Albert Camus
Nació
en una familia de colonos franceses (pieds-noirs) dedicados al cultivo de
anacardo en el departamento de Constantina. Su madre, Catalina Elena Sintes,
nació en Birkadem (Argelia) y su familia es originaria de Sant Lluís (Menorca).
Su padre, Lucien Camus, trabajaba en una finca vitivinícola cerca de Mondovi
para un comerciante de vinos de Argel, y era de origen alsaciano, como muchos
otros pieds-noirs que habían huido tras la anexión de Alsacia por Alemania
después la guerra franco-prusiana. Movilizado durante la Primera Guerra
Mundial, fue herido en combate durante la batalla del Marne y falleció en el
hospital de Saint-Brieuc el 17 de octubre de 1914, hecho que propició el
traslado de la familia a casa de la abuela materna en Argel. Quedó huérfano de
padre antes de cumplir el año. De su progenitor, solo conservó una fotografía y
una significativa anécdota: su señalada repugnancia ante el espectáculo de una
ejecución capital.
Su
niñez transcurrió en uno de los barrios más pobres de Argel, y con ausencia
absoluta de libros y revistas. Gracias a una beca que recibían los hijos de las
víctimas de la guerra, pudo comenzar a estudiar y a tener los primeros
contactos con los libros. En medio de dificultades económicas, cursó su
primaria y culminó el bachillerato.
En
Argel realizó sus estudios en la escuela primaria y fue alentado por sus
profesores, especialmente Louis Germain, a quien guardó total gratitud, hasta
el punto de dedicarle su discurso del Premio Nobel,34
y Jean Grenier, en el instituto, quien lo inició
en la lectura de los filósofos,
y especialmente le dio a conocer a Nietzsche. En esta época se interesó por las
actividades deportivas, especialmente el fútbol, la natación y el boxeo. Fue
portero del equipo juvenil de la Racing Universitaire d'Alger de 1928 a 1930.
En este último año, sin embargo, comenzó a sufrir ataques de tuberculosis, lo
cual detuvo su vida deportiva, y por un tiempo, también sus estudios.5
Posteriormente
estudió filosofía y letras y se graduó con una tesis sobre la relación entre el
pensamiento clásico griego y el cristianismo a partir de los escritos de
Plotino y san Agustín.6 Fue rechazado como
profesor a causa de su avanzada tuberculosis, por lo que se dedicó al periodismo como
corresponsal del Alger Républicain.
En 1939 se presentó
al ejército
como voluntario, pero no le aceptaron por su delicada salud.
Primeros
escritos y carrera
Comenzó
a escribir a muy temprana edad: sus primeros textos fueron publicados en la
revista Sud en 1932. Dos años antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial,
Camus fue periodista del Alger Républicain. Ahí publicó distintos artículos que
analizan la situación social de los musulmanes en la región de la Cabilia.
Estos artículos, publicados posteriormente en Actuelles III (1958), llamaron la
atención con respecto a las muchas injusticias que posteriormente desencadenaron
la Guerra de Argelia de 1954. Camus se relacionó más con corrientes
humanitarias, más que político-ideológicas, y sostenía la importancia del papel
de Francia en Argelia, aunque no ignoraba las injusticias coloniales.
En
1934, contrae matrimonio con Simone Hié, pero el matrimonio termina rápidamente
por infidelidades de ambas partes. En el año 1935, comenzó a escribir El revés
y el derecho, el cual fue publicado dos años más tarde. En esta primera
publicación, describe la situación de su vida en los años de su niñez, y
retrata figuras importantes para él, como son su madre, su tío y su abuela. En
Argel funda el Teatro del Trabajo, que en 1937 reemplaza por el Teatro del
Equipo, el cual buscaba llevar obras de calidad a las clases trabajadoras. En
1938 publicó Nupcias, obra conformada por una serie de meditaciones líricas
sobre el campo de Argelia; presenta la belleza natural como una forma de
riqueza que todo ser humano, hasta el más pobre, puede disfrutar. En esos años, Camus abandona el
Partido Comunista por serias discrepancias, como el Pacto germano-soviético y
su apoyo a la autonomía del PC de Argelia respecto al Partido Comunista
Francés.
