Nicolás Maquiavelo
Nació
en el pequeño pueblo de San Casciano in Val di Pesa, a unos 15 km de Florencia,
el 3 de mayo de 1469, hijo de Bernardo Machiavelli, un abogado perteneciente a
una empobrecida rama de una antigua familia influyente de Florencia, y de
Bartolomea di Stefano Nelli, ambos de familias cultas y de orígenes nobiliarios,
pero con pocos recursos a causa de las deudas del padre.
Entre
1498 y 1512 estuvo a cargo de una oficina pública y visitó varias cortes en
Francia, Alemania y otras ciudades-estado italianas en misiones diplomáticas.
En 1512 fue encarcelado por un breve periodo en Florencia, y después fue
exiliado y despachado a San Casciano. Murió en Florencia en 1527 y fue
sepultado en la Santa Cruz.
Su
vida podría ser dividida en tres periodos; cada uno de ellos representa en sí
mismo la historia de Florencia. Su juventud coincidió con la grandeza de
Florencia como potencia italiana, bajo el mandato de Lorenzo de Médici. La
caída de Girolamo Savonarola en Florencia ocurrió en 1498, el mismo año en el
que Maquiavelo se integraba en el servicio público. Durante su carrera como
funcionario, ejerce importantes puestos en la Florencia que fue libre bajo el
gobierno de una república, la cual duró hasta 1512, cuando los Médici
regresaron al poder, y Maquiavelo perdió su puesto. Los Médici gobernaron
Florencia desde 1512 hasta 1527, cuando fueron nuevamente retirados del poder.
Este fue el período de actividad literaria de Maquiavelo, y también de su
creciente influencia; sin embargo, murió a semanas de la expulsión de los
Médici, el 21 de junio de 1527, a los cincuenta y ocho años, sin haber
recuperado su cargo.
Juventud
Aunque
se tienen pocos registros de su juventud, la Florencia de aquellos días era tan
bien conocida que es fácil imaginar el ambiente en el que el joven ciudadano se
desenvolvía. Florencia era una ciudad con dos corrientes opuestas, una
representada por el austero Girolamo Savonarola y la otra por Lorenzo de
Médici, amante del esplendor. Aunque el poder de Savonarola sobre las fortunas
florentinas era inmenso, no parece haber sido muy importante para Maquiavelo
puesto que solo lo menciona en El Príncipe como un malogrado profeta desarmado.
Por otra parte, la magnificencia del mandato de Lorenzo impresionó fuertemente
a Maquiavelo, llegando incluso a dedicar El príncipe al nieto de Lorenzo.
Maquiavelo fue considerado uno de los grandes escritores en su colegio. Era un
escritor muy reconocido que influyó en el humanismo.
Servicio
civil
El
segundo período de su vida se ubica en el "Período Libre" de
Florencia, que va desde la expulsión de Girolamo Savonarola en 1498 cuando
Maquiavelo tenía 29 años, y duró hasta el regreso de los Médici (familia que
poseía el mayor poder económico en Florencia) en 1512. Después de servir cuatro
años en una oficina pública como secretario, fue nombrado canciller y
secretario de la Segunda Cancillería. Tomó un rol importante en los asuntos de
la república, habiendo quedado sus decretos, sus registros y sus despachos para
guiarnos, así como sus propios escritos. Pese a que tuvo posiciones altas en el
panorama público y político, él las evitaba ya que aceptaba cualquier tipo de
trabajo a cambio de poco sueldo.
Su
primera misión fue en 1499, para Caterina Sforza, «mi dama de Forli» en El
príncipe, de cuya conducta y suerte, Maquiavelo extrajo la moraleja: «es mejor
ganar la confianza de la gente que confiar en la fuerza». Será un concepto muy
importante para Maquiavelo, y es señalado en muchas formas como de vital
importancia para aquellos que quieran ostentar el poder.
En
1500 fue enviado a Francia para convencer a Luis XII de la conveniencia de
continuar la guerra contra Pisa. Será este el rey que, en su política con
respecto a Italia, comete los cinco errores capitales del poder resumidos en El
príncipe.
