Servando Teresa de Mier
A la edad de 16 años, Servando
Teresa de Mier ingresó a la Orden de Predicadores (Dominicos) en la ciudad de
México. Estudió filosofía en el Colegio Pontificio de Regina Porta Cheli, de la
misma Orden, donde se ordenó sacerdote. A la edad de 27 años se doctoró en
Teología por la Real y Pontificia Universidad de México.
En una de sus cartas, declaró que la
celebración original mexica dedicada a la virgen de Guadalupe era el 8 de
septiembre del calendario Juliano (18 de septiembre del calendario Gregoriano),
y que los españoles la celebran el 12 de diciembre.
El 12 de diciembre de 1794, durante
los festejos del aniversario número 263 de la manifestación mariana de la
virgen de Guadalupe, en presencia del virrey Miguel de la Grúa Talamanca, del
arzobispo Alonso Nuñez de Haro y Peralta y varios miembros de la Real Audiencia
de Nueva España, dijo las siguientes palabras:
"Guadalupe no está pintada en la tilma de Juan Diego sino
en la capa de Santo Tomé (conocido por los indios como Quetzalcóatl) y apóstol
de este reino. Mil setecientos cincuenta años antes del presente, la imagen de
Nuestra señora de Guadalupe ya era muy célebre y adorada por los indios aztecas
que eran cristianos, en la cima plana de esta sierra del Tenayuca, donde le
erigió templo y la colocó Santo Tomé. (primer párrafo del sermón)
Yo haré ver que la historia de Guadalupe incluye y contiene la
historia de la antigua Tonantzin, con su pelo y su lana, lo que no se ha
advertido por estar su historia dispersa en los escritores de las antigüedades
mexicanas".
Con el sermón pretendía demostrar que el culto guadalupano era
prehispánico, al igual que el cristianismo, y por lo tanto no había motivos por
los cuales agradecer a España, puesto que el Imperio azteca era ya cristiano
antes de 1519. Sus ideas no recibieron críticas negativas en principio. Sin
embargo, una semana después de haber pronunciado el sermón, el arzobispo Alonso
Núñez de Haro (quién en palabras de Mier "sentía aversión por todo lo
criollo") le acusó de herejía y blasfemia ante la Inquisición, por lo cual
se le excomulgó, se le redujo a prisión, se le despojó de sus libros y fue
condenado a diez años de exilio en España. Intentó disculparse, pero fue en
vano lo que le ocasionó el abandono de sus familiares y amigos y después se
promulgó un edicto de condena pública que fue leído en toda la Nueva España
menos en Nuevo León, donde el obispo era amigo suyo. Tras pasar dos meses en la
fortaleza de San Juan de Ulúa el 7 de junio de 1795 embarcó en Veracruz rumbo a
Cádiz.
Fray Servando intentó apelar su
condena, puesto que tanto los cargos como el procedimiento fueron ilegales, al
ser miembro del clero regular no podía ser sentenciado por el obispo de México
(clero secular), además de que fue sentenciado sin previo juicio.
Exilio
En castigo por haber pronunciado el
sermón guadalupano, el arzobispo Alonso Núñez de Haro condenó a Teresa de Mier
a diez años de exilio en el convento dominico de Las Caldas, actual Cantabria,
España. Además, se le prohibió a perpetuidad el ejercicio de la enseñanza, la
enunciación de sermones o la realización de confesiones. Igualmente, fue
despojado de su grado de doctor.
Escapó del convento de Caldas
rompiendo los barrotes de la celda con martillo y cincel, pero fue capturado y
fue encarcelado de nuevo. Esta vez fue confinado en el convento de San
Francisco, en Burgos. En su nueva cárcel se le concedieron mayores libertades,
por lo que pudo presentar su caso al Consejo de Indias.
La tesis de su sermón fue revisada
por teólogos de la Inquisición, quienes determinaron que no hubo blasfemia ni
herejía. Sin embargo las influencias ejercidas por el obispo Nuñez de Haro
impidieron su absolución. Por lo que en 1801 se escapó y se refugió en Bayona,
Francia. De Bayona pasó a Burdeos y de Burdeos a París. En esa ciudad se
mantuvo trabajando como intérprete del potentado peruano José Sarea, conde de
Gijón.
Junto con Simón Rodríguez, antiguo
profesor de Simón Bolívar, Teresa de Mier abrió una academia en París para la
enseñanza de la lengua española. Tradujo al castellano Atala, de François-René
de Chateaubriand. Mier también escribió una disertación contra
Constantin-François de Chasseboeuf, conde de Volney. En París conoció a Lucas
Alamán, en aquel entonces estudiante, futuro político fundador del partido
conservador mexicano. También conoció a Alejandro de Humboldt, al duque de
Montmorency y al mismo Chateaubriand. En 1802 dejó la orden dominica y se pasó
al clero secular en Roma.
