Josefina de Beauharnais
Nacida como Marie Josèphe Rose Tascher de
la Pagerie, fue la primera esposa de Napoleón Bonaparte y, por lo tanto, emperatriz
de Francia. Por parte de su hija Hortensia, fue abuela de Napoleón III y por la
de su hijo, bisabuela de los más recientes reyes y reinas de Dinamarca y
Suecia. Las familias reales de Bélgica, Grecia, Luxemburgo y Noruega también
descienden de Josefina.
Nació y vivió en la Martinica (Antillas
Menores) hasta que en 1780 contrajo matrimonio en París con Alejandro de
Beauharnais. A fines de 1783, se separó de su esposo y poco después regresó al
Caribe, donde puso orden en la economía familiar en medio de la sublevación de
esclavos de 1791 y de la Revolución francesa. De regreso a París ese año,
arribó justo para la caída del Antiguo Régimen y la instauración de la Primera
República Francesa. Gracias a sus conexiones sociales conoció a Napoleón
Bonaparte, con quien contrajo matrimonio en 1796, dos años después de que su
primer esposo falleciera bajo la guillotina. En diciembre de 1804, Josefina fue
coronada emperatriz de Francia por su segundo y último esposo, Napoleón. Poco
después, en 1810, por no
serle posible dar un hijo heredero a Napoleón, la pareja se divorció y Josefina se retiró al Castillo de
Malmaison, de su propiedad. Josefina murió en 1814, elogiada por los franceses,
quienes la llamaban l'bonne Josephine (Josefina, la buena).
Al menos hasta octubre de 1779, Josefina
usó su segundo nombre Rosa o el nombre más familiar, Yeyette. Después de su
matrimonio con Alejandro de Beauharnais, firmaba Vizcondesa de Beauharnais o
bien Lapagerie de Beauharnais. El certificado de matrimonio con Napoleón venía
firmado M.R.J. Tascher y de allí en adelante firmaba con los dos apellidos:
Lapagerie-Bonaparte o Tascher-Bonaparte. A partir de 1804 firmaba simplemente Joséphine,
nombre con el que fue coronada emperatriz de Francia y con el que se
registraron los eventos legales de su posteridad.
Juventud
La literatura describe a Josefina como
una mujer de altura promedio, esbelta, con buena figura y cabellos castaños y sedosos,
ojos marrones y una tez morena-amarillenta. Su nariz era pequeña y simétrica,
su boca bien formada, sin embargo, mantenía su boca constantemente cerrada para
no descubrir sus malos dientes.6 Con frecuencia era
elogiada por su elegancia, estilo y su voz baja y bellamente modulada.
Martinica, la «Perla de las Antillas», es una de las islas de las Antillas
Menores y un departamento de ultramar de Francia desde 1630. Pierre Belain
d'Esnambuc, quien estableció la primera colonia francesa permanente
en la isla en nombre de Luis XIII de Francia en 1635 fue ancestro materno de
Josefina. Por parte de padre, los Tascher provenían de la nobleza francesa.
Joseph, padre de Josefina, llegó a la isla como muchos, huyendo de las
presiones sociales de Francia. Para entonces, las propiedades de la familia de
Josefina se calculaban en un valor cercano a las 60 mil libras francesas. La plantación de los Tascher, en
la cima de un desfiladero al suroeste de Martinica, era conocida en ese
entonces como la Pequeña Guinea por el origen de la mayoría de
sus esclavos; ahora es un museo. A menudo, ya adulta, Josefina recordaba las
500 hectáreas de tierra en
las que creció, el río que corría por sus tierras y las ceibas que
rodeaban la hacienda.
A causa de que se crio lejos de París y
de la influencia de otras niñas de alcurnia, su porte y maneras eran reflejo de
su vida en el campo y no las de una joven educada en la corte. Además, la costumbre de
chupar caña de azúcar y consumir productos derivados de ella, hizo que
sus dientes se decoloraran y padeciera de caries. Josefina fue educada en un colegio de monjas llamado Dames
de la Providence en Fort-Royal.
A pesar de que una plantación de caña de
azúcar era una empresa lucrativa, la familia de Josefina tuvo dificultades
económicas durante más de 10 años a consecuencia de la devastación causada por
un huracán en su propiedad en 1766 y de la adicción que el padre tenía a los
juegos de azar. De hecho, como consecuencia de la destrucción de su casa por el
huracán, la familia de Josefina vivía en el segundo piso del edificio, donde
estaban instalados los calderos de cocción de la caña.
