmatismo,
asistiría más de un centenar de escritores, entre los que se encontraban André
Malraux, Tristan Tzara y Julien Benda, de Francia; M. Koltszov y A. Tolstoi, de
Rusia; W. H. Auden y Stephen Spender, de Inglaterra; Malcom Cowley, John Dos
Passos y Ernest Hemingway, de Estados Unidos; Alejo Carpentier, Nicolás Guillén
y Juan Marinello, de Cuba; César Vallejo, de Perú; González Tuñón, de
Argentina; Vicente Huidobro y Pablo Neruda, de Chile; José Bergamín, Antonio Machado
y Rafael Alberti, de España; y de parte de México la delegación de la LEAR:
José Chávez Morado y Fernando Gamboa –quienes montarían la exposición Cien años
de Grabados Políticos Mexicanos–, José Mancisidor, Juan de la Cabada, Silvestre
Revueltas –quien a su regreso a México realizaría el Homenaje a García Lorca– y
la pedagoga Ma. Luisa Vera. Invitado por Neruda y Alberti, asistiría también
Carlos Pellicer, conocido por su catolicismo y franco antifascismo; él, al
igual que Paz, eran los únicos mexicanos que no pertenecían a la Liga de
Escritores y Artistas Revolucionarios, aunque, a diferencia de este, no era
mirado con tanta suspicacia y menos con la desaprobación de algunos grupos por
su reticencia frente a la doctrina del realismo socialista; Paz viajaba así con
la velada acusación de ser trotskista, sin serlo.
El viaje de
Octavio Paz a España estaba antecedido por una admiración a los poetas de la
generación del 27, conocidos en México sobre todo por la Antología poética en
honor a Góngora que dirigiera Gerardo Diego con motivo de la celebración y
recuperación del poeta barroco a trescientos años de su muerte, y en la que la
propuesta de Diego era la de crear objetos verbales que en su ensalmo rebasaran
al verso. En esta antología se daban a conocer poesías de García Lorca, Pedro
Salinas, Jorge Guillén y Manuel Altolaguirre. Con esta procedencia, Octavio Paz
iba al encuentro de una generación debatida en la búsqueda de una alternativa
para la poesía que se enfrentaba a una realidad insumisa a la proclama de un
hombre nuevo.
Junto con
Carlos Pellicer, Octavio Paz llegó a París el 1o. de julio de 1937. Ahí conoció
a Neruda y a Vallejo, al «mito nacido del océano» y al «vagabundo de la
ciudad», como les llamó. De París fueron a Barcelona y de ahí a Valencia, donde
sería la inauguración.
Su padre se
retiró de la política en 1928, y murió el 10 de marzo de 1935, en la colonia
Santa Marta Acatitla, al ser arrollado por un tren,
en un accidente ocasionado por su embriaguez. Después de la muerte de su
padre, se trasladó a España para combatir en el bando republicano en la guerra
civil, y participó en la Alianza de Intelectuales Antifascistas. Al regresar a
México fue uno de los fundadores de Taller (1938) y El Hijo Pródigo. En 1937
viajó a Yucatán como miembro de las misiones educativas del general Lázaro
Cárdenas en una escuela para hijos de obreros y campesinos de Mérida. Ahí
comenzó a escribir Entre la piedra y la flor (1941, revisado en 1976), poema
sobre la dramática explotación del campo y el campesino yucateco. Estuvo casado
con la dramaturga, escritora y poeta Elena Garro a quien conoció en la UNAM
(1938-1959), con quien tuvo una hija, Laura Helena Paz Garro, divorciándose en
1950. En 1959 se unió a Bona Tibertelli de Pisis, con quien convivió hasta
1965, mientras era embajador de México en la India. Al año siguiente contrajo
matrimonio con la francesa Marie José Tramini, su compañera hasta el final.
En 1937, Paz
fue invitado a España durante la guerra civil como miembro de la delegación
mexicana al Congreso Antifascista, donde mostró su solidaridad con los
republicanos, y donde conoció y trató a los poetas de la revista Hora de
España, cuya ideología política y literaria influyó en su obra juvenil. Sin
embargo, como confesó años después en la serie televisiva Conversaciones con
Octavio Paz, ese sentimiento de solidaridad con la causa republicana se vio
afectado por la represión contra los militantes del Partido Obrero de
Unificación Marxista de Cataluña entre quienes tenía camaradas. Este prolongado
proceso de desilusión lo llevaría a denunciar los campos de concentración
soviéticos y los crímenes de Stalin en marzo de 1951.