La
vida pública de Maquiavelo estuvo enmarcada en sucesos surgidos por la ambición
del papa Alejandro VI y de su hijo, César Borgia, el duque Valentino; ambos
personajes ocupan un gran espacio en El príncipe. Maquiavelo no vacila en citar
las acciones del duque en beneficio de los usurpadores que quieren quedarse con
los estados que conquistan; de hecho, Maquiavelo no encuentra mejores preceptos
que enseñar los patrones de conducta de César Borgia. Por ello, para algunos
críticos, César es el «héroe» de El príncipe. Aun así, el duque es señalado en
El príncipe como el tipo de hombre que crece con la fortuna de otros y cae de
la misma manera; quien toma el rumbo que podría esperarse de cualquier hombre
prudente, excepto el curso que lo salvará; quien está preparado para todas las
eventualidades, excepto para la que finalmente llega; y quien, cuando sus
habilidades le son insuficientes para solucionar un problema, exclama que no ha
sido su culpa, sino la de una extraordinaria e imprevista fatalidad. César
Borgia también era un gran humanista y contrató a Leonardo Da Vinci para que le
realizara varias pinturas. En diversas ocasiones, Maquiavelo coincidió con
Leonardo, manteniendo con él largas conversaciones.
A
la muerte de Alejandro VI, en 1503, Maquiavelo fue enviado a observar la
elección del sucesor, y ahí se da cuenta de las maniobras de César Borgia para
forzar la elección de Giuliano delle Rovere (el papa Julio II), que era uno de
los cardenales que más temía al duque. Maquiavelo, al comentar esta elección,
dice: que aquel que piense que los favores harán que los grandes personajes
olviden ofensas pasadas se engaña a sí mismo. Y así, Julio II no descansó hasta
ver a César en la ruina.
Precisamente
fue con Julio II con el que Maquiavelo cumplió su encargo en 1506, al mismo
tiempo que el pontífice comenzaba su cruzada en contra de Bolonia; una campaña
que resultó ser solo una más de sus exitosas aventuras, gracias en gran parte a
su carácter impetuoso. Con respecto al Papa Julio II, Maquiavelo nos presenta
las semejanzas que existen entre la Fortuna y las mujeres. Y concluye que el
osado, y no el cauteloso, es el que conquistará a ambas.
En
1507 lo destinaron a Alemania como diplomático para parlamentar con el
emperador Maximiliano I sobre las medidas expansionistas que quería adoptar
dicho emperador. Maximiliano, sorprendido por la inteligencia y elocuencia de
Maquiavelo, fue convencido a no invadir territorios italianos y menos aún
Florencia, que era la intención que tenía el emperador. Sobre los alemanes
concretamente, Maquiavelo dijo: los alemanes son una grandísima fuerza militar,
pero tienen y tendrán una política muy débil.
El
emperador Maximiliano fue uno de los hombres más interesantes de la época, y su
carácter había sido moldeado por múltiples manos; pero Maquiavelo revela el
secreto de las constantes fallas del emperador cuando lo describe como un
hombre retraído, sin fuerza de carácter y sin los arrestos necesarios para
llevar a cabo sus planes o insistir en el cumplimiento de sus deseos.
Otros
personajes fueron estudiados por Maquiavelo. Por ejemplo, retrató a Fernando II
de Aragón como el hombre que conseguía grandes conquistas bajo el manto
protector de la religión, pero que en realidad desconocía los principios de la
piedad, la fe, la humanidad y la integridad; sin embargo, para Maquiavelo, poco
hubiese alcanzado Fernando de Aragón si alguna vez se hubiese dejado influir
por dichos principios.
Los
demás años de Maquiavelo en el servicio público transcurrieron alrededor de los
eventos surgidos a partir de la Liga de Cambrai, formada en 1508 entre las tres
grandes potencias europeas y el papa, con el objeto de destruir a la República
Veneciana. Después de la batalla de Agnadello, Venecia perdió en un día todo lo
ganado en ochocientos años. A raíz de esta batalla surgió un problema entre el
papa y Francia, que dejó a Florencia desprotegida y a merced del papa, quien
impulsó el regreso de los Médici el primero de septiembre de 1512. La
consecuente caída de la república provocó el despido de Maquiavelo del servicio
público y el fin de su carrera como oficial.