Désirée, una tía paterna de Josefina,
estaba casada con François, vizconde de Beauharnais, un aristócrata francés. En
1778, al empeorar la salud de este, Désirée hizo arreglos para que la hermana
de Josefina, Catherine, se comprometiera con el hijo de François, Alejandro,
vizconde de Beauharnais, de 17 años, y oficial de la armada francesa. Sin
embargo, sin que lo supiera la tía Désirée, Catherine había fallecido de
tuberculosis dos meses antes. Para cumplir los deseos de la tía en París, se
tomó la decisión de enviar a Manette, la hermana menor de Josefina, de tan solo
11 años, pero la niña enfermó y, finalmente, fue Josefina quien ocupó el lugar
de su hermana y se desposó con Alejandro. Dicho matrimonio sería de gran
beneficio económico para la familia de Josefina, ya que la familia de
Beauharnais era adinerada. Josefina dejó atrás a un pretendiente: el teniente
francés Scipion du Roure. En agosto de 1779, Josefina y su padre Joseph
partieron rumbo a París. A fines de octubre, Josefina conoció a su prometido y
a su familia. Josefina causó una buena impresión en la familia, pese a que sus
maneras provincianas aún no se habían ajustado a los modos sofisticados de la
aristocracia parisina.
Primer matrimonio
En octubre de 1779, poco antes de la
batalla de Martinica, Josefina arribó a Francia con su padre y contrajo
matrimonio con Alejandro el 13 de diciembre de 1779 en una pequeña iglesia de
Noisy-le-Grand, al este de París. Los Beauharnais vivían en un vecindario que
una vez fue de lujo pero que había empobrecido, no muy lejos de los mercados
cubiertos de París y de la entrada a la Corte de los Milagros, un sitio preferido por los limosneros y
ladrones, lugar hecho famoso por el «Jorobado de Notre Dame» en Nuestra Señora
de París escrito por Victor Hugo 50 años después, en 1831. El padre de
Josefina, quien llevaba cerca de un mes enfermo, se alivió bajo los
tratamientos de los médicos en París. Josefina encontró que París era una
ciudad sucia, maloliente y con demasiada gente y bulla, sin embargo quedó
impresionada con la cantidad de objetos de venta en tiendas y mercados por toda
la ciudad. En París, Josefina tomó clases de ética, literatura, escritura y
otros elementos de actualización para situarse cómodamente y comportarse
adecuadamente entre la nobleza de Francia. Muchas de las clases las tomó a petición de su esposo, un
joven amante del lujo y la intriga política, muy conectado en el círculo de personajes
aristocráticos poderosos en
París.
Desafíos matrimoniales
Para cuando Josefina contrajo matrimonio,
Beauharnais ya había tenido al menos una amante, una mujer 11 años mayor que
él, pero Josefina se concentró en ser una esposa amorosa y entregada. El 3 de
septiembre de 1781, Josefina dio a luz su primer hijo, un varón que nombraron
Eugène Rose. Alejandro, quien había partido casi seis meses atrás, vino a
visitar a Josefina y a su recién nacido primogénito. Sin embargo, partió de
inmediato en un viaje de ocho meses por Italia. Los viajes de Alejandro eran
tan numerosos y de tan larga duración que en un período de cuatro años,
Josefina vio a su esposo un total equivalente a 10 meses. La relación de los recién casados se condujo
mayormente por correo. Esas cartas de Josefina, debido a su mala ortografía,
horrorizaban a Alejandro y eran causa de discusión en su matrimonio. Un mes
después del nacimiento de Eugène, en octubre de 1781, Josefina se entera de que
Alejandro había tenido amoríos con la prima de Josefina, Laure de Girardin de
Montgérald (1764-1816) y que juntos habían concebido un hijo. En julio de 1782,
Josefina se reconcilió con su esposo. Las evidencias sugieren que hasta
septiembre no hubo problemas entre ellos. Para diciembre, Alejandro partió para
Martinica, en las Antillas Menores al norte de Venezuela, tierra natal de
Josefina, para trabajar como asistente del gobernador. Josefina decidió
quedarse en Noisy-le-Grand porque estaba embarazada por segunda vez y Eugène
era muy pequeño para tan larga y tediosa travesía.
Josefina dio a luz prematuramente el 10
de abril de 1783 a una niña que llamaron Hortense Eugénie Cécile. Hortensia se
casaría con Luis Bonaparte, hermano de Napoleón, en 1802 y es ascendiente
directa de las casas reales actuales de Bélgica, Suecia, Dinamarca, Noruega y
Luxemburgo. Mientras tanto, Alejandro, aún en Martinica, avergüenza a su
familia con un comportamiento desenfrenado, dado al alcoholismo, el juego y las
mujeres.
Laure, la amante de Alejandro, informó a
este del nacimiento prematuro de su hija, considerado en aquel entonces prueba
de que el bebé podía no ser suyo. Para la época, era considerado normal que un
bebé naciera tarde, y por lo general, el que un recién nacido naciera
prematuramente se creía indicio de infidelidad. Alejandro sobornó a los
esclavos de la hacienda de la familia de Josefina en busca de evidencias de que
Josefina, en su juventud, había sido promiscua. Uno de ellos cooperó por la
suma equivalente de US$5,000, a pesar de que tendría unos cinco años cuando
Josefina partió de la isla. Aparte del
testimonio del joven esclavo, no existen evidencias de que Josefina fuera
infiel a su esposo o de que no llegara virgen al matrimonio. La familia de
Josefina, así como la familia de Alejandro, la apoyaron y afirmaron su
inocencia.