Entra
a trabajar en el Diario del Frente Popular, creado por Pascal Pia: su
investigación La miseria de la Kabylia tiene un resonante impacto. En 1940, el
Gobierno General de Argelia prohíbe la publicación del diario y maniobra para
que Camus no pueda encontrar trabajo. Él emigró entonces a París y trabajó como
secretario de redacción en el diario Paris-Soir. Este mismo año, se casó con
Francine Faure, pianista y matemática. Con ella tuvo un par de mellizos,
Catherine y Jean. Al poco tiempo, mantuvo un amorío público con la actriz
española María Casares que duró dieciséis años, con una breve interrupción
de dos años. A pesar de las numerosas aventuras extramatrimoniales de Albert
Camus, él
y su segunda esposa (Francine Faure), siempre se amaron [Catherine Camus -
L'Obs, 20 novembre 2009]. En 1942, publicó su primera novela El
extranjero. Ese mismo año, publicó El mito de sísifo, donde desarrolla sus
ideas sobre el absurdo. En 1943, trabajó como lector de textos
para Gallimard, importante casa editorial parisina, y tomó la dirección de la publicación de resistencia Combat
cuando Pascal Pia fue llamado a ocupar otras funciones en el movimiento contra
los alemanes.
En
la posguerra, tras la salida de los alemanes, siguió editando esta publicación,
la cual mantuvo una postura independiente de izquierda, basada en los ideales
de justicia y verdad. En 1944 y 1945,
respectivamente, escribió
las obras El malentendido y Calígula,
ambas consideradas como teatro del absurdo. En 1947 publicó su segunda novela, La
peste.
El
anarquista Andre Prudhommeaux lo introdujo en 1948 al movimiento libertario, en
una reunión del Círculo de Estudiantes Anarquistas, como simpatizante que ya
estaba familiarizado con el pensamiento anarquista. Camus escribió a partir de
entonces para publicaciones del movimiento; fue articulista de Le Libertaire
(precursor inmediato de Le Monde libertaire), Le révolution proletarienne y
Solidaridad Obrera (de la CNT). En 1949 viaja a América del Sur (Brasil,
Argentina y Chile). Camus, junto a los anarquistas, expresó su apoyo a la
revuelta de 1953 en Alemania Oriental.
En
1951, publicó su ensayo El hombre rebelde, el cual provocó el antagonismo de
críticos marxistas y otros teóricos cercanos al marxismo, como Jean-Paul
Sartre.
En
esta época comenzó a apoyar distintos movimientos anárquicos, primero a favor
del levantamiento de los trabajadores en Poznan, Polonia, y luego en la
Revolución húngara. Fue miembro de la Fédération Anarchiste.
En
1956, en Argel, Camus lanzó su «Llamada a la tregua civil», pidiendo a los
combatientes del movimiento independentista argelino y al ejército francés,
enfrentados en una guerra sin cuartel, el respeto y la protección sin
condiciones para la población civil. Mientras leía su texto, afuera, una turba
heterogénea lo injuriaba y pedía su muerte a gritos. Para él, en aquella
guerra, su lealtad y su amor por Francia no impedía el cabal conocimiento de la
injusticia que vivía el pueblo argelino, depauperado y humillado, como tampoco
podía impedir su amor por Argelia que se reconociera deudor de una lengua, una
cultura y una sensibilidad política y social indisolublemente unidas a Francia.
Últimos
años y muerte
Al
margen de las corrientes filosóficas, Camus elaboró una reflexión sobre la
condición humana. Rechazó la fórmula de un acto de fe en Dios, en la historia o
en la razón, por lo que se opuso simultáneamente al cristianismo, al marxismo y
al existencialismo. No dejó de luchar contra todas las ideologías y las
abstracciones que alejan al hombre de lo humano. Lo definió como la filosofía
del absurdo. Fue un convencido anarquista, y dedicó parte importante de su
libro El hombre rebelde a exponer y cuestionar sus propias convicciones, y
demostrar lo destructivo de toda ideología que proponga una finalidad en la
historia.
