Albert Camus



Nació en una familia de colonos franceses (pieds-noirs) dedicados al cultivo de anacardo en el departamento de Constantina. Su madre, Catalina Elena Sintes, nació en Birkadem (Argelia) y su familia es originaria de Sant Lluís (Menorca). Su padre, Lucien Camus, trabajaba en una finca vitivinícola cerca de Mondovi para un comerciante de vinos de Argel, y era de origen alsaciano, como muchos otros pieds-noirs que habían huido tras la anexión de Alsacia por Alemania después la guerra franco-prusiana. Movilizado durante la Primera Guerra Mundial, fue herido en combate durante la batalla del Marne y falleció en el hospital de Saint-Brieuc el 17 de octubre de 1914, hecho que propició el traslado de la familia a casa de la abuela materna en Argel. Quedó huérfano de padre antes de cumplir el año. De su progenitor, solo conservó una fotografía y una significativa anécdota: su señalada repugnancia ante el espectáculo de una ejecución capital.

 

Su niñez transcurrió en uno de los barrios más pobres de Argel, y con ausencia absoluta de libros y revistas. Gracias a una beca que recibían los hijos de las víctimas de la guerra, pudo comenzar a estudiar y a tener los primeros contactos con los libros. En medio de dificultades económicas, cursó su primaria y culminó el bachillerato.

 

En Argel realizó sus estudios en la escuela primaria y fue alentado por sus profesores, especialmente Louis Germain, a quien guardó total gratitud, hasta el punto de dedicarle su discurso del Premio Nobel, y Jean Grenier, en el instituto, quien lo inició en la lectura de los filósofos, y especialmente le dio a conocer a Nietzsche. En esta época se interesó por las actividades deportivas, especialmente el fútbol, la natación y el boxeo. Fue portero del equipo juvenil de la Racing Universitaire d'Alger de 1928 a 1930. En este último año, sin embargo, comenzó a sufrir ataques de tuberculosis, lo cual detuvo su vida deportiva, y por un tiempo, también sus estudios.

 

Posteriormente estudió filosofía y letras y se graduó con una tesis sobre la relación entre el pensamiento clásico griego y el cristianismo a partir de los escritos de Plotino y san Agustín. Fue rechazado como profesor a causa de su avanzada tuberculosis, por lo que se dedicó al periodismo como corresponsal del Alger Républicain. En 1939 se presentó al ejército como voluntario, pero no le aceptaron por su delicada salud.

 

Primeros escritos y carrera

Comenzó a escribir a muy temprana edad: sus primeros textos fueron publicados en la revista Sud en 1932. Dos años antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, Camus fue periodista del Alger Républicain. Ahí publicó distintos artículos que analizan la situación social de los musulmanes en la región de la Cabilia. Estos artículos, publicados posteriormente en Actuelles III (1958), llamaron la atención con respecto a las muchas injusticias que posteriormente desencadenaron la Guerra de Argelia de 1954. Camus se relacionó más con corrientes humanitarias, más que político-ideológicas, y sostenía la importancia del papel de Francia en Argelia, aunque no ignoraba las injusticias coloniales.

 

En 1934, contrae matrimonio con Simone Hié, pero el matrimonio termina rápidamente por infidelidades de ambas partes. En el año 1935, comenzó a escribir El revés y el derecho, el cual fue publicado dos años más tarde. En esta primera publicación, describe la situación de su vida en los años de su niñez, y retrata figuras importantes para él, como son su madre, su tío y su abuela. En Argel funda el Teatro del Trabajo, que en 1937 reemplaza por el Teatro del Equipo, el cual buscaba llevar obras de calidad a las clases trabajadoras. En 1938 publicó Nupcias, obra conformada por una serie de meditaciones líricas sobre el campo de Argelia; presenta la belleza natural como una forma de riqueza que todo ser humano, hasta el más pobre, puede disfrutar. En esos años, Camus abandona el Partido Comunista por serias discrepancias, como el Pacto germano-soviético y su apoyo a la autonomía del PC de Argelia respecto al Partido Comunista Francés.