En septiembre de 1783, al volver a París,
Alejandro expulsó a su esposa Josefina de su casa y la envió, con los niños, a
una abadía habitada por mujeres en situaciones matrimoniales similares a la de
Josefina. Alejandro se
mantuvo fuera del alcance de su familia, de sus amigos y de Josefina, estableciéndose
permanentemente en casa de un familiar de Laure Longpré. Finalmente, el 27
de noviembre de 1783, Josefina, de 20 años de edad, se muda a la abadía. La
rudeza de Alejandro para con ella era tal, que en diciembre Josefina solicita a
Mr Joron, abogado del Rey y comisionado de Chastelet, una carta de separación
legal. El padre de Mr Joron, quien acompañó al abogado a visitar a su clienta
Josefina, la describe como una «fascinante persona joven, una dama de
distinción y elegancia, con estilo perfecto, una multitud de gracias y la más
bella de las voces habladas». Los abogados convencieron a Josefina de las
múltiples desventajas de una separación legal, en especial en lo tocante al
futuro financiero de sus hijos. La mudanza fue económicamente difícil para
madre e hijos por razón de que Alejandro no hacía sus pagos como había
prometido y la pensión del padre de Alejandro iba disminuyendo cada año. Los
hijos de Josefina extrañaban al abuelo más que a Alejandro, a quien rara vez
veían. Sin embargo, en la abadía Josefina aprendió sofisticación parisina de
sus compañeras, y no solo habilidades sociales sino cierto grado de valentía
para adentrarse en el mundo de la política de París.
A comienzos de 1785, Alejandro se llevó a
su hijo Eugène sin que su familia o Josefina lo supieran, porque pensaba que el
niño no debía ser criado en una casa con solo mujeres. Al descubrir el paradero
de Eugène, Josefina lo notificó a las autoridades, quienes le concedieron una
audiencia para el siguiente mes, marzo de 1785. Ese mismo mes, Laure de Montgérald, prima de
Josefina y amante de Alejandro, contrajo matrimonio con un general, Arthur
Dillon. Alejandro se declaró culpable en la audiencia de la corte con
la condición de que obtendría la custodia de Eugène a partir de la
edad de cinco años. A cambio, Alejandro prometió pagar mensualmente
la cantidad de 5000 libras como pensión y 1000 libras más por Hortensia hasta
que cumpliera la edad de siete años, a partir de la cual pagaría 1500 libras
cada año. Desafortunadamente, pocas veces cumplió con su parte del acuerdo.
Revolución Francesa
El drástico levantamiento popular en
Francia tuvo repercusiones en la sociedad e instituciones de Martinica,
especialmente en torno a la libertad de sus habitantes. Todo ello conllevó a la
sublevación en 1791 en pro de la abolición de la esclavitud. En noviembre de 1790, dos años después de llegar a
Martinica, los peligros de la rebelión obligaron a Josefina y su hija a volver
a Francia, sin equipaje y sin dinero. En tan solo tres años, Francia había
cambiado drásticamente en comparación a cuando Josefina partió para el Caribe.
La Bastilla había sido tomada, la nobleza había perdido sus derechos feudales y
la democracia había triunfado. Josefina se reunió con su hijo Eugène y se quedaron a
vivir temporalmente en la casa de Fanny de Beauharnais, tía de Alejandro y
madrina de su hija Hortensia.
En septiembre de 1791 Josefina se mudó a
casa de otra tía en Fontainebleau. En septiembre de ese mismo año el Rey juró
lealtad a la nueva constitución. Josefina y su esposo Alejandro se habían
estado escribiendo desde que Josefina volvió de Martinica y se volvieron a ver
a finales de 1791, en Rue Saint-Dominique, la casa de la tía Fanny, celebrando
la aprobación de la nueva constitución. La relación entre Josefina y Alejandro
parece haber sido, en este punto, una de fraterna amistad, sin que existan
evidencias de que hayan vuelto a vivir juntos el resto de sus vidas. El 15 de
marzo de 1792, la hermana menor de Josefina y última sobreviviente de sus
hermanas, falleció en Martinica.
Alejandro continuó intensificando su
actividad política, y se declaró un entusiasta admirador de las nuevas ideas
liberales, llegando a ser el presidente de la Asamblea Nacional.