En
1956 publicó La caída, y en 1957 la colección de cuentos El exilio y el reino.
Este mismo año obtuvo el Premio Nobel de Literatura, a los cuarenta y cuatro
años de edad. Camus murió el 4 de enero de 1960 en
un accidente de coche cerca de Le Petit-Villeblevin, sobre cuyas causas se han
publicado posteriormente especulaciones no confirmadas sobre la implicación del
KGB en el accidente. El auto colisionado, un
Facel Vega Facellia FV3B, era conducido por su editor y amigo Michel Gallimard,
este hecho se prestó
a especulaciones sobre la naturaleza accidental de su trágico fin. En el
momento de su muerte, Camus había planeado viajar en tren, con su esposa e
hijos, pero a última hora aceptó la propuesta de su editor para viajar con él.
Entre los papeles que se le encontraron, había un manuscrito inconcluso, El
primer hombre, de fuerte contenido autobiográfico. Camus fue enterrado en
Lourmarin, pueblo del sur de Francia.
Pensamiento
filosófico
A
través de sus escritos, Camus explora la condición humana de aislamiento dentro
de un universo que llega a parecer ajeno, el extrañamiento del ser humano hacia
sí mismo, el problema del mal y la fatalidad de la muerte. Se considera que su
pensamiento representa la desilusión de los intelectuales en la época de la
posguerra. Sin embargo, aunque entendía el nihilismo de muchos de sus
contemporáneos, defendía valores como la libertad y la justicia. En sus últimos
trabajos, esbozó un humanismo liberal que rechazaba los aspectos dogmáticos del
cristianismo y el marxismo. El hombre siempre se
encuentra en una «condición
absurda», en «situaciones absurdas». Camus afirmó en 1956, en una entrevista
publicada por Le Monde: «No creo en Dios, es verdad. Y, sin embargo, no soy
ateo. Incluso me siento inclinado, con Benjamin Constant de Rebecque, a ver en
la irreligión algo de vulgar y de..., sí, de deteriorado».
Absurdismo
Esta
idea del absurdo presupone que el ser humano busca un significado del mundo, de
la vida humana y de la historia, el cual sustente sus ideales y valores. Se
desea la seguridad de que la realidad es un proceso teleológico inteligible,
que contiene un orden moral objetivo. Puesto en otras palabras, se busca una
certeza metafísica de que la vida es parte de un proceso inteligible
direccionado a un objetivo ideal, y que detrás de los valores personales se
encuentra el sustento del universo o de la realidad como totalidad.
Los
líderes religiosos y los creadores de sistemas y visiones del mundo metafísicos
han tratado de saciar esta necesidad. Pero sus interpretaciones del mundo no se
sostienen ante la crítica. El mundo se revela, para un ser humano sensible, sin
ningún propósito o significado determinado. El mundo no es racional. De ahí
surge el sentimiento del absurdo (le sentiment de l'absurde).
Hablando
estrictamente, el mundo no es absurdo por sí mismo: simplemente es. “El absurdo
surge de la confrontación entre la búsqueda del ser humano y el silencio
irracional del mundo”. Lo llama “nostalgia
irracional y humana”,
y ocurre cuando nuestra necesidad de significado se quiebra ante la indiferencia
del mundo, inamovible y absoluta. Por lo tanto, el absurdo no es un estado
autónomo; no existe en el mundo, sino que surge del abismo que nos separa de
él.
Este
sentimiento puede manifestarse de distintas maneras, como por ejemplo: la
percepción de la indiferencia de la naturaleza ante los valores y los ideales
del ser humano, la consciencia de la fatalidad de la muerte, o el impacto
provocado por la percepción del sinsentido de la cotidianidad. Camus exhorta a
la exploración
de este silencio como búsqueda de verdad, aunque en ella se vuelva más latente
el silencio del mundo. “Buscar lo que es verdad no es buscar lo que se desea”.