Exilio
Al
regreso de los Médici, Maquiavelo, quien había mantenido esperanzas de retener
su puesto bajo el mandato de los nuevos amos de Florencia, fue despedido por
decreto el 7 de noviembre de 1512. Fue apresado y torturado al pertenecer a una
conspiración contra los Médici, junto con su amigo Giovanni Battaini y 20
personas más. El nuevo pontífice León X medió para liberarlo y Maquiavelo se retiró
a su pequeña propiedad en San Casciano in Val di Pesa, a unos quince kilómetros
de Florencia. Aquí malvive talando un bosque de su propiedad junto con unos
obreros contratados y sobrevive con este pesado trabajo. También se dedicaba a
la agricultura y a la ganadería y convivía con los obreros, con ellos comía,
jugaba y hablaba, para sentirse vivo. Sus amigos de la ciudad le dan la
espalda. Pero, aunque son los peores años de su vida, Maquiavelo tiene en las
noches su espacio para la libertad y el bienestar. Cada noche se despojaba de
sus vestimentas de trabajo y se ponía trajes de cuando su servicio civil. Una
vez así ataviado leía a Dante, a Petrarca y a Ovidio y fue entonces en aquellas
noches solitarias cuando empieza a dedicarse en cuerpo y alma a la literatura.
Logró escribir ocho libros, la mayoría con una prosa ágil y clara, entre 1513 y
1525. En una carta a Francesco Vettori, fechada en diciembre de 1513, dejó una
descripción interesante de su vida en ese período, y un esbozo de sus motivos
para escribir El príncipe.
Llegó
a dar una réplica de El príncipe a los Médicis, pero estos lo despreciaron.
Maquiavelo escribe su segunda obra de más importancia en su bibliografía
llamada Discursos de la primera década de Tito Livio, donde muestra Nicolás Maquiavelo
su verdadera visión política, describiendo como mejor forma de gobierno una
república y no una monarquía absoluta entre otras cosas más importantes. Luego
realiza Discurso sobre el Arte de la Guerra y su comedia La mandrágora. Pese a
ser años de penuria en donde su mente sufría, Maquiavelo sacó lo mejor de su
talento.
Últimos años
Recibió
la amnistía en 1521, a los 52 años, pero poco después fue acusado falsamente de
estar involucrado en un golpe de estado contra los Médici. Fue torturado y
apresado poco tiempo y, una vez libre, recibió un encargo: liberar a unos
trabajadores del gremio de la lana que habían sido secuestrados por un grupo de
malhechores. Maquiavelo logró que los liberaran y el gremio, en agradecimiento,
le entregó una buena cantidad de dinero. Con parte de ese dinero compró un
billete de lotería, que fue premiado con 20.000 ducados y con los que pudo
saldar algunas deudas.
Empezó
a trabajar en la academia humanista de Bernardo Rucellai, traduciendo la obra
griega de Polibio y gracias a ello recogió muchas ideas sobre el gobierno de
una república. El nuevo papa Clemente VII, un Médici, le acercó a la política
de nuevo, encargándole una obra sobre la historia de Florencia por 120
florines. Por ello, Maquiavelo fue acusado de ser partidario de los Médici,
curiosamente la misma familia contra la que supuestamente había conspirado
antaño.
Nicolás
Maquiavelo murió en su ciudad natal el 21 de junio 1527 a causa de una
peritonitis aguda a los 58 años de edad. Olvidado e ignorado por sus contemporáneos,
su legado tuvo más éxito en siglos posteriores que en la época en la que vivió,
donde la fría y poco religiosa forma de presentar el gobierno del estado causó
gran escándalo.
El pensamiento político de Nicolás Maquiavelo
Aunque
nunca lo dijo, se le atribuye la frase el fin justifica los medios, ya que
resume muchas de las ideas contenidas en el capítulo XVIII de El príncipe: solo
el resultado justifica la acción, siendo además el creador del concepto de la
razón de Estado, fundamental en Política, y que se encuentra ulteriormente en
Guicciardini y Giovanni della Casa, aunque solo con Giovanni Botero se
desarrollará como doctrina (Della Ragion di Stato, 1589). Maquiavelo lo expone
en sus Discursos sobre la primera década de Tito Livio (lib. III, cap. 41):
«Que la patria se debe defender siempre con ignominia o con gloria, y de
cualquier manera estará defendida»:
Esto es algo que merece ser notado e imitado por todo ciudadano
que quiera aconsejar a su patria, pues en las deliberaciones en que está en
juego la salvación de la patria, no se debe guardar ninguna consideración a lo
justo o lo injusto, lo piadoso o lo cruel, lo laudable o lo vergonzoso, sino
que, dejando de lado cualquier otro respeto, se ha de seguir aquel camino que
salve la vida de la patria y mantenga su libertad.