Antes de la Revolución, muchos de los
oficiales militares eran aristócratas y para el comienzo de la Revolución, la
mayoría de ellos había huido del país, de modo que había pocos hombres en
Francia con experiencia militar para liderar sus tropas en contra de Austria,
Prusia y sus otros enemigos. Alejandro fue uno de los que recibió una comisión
de mando militar, bajo el mando del General Bairon. En abril París estuvo bajo
toque de queda y en junio el palacio del Rey fue tomado por los
revolucionarios. Mientras cientos de personas morían en París y otros cientos
eran arrestados, Josefina comenzó a adoptar los modales de la República y a
entablar amistad con algunos de sus líderes más influyentes.
Encarcelamiento
Algunos de los amigos de Josefina,
incluyendo Armand de Montmorin, el Ministro de Asuntos Exteriores, habían sido
arrestados. Por temor de que fuesen guillotinados, Josefina comenzó a abogar a
los integrantes del Directorio, incluyendo a Barras y Tallien por la libertad
de sus amigos más cercanos. El 3 de septiembre de 1792 Eugène, su primogénito
cumplió 11 años en medio de campanas, rebatos y cañones. París en guerra,
Alejandro, ya mariscal de campo y al frente de la batalla, con las masacres de
Septiembre en pleno apogeo, Montmorin y miles más fueron asesinados en las
cárceles de París, en el comienzo de lo que fue el El Terror.
Alejandro se unió a la milicia
revolucionaria, llegando al rango de Comandante en Jefe del Ejército del Rin y
fue nombrado Ministro de Guerra, cargo que no aceptó. Sin embargo, después de
perder una batalla contra Prusia, Alejandro perdió la confianza de los
jacobinos y cayó en sospecha de traición. Aunque la relación con su esposo era
buena, algunos autores sugieren que Josefina entabló relaciones amorosas
con Jean-Lambert Tallien, quien hacía de mediador en favor de los amigos
encarcelados de Josefina. Es probable que esa fuera la razón por la que
Alejandro ordenara a Josefina enviar a Eugène a su lado en Estrasburgo en
octubre de 1792. Sin embargo, el que
ninguno de sus conocidos fuese liberado, sugiere que los favores no eran
pagados sexualmente por Josefina, y que la furia de Alejandro se debía a que
Josefina se codeaba con aristócratas, poniendo a Alejandro en un compromiso
ante el Comité Nacional, habiendo él mismo sido un aristócrata antes de la
Revolución. En diciembre de
1792, las tropas bajo el mando del General Custine cayeron ante Maguncia, razón por la que el
general fue luego decapitado. En diciembre, François, el hermano de Alejandro participó en
un intento de liberar al rey de la cárcel, poniendo a Alejandro aún más en
sospecha de traición. El 21 de enero de 1793, el rey fue guillotinado, lo que
horrorizó a Josefina. Las sospechas hacia Alejandro menguaron hasta tal punto
que a mediados de 1793, la Convención Nacional lo promovió a comandante en jefe
y luego a ministro de guerra, aunque la elección no fue unánime debido a que
algunos aún consideraban a Beauharnais un aristócrata. Para entonces, Josefina
asistía casi a diario a las asambleas de la Convención Nacional y continuó, con
más éxito, a intermediar por sus amigos encarcelados. En agosto, Alejandro
renunció a su cargo de ministro, en octubre la reina fue decapitada y Josefina
y sus dos hijos —Eugène ya no vivía cerca de su padre— se mudaron a la
población rural de Croissy, a orillas del Sena aunque regresaba a París a
menudo con el fin de volver a pedirle a Bertrand Barère de Vieuzac, Marc
Guillaume Alexis Vadier y otros, ayuda en favor de sus familiares encarcelados.
El 2 de marzo de 1794, durante el Reinado
del Terror, el Comité de Salvación Pública arrestó a Alejandro en Blois y
llevado primero al Palacio del Luxemburgo y luego al convento de Carmelites.
Josefina continuó viajando a París, esta vez con el
fin de abrogar el arresto de una prima. El Comité consideró que Josefina tenía vínculos en los círculos
contrarrevolucionarios por lo que ordenó su arresto el 19 de abril de 1794. Su
arresto fue solicitado el 2 del mes Floréal, año II (12 de abril de 1794), y
estuvo en prisión hasta el 10 del mes Termidor, año II 28 de julio. En prisión,
la prisión de Carmes, donde junto con otras, habían ocurrido dos años antes las
Masacres de Septiembre, se volvieron a encontrar marido y mujer. Aunque es
probable que la pareja se haya reconciliado en prisión, Alejandro tuvo amoríos
con una viuda, Delphine Custine, nuera del general y amigo de Alejandro que fue
guillotinado por la derrota de Maguncia. Por su parte, Josefina parece haberse
visto atraída por un joven general, Lazare Hoche. El Carmes era una de las
peores cárceles de la Primera República: sobrepoblada, repugnante y a diario se
sacaban presos que eran de inmediato guillotinados. Cuando Josefina fue
encerrada, había 600 personas encarceladas y cuando fue dejada en libertad tres
meses después, solo había 200. Alejandro, acusado de haber defendido mal la
ciudad de Mayenne en 1793 y considerado "aristócrata sospechoso" fue
condenado a muerte. A tan solo cinco días de la caída de Robespierre, Alejandro
fue guillotinado el 23 de julio junto con su hermano Agustín en la Plaza de la
Revolución —actual Plaza de la Concordia— en París, mientras que Hoche escapó
de la cárcel con ayuda, probablemente de Barras. Josefina, por su parte quedó
libre cinco días después gracias al coup d'état del 9 de termidor (27 de julio)
y la ejecución de Maximilien Robespierre, dando fin al Reinado del Terror. Fue
Tallien quien firmó la carta de liberación de Josefina, quien al salir de la
cárcel es reunida con sus hijos en la casa de su cuñada Fanny.
