Violeta Parra
https://www.youtube.com/watch?v=Qb9vPCqT8UE
https://www.youtube.com/watch?v=F2ldR1EvhG0
Hija del maestro de
escuela y músico (guitarrista y violinista) Nicanor Parra Alarcón y de la
modista, tejedora y cantora campesina Rosa Clarisa Sandoval Navarrete, Violeta
tuvo ocho hermanos y dos medias hermanas —Marta y Olga Sandoval,
del primer matrimonio de su madre con un primo—.
Existe controversia
sobre su lugar de nacimiento. La Municipalidad de San Carlos afirma —en su
sitio oficial y un cartel a la entrada de la ciudad— ser «la cuna de Violeta
Parra» y la casa ubicada en la calle El
Roble #531-535 fue declarada monumento histórico en 1992 porque
supuestamente allí
habría
nacido la cantante. Sin embargo,
Isabel Parra, presidenta de la institución en honor a su madre, apoyó en 2013 la
casa de San Carlos al afirmar que ella «será una sucursal de la fundación en el
sur».
Su infancia transcurrió
principalmente en el campo. Entre 1919 y 1921 la familia residió en Santiago,
para luego irse al sur, a Lautaro. En 1927 se trasladaron a Chillán y se
instalaron en la «población Villa Alegre».
Su madre se afanaba con
la máquina de coser para contribuir con la manutención de la numerosa familia.
Violeta sufría continuamente de enfermedades, incluyendo un ataque de viruela a
los tres años. Mientras mejoraba, se divertía junto con sus hermanos en las
aguas del vecino río Ñuble y en los aserraderos y barracas del sector.
Los niños revelaron
precozmente su inclinación al espectáculo. Imitaban a los artistas de los
circos que se instalaban en las proximidades del hogar. Se disfrazaban con
atuendos de papel; Violeta y su hermano Lalo cantaban a dúo y montaron varias
representaciones por las que cobraban entradas a los niños. Violeta empezó a
tocar la guitarra a los 9 años, mientras que a los 12 compuso sus primeras
canciones.
Realizó los cursos
primarios y estuvo un año en la escuela normal, que abandonó para trabajar en
el campo y ayudar a su familia debido a que su padre enfermó gravemente. Los
hijos de la familia lucharon por sobrevivir saliendo a cantar en restaurantes,
posadas, circos, trenes, campos, pueblos, calles e incluso burdeles.
Llegada
a Santiago
Los problemas económicos
se agravaron cuando el padre falleció en 1929
y, en 1932, Violeta se fue a vivir a Santiago invitada por su hermano mayor, el
futuro antipoeta Nicanor Parra, que estudiaba allí. Retomó los estudios en la
Escuela Normal de Niñas,
donde no se sintió
a gusto, porque era el canto y no la escuela lo que le interesaba. Por eso, la
dejó y comenzó a cantar en bares, quintas de recreo y pequeñas salas de barrio
junto con su hermana Hilda.
En 1935 su madre y
hermanos llegaron a Santiago y juntos se instalaron en la comuna de Quinta
Normal. En 1937 Violeta inició su carrera artística en el restaurante El
Popular de Avenida Matucana #1080 —interpretando boleros, corridos, cuecas,
rancheras y tonadas junto con sus hermanos Hilda, Eduardo y Roberto—; luego
también en El Tordo Azul, ubicado enfrente. En ambos conoció a Luis Cereceda
Arenas, obrero ferroviario de la Estación Yungay, con quien se casó un año después y tuvo dos hijos:
Isabel (1939) y Ángel
(1943), quienes se convirtieron en
destacados músicos
y adoptaron el apellido materno al ingresar en el ambiente artístico. Cereceda,
que militaba en el Partido Comunista, inició a Violeta en la actividad política
y ambos participaron ayudando en la campaña presidencial de Gabriel González
Videla (1946). El matrimonio vivió en Llay-Llay, Valparaíso y Santiago, lugares
donde Violeta mantuvo su carácter inquieto y creativo, cantando en botes del
puerto, presentándose en radios y formando parte de un grupo de teatro. La vida
artística de Violeta generó constante tensión en su relación con Cereceda,
quien esperaba una familia más tradicional y una esposa más sumisa. Finalmente,
el matrimonio se separó en 1948.