A su regreso
de España, participó en 1938 como cofundador en la revista literaria Taller, en
la que escribió hasta 1941.
En 1943
recibió la Beca Guggenheim e inició sus estudios en la Universidad de
California, Berkeley en los Estados Unidos. Dos años después comenzó a servir
como diplomático mexicano, y fue destinado a Francia donde permaneció hasta
1951 y donde conoció a los surrealistas, que le influyeron, y colaboró en la
revista Esprit. Durante esa
estancia, en 1950, publicó
El laberinto de la soledad, un innovador ensayo antropológico
sobre los pensamientos y la identidad mexicanos.
De enero a
marzo de 1952 trabaja en la embajada mexicana en la India y después, hasta
enero de 1953, en Japón. Regresa a la Ciudad de México a dirigir la oficina de
Organismos Internacionales de la Secretaría de Relaciones Exteriores.
En 1954, Paz
tuvo «una participación muy estrecha en la fundación de la Revista Mexicana de
Literatura, influenciada «políticamente con la idea de la llamada 'tercera
vía', que significaba ni con la izquierda, ni con la derecha. Esta idea venía
de París, con León Blum». El primer
número fue el de septiembre-octubre de 1955, y contó con el apoyo de Paz hasta
que 4 años más tarde este regresó a Europa.
En 1955
contribuyó en la Revista Mexicana de Literatura y en El Corno Emplumado. En
1956, participó
en Poesía en
voz alta.
En 1959
regresó a París y tres años más tarde fue designado embajador en la India. En
1964 conocería a la francesa Marie-José Tramini, que se convertiría en su
última esposa.
En 1968,
estaba en Nueva Delhi cuando tuvo lugar la masacre de Tlatelolco como parte del
Movimiento de 1968 en México el 2 de octubre. En señal de protesta contra estos
lamentables sucesos, que empañaron la celebración de los Juegos Olímpicos,
renunció a su cargo de embajador, dejando patentes sus diferencias con el
gobierno de Gustavo Díaz Ordaz. Fue el único que se atrevió a hacerlo.
Trabajará los próximos años enseñando en diversas universidades
estadounidenses, como las de Texas, Austin, Pittsburgh, Pensilvania, Harvard.
Tres años más
tarde, en octubre de 1971, ya bajo la presidencia de Luis Echeverría, «un poco
con esa idea de redescubrir los valores liberales y democráticos en la sociedad
mexicana», fundaría
la revista Plural, «elegante
fusión de
literatura y política»,
y que dirigiría hasta
su desaparición
en 1976 el mismo Paz. A diferencia de otros escritores e intelectuales
mexicanos, Paz no tardó
en retirarle su apoyo al presidente Echeverría, una vez que este
demostró su
escasa voluntad de aclarar las matanzas de Tlatelolco, en 1968, y en San Cosme,
el llamado Jueves de Corpus, en 1971, en donde hubo una represión brutal contra
una protesta estudiantil.
Tanto en esa
revista como en Vuelta —fundada ese mismo año de 1976 y donde «la influencia
del liberalismo sería fundamental», reflejando la «reconciliación» del escritor
con esta corriente de pensamiento— Paz denunció las
violaciones a los derechos humanos de los regímenes
comunistas. Esto le trajo mucha animosidad de parte de la izquierda
latinoamericana y algunos estudiantes universitarios. En el prólogo del tomo IX
de sus obras completas, publicado en 1993, Paz declaró:
En
México, antes había sido visto con sospecha y recelo; desde entonces, la
desconfianza empezó a transformarse en enemistad más y más abierta e intensa.
Pero en aquellos días [década de los 1950] yo no me imaginaba que los
vituperios iban a acompañarme años y años, hasta ahora.
Muerte
El 19 de abril
de 1998 Octavio Paz a sus 84 años de edad, murió en la Casa de Alvarado, ubicada
en la calle Francisco Sosa del barrio de Santa Catarina, Coyoacán, Ciudad de
México. El escritor había sido trasladado por la presidencia de la República en
enero de 1997, ya enfermo, luego de que un incendio destruyó su departamento
(en Río Guadalquivir 109 esquina con Paseo de la Reforma, a una cuadra del
"Ángel" de la Independencia) y parte de su biblioteca, el domingo 22
de diciembre de 1996. Durante un tiempo, la Casa Alvarado fue sede de la
Fundación
Octavio Paz y ahora lo es de la Fonoteca Nacional.
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Octavio_Paz
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