Winston Churchill
Churchill fue Premio
Nobel de Literatura con un apartado del que ahora adolecen los políticos. En la
concesión del Nobel en 1953 se valoró la gran brillantez de su oratoria. Los
textos de sus discursos eran magníficos, ya que conseguían con una excelente prosa
los objetivos de toda buena oratoria: defender sus ideas con exaltación,
llegando de manera eficaz al intelecto y al espíritu del público oyente. Quizás
la más famosa frase de uno de sus discursos sea, “sangre,
esfuerzo, sudor y lágrimas”.
Estamos ante la batalla
de todas las batallas, la preparación del desembarco aliado en Normandía, el
día D. Lógicamente, Churchill no hace una mención directa en su discurso ante
la Cámara de los Comunes el 13 de mayo de 1940 al desembarco. Los nazis seguían
con atención todas sus declaraciones, para conseguir alguna pista sobre sus
posibles siguientes movimientos. En el discurso, Sir Winston venía a decir a
los parlamentarios más preocupados por la estabilidad política que por el curso
de la guerra, que en su programa político solamente podía ofrecer sacrificio,
esfuerzo para seguir batallando.
Es curioso como un
discurso contiene tanta carga literaria, épica en este caso, por eso el jurado
del Nobel valoró esa capacidad de Churchill como escritor “dramático”. El país
estaba luchando en varios frentes y aún soportaban la «Batalla aérea de
Inglaterra». Debían estar preparados en la hora final, en la lucha a vida o
muerte por sobrevivir. Era evidente que, con su «literatura», les estaba
preparando para la gran decisión que tomó con su aliado Roosevelt de pasar a la
acción, abriendo una ofensiva en la Europa occidental, en Francia.
Su obra literaria como
historiador y biógrafo también pesó en el jurado para la concesión del Nobel de
Literatura. Churchill no pudo ir a recoger el Premio Nobel en persona, en junio
había sufrido el primer derrame cerebral. Tuvo varios, el último le provocó la
muerte en 1965, y el sufrido el año del Nobel le dejó el lado izquierdo del
cuerpo paralizado. El 10 de diciembre de 1953, cuando se celebró la ceremonia
de entrega de los premios fue su mujer, Lady Clementine Churchill, quien
recogió el Nobel de Literatura tras escuchar el discurso honorífico que
pronunció el escritor miembro de la Academia sueca, S. Siwertz.
En el discurso de
Siwertz se remarca lo curioso que suele ser encontrar buenos escritores entre
los grandes estadistas. Le llega a comparar con el Julio César cronista de sus
guerras galas o con el más contemporáneo Disraeli, excelente político (también
Primer Ministro) y orador británico del XIX. Aunque lo más reseñable, insiste,
sea la falta de buenos escritores entre los políticos. El orador que honra a
Churchill se quejaba ya en los años 1950 de la falta de buenos prosistas en la
política mundial de los años cincuenta.
Aparte de la obra
compuesta por discursos y parlamentos, a Winston Churchill se le otorgaba el
Nobel “por su dominio de la descripción histórica y biográfica”. Churchill
escribió siempre. Cuando estuvo alejado de la política lo hizo para ganar
dinero, para mantener la economía familiar, ya que aunque de cuna noble, la
herencia patrimonial había sido ya gastada por su madre. Churchill era un
historiador autodidacta, que aprendió a relatar y describir la historia
empapándose de la prosa enciclopédica de las buenas obras. Sus fuentes eran las
grandes enciclopedias británicas en geografía, viajes, expediciones
arqueológicas e historia que se publicaban desde el siglo XVIII en Gran
Bretaña. Además, su vida azarosa como militar de carrera y luego cronista
bélico, le otorgó gran capacidad de análisis y un estilo de corresponsal de
guerra, muy descriptivo y mordaz.
El premio Nobel de
Literatura cada año en su elección es uno de los más polémicos o de mayor
controversia. Muchos críticos literarios se rasgan las vestiduras al ver que
grandes escritores del siglo XX, como Jorge Luis Borges, no cuenten con este
galardón. Tampoco lo consiguieron James Joyce o Nabokov, por señalar algún
genio más sin reconocer. Es, desde luego, asunto para crear debates. En el caso
de Churchill no se crearon críticas, el reconocimiento fue unánime. Más que
nada por la talla de grandeza histórica del personaje y porque muchas de sus
obras históricas eran autobiográficas. Una obra que suponía el mejor testimonio
intelectual de una época crucial para la historia mundial.
Gustavo
Adolfo Ordoño
-Historiador
y periodista-
Churchill era hijo de
lord Randolph Churchill, tercer hijo del séptimo duque de Marlborough, y de la
estadounidense Jennie Jerome, hija del millonario estadounidense Leonard Jerome.
Winston Churchill descendía de John Churchill, primer duque de Marlborough, y
era primo hermano del noveno duque.