Cuando volvió a Madrid, fue apresado
por tercera vez, debido a una sátira en apoyo a la causa independentista
mexicana. Fue enviado a un reformatorio en Sevilla, del que escapó en 1804.
Nuevamente fue arrestado y puesto en prisión, donde cumplió una pena de tres
años. Entonces el Papa lo nombró su prelado particular, porque había convertido
a dos rabinos al catolicismo.
En plena guerra entre Francia y
España, Teresa de Mier, que se encontraba en Lisboa, volvió a la península como
militar del cuerpo de Voluntarios de Valencia. Se presentó a numerosas
batallas, entre otras a la batalla de Alcañiz, el 23 de mayo de 1809, en la que
compuso unas famosas estrofas en honor a Fernando VII. Fue hecho prisionero en
Belchite por los franceses, pero pudo escapar nuevamente. Se presentó ante el
general Blake, quien lo recomendó a la Junta de Sevilla por sus servicios. La
Regencia de Cádiz le proporcionó una pensión de tres mil pesos anuales. Se
incorporó a la Sociedad de Caballeros Racionales, con sedes en Cádiz, Londres y
Baltimore. Asistió a algunas sesiones de las Cortes de Cádiz y posteriormente
se trasladó a Londres, donde colaboró con José María Blanco White en El
Español, un periódico que apoyaba los movimientos independentistas en los
dominios españoles en América.
Constitución de Cádiz
Servando Teresa de Mier se
encontraba en Cádiz durante los preparativos para la celebración de las Cortes
constituyentes; cuando llegó la comisión de América, Mier vio que en ella se
encontraba Lucas Alamán, un novohispano criollo con el que había entablado
amistad en París —y que posteriormente sería su encarnizado rival político—.
Alamán lo invitó a unirse a la bancada americana, de esta forma Mier participó
en las cortes de Cádiz.
Otro miembro de la diputación
americana era Miguel Ramos Arizpe, un criollo con el que Teresa de Mier entabló
una amistad que duró hasta su muerte. Ambos con ideología liberal, Mier y
Arizpe se convertirían en rivales políticos de Alamán durante los primeros
congresos constituyentes mexicanos.
Tanto la participación de Mier, como
de Arizpe en Cádiz fue destacada, el primero por su elocuente oratoria, y el
segundo por su capacidad de negociación; no obstante Cádiz no arrojó los
beneficios esperados para las colonias novohispanas, lo que desilusionó a ambos.
Más tarde en sus Memorias, Teresa de
Mier escribiría que su participación en las Cortes de Cádiz le permitió darse
cuenta de la imperante necesidad de obtener la independencia absoluta de
América.
De vuelta a la Nueva España
En Cádiz recibió una invitación de
Iturrigaray para ir a vivir a Londres. Allí el antiguo virrey le encargó
escribir una obra histórica sobre la revolución en la Nueva España. Iturrigaray
deseaba que la obra fuese una apología a su persona, para convencer al rey de
que él era el ideal para calmar la revuelta novohispana. Así Mier redactó
Historia de México desde los primeros movimientos que prepararon su
independencia en el año de 1808 hasta la época presente.
En Londres conoció al revolucionario
español Xavier Mina, y puestos de acuerdo se decidió a acompañarlo en una
expedición a Nueva España para pelear por la independencia del virreinato.
Partieron rumbo a América el 15 de mayo de 1816 y desembarcaron en Baltimore,
para tomar contacto con los insurgentes hispanoamericanos allí afincados.
Acompañó a Mina a Nueva York y
Filadelfia y fracasado su intento de adelantarse para avisar al general
Guadalupe Victoria de la llegada de la expedición, se reencontró con Mina en
Galveston. La expedición que mandaba Mina, una vez acabadas las turbulencias
invernales del golfo de México, desembarcó en Soto la Marina el 21 de abril de
1817. Mientras Mina se internaba en busca de los insurgentes, Mier permaneció
en un fuerte construido en el pueblo, cerca de la playa. Con la captura de los
insurgentes en el fuerte de Soto la Marina el 13 de junio de 1817, fue preso
nuevamente, en esta ocasión por los realistas. Fue enviado a la Fortaleza de
San Carlos de Perote, después a la cárcel de la Inquisición de la Ciudad de
México, donde escribió parte de sus Memorias y finalmente se trasladó a La
Habana en 1820. Escapando por sexta ocasión, se refugió en Filadelfia, donde
permaneció hasta la consumación de la independencia de México.