Camus
trata frecuentemente el problema del suicidio. Esta acción, sin embargo, no es
la acción recomendada por Camus. En su opinión, el suicidio es rendirse ante el
absurdo. La dignidad humana se rebela cuando se vive en la consciencia del
absurdo, y aun así uno se rebela contra él a través de un compromiso con sus
propios ideales. Él deja claro que el hecho de que cada persona pueda encontrar
sus propios valores, no quiere decir que se recomiende el crimen: “Si todas las
experiencias son indiferentes, la experiencia del deber es tan legítima como
cualquier otra. Uno puede ser virtuoso por capricho”
Camus
sostenía el origen humano de todo juicio moral. Él, aunque no aceptaba para sí
mismo el cristianismo, lo reconocía como una forma válida de significar al
mundo; rechazaba la institución de la Iglesia, a la cual consideraba alejada de
su inspiración original. Sin embargo, pensaba que la moralidad, en tanto que
humana, debe separarse del pensamiento religioso: “Cuando el hombre somete a
Dios a un juicio moral, lo mata en su corazón”.
Estaba
convencido de que el hombre no puede vivir sin valores; si uno elige vivir, por
ese mismo hecho afirma un valor, el que la vida vale la pena de ser vivida o
que puede hacerse digna de ser vivida.
La
filosofía de la revuelta
Camus
tenía una fuerte preocupación por la libertad humana, la justicia social, la
paz y la eliminación de la violencia. El ser humano se puede rebelar contra la
explotación, la opresión, la injusticia y la violencia, y por el mismo hecho de
su rebeldía afirma los valores en cuyo nombre se vuelve rebelde. Una filosofía
de la revuelta, por lo tanto, tiene una base moral, y si esta base es negada,
ya sea explícitamente o en nombre de cierta abstracción como el movimiento de
la historia, lo que comienza como rebeldía y expresión de la libertad, se torna
en tiranía y en la supresión de esta. Para Camus, al igual que la rebeldía, toda acción política debe tener una base
moral sólida.
Estaba
convencido de que el sentimiento del absurdo, tomado por sí mismo, puede ser
usado para justificar cualquier cosa, incluido el crimen o el asesinato. “Si
uno no cree en nada, y nada tiene sentido, si no podemos encontrar ningún
valor, todo está permitido y nada es importante [...]. Uno es libre de atizar
el fuego crematorio o dar la vida al cuidado de los leprosos”.
La
rebeldía presupone el compromiso hacia ciertos valores, los cuales se pueden
asumir a pesar de la consciencia de que son una creación humana. A pesar de que
se sepa que son una construcción, cuando uno se rebela ante la opresión o la
injusticia, uno asume los valores de libertad y justicia. En otras palabras, en
Camus el absurdo cósmico tiende a quedar en segundo plano; de su pensamiento
surge un idealismo moral, el cual insiste en libertad y justicia para todos. Él
busca crear consciencia de la opresión que se oculta en los ideales y en los
sistemas de pensamiento que se dan a conocer como la verdad esencial del mundo.
La
rebelión es, para Camus, entonces, una de las dimensiones esenciales del
hombre. «A menos que huyamos de la realidad, estamos obligados a encontrar en
ella nuestros valores. ¿Se puede, lejos de lo sagrado y de sus valores
absolutos, encontrar la regla de una conducta? Tal es la pregunta que plantea
la rebelión». El hombre rebelde es «el
hombre situado antes o después de lo sagrado, y dedicado a reivindicar un orden
humano en el que todas las respuestas sean humanas, es decir, razonablemente
formuladas». Así
pues, la rebeldía
es opuesta a lo sagrado en el sentido de que en este funciona a través de certeza, pero por el
carácter no esencial y humano de los valores, la rebeldía se basa en la
interrogación.