 

Entra a trabajar en el Diario del Frente Popular, creado por Pascal Pia: su investigación La miseria de la Kabylia tiene un resonante impacto. En 1940, el Gobierno General de Argelia prohíbe la publicación del diario y maniobra para que Camus no pueda encontrar trabajo. Él emigró entonces a París y trabajó como secretario de redacción en el diario Paris-Soir. Este mismo año, se casó con Francine Faure, pianista y matemática. Con ella tuvo un par de mellizos, Catherine y Jean. Al poco tiempo, mantuvo un amorío público con la actriz española María Casares que duró dieciséis años, con una breve interrupción de dos años. A pesar de las numerosas aventuras extramatrimoniales de Albert Camus, él y su segunda esposa (Francine Faure), siempre se amaron [Catherine Camus - L'Obs, 20 novembre 2009]. En 1942, publicó su primera novela El extranjero. Ese mismo año, publicó El mito de sísifo, donde desarrolla sus ideas sobre el absurdo. En 1943, trabajó como lector de textos para Gallimard, importante casa editorial parisina, y tomó la dirección de la publicación de resistencia Combat cuando Pascal Pia fue llamado a ocupar otras funciones en el movimiento contra los alemanes.

 

En la posguerra, tras la salida de los alemanes, siguió editando esta publicación, la cual mantuvo una postura independiente de izquierda, basada en los ideales de justicia y verdad. En 1944 y 1945, respectivamente, escribió las obras El malentendido y Calígula, ambas consideradas como teatro del absurdo. En 1947 publicó su segunda novela, La peste.

 

El anarquista Andre Prudhommeaux lo introdujo en 1948 al movimiento libertario, en una reunión del Círculo de Estudiantes Anarquistas, como simpatizante que ya estaba familiarizado con el pensamiento anarquista. Camus escribió a partir de entonces para publicaciones del movimiento; fue articulista de Le Libertaire (precursor inmediato de Le Monde libertaire), Le révolution proletarienne y Solidaridad Obrera (de la CNT). En 1949 viaja a América del Sur (Brasil, Argentina y Chile). Camus, junto a los anarquistas, expresó su apoyo a la revuelta de 1953 en Alemania Oriental.

 

En 1951, publicó su ensayo El hombre rebelde, el cual provocó el antagonismo de críticos marxistas y otros teóricos cercanos al marxismo, como Jean-Paul Sartre.

 

En esta época comenzó a apoyar distintos movimientos anárquicos, primero a favor del levantamiento de los trabajadores en Poznan, Polonia, y luego en la Revolución húngara. Fue miembro de la Fédération Anarchiste.

 

En 1956, en Argel, Camus lanzó su «Llamada a la tregua civil», pidiendo a los combatientes del movimiento independentista argelino y al ejército francés, enfrentados en una guerra sin cuartel, el respeto y la protección sin condiciones para la población civil. Mientras leía su texto, afuera, una turba heterogénea lo injuriaba y pedía su muerte a gritos. Para él, en aquella guerra, su lealtad y su amor por Francia no impedía el cabal conocimiento de la injusticia que vivía el pueblo argelino, depauperado y humillado, como tampoco podía impedir su amor por Argelia que se reconociera deudor de una lengua, una cultura y una sensibilidad política y social indisolublemente unidas a Francia.

 

 

Últimos años y muerte

Al margen de las corrientes filosóficas, Camus elaboró una reflexión sobre la condición humana. Rechazó la fórmula de un acto de fe en Dios, en la historia o en la razón, por lo que se opuso simultáneamente al cristianismo, al marxismo y al existencialismo. No dejó de luchar contra todas las ideologías y las abstracciones que alejan al hombre de lo humano. Lo definió como la filosofía del absurdo. Fue un convencido anarquista, y dedicó parte importante de su libro El hombre rebelde a exponer y cuestionar sus propias convicciones, y demostrar lo destructivo de toda ideología que proponga una finalidad en la historia.

 

En 1956 publicó La caída, y en 1957 la colección de cuentos El exilio y el reino. Este mismo año obtuvo el Premio Nobel de Literatura, a los cuarenta y cuatro años de edad. Camus murió el 4 de enero de 1960 en un accidente de coche cerca de Le Petit-Villeblevin, sobre cuyas causas se han publicado posteriormente especulaciones no confirmadas sobre la implicación del KGB en el accidente. El auto colisionado, un Facel Vega Facellia FV3B, era conducido por su editor y amigo Michel Gallimard, este hecho se prestó a especulaciones sobre la naturaleza accidental de su trágico fin. En el momento de su muerte, Camus había planeado viajar en tren, con su esposa e hijos, pero a última hora aceptó la propuesta de su editor para viajar con él. Entre los papeles que se le encontraron, había un manuscrito inconcluso, El primer hombre, de fuerte contenido autobiográfico. Camus fue enterrado en Lourmarin, pueblo del sur de Francia.