En libertad
Las siguientes semanas fueron para
Josefina un tiempo de recuperación física y emocional. Tras su liberación de la
prisión, Josefina intentó rehabilitar la memoria de su esposo y pasó por serias
dificultades económicas. Su relación con Hoche se mantuvo íntima, un evento que
ayudó a Josefina en su recuperación. Esa fuerte atracción por Hoche fue una de
las razones por las que luego dudaría en contraer matrimonio con Napoleón:
Josefina se casó con Bonaparte enamorada de Hoche —quien la hubiese dejado
viuda por segunda vez muriendo en 1797. Un año después Napoleón y Josefina se
casaron—. En septiembre de 1794, pocos días antes del atentado en contra de
Tallien, Hoche partió de París hacia un nuevo puesto de comando y convenció a
Josefina a que permitiera que Eugène le acompañase, como aprendiz de guerra.
Josefina permaneció cerca de sus amigas y
estableció íntimas amistades entre el liderazgo financiero y gubernamental:
Louis Fréron, Emmanuel-Joseph Sieyès, Jean-Baptiste Louvet de Couvray,
Jean-Frédéric Perregaux, Gabriel-Julien Ouvrard y otros. Nuevamente, su relación con Barras se
volvió muy cercana,
pagando este por la educación de los hijos de Josefina. Las empresas en las
islas del Caribe dieron suficiente para que Josefina pudiera mantenerse a flote
económicamente, pero sin duda, sus ingresos no eran suficientes para mantener
una vida de holgura. La herencia de Alejandro no estipulaba reparticiones para
Josefina ni sus hijos, solo especificaba bienes para dos hijas que Alejandro
tuviese fuera de su matrimonio. En junio de 1795, gracias a una nueva ley, y
con la ayuda de Barras, algunas de las propiedades de Alejandro fueron vendidas
y las ganancias entregadas a Josefina, dinero que ella utilizaría para arrendar
una casa por 10 mil libras al año, a un costado de Montmartre, Rue Chantereine, nombrada así por el cantar de
los sapos que aún se oían a lo largo de la calle. Josefina
decoró su nueva casa con un aire caribeño, combinado con la influencia
grecorromana propia del estilo del Directorio. A pesar de la impresión de lujo,
Josefina vivía en relativa pobreza, reflejada, por ejemplo, en las pocas
vajillas y cubiertos en su casa.
El 8 de junio de 1795, el Delfín murió en
prisión a la edad de 10 años y para el final de mes, Francia había entrado en
una nueva batalla contra de una flota de emigrantes franceses provenientes de
Inglaterra en la bahía de Quiberon, el mismo puesto de Hoche y Eugène, de modo
que por temor a perder a su hijo, Josefina pidió a Hoche que lo enviara de
vuelta a París. En julio, Hoche salió victorioso de la batalla, cosa que enfada
a Eugène, porque el adolescente se había vuelto interesado en la milicia.
Napoleón Bonaparte
Después de quedar viuda, Josefina de
Beauharnais pareció haber sido compañía íntima e incluso amante de diversas
figuras políticas, entre ellas siempre se ha comentado la relación existente
con Paul François Jean Nicolas Barras, quien en esos momentos, era la persona
más poderosa del Directorio que gobernaba Francia. Sin embargo, Barras era homosexual o por
lo menos bisexual, por lo que es probable que la tremenda ayuda económica que
recibiera Josefina del general, no haya sido incentivada por una relación
sexual, sino económica, en especial considerando la multitud de conexiones
sociales de que gozaba Josefina, en parte por su asociación con la
francmasonería, de las que se beneficiaría Barras en su camino al Directorio. Barras le llamaba la viciosa criolla («lewd Creole»). Varios
historiadores la tachan de lasciva y parrandera, basados en las cartas de sus
contemporáneos. Pero no existe sino una sola carta de Josefina durante
esa época y que puede considerarse auténtica, de modo que hay pocas palabras
escritas por ella en defensa propia.