Camus
se mostraba en contra de la sociedad burguesa, pero sostenía que la rebeldía
contra el orden existente puede llevar a la opresión. Pensaba que el ser humano
no puede jugar el papel de espectador de la historia como totalidad, pero que
ninguna empresa histórica es más que un riesgo en el que se ofrece cierto grado
de justificación racional. Así que, si el nihilismo
absoluto puede ser usado para justificar cualquier cosa, el racionalismo
absoluto puede ser usado para lo mismo: “No hay diferencia entre estas dos
actitudes. Desde el momento en que son aceptadas, la tierra se convierte en
desierto”.
Por
lo tanto, ninguna acción política puede usarse para justificar los excesos de
una posición absolutista. Matar y oprimir en nombre del movimiento de la
historia o de algún futuro ideal son injustificados. Camus buscaba alejarse de
las posturas absolutas y buscar la moderación, ya que “la libertad absoluta es
el derecho que usan los más fuertes para dominar y prolongar la injusticia”,
así como “la justicia absoluta se alcanza a través de la supresión de toda
contradicción: por lo tanto, destruye la libertad”.
Entonces,
es en nombre de los seres humanos vivos y no en nombre de la historia o de
algún ideal de vida futura que se realiza la rebeldía contra la injusticia y la
opresión: “Toda generosidad hacia el futuro reside en darlo todo al presente”.
Su
filosofía de la revuelta está principalmente preocupada por los valores morales
y el desarrollo de una responsabilidad moral; él insiste en que, aunque el
rebelde debe actuar porque cree que es lo correcto, también puede actuar
reconociendo que podría estar equivocado. Pensaba que el comunismo no pensaba
en esta posibilidad, y buscaba, más bien, una sociedad abierta, en que la
pasión por la revuelta y el espíritu de moderación estén en tensión constante.
Siempre, sin embargo, dio prioridad a la reducción de la violencia.
Lo
anterior vuelve problemática dicha fidelidad o compromiso hacia los ideales
personales. ¿Cómo mantener el compromiso hacia ellos cuando se sabe que se
puede estar equivocado? Camus pensaba que el origen de la fidelidad se
encuentra en la consciencia de que un mundo sin significado lleva a la
humanidad a luchar contra este vacío, y que se necesita fuerza, sacrificio y
energía para llevar a cabo esta revuelta. De esta protesta esencial surge la
solidaridad y el compromiso con los valores personales, ya que «el hombre necesita exaltar
la justicia para luchar contra la injusticia, y crear felicidad para rebelarse
contra un universo de infelicidad». Para Camus, sin embargo, «la fidelidad no es, por sí misma, una virtud».
Como
base de la rebeldía social y política, entonces, se encuentra la rebeldía
metafísica, definida como «el movimiento por el cual un hombre se alza contra
su condición y la creación entera». El rebelde metafísico invoca de manera implícita un juicio de valor en
nombre del cual niega su aprobación
a la condición que le ha sido impuesta. Él se alza contra un mundo destrozado
para reivindicar su unidad.
En
el desarrollo del problema del absurdo, de la moralidad y de la revuelta, Camus
conjunta el compromiso y una postura de distanciamiento. Este distanciamiento
lo hace mantener una actitud crítica frente a distintas formas de poder
político y económico; por lo tanto, su rebeldía tenía una base moral, más que
política.
Camus
se relaciona con Sartre en el sentido de que ambos defienden el sinsentido del
mundo y de la historia humana (pues no hay un objetivo o propósito que es dado
independientemente al ser humano); sin embargo, él no es el origen del
pensamiento de Camus. Quien puede ser considerado como su influencia principal
es Nietzsche. Camus sostenía que este filósofo representaba el advenimiento del
nihilismo, y que pudo ver al ser humano como el único ser capaz de apropiarse
de este nihilismo.
Sin
embargo, Camus no es considerado meramente nietzscheniano; por un lado, se
preocupó por la injusticia en las sociedades de manera más intensa que el
filósofo alemán, y por otro, aunque nunca abandonó la idea de que el mundo no
tiene un significado último, cada vez se centró más en la idea de rebeldía
contra la crueldad y la opresión, lucha que opacó a la revuelta contra la
condición humana como tal, concebida como falta de sentido.