Hacia 1947 formó el dúo
de música folclórica llamado Las Hermanas Parra junto con su hermana Hilda,
con lo que tenía
una fuente de ingresos. En 1949, nació su hija Carmen Luisa Arce Parra —que murió en Bruselas en 2007— y ese mismo año contrajo matrimonio
con el padre de la niña,
Luis Arce Leyton, mueblista y tenor de ópera. En 1952, nació su hija Rosa Clara, quien
falleció dos años después. En la misma época, editó sus primeros discos
junto con su hermana Hilda, para el sello RCA Víctor. Se trataba de
grabaciones en formato sencillo de canciones populares chilenas, como «El Caleuche», «La cueca del payaso» y «La viudita». El dúo
funcionó de manera constante hasta 1952.
https://www.youtube.com/watch?v=e73fS6fezzY
A principios de la
década de 1950, comenzó su extensa labor de recopilación de tradiciones
musicales en diversos barrios de Santiago y por todo el país. En estas
andanzas, conoció a diversos poetas, incluyendo a Pablo Neruda y Pablo de
Rokha. Su hermano Nicanor la estimuló a asumir con personalidad propia la
defensa de la auténtica música chilena, en contra de los estereotipos que hasta
ese momento se manejaban. Es así como su repertorio —hasta entonces basado en
boleros, cantos españoles, corridos mexicanos y valses peruanos— pasó a las
canciones más tradicionales del campo chileno, que le permitieron descubrir los
valores de la identidad nacional como ningún otro artista lo había hecho antes.
Esta labor de recopilación quedó plasmada en más de tres mil canciones,
reunidas en el libro Cantos folclóricos chilenos y sus primeros discos en
solitario, editados por EMI Odeon.
Primeros
viajes
En 1953 grabó los
exitosos sencillos «Casamiento de negros» y «Qué pena siente el alma», que se
convirtieron en dos de sus canciones más conocidas. En 1954 mantuvo en la Radio
Chilena el programa Canta Violeta Parra, y ganó el Premio Caupolicán a la
folclorista del año, lo que le valió una invitación para presentarse en un
festival juvenil en Varsovia (Polonia). Aprovechó este viaje para recorrer la
Unión Soviética y partes de Europa. Fue particularmente provechosa su estancia
en París, donde grabó sus primeros larga duración —Guitare et chant: chants et
danses du Chili (1956) y una serie de canciones grabadas que se editaron en
diversas compilaciones posteriormente—, que incluían exclusivamente canciones
recopiladas del folclore chileno. El éxito obtenido en Europa era inédito para
cualquier artista chileno, y Violeta se llenó de inspiración y creatividad. Fue
en París donde se enteró de la muerte de su hija Rosa Clara.
Regresó a Chile en 1957
y en noviembre se fue con sus hijos Ángel y Carmen Luisa a Concepción, contratada
por la universidad penquista. Allí fundó, al año siguiente, el Museo Nacional
del Arte Folklórico y posteriormente regresó a Santiago.
Cuatro discos suyos
aparecieron en ese periodo —Canto y guitarra (1957), Acompañada de guitarra
(1958), La tonada y La cueca (los dos últimos de 1959)— bajo la etiqueta de EMI
Odeon, con varias de sus primeras composiciones. Acá asomaba la cantante
preocupada de temas sociales («Yo canto a la diferencia»), la brillante
constructora de décimas y composiciones poéticas («Verso por desengaño») y la
musicalizadora de poemas («Cueca larga de los Meneses», de su hermano Nicanor).
Los discos se grabaron con el mínimo acompañamiento de una guitarra de madera,
y en la actualidad se encuentran descontinuados, al igual que los álbumes Toda
Violeta Parra (1961) y Violeta Parra en Argentina (1962).
Además, su actividad
artística se diversificó: trabajó en cerámicas, pinturas al óleo y arpilleras,
que presentó en las dos primeras ediciones de la Feria Chilena de Artes
Plásticas (1959 y 1960). Trabajó un tiempo en un museo de arte popular y
folclórico
que ella misma fomentó
a crear en la Universidad de Concepción y luego viajó por casi todo Chile,
ofreciendo cursos de folclore y recitales.