La leyenda más popular del modo en cómo
se conocieron Josefina y Napoleón, relata que Eugène, decepcionado de tener que
entregar la espada de su padre durante una redada en la que la Guardia Nacional
decomisaba todo armamento en poder de civiles, corrió con su madre a quejarse a
la oficina del comandante en jefe de París: Bonaparte. Impresionado, el general
aceptó que el joven de 15 años se quedara con la espada, relatando un profundo
interés en la madre de un joven tan leal. El relato es ficticio, Josefina
conoció al general Napoleón Bonaparte entre agosto y septiembre de 1795, en
casa de madame Teresa Tallien (de soltera Teresa Cabarrús), a quien los
franceses apodaban «Madame Libertad» y «Nuestra Señora del Termidor»
(Notre-Dame de Thermidor). Madame Tallien y Josefina se hicieron muy amigas
desde que se conocieron en la prisión, donde estuvieron juntas y, en el futuro,
Josefina sería madrina de uno de los hijos de madame Tallien.
Los rumores de la época aseguran que
madame Tallien fue también una de las amantes de Barras, después de la
separación de su esposo. Fue el mismo Barras quien presentó a Josefina y
Bonaparte. Josefina tenía 32 años cuando conoció a Bonaparte y era seis años
mayor que el general de Córcega. Al parecer
Bonaparte tenía preferencia por mujeres de mayor edad, pues en una previa
oportunidad le había propuesto matrimonio a una viuda del
doble de su edad. Juntos, Barras y Bonaparte (en ese entonces aún escribía su
nombre Buonaparte) derrotaron una insurrección la primera semana de octubre de
1795. Para finales de octubre, Barras y otros cuatro fueron elegidos como Directores
de Francia, presidiendo sobre el Consejo de Ancianos y el Consejo de los
Quinientos. Mientras tanto, Bonaparte tomó el puesto vacante de Barras como
General en Jefe del Ejército del Interior. Josefina continuó utilizando su
influencia para ayudar a sus conocidos en el exterior; emigrantes quienes
deseaban volver a Francia. Mientras tanto, entre noviembre y diciembre,
Bonaparte, quien había pedido matrimonio ya al menos a otras dos mujeres de
dinero —y con quienes había roto el compromiso— empezó a cortejar a Josefina.
Por ser extranjero, los directores y
otros gobernantes y militares de Francia tenían limitada confianza en Napoleón,
por lo que Barras, un ávido defensor de Bonaparte, propuso que se buscara una
esposa francesa y que, de hacerlo, ganaría más la confianza de los directores a
tal grado de asignarle el mando del ejército, algo que Napoleón anhelaba, con
el fin de liberar a su país del dominio de Austria. El matrimonio también le
daría a Bonaparte una sólida conexión francesa, al punto que después de la
boda, quitaría la letra u de su apellido italiano: Buonaparte.
Mucho se ha escrito sobre la
improbabilidad de la relación entre Josefina y Napoleón, pero la pareja tenía
un pasado muy similar. Ambos eran isleños, habiendo nacido a tan solo meses
después que Francia tomara posesión de Córcega y Martinica. Ambos nacieron de
dulces y disciplinadas madres y de padres irresponsables.
De su relación con Napoleón, Josefina le
escribiría a un amigo, que no amaba al emperador y que al respecto ella se
encontraba “en un estado de indiferencia”. Josefina —que para entonces
era conocida como Rosa— y Napoleón se comprometieron en enero de 1796 y se
casaron por lo civil el 9 de marzo de 1796; se cuenta que al momento del acto,
el notario ante el que se verificó la ceremonia, le recomendó a Josefina no
hacerlo, pues lo hacía con un general pobre, sin futuro, que no tenía para
aportar al matrimonio más que su equipo militar. El ministro de Guerra hizo la
misma recomendación, así como el contable de Josefina, este por motivo de que
el contrato del matrimonio implicaba que se compartirían equitativamente todos
los gastos de vivienda, aún los gastos de la boda.
Dos días después de su matrimonio,
Bonaparte partió para liderar el ejército francés en Italia, enviando desde el
exterior muchas cartas intensamente románticas a su nueva esposa. Y aunque
Madame Beauharnais debe mostrarse como una personalidad destacada, se siente
atraída hacia este hombre de espíritu militante que no en pocas veces le
demostró el amor que sentía por ella y su locura. Como por ejemplo: acceder a
sus caprichos y aceptar sus crueldades, así también como soportar su estado
económico y vérseles tomados del brazo en las veladas de Barras y en casa de
los Tallien. En febrero de 1797, Bonaparte escribió:
«Vd, a quien la naturaleza ha dotado con
espíritu, dulzura y belleza, la única que puede mover y gobernar mi corazón, Vd
que conoce pero tan bien el imperio absoluto que ejercéis sobre él!»