Se
considera a Maquiavelo como uno de los teóricos políticos más notables del
Renacimiento, pues con su aporte se abre camino a la modernidad en su
concepción política y a la reestructuración social. Decía que "si una
persona desea fundar un estado y crear sus leyes, debe comenzar por asumir que
todos los hombres son perversos y que están preparados para mostrar su
naturaleza, siempre y cuando encuentren la ocasión para ello."
Tradicionalmente,
se ha encontrado una aporía en el pensamiento maquiaveliano como consecuencia
de la difícil conciliación de sus dos obras principales, los Discursos sobre la
primera década de Tito Livio y El príncipe.
En
los Discursos, Maquiavelo se declara partidario de la república, partiendo del
supuesto de que toda comunidad tiene dos espíritus contrapuestos: el del pueblo
y el de los grandes (que quieren gobernar al pueblo), que están en constante
conflicto. Para Maquiavelo el mejor régimen es una República bien organizada
(toma como ejemplo la República romana), aquella que logre dar participación a
los dos partidos de la comunidad para de esta manera contener el conflicto
político dentro de la esfera pública.
Maquiavelo
señala, y de aquí la calificación de bien organizada, que es primordial que en
dicha república se disponga de las instituciones necesarias para canalizar el
conflicto dentro de las mismas sin las cuales la república se desarmaría.
Ninguna de las otras formas de gobierno, ya sean las buenas; la monarquía, la
aristocracia y la democracia, o las malas; la tiranía, la oligarquía y el
gobierno licencioso, logran el equilibrio de los partidos dentro del régimen,
por lo que son inestables.
Las tres buenas son las antes citadas; las tres malas son
degradaciones de ellas, ...la monarquía con facilidad se convierte en tiranía;
el régimen aristocrático en oligarquía, y el democrático en licencia. Discursos
sobre la primera década de Tito Livio. Capítulo II, Libro Primero
Los intérpretes proclives a las
tesis republicanas han pretendido, desde Rousseau, conciliar la contradicción
entre los Discursos y El príncipe considerando que este último supone un
ejercicio de ironía que sencillamente desnudaba a la luz pública lo que eran
las verdaderas prácticas del poder.
Sin
embargo, sobre la oposición a la república que podría inferirse en El príncipe,
debe tenerse en cuenta que cuando Maquiavelo lo escribe lo hace para mostrar a
Lorenzo II de Médici cómo debe desempeñarse si es que quiere unificar Italia y
sacarla de la crisis en la que se encuentra. Maquiavelo aclara también que
puede existir un hombre cuya virtud política (saber aprovechar los momentos de
fortuna y escapar de los desfavorables) supere a la república en conjunto, pero
dicha virtud política morirá con el mortal que la posea, cosa que no ocurriría
en una república bien organizada.
Además
de esto, debe recordarse que El príncipe presenta analogías con la figura
romana y republicana del dictador, investido de poderes absolutos durante un
breve período y teniendo que rendir cuentas posteriormente ante la república.
En este sentido, la contradicción entre los dos textos principales de
Maquiavelo no es tal. Si es así, entonces el principado y la república deberían
ser entendidos como formas de gobierno subordinadas a la auténtica preocupación
política de Maquiavelo: la formación de un Estado moderno en la Italia de su
tiempo.
Por tanto, un príncipe, viéndose obligado a sabiendas a adoptar
la bestia, tenía el deber de escoger el zorro y el león, porque el león no se
puede defender contra las trampas y el zorro no se puede defender contra los
lobos. Por lo tanto, es necesario ser un zorro para descubrir las trampas y un
león para aterrorizar a los lobos. (Maquiavelo, 1993:137-138).