 

Pensamiento filosófico

A través de sus escritos, Camus explora la condición humana de aislamiento dentro de un universo que llega a parecer ajeno, el extrañamiento del ser humano hacia sí mismo, el problema del mal y la fatalidad de la muerte. Se considera que su pensamiento representa la desilusión de los intelectuales en la época de la posguerra. Sin embargo, aunque entendía el nihilismo de muchos de sus contemporáneos, defendía valores como la libertad y la justicia. En sus últimos trabajos, esbozó un humanismo liberal que rechazaba los aspectos dogmáticos del cristianismo y el marxismo. El hombre siempre se encuentra en una «condición absurda», en «situaciones absurdas». Camus afirmó en 1956, en una entrevista publicada por Le Monde: «No creo en Dios, es verdad. Y, sin embargo, no soy ateo. Incluso me siento inclinado, con Benjamin Constant de Rebecque, a ver en la irreligión algo de vulgar y de..., sí, de deteriorado».

 

Absurdismo

Esta idea del absurdo presupone que el ser humano busca un significado del mundo, de la vida humana y de la historia, el cual sustente sus ideales y valores. Se desea la seguridad de que la realidad es un proceso teleológico inteligible, que contiene un orden moral objetivo. Puesto en otras palabras, se busca una certeza metafísica de que la vida es parte de un proceso inteligible direccionado a un objetivo ideal, y que detrás de los valores personales se encuentra el sustento del universo o de la realidad como totalidad.

 

Los líderes religiosos y los creadores de sistemas y visiones del mundo metafísicos han tratado de saciar esta necesidad. Pero sus interpretaciones del mundo no se sostienen ante la crítica. El mundo se revela, para un ser humano sensible, sin ningún propósito o significado determinado. El mundo no es racional. De ahí surge el sentimiento del absurdo (le sentiment de l'absurde).

 

Hablando estrictamente, el mundo no es absurdo por sí mismo: simplemente es. “El absurdo surge de la confrontación entre la búsqueda del ser humano y el silencio irracional del mundo”. Lo llama nostalgia irracional y humana, y ocurre cuando nuestra necesidad de significado se quiebra ante la indiferencia del mundo, inamovible y absoluta. Por lo tanto, el absurdo no es un estado autónomo; no existe en el mundo, sino que surge del abismo que nos separa de él.

 

Este sentimiento puede manifestarse de distintas maneras, como por ejemplo: la percepción de la indiferencia de la naturaleza ante los valores y los ideales del ser humano, la consciencia de la fatalidad de la muerte, o el impacto provocado por la percepción del sinsentido de la cotidianidad. Camus exhorta a la exploración de este silencio como búsqueda de verdad, aunque en ella se vuelva más latente el silencio del mundo. “Buscar lo que es verdad no es buscar lo que se desea”.

 

Camus trata frecuentemente el problema del suicidio. Esta acción, sin embargo, no es la acción recomendada por Camus. En su opinión, el suicidio es rendirse ante el absurdo. La dignidad humana se rebela cuando se vive en la consciencia del absurdo, y aun así uno se rebela contra él a través de un compromiso con sus propios ideales. Él deja claro que el hecho de que cada persona pueda encontrar sus propios valores, no quiere decir que se recomiende el crimen: “Si todas las experiencias son indiferentes, la experiencia del deber es tan legítima como cualquier otra. Uno puede ser virtuoso por capricho”

 

Camus sostenía el origen humano de todo juicio moral. Él, aunque no aceptaba para sí mismo el cristianismo, lo reconocía como una forma válida de significar al mundo; rechazaba la institución de la Iglesia, a la cual consideraba alejada de su inspiración original. Sin embargo, pensaba que la moralidad, en tanto que humana, debe separarse del pensamiento religioso: “Cuando el hombre somete a Dios a un juicio moral, lo mata en su corazón”.

 

Estaba convencido de que el hombre no puede vivir sin valores; si uno elige vivir, por ese mismo hecho afirma un valor, el que la vida vale la pena de ser vivida o que puede hacerse digna de ser vivida.

 

La filosofía de la revuelta

Camus tenía una fuerte preocupación por la libertad humana, la justicia social, la paz y la eliminación de la violencia. El ser humano se puede rebelar contra la explotación, la opresión, la injusticia y la violencia, y por el mismo hecho de su rebeldía afirma los valores en cuyo nombre se vuelve rebelde. Una filosofía de la revuelta, por lo tanto, tiene una base moral, y si esta base es negada, ya sea explícitamente o en nombre de cierta abstracción como el movimiento de la historia, lo que comienza como rebeldía y expresión de la libertad, se torna en tiranía y en la supresión de esta. Para Camus, al igual que la rebeldía, toda acción política debe tener una base moral sólida.