Muchas de esas cartas siguen preservadas
en el presente, mientras que existen pocas cartas de Josefina, y no se sabe si
es que ello se deba a que se han perdido o por la escasez inicial de dichas
cartas hacia Napoleón. Josefina conservó en su poder la mayoría de las cartas
que recibiera de Napoleón aún después de su divorcio del emperador.
Pese a su matrimonio, Josefina —menos
enamorada de Napoleón que lo que estaba él de ella— continuó una vida frívola y
en las constantes ausencias de Napoleón durante su mando en el Ejército de
Italia, aprovechó para mantener amantes, incluyendo a un teniente
de húsares de nombre Hippolyte Charles, en 1796. Los rumores de la infidelidad de Josefina llegaron a oídos de Napoleón a través de sus hermanos y
amigos. Incluso en una ocasión, al regresar de la expedición a Egipto, ya al
tanto de estos amoríos, llegó a expulsar a Josefina de su
casa cuando se hartó de soportar dichas infidelidades, sin embargo, más pudo el amor que
sentía por ella y la
perdonó, continuando su
vida en común. Esto o el probable divorcio, influyó decisivamente en
Josefina, quien desde ese momento no volvió a ser infiel.
Sin embargo, este comportamiento motivó
que Napoleón tuviera otras amantes; algunas de las cuales eran damas de
compañía de Josefina cuando Napoleón había escalado a la cumbre del poder
político, cuando el Consulado y posteriormente el Imperio. Con al menos una de
ellas tuvo un hijo, el llamado Conde León. Una de las amantes de Bonaparte fue
Pauline Bellisle Foures, la esposa de un oficial menor y que llegó a ser
conocida como la «Cleopatra de Napoleón».
Emperatriz.
La relación entre ambos esposos estaba
seriamente comprometida, pese el amor que se tuvieran ambos. Un incidente en el
Palacio de Saint-Cloud casi pone a fin el matrimonio cuando Josefina descubre a
Napoleón en el cuarto de una de sus criadas, Élisabeth de Vaudey, causando una
escena violenta entre el emperador y su esposa. Napoleón mismo estuvo a punto
de poner fin a su matrimonio por razón de que Josefina no podía tener hijos,
probablemente debido al estrés que sufriera en prisión, acelerando
prematuramente su menopausia o bien por razón de lesiones que sufriera durante
una caída de un balcón que colapsó con Josefina sobre él en 1798. Finalmente, y
por los esfuerzos de Hortensia, hija de Josefina, los esposos se reconciliaron
y comenzaron la solicitud de coronación.
Cuando la coronación del emperador,
Josefina aprovechó la oportunidad para por medio del papa, quien se negó a
consagrar al emperador y a la emperatriz si no se realizaba la ceremonia
religiosa de matrimonio. Debido a esto, en ceremonia privada realizada en la
Capilla Real de las Tullerías el día anterior a la coronación, es decir el 1 de
diciembre de 1804. De esta manera también, Napoleón mantenía un as bajo la
manga, podía anular el matrimonio posteriormente si le convenía bajo el
argumento que no fue realizado con todas las solemnidades del caso.
En la ceremonia de la coronación, el
trono de Napoleón estaba a la derecha del altar, mientras que Josefina estaba
en un trono menor situado cinco escalones más abajo que el de Napoleón.
Josefina fue coronada emperatriz por su esposo Napoleón en la catedral de Notre
Dame el 2 de diciembre de 1804. La coronación no fue del agrado de la familia
de Napoleón, al punto que su madre Letizia ni siquiera acudió al acto de
coronación y las hermanas de Napoleón, que no soportaban a su cuñada, tuvieron
que cargar con la cola del vestido de coronación de Josefina muy a su pesar y
de mala gana. (En el cuadro de la coronación de Napoleón, se observa la
presencia de Letizia en el fondo de la imagen, pero esta es irreal, puesto que
Napoleón ordenó al pintor David que la incluyese en el cuadro). Para conmemorar
su matrimonio con Josefina, Napoleón mandó a fabricar una tiara entregada al
Papa Pío VII.23 En la pintura de
Jacques-Louis David de la coronación, aparece Josefina de rodillas a punto de
recibir la corona restaurada de Carlomagno, mientras que su esposo portaba la
corona de laureles de oro al estilo de los emperadores romanos. La ceremonia de
la coronación duró más de tres horas.
Napoleón, el día de la coronación, llamó
al notario que celebró el enlace civil para decirle «Todavía cree que no tengo
nada».
La indolencia intelectual de Josefina la
mantuvo alejada de los asuntos de Bonaparte, aunque asistía continuamente a
funciones teatrales y otras reuniones públicas, donde ocasionalmente daba
cortos discursos. También era dada a leer novelas sentimentales, aunque era
conocida por su afición a las compras. Sus gastos se estiman en cerca de un
millón de francos, equivalente a unos US$200.000 anuales. Sus mayores extravagancias eran las
ropas y su propiedad, el Castillo de Malmaison, donde coleccionaba flores exóticas, pinturas románticas, momias y
otros objetos de los viajes de Napoleón.