Estadía
en Argentina y Francia
En 1961 Violeta viajó a
Argentina, vivió en General Pico en la casa de la familia del gobernador,
Joaquín Blaya. En La Pampa cantó en la peña «El Alero» e impartió cursos de
folclore, cerámica, pintura y arpilleras. Viajó a Buenos Aires a exponer sus
pinturas y a actuar en la televisión y en el Teatro IFT. Grabó un LP para EMI
Odeón que fue prohibido y no se distribuyó. En la capital argentina en junio de
1962, se reunió con sus hijos Ángel e Isabel y su nieta Tita. Se embarcaron
rumbo a Helsinki (Finlandia) para participar en el VIII Festival Mundial de la
Juventud y los Estudiantes.
Posteriormente, recorrió
la Unión Soviética, Alemania, Italia y Francia, donde se instaló en París. Allí
cantó en el Barrio Latino y dio recitales en el Teatro de las Naciones de la
Unesco, actuó en radio y televisión junto con sus hijos, bordó arpilleras e
hizo esculturas en alambre.
Asimismo, en 1962 grabó
para el sello Arion una serie de canciones editadas en diversas recopilaciones
posteriores.
Además de lanzar al
mundo discográfico a sus hijos Isabel y Ángel Parra con el disco Au Chili avec
los Parra de Chillán (1963), continuó sus grabaciones con el LP Recordando a
Chile (una chilena en París), grabado entre 1964 y 1965, que incluyó dos
canciones compuestas y cantadas en francés, así como también otros temas muy
importantes de su carrera, como «Paloma ausente» y «Arriba quemando el sol».
Fue una etapa de gran nostalgia, tal como lo atestiguan canciones tan sentidas
como «Violeta ausente».
En 1964 logró una marca
histórica al convertirse en la primera latinoamericana en exponer
individualmente una serie de sus arpilleras, óleos y esculturas en alambre en
el Museo de Artes Decorativas del Palacio del Louvre,
en una muestra titulada Tapices de Violeta Parra. También escribió el libro Poesía popular de Los Andes,
y la televisión
suiza filmó
el documental Violeta Parra, bordadora chilena. En este periodo, forjó una firme relación con el antropólogo y
musicólogo suizo Gilbert Favre, el gran amor de su vida —con el que vivió en
Ginebra, compartiendo su tiempo entre Francia y Suiza—, y destinatario de sus
más importantes composiciones de amor y desamor: «Corazón maldito», «El
gavilán, gavilán», «Qué he sacado con quererte», entre muchas otras.
En esta época, surgieron
sus textos más combativos: canciones como «Miren cómo sonríen», «Qué dirá el
Santo Padre», «Arauco tiene una pena» y «Según el favor del viento» formaron la
base de la corriente musical conocida como la Nueva Canción Chilena. Las
canciones fueron recogidas en las numerosas ediciones de Canciones
reencontradas en París.
Últimos
años
«Un día [Violeta Parra]
me dijo:
—Me falta algo... No sé
lo que es. Lo busco y no lo encuentro... Seguramente no lo hallaré jamás».
—Tito Mundt, periodista,
«Lo que se llevó Violeta Parra», La Tercera, 8 de febrero de 1967, p. 3.18
En junio de 1965 regresó
a Chile. El 17 de diciembre de ese mismo año, en la esquina de avenida La
Cañada con Mateo de Toro y Zambrano en la comuna de La Reina,
instaló
una gran carpa con el plan de convertirla en un importante centro de cultura
folclórica,
junto con sus hijos Isabel y Ángel y los folcloristas Rolando Alarcón,
Víctor Jara y Patricio Manns, entre otros. Pese a su sueño de convertir la
carpa en un referente para la cultura de Chile —donde instalar su «Universidad
nacional del folclore», y realizar cursos de folclore chileno durante el día y
una peña en la noche—, la respuesta no
fue muy motivadora y el público no la apoyó.