 

Estaba convencido de que el sentimiento del absurdo, tomado por sí mismo, puede ser usado para justificar cualquier cosa, incluido el crimen o el asesinato. “Si uno no cree en nada, y nada tiene sentido, si no podemos encontrar ningún valor, todo está permitido y nada es importante [...]. Uno es libre de atizar el fuego crematorio o dar la vida al cuidado de los leprosos”.

 

La rebeldía presupone el compromiso hacia ciertos valores, los cuales se pueden asumir a pesar de la consciencia de que son una creación humana. A pesar de que se sepa que son una construcción, cuando uno se rebela ante la opresión o la injusticia, uno asume los valores de libertad y justicia. En otras palabras, en Camus el absurdo cósmico tiende a quedar en segundo plano; de su pensamiento surge un idealismo moral, el cual insiste en libertad y justicia para todos. Él busca crear consciencia de la opresión que se oculta en los ideales y en los sistemas de pensamiento que se dan a conocer como la verdad esencial del mundo.

 

La rebelión es, para Camus, entonces, una de las dimensiones esenciales del hombre. «A menos que huyamos de la realidad, estamos obligados a encontrar en ella nuestros valores. ¿Se puede, lejos de lo sagrado y de sus valores absolutos, encontrar la regla de una conducta? Tal es la pregunta que plantea la rebelión». El hombre rebelde es «el hombre situado antes o después de lo sagrado, y dedicado a reivindicar un orden humano en el que todas las respuestas sean humanas, es decir, razonablemente formuladas». Así pues, la rebeldía es opuesta a lo sagrado en el sentido de que en este funciona a través de certeza, pero por el carácter no esencial y humano de los valores, la rebeldía se basa en la interrogación.

 

Camus se mostraba en contra de la sociedad burguesa, pero sostenía que la rebeldía contra el orden existente puede llevar a la opresión. Pensaba que el ser humano no puede jugar el papel de espectador de la historia como totalidad, pero que ninguna empresa histórica es más que un riesgo en el que se ofrece cierto grado de justificación racional. Así que, si el nihilismo absoluto puede ser usado para justificar cualquier cosa, el racionalismo absoluto puede ser usado para lo mismo: “No hay diferencia entre estas dos actitudes. Desde el momento en que son aceptadas, la tierra se convierte en desierto”.

 

Por lo tanto, ninguna acción política puede usarse para justificar los excesos de una posición absolutista. Matar y oprimir en nombre del movimiento de la historia o de algún futuro ideal son injustificados. Camus buscaba alejarse de las posturas absolutas y buscar la moderación, ya que “la libertad absoluta es el derecho que usan los más fuertes para dominar y prolongar la injusticia”, así como “la justicia absoluta se alcanza a través de la supresión de toda contradicción: por lo tanto, destruye la libertad”.

 

Entonces, es en nombre de los seres humanos vivos y no en nombre de la historia o de algún ideal de vida futura que se realiza la rebeldía contra la injusticia y la opresión: “Toda generosidad hacia el futuro reside en darlo todo al presente”.

 

Su filosofía de la revuelta está principalmente preocupada por los valores morales y el desarrollo de una responsabilidad moral; él insiste en que, aunque el rebelde debe actuar porque cree que es lo correcto, también puede actuar reconociendo que podría estar equivocado. Pensaba que el comunismo no pensaba en esta posibilidad, y buscaba, más bien, una sociedad abierta, en que la pasión por la revuelta y el espíritu de moderación estén en tensión constante. Siempre, sin embargo, dio prioridad a la reducción de la violencia.

 

Lo anterior vuelve problemática dicha fidelidad o compromiso hacia los ideales personales. ¿Cómo mantener el compromiso hacia ellos cuando se sabe que se puede estar equivocado? Camus pensaba que el origen de la fidelidad se encuentra en la consciencia de que un mundo sin significado lleva a la humanidad a luchar contra este vacío, y que se necesita fuerza, sacrificio y energía para llevar a cabo esta revuelta. De esta protesta esencial surge la solidaridad y el compromiso con los valores personales, ya que «el hombre necesita exaltar la justicia para luchar contra la injusticia, y crear felicidad para rebelarse contra un universo de infelicidad». Para Camus, sin embargo, «la fidelidad no es, por sí misma, una virtud».