Maquiavelo
entiende que todo príncipe debe tener virtud y fortuna para subir al poder:
virtud al tomar buenas decisiones y fortuna al tratar de conquistar un
territorio y encontrarse con una situación (que no fue provocada por él mismo)
que lo ayuda o beneficie conquistar. Aquel príncipe que obtenga el poder
mediante el crimen y el maltrato, siendo este vil y déspota, debe entender que
una vez subido al poder tiene que cambiar esa actitud hacia el pueblo. Dándole
libertad al pueblo, para ganarse el favor del mismo, ya que al fin y al cabo
estos serán los que decidan su futuro. Sostuvo que el pueblo, a diferencia de
la nobleza y el clero, era la médula de las naciones; sin embargo, este mismo
pueblo tuvo que convertirse en cera en manos del político". No obstante,
las faltas cometidas por el pueblo sometido a su autoridad "son el
resultado enteramente de su propia negligencia o mal ejemplo", pues según
Lorenzo de Medici confirma: “El ejemplo del príncipe es seguido por las masas”
En
cuanto a la religión, y el cristianismo en particular, Maquiavelo la consideró
como parte de la maquinaria estatal para mantener la justicia y honrar la
virtud de sus ciudadanos. Por ejemplo, los romanos "recurrían a la religión
con el fin de inspirar confianza a sus ejércitos" o cuando el príncipe Timasiteo "inspiró a la multitud con un sentimiento de religión, y siempre imitan a sus gobernantes". Según Maquiavelo en los Discursos, los principios de San
Francisco y Santo Domingo de pobreza voluntaria y el ejemplo de la vida de
Cristo "lograron tanta influencia con la gente, que fueron capaces de
hacerles entender que era perverso incluso hablar mal de gobernantes perversos,
y que era apropiado rendirles obediencia y dejar el castigo de sus errores a
Dios". No obstante, Maquiavelo habla con desdén y admiración
en El Príncipe sobre la Iglesia y
el Papa, lo que ha llevado a muchos estudiosos a tomar a Maquiavelo como
anticristiano que prefería las religiones civiles paganas. Para otros, como
Cary Nederman, ven varias doctrinas cristianas (la gracia y el libre albedrío)
como elementos importantes de Maquiavelo.
Maquiavelo
fue además un auténtico precursor del trabajo de los analistas políticos y
columnistas de nuestros días: «todos estos príncipes nuestros tienen un
propósito, y puesto que nos es imposible conocer sus secretos, nos vemos
obligados en parte a inferirlo de las palabras y los actos que cumplen, y en
parte a imaginarlo» (carta a Francesco Vettori, julio de 1513).
En
todo caso, distintos textos del pensador arrojan luces y sombras sobre la
coherencia interna de su obra. Así, el florentino llega a afirmar no sin ironía
que «desde hace un tiempo a esta parte, yo no digo nunca lo que creo, ni creo
nunca lo que digo, y si se me escapa alguna verdad de vez en cuando, la escondo
entre tantas mentiras, que es difícil reconocerla» (Carta al historiador florentino
Francesco Guicciardini, mayo de 1521).
Pero
el hecho es que lo que Maquiavelo propone es el cuestionable relativismo moral.
Hannah Arendt escribió que "la debilidad del argumento del mal menor ha
sido siempre que los que escogieron el mal menor olvidan muy rápido que han
escogido el mal". Pero insistiendo en las ideas relativistas del
maquiavelismo, Hobbes afirma que: «Mientras
los hombres viven sin ser controlados por un poder común que los mantenga atemorizados a todos, están en esa condición
de guerra, guerra de cada hombre contra cada hombre». Es decir, que el poder
político colectivo atemoriza a los hombres (keep them all in awe) y gracias a
ese «temor reverencial», gracias al miedo, se constituye un cuerpo político
capaz de frenar mediante dominio y violencia (es decir, mediante el mal) la
guerra y el caos continuo. La inclinación malvada de los hombres hace de nuevo
necesaria la alianza del poder con el mal mismo para producir los resultados
adecuados de la convivencia y la paz. Para el liberalismo, el poder es un mal,
desde luego... y un mal necesario, pero, por eso mismo, si queremos disfrutar
de la seguridad que produce frente a la anarquía, también debemos controlarlo y
limitarlo, ya que sin esta contención no es útil, no produce sus funciones
asignadas, que son la seguridad, la paz y la convivencia; el mal, pues, ya que
nos es necesario, ha de ser domado (esgrimiendo frente a él nuestros derechos),
sometido (al consentimiento de los obedientes), vuelto sensible a nuestros
intereses (mediante la representación), despedazado (dividiendo sus poderes),
regulado (sometiéndolo al imperio de la ley).
Y
modernamente Peter Sloterdijk ha criticado el excesivo desarrollo del concepto
maquiaveliano de razón de estado y el enorme mal que ha hecho en su libro
Crítica de la razón cínica (1983). Según él, la «falsa conciencia ilustrada»
adopta una forma de actuación tal que aun sabiendo que los ideales que extendía
(razón, progreso, verdad, diálogo) no son (ni han sido nunca) posibles, «los
intenta mantener en el orden establecido, produciendo un tipo de personas que,
aunque públicamente no cuestionen dichos ideales, viven al margen de ellos y
con completa libertad y superioridad en lo que Sloterdijk denomina cinismo».
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