Obras
principales
Camus
desarrolló sus ideas a través de la creación literaria y de una serie de
ensayos que se alejan de las normas de escritura meramente filosófica. En esta
sección, se nombran algunos de sus textos no ficcionales más sobresalientes.
El
revés y el derecho (1937)
Es
una serie de ensayos sobre su vida en Argelia y algunos viajes que realizó en
su juventud. Camus considera que esta obra de juventud es el germen del
pensamiento que desarrollaría a lo largo de su vida. En este texto conjunta dos
polos: el revés representa el silencio del mundo y la aparente ausencia de
valor de la vida; y el derecho, la belleza y la aceptación de lo incomprensible
del mundo.
El
mito de Sísifo (1942)
En
esta obra Camus desarrolló ampliamente el concepto del absurdo. Discute el
problema de valor de la vida, y se basa en la metáfora de Sísifo, de la
mitología griega, para abordar su concepción de la vida humana: Sísifo empuja
eternamente una piedra hasta la cima de una montaña, sólo para dejarla caer. De
este texto es la célebre frase: «Sólo hay un problema filosófico verdaderamente
serio: el problema del suicidio. Juzgar si la vida vale o no la pena de ser
vivida es responder a la pregunta fundamental de la filosofía».
El
hombre rebelde (1951)
Camus
pasó de su idea inicial del absurdo a la idea de una rebeldía moral y
metafísica. En este trabajo, explora la relación de esta idea con la revolución
histórica-política. Este texto representó una ruptura con el marxismo y con el
existencialismo, y provocó un fuerte antagonismo entre Camus y Jean-Paul
Sartre.
Reflexiones
sobre la guillotina (1957)
Este
texto es una disertación en contra de la pena de muerte. En él se expresa
claramente su preocupación por la reducción de la violencia. Considera como uno
de los mayores crímenes al asesinado premeditado e institucionalizado a través
de los mecanismos del estado.
Camus
y la literatura
Cuando
un filósofo busca discutir temas como la libertad humana, la autenticidad, el
compromiso y las relaciones interpersonales, su tratamiento es inevitablemente
abstracto y expresado en términos de conceptos generales o universales. Para
Camus, la literatura es una forma de explorar estos problemas en términos de
acciones, predicamentos, opciones y acciones individuales. De esta manera,
distintos temas que han sido tratados de manera abstracta y general, pueden
expresarse de manera concreta y se pueden materializar como expresión
dramática.
Visión
estética
Camus
concibe al arte como una manera de moldear el mundo más allá de su forma
actual, de manera que los conflictos dentro de él puedan ser focalizados.
La importancia de resaltar la parte conflictiva de la realidad reside en que,
para Camus, el arte es vehículo
del pensamiento. De esta manera, se aleja de la búsqueda de representación del mundo en sí, y por
lo tanto, de las estéticas de corte realista. Se le ha vinculado, por un lado,
con el arte existencialista, y por otro, con el teatro del absurdo.
En
la estética de Camus, la ficción no representa la realidad externa, sino que es
una expresión libre e inmediata del pensamiento humano.
Él
criticaba la separación
entre arte y filosofía,
y sostenía
que la unidad de propósito
del absurdo es una sola: “No hay fronteras entre las
disciplinas que el hombre se propone para comprender y amar. Se interpretan, y
la misma angustia los confunde”.
Sus
novelas han sido interpretadas también como obras de protesta que actualizan
algunos elementos generales de la tragedia griega, ya que hay una oposición
entre el individuo y la sociedad que frustra o destruye sus valores. Así pues,
el protagonista intenta conformar una serie de principios a partir de los
cuales llevar su vida, en un mundo donde la disparidad entre el ideal —lo que
el hombre busca— y lo real —lo que encuentra— es tan grande, que reduce su
existencia entera a la incoherencia.