 

Como base de la rebeldía social y política, entonces, se encuentra la rebeldía metafísica, definida como «el movimiento por el cual un hombre se alza contra su condición y la creación entera». El rebelde metafísico invoca de manera implícita un juicio de valor en nombre del cual niega su aprobación a la condición que le ha sido impuesta. Él se alza contra un mundo destrozado para reivindicar su unidad.

 

En el desarrollo del problema del absurdo, de la moralidad y de la revuelta, Camus conjunta el compromiso y una postura de distanciamiento. Este distanciamiento lo hace mantener una actitud crítica frente a distintas formas de poder político y económico; por lo tanto, su rebeldía tenía una base moral, más que política.

 

Camus se relaciona con Sartre en el sentido de que ambos defienden el sinsentido del mundo y de la historia humana (pues no hay un objetivo o propósito que es dado independientemente al ser humano); sin embargo, él no es el origen del pensamiento de Camus. Quien puede ser considerado como su influencia principal es Nietzsche. Camus sostenía que este filósofo representaba el advenimiento del nihilismo, y que pudo ver al ser humano como el único ser capaz de apropiarse de este nihilismo.

 

Sin embargo, Camus no es considerado meramente nietzscheniano; por un lado, se preocupó por la injusticia en las sociedades de manera más intensa que el filósofo alemán, y por otro, aunque nunca abandonó la idea de que el mundo no tiene un significado último, cada vez se centró más en la idea de rebeldía contra la crueldad y la opresión, lucha que opacó a la revuelta contra la condición humana como tal, concebida como falta de sentido.

 

Obras principales

Camus desarrolló sus ideas a través de la creación literaria y de una serie de ensayos que se alejan de las normas de escritura meramente filosófica. En esta sección, se nombran algunos de sus textos no ficcionales más sobresalientes.

 

El revés y el derecho (1937)

Es una serie de ensayos sobre su vida en Argelia y algunos viajes que realizó en su juventud. Camus considera que esta obra de juventud es el germen del pensamiento que desarrollaría a lo largo de su vida. En este texto conjunta dos polos: el revés representa el silencio del mundo y la aparente ausencia de valor de la vida; y el derecho, la belleza y la aceptación de lo incomprensible del mundo.

 

El mito de Sísifo (1942)

En esta obra Camus desarrolló ampliamente el concepto del absurdo. Discute el problema de valor de la vida, y se basa en la metáfora de Sísifo, de la mitología griega, para abordar su concepción de la vida humana: Sísifo empuja eternamente una piedra hasta la cima de una montaña, sólo para dejarla caer. De este texto es la célebre frase: «Sólo hay un problema filosófico verdaderamente serio: el problema del suicidio. Juzgar si la vida vale o no la pena de ser vivida es responder a la pregunta fundamental de la filosofía».

 

El hombre rebelde (1951)

Camus pasó de su idea inicial del absurdo a la idea de una rebeldía moral y metafísica. En este trabajo, explora la relación de esta idea con la revolución histórica-política. Este texto representó una ruptura con el marxismo y con el existencialismo, y provocó un fuerte antagonismo entre Camus y Jean-Paul Sartre.

 

Reflexiones sobre la guillotina (1957)

Este texto es una disertación en contra de la pena de muerte. En él se expresa claramente su preocupación por la reducción de la violencia. Considera como uno de los mayores crímenes al asesinado premeditado e institucionalizado a través de los mecanismos del estado.

 

Estas son las obras principales

El extranjero (1942)

La peste (1947)

La caída (1956)

 

Filmografía

El extranjero fue llevada al cine en 1967 por Luchino Visconti aunque sin mucho éxito, tal vez por lo difícil que resulta plasmar esta obra cinematográficamente. Por su parte, La peste tuvo también su versión fílmica, dirigida en 1992 por Luis Puenzo. En 2011 se estrenó El primer hombre (t. o.: Il primo uomo), película dirigida por Gianni Amelio, basada en la novela homónima de Camus, que fue la última y que no terminó. El argumento, autobiográfico, se centra en el regreso de Jacques Cormery, alter-ego del escritor, a su país natal, donde evoca sus recuerdos de infancia, la vida en una familia pobre, con su madre viuda y su tío, y con el profesor de escuela que le sirvió de motivación para leer y dedicarse a la literatura. En 2014, David Oelhoffen dirige la película Loin des hommes (Lejos de los hombres), basada en el relato "L'Hôte" ("El invitado"), uno de los cuentos del libro L'Exil et le royaume.

 


Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Albert_Camus


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