En su rol de emperatriz, Josefina tuvo
que sujetarse a una vida de rituales, guiada por elaboradas etiquetas dignas de
las reinas de Francia del pasado. La mayoría de sus apariciones públicas
ocurrieron en los Palacios de las Tullerías, Saint-Cloud y Fontainebleau, así
como en Malmaison y, con menos frecuencia en el Élysée y Rambouillet. Josefina
también viajó al exterior: Estrasburgo, Maguncia, Baden, Wurtemberg y el reino
italiano. Sus gastos eran pagados por la tesorería pública y cubrían los costos
de sus caros vestidos, chales, sombreros y zapatos, adicional a las sedas,
plumas, joyas, perfumes y variadas curiosidades que acostumbraba usar en
eventos públicos.
El fin del matrimonio de Napoleón y
Josefina fue el tardío descubrimiento de que Napoleón no podría tener heredero
con Josefina. Por varios años se supuso que Josefina podía tener hijos con
Napoleón, evidenciado por el hecho de que Josefina ya tenía dos hijos, de modo
que Napoleón asumió que era él el responsable de que su matrimonio se veía sin
hijos. Sin embargo, en 1806 Napoleón llegó a ser el padre de un hijo ilegítimo.
Luego en 1809 su amante para la época, una condesa polaca, Maria Walewska,
le reveló que estaba también embarazada. Al
verse claramente que Josefina era incapaz de darle un hijo a su esposo, aceptó divorciarse para
que Napoleón pudiera volver a casarse y tener el heredero que tanto ansiaba. El
divorcio (10 de enero de 1810) fue el primero bajo el Código de Napoleón. En
1811, Napoleón contrajo matrimonio con la Archiduquesa María Luisa de Austria,
con la que tuvo un hijo ese mismo año: Napoleón II de Francia.
Después de su divorcio, Josefina se trasladó
a vivir al Castillo de Malmaison, cerca de París. Después de completar la
renovación de Malmaison, Josefina se dedicó casi por completo a sus jardines,
en especial los rosales. Bajo la tutela de Josefina, la carrera del pintor
Pierre-Joseph Redouté floreció, dedicándose este a pintar todo tipo de flores.
Una rosa fue nombrada en honor al castillo de Malmaison y sus 650 rosales, la
especie Souvenir de la Malmaison.
El divorcio le asignó a Josefina rentas
para vivir con holgura y varias propiedades a nivel de compensación, sin
embargo, la exemperatriz siempre fue una mujer derrochadora, amante del buen
gusto, con lo cual sus ingresos, durante toda su vida, nunca alcanzaban a
cubrir sus excesos en compras y gastos. Pese al divorcio, se mantuvo en permanente
relación con Napoleón mediante cartas y siguió amándolo hasta su muerte.
Napoleón, por su parte, afirmó que lo único que los separaba eran las deudas de
ella. Después de la abdicación de Napoleón, Josefina ganó la protección del
emperador Alejandro I de Rusia.
Josefina falleció el 29 de mayo de 1814,
por complicaciones de un resfriado y fue enterrada en la iglesia de San Pedro y
San Pablo de Rueil. Cerca de 20 000 personas pasaron a ver el féretro de la
emperatriz e inundaron París con folletos elogiando su nombre. Su hija Hortensia está enterrada junto a
ella. La tumba está hecha de mármol proveniente de Carrara, Italia, y
tiene esculpida a la emperatriz arrodillada en la misma postura que aparece en
la pintura La coronación de Napoleón, por Jacques-Louis David.
Napoleón supo de la muerte de Josefina
mientras estaba desterrado en la isla de Elba; por lo cual su hijastra
Hortensia fue una de las primeras en recibirlo en el Palacio de las Tullerías
cuando regresó de la Isla de Elba. En el exilio, Napoleón le dijo a un amigo:
«verdaderamente amé a mi Josefina, pero no la respeté». Luego, tras el desastre
de Waterloo, Napoleón se mantuvo en Malmaison hasta decidir qué haría tras la
derrota final, una muestra del amor que lo unió a su emperatriz. A pesar de sus
numerosos amoríos, eventual divorcio y que se volvería a casar, las últimas
palabras del emperador en la isla de Santa Helena fueron: «Dios mio, el
ejército, Josefina.»
Descendientes
El hijo de Hortensia llegó a ser Napoleón
III. La nieta de Josefina, Josefina de Leuchtenberg, hija del duque Eugenio de
Beauharnais, contrajo matrimonio con el rey Óscar I de Suecia, el hijo de quien
fuera prometida de Napoleón, Desideria Clary. Por ese último enlace, Josefina
es ancestro directo de los actuales soberanos de Suecia, Bélgica, Luxemburgo,
Dinamarca y Noruega.
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Harriet_Tubman
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