El
acto de creación
Para
Camus, la creación es una forma de rebeldía humana contra el absurdo. El
artista pretende reformular el mundo y dotarlo, a través del estilo, de la
coherencia y la unidad de las que carece. Para esto, selecciona fragmentos de
la realidad y los combina libremente, lo cual crea en el arte ciertos valores
que no existen de manera constante en el mundo, pero que el artista percibe e
intenta rescatar del flujo de la historia.
Camus
sostenía que Hegel había propiciado el pensamiento nihilista al considerar la
historia como una reconciliación entre lo singular y lo universal. Así, la
historia dejó de ser considerada como única fuente de valores. Camus cree que
esta reconciliación se da de manera más clara en el arte, dado que la exigencia
de la rebelión es, en gran medida, una exigencia estética. Camus proclama que
el goce absurdo por excelencia es creación, y cita a Nietzsche: “El arte y nada
más que el arte. Tenemos el arte para no morir de la verdad”.
Para
Camus, a través de la obra de arte se mantiene la tensión frente al mundo, y
por lo tanto, ésta mantiene despierta la consciencia y conforma a la rebelión
como fidelidad a lo absurdo. Sin embargo, no considera al arte como un remedio
espiritual, ya que, más que ser un refugio de lo absurdo, la obra de arte es un
fenómeno absurdo por sí misma.
Camus
piensa que la obra absurda se logra a partir del triunfo de lo carnal, lo cual
provoca el renunciamiento de la inteligencia a razonar sobre lo concreto:
"...
la obra de arte encarna un drama de la inteligencia, pero no lo demuestra sino
indirectamente. La obra absurda exige un artista consciente de estos límites y
un arte en el que lo concreto sólo se describa a sí mismo. No puede ser el fin,
el sentido y el consuelo de una vida. Crear o no crear no cambia nada. El
creador absurdo no se atiene a su obra. Podría renunciar a ella. Le basta con
una Abisinia".
Con
la renuncia del pensamiento a la universalidad, el sistema ya no se separa de
su autor, lo cual facilita expresar las ideas filosóficas por medio de la
creación novelesca.
Estas
son las obras principales
El
extranjero (1942)
Esta
novela muestra la alienación propia del siglo XX a partir de un personaje que
se ha interpretado como la imagen de lo que Camus concebía como el hombre
absurdo. En esta obra, Camus explora la idea de la acción sin significado
dentro de la consciencia del absurdo. El protagonista es condenado a muerte,
pero, más que por matar a un hombre, la condena responde a que este nunca dice
más que lo que siente y a que no se conforma con las demandas de su sociedad.
La
peste (1947)
En
La peste, Camus trata de manera simbólica una epidemia en Oran. Los personajes
se preocupan más por encontrar la dignidad y la fraternidad humana que por
acabar con la epidemia misma. Esta obra explora la pregunta de si puede o no
existir un santo ateo. El hombre absurdo vive sin Dios. Pero eso no significa
que no pueda entregarse al bien de los demás
hombres a través
del autosacrificio. Si lo hace sin esperanza de una recompensa, y consciente de
que no es significativa ninguna forma específica de actuar, muestra la grandeza
del ser humano precisamente en esta combinación entre el reconocimiento de la
futilidad última y una vida llena de un amor que lo lleva al sacrificio.
Expresa que se puede ser santo sin ilusión.
La
caída (1956)
La
caída muestra la preocupación de Camus por el simbolismo cristiano y expone de
manera irónica las formas más complacientes de la moralidad humanista secular.
Por otro lado, la obra trata el problema del mal. El protagonista, Clamence, se
refiere a la “duplicidad básica del ser humano”, y expresa que el origen del
mal es el humano mismo.
Polémica
Sartre-Camus
Un
aspecto que ha llamado la atención sobre la trayectoria de Camus es el fuerte
conflicto con el filósofo existencialista Jean-Paul Sartre, el cual surgió a
partir de la publicación de El hombre rebelde. Sartre se había vuelto cercano
al comunismo, y aunque nunca fue parte del Partido Comunista, estaba comprometido
con un proyecto que combinaba el existencialismo y el marxismo.