El final de su relación
con Gilbert Favre, quien se marchó a Bolivia en 1966, originó una de sus
canciones más conocidas, «Run Run se fue pa'l norte». Lo fue a ver a Bolivia y
lo encontró casado —un mito urbano atribuyó la depresión de Violeta a un amor
no correspondido por el cantante Pedro Messone, algo que él mismo ha desmentido
haciendo notar la gran diferencia de edad de ambos; esta relación entre ambos
habría sido hecha pública por la misma cantautora al declarar en una radio que
había tenido un «hermoso idilio con él durante una gira al sur»; sin embargo,
habría sido el músico uruguayo Alberto Zapicán y no Messone su última pasión—.
Lanzado en 1966 y
grabado junto con sus hijos y Alberto Zapicán, el disco Las últimas
composiciones es considerado «su obra cumbre [y su] testamento musical[, donde]
exhibe de modo superlativo la maestría y madurez artística que había
alcanzado». El álbum
incluye sus himnos humanitarios «Gracias a la vida» —interpretada por artistas
como Mercedes Sosa, Raphael y Pedro Vargas (en 1977, las autoridades de
Televisión Nacional prohibieron su triunfo en el programa La canción de todos
los tiempos, en el que la interpretó Gloria Simonetti)— y «Volver a los 17»
—cantada por Joan Manuel Serrat, Milton Nascimento, Franco Simone y muchos
otros—, además de otras canciones importantes y conocidas, como «El rin del
angelito», «Pupila de águila», «Cantores que reflexionan» y «El Albertío».
https://www.youtube.com/watch?v=GJ7SwtQPoPs
Según Margot Loyola,
Violeta Parra le habría dicho: «Uno, comadre, tiene que decidir el momento de
su muerte [... Yo] decidiré el momento en que quiero morir».
Tras algunos intentos fallidos —durante 1966 había intentado cortarse las
venas—,
se suicidó de un disparo en la cabeza a los 49 años en su carpa de La
Reina a las 17:40 del 5 de febrero de 1967. En su última carta, dirigida a
su hermano Nicanor, escribió, entre otras cosas: «Yo no me suicido por
amor. Lo hago por el orgullo que rebalsa a los mediocres». Cuando se enteró de su muerte, Pablo
Neruda expresó:
«De cantar a lo humano y
a lo divino, voluntariosa hiciste tu silencio, sin otra enfermedad que la
tristeza».
Una capilla ardiente se levantó en su carpa y su funeral se llevó a cabo dos días más
tarde, cuando fue enterrada en un nicho de la galería del Cementerio General de Santiago.
Posteriormente, sus restos fueron trasladados cerca del Memorial del Detenido
Desaparecido y del Ejecutado Político en el mismo cementerio, y en 2018 se
construyó una plazoleta alrededor de su sepultura.
Mientras que para muchos
resulta paradójico que la autora de «Gracias a la vida», un himno a la
existencia, se suicidara un año después de escribirla, otros críticos de su
obra perciben en la letra, en el estilo de musicalización, en los tonos usados
y en la monotonía de sus temas el reflejo de un estado de ánimo depresivo y una
canción de despedida.
https://www.youtube.com/watch?v=w67-hlaUSIs
Póstumamente, se le
otorgó la medalla Gabriela Mistral en 1998.
Violeta Parra dejó una
gran cantidad de música inédita, que se ha ido conociendo después de su muerte.
Sus décimas autobiográficas, que habían sido grabadas con voz de Violeta,
fueron recopiladas en un LP editado por Alerce en 1976 (después ampliadas en
Décimas y centésimas); Warner Music Chile sacó en 1999 el concierto que dio en
Ginebra (Violeta Parra en Ginebra) y sus peculiares Composiciones para
guitarra.
Un aporte importante a
la música es el rescate de la tradición musical chilena por parte de Violeta:
el canto a lo divino («El rin del angelito», «Verso por una niña muerta», por
ejemplo), el lamento mapuche («Qué he sacado con quererte»), instrumentos como
el guitarrón, sus canciones nortinas, sin dejar de lado su gran sensibilidad
social, como en «Mazúrquica modérnica», «Rodríguez y Recabarren» y «La carta»,
entre otras.
Fuente:
https://es.wikipedia.org/wiki/Violeta_Parra
https://www.youtube.com/watch?v=EYGNYc5rQto
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