En febrero de 1822 volvió a México
arribando al puerto de Veracruz, pero de nueva cuenta fue hecho prisionero y
enviado al castillo de San Juan de Ulúa, bajo el control de los españoles.
Posteriormente, fue diputado al primer congreso mexicano por el estado de Nuevo
León. Siempre se opuso a la formación de un Imperio Mexicano con Agustín de
Iturbide a la cabeza, hecho que le valió la prisión por enésima vez. Escapó por
última vez el 1 de enero de 1823, en esta ocasión del convento de Santo
Domingo.
Miembro del Congreso Constituyente
Teresa de Mier fue elegido diputado
al segundo Congreso Constituyente. El 13 de diciembre de 1823 pronunció su
famoso "Discurso de las profecías". En este discurso, se manifestaba
a favor de una república federal moderada; cada país es y ha sido una federación
diferente, por lo tanto, existe más de una forma de federarse. El verdadero
reto para el gobierno sería decidir cuál es la federación conveniente para
México.
La carencia de educación y cultura,
además del estado de guerra, son condiciones que implican la necesidad de unión
para Teresa de Mier. La existencia de estas circunstancias en México lo condujo
a favorecer una federación compacta. Como la posición social en la que se
encontraba Estados Unidos fue un impulsor importante de la idea de federalismo,
en gran parte del discurso se comparan las circunstancias en las que se
encontraba México con las que tuvo Estados Unidos antes de federarse. Por un
lado, ellos eran Estados separados e independientes, por lo que su federación
significó un acto de unión contra Gran Bretaña. En el caso de México, ya
existía unión entre los estados, por lo que federarse significaría dividirse.
Además, Teresa de Mier se basa en la experiencia de Venezuela, Perú y Colombia
(que intentaron adoptar la misma federación laxa de Estados Unidos) para
sustentar la idea de que no es conveniente implementar una federación de este
tipo en un estado tan prematuro como en el que se encontraba el país. Es
absurdo intentar alcanzar la perfección social con un solo paso, es lo que
condujo a los países ya mencionados al desastre e incluso terminar por
centralizarse.
Querer desde el primer ensayo de la
libertad remontar hasta la cima de la perfección social, es la locura de un
niño que intentase hacerse hombre perfecto en un día. Nos agotaremos en el
esfuerzo, sucumbiremos bajo una carga desigual a nuestras fuerzas.
Otra idea importante en el discurso
es que a veces es necesario contrariar la voluntad del pueblo para servirlo
mejor. El pueblo pedía la federación sin realmente saber lo que pedía. Acusa a
la voluntad genérica de ser un sofisma, ya que es conducida por los intereses
de los particulares que la guían. Por esto mismo es que critica los principios
jacobinos, ya que fueron una manifestación importante de la idea de voluntad
general.
'Se necesita valor, dice un sabio
político, para negar a un pueblo entero; pero es necesario a veces contrariar
su voluntad para servirlo mejor. Toca a sus representantes ilustrarlo y
dirigirlo sobre sus intereses, o ser responsable de su debilidad.' Al pueblo se
le ha de conducir, no obedecer.
Frecuentemente, por su declaración
contra el federalismo extremo, se le atribuye favorecer el centralismo, lo cual
es incorrecto. De hecho, prevé dicha interpretación diciendo: “…se me dirá.
¿Quiere usted que nos constituyamos en una república central? No. Yo siempre he
estado por la federación, pero una federación razonable y moderada…”.
Estaba en contra de los defensores
del Acta Constitutiva de la Federación y de la Constitución Federal de 1824. El
primer presidente de México, Guadalupe Victoria, lo invitó a vivir con él en
Palacio Nacional.
Muerte y otras aventuras
Cerca de su muerte, Servando Teresa
de Mier convidó a sus amigos a una fiesta. Pronunció un discurso justificando
su vida y opiniones, y pocos días después, falleció. Fue enterrado con honores
en la cripta del antiguo convento de Santo Domingo de la ciudad de México. En
1861 su cuerpo fue exhumado y encontrado momificado. Su momia y las de otras
doce personas fueron exhibidas como víctimas de la inquisición. Algunas de las
momias, incluida la de Teresa de Mier, fueron vendidas a un italiano. Se
desconoce el paradero de los restos de Servando Teresa de Mier, aunque se cree
que están expuestos en una de las 365 capillas ubicadas en la zona de Cholula
en Puebla.
Su nombre está escrito en letras de
oro en el frontispicio de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, en
San Lázaro, Ciudad de México.
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Servando_Teresa_de_Mier
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