Camus,
aunque renegaba del nombre de existencialista, estaba convencido de que el
existencialismo y el marxismo eran incompatibles, y que el marxismo constituía
una secularización del pensamiento cristiano, en el cual se sustituía la figura
de Dios por la idea del movimiento de la historia. Esto llevaba, por lo tanto,
a la muerte de la libertad, encarnada en los horrores del estalinismo. Como
contraparte, decía que la democracia burguesa reemplazaba la misma figura de
Dios por el principio, un tanto ambiguo, de la razón. En nombre de la libertad,
la sociedad burguesa justificaba la explotación y la injusticia social.
A
partir de esta diferencia de visión, Camus y Sartre sostuvieron una célebre
polémica en la revista Les Tempes Modernes a inicios de los años cincuenta. Los
lectores de la publicación, y especialmente Sartre, consideraron a Camus un
idealista “iluso y romántico”, que se complacía en transponer a términos morales
e individuales cualquier análisis de la realidad (en la época, la dinámica era
inversa: llevar a términos colectivos e ideológicos los dilemas personales).
Aunque
el corte de Les Tempes Modernes era de izquierda no comunista, en esta época,
su director, Sartre, se había acercado especialmente al estalinismo; el
filósofo, en las páginas de esta publicación, expresa: “Todo anticomunista es
un perro rabioso”. El hombre rebelde, por lo tanto, provocó una incomodidad por
parte de los lectores y los directores de la revista.
Varios
meses después de la publicación de la obra de Camus, nadie se había dado a la
tarea de hacer una reseña crítica sobre ésta, por lo cual Sartre encarga a
Francis Jeason, joven fuertemente influido por la filosofía sartriana, para
escribirla. El texto de Jeason aparece en la edición del mes de mayo de 1954 de
Les Tempes Modernes. Con él quedó abierta la polémica. La réplica de Camus, así
como las contra-réplicas por parte de Jeason y Sartre, se publicarían en el
número del mes de agosto.
La
polémica se ha publicado de manera independiente en distintas ediciones en
francés y en español. Según algunos biógrafos de Camus, como son H. Lottman y
O. Todd, la herida provocada por esta polémica con Sartre, al cual Camus
consideraba íntimo amigo, incidió incluso en su trayectoria literaria. En este
sentido, La caída ha sido interpretada como una ficción elaborada a partir del
recuerdo del enfrentamiento.
Sin
embargo, existen corrientes de opinión que afirman que esta ruptura nunca tuvo
lugar realmente. La confusión entre las cartas a Sartre enviadas en la década
del 1932 al 1954 fue el indicador de que Camus negaba su influencia,
achacándola a "malentendidos intencionados". Futuras indagaciones
siembran dudas sobre la autoría real de esas cartas.
Filmografía
El
extranjero fue llevada al cine en 1967 por Luchino Visconti aunque sin mucho
éxito, tal vez por lo difícil que resulta plasmar esta obra
cinematográficamente. Por su parte, La peste tuvo también su versión fílmica,
dirigida en 1992 por Luis Puenzo. En 2011 se estrenó El primer hombre (t. o.:
Il primo uomo), película dirigida por Gianni Amelio, basada en la novela
homónima de Camus, que fue la última y que no terminó. El argumento,
autobiográfico, se centra en el regreso de Jacques Cormery, alter-ego del
escritor, a su país natal, donde evoca sus recuerdos de infancia, la vida en
una familia pobre, con su madre viuda y su tío, y con el profesor de escuela
que le sirvió de motivación para leer y dedicarse a la literatura. En 2014,
David Oelhoffen dirige la película Loin des hommes (Lejos de los hombres),
basada en el relato "L'Hôte" ("El invitado"), uno de los
cuentos del libro L'Exil et le royaume.
Fuente:
https://es.wikipedia.org/wiki/Albert_Camus
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