La niñez de Churchill
transcurrió en internados escolares, incluyendo el Headmaster's House de Harrow
School. Churchill no progresó mucho en Harrow; era castigado por su deficiente
trabajo y su falta de dedicación. Tenía una personalidad independiente y
rebelde; no logró alcanzar muchos méritos a nivel académico, suspendiendo
diversas materias, excepto matemáticas e historia, en las cuales con frecuencia
estaba colocado entre los mejores alumnos. Sin embargo, logró ser campeón de
esgrima de la escuela.
Siendo un joven oficial
del ejército, entró en acción en la India Británica, Sudán y en la Segunda
Guerra de los Bóeres. Ganó fama como corresponsal de guerra y con los libros
que escribió sobre sus campañas.
En primera línea
política durante 50 años, ocupó numerosos cargos políticos y de gabinete. Antes
de la Primera Guerra Mundial, fue presidente de la Secretaría de Estado de Comercio,
ministro de Interior y Primer Lord del Almirantazgo como parte del gobierno
liberal de H. H. Asquith. Durante la guerra continuó como Primer Lord del
Almirantazgo hasta la desastrosa batalla de Galípoli, que él había patrocinado
y que motivó su salida del gobierno. Después sirvió un breve tiempo en el
frente occidental como comandante del 6.º Batallón de los Fusileros Reales
Escoceses. Regresó al gobierno como ministro de Armamento, secretario de Estado
de Guerra y secretario de Estado del Aire. Tras el conflicto mundial, ocupó el
cargo de ministro de Hacienda en el gobierno conservador de Stanley Baldwin
entre 1924 y 1929, donde tomó la controvertida decisión de devolver la libra
esterlina en 1925 al patrón oro como en la paridad anterior a la guerra, lo que
muchos consideraron una presión deflacionaria sobre la economía del Reino
Unido. Igual de polémicas fueron su oposición al incremento de la autonomía de
la India y su resistencia a la abdicación de Eduardo VIII en 1936.
Aunque permaneció fuera
de la política en la década de 1930, lideró la alerta sobre el peligro de Adolf
Hitler y la campaña para el rearme. Sin embargo, apoyó el fascismo de Mussolini
al menos hasta 1934. Al estallido de
la Segunda Guerra Mundial, fue nombrado de nuevo Primer Lord del Almirantazgo
y, tras la dimisión de Neville Chamberlain el 10 de mayo de 1940, se convirtió
en primer ministro. Su firme negativa a aceptar la derrota, la rendición o un
acuerdo de paz ayudó a inspirar la resistencia británica, en especial durante los
difíciles primeros años de la guerra, cuando el Reino Unido se quedó solo en su
firme oposición y en la guerra contra la Alemania nazi. Se destacó por sus
discursos y programas de radio que ayudaron a inspirar al pueblo británico, al
que lideró como primer ministro hasta que fue segura la victoria de los Aliados
sobre las Potencias del Eje, sin embargo, algunas de sus políticas causaron una
hambruna que se cobró más de 3 millones de vidas indias.
Después de ser derrotado
en las elecciones generales de 1945 frente a los laboristas de Clement Attlee,
Churchill lideró la oposición. En 1951 consiguió volver a ser primer ministro,
hasta su retiro en 1955. A su muerte en 1965, la reina Isabel II le concedió el
honor de un funeral de Estado en el que se dio una de las mayores reuniones de
jefes de Estado nunca antes vistas.
Churchill es recordado como uno de los hombres más influyentes en la
historia del Reino Unido.
En 1946, Churchill
pronunció un discurso en Zúrich, donde instó a los europeos a “dejar atrás los
horrores del pasado y mirar al futuro”. Afirmó que el primer paso para volver a
crear la «familia europea» de “justicia, misericordia y libertad” consistía en
«construir una especie de Estados Unidos de Europa». Con este alegato,
Churchill fue uno de los defensores de la integración europea y propuso, como
un primer paso, crear un Consejo de Europa, cuya primera reunión contó con la
presencia del propio Churchill. Asimismo, planteó la idea de un «ejército
europeo» y dotar de cierta fuerza a la diplomacia europea. Además, en 1959 se
creó el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, una idea que Churchill había
defendido por primera vez una década antes.
Falleció el 24 de enero
de 1965, el mismo día en que había fallecido su padre, setenta años antes. Las
últimas palabras que se le oyeron pronunciar fueron: «¡Es todo tan aburrido!».
Para el activísimo
Churchill, esos últimos
diez años
de vejez y retiro habían
sido más
insoportables que los conflictos militares y diplomáticos. Su cuerpo permaneció
en la capilla ardiente en Westminster durante tres días. El funeral se realizó
en la catedral de San Pablo. Fue el primer funeral celebrado en dicha catedral
a un hombre no perteneciente a la realeza desde que se le hiciera al mariscal
de campo lord Roberts de Kandahar en 1914.
Cuando su féretro fue
transportado por el río Támesis, todas las grúas estaban inclinadas en saludo.
La artillería real hizo diecinueve disparos en su honor, como se hace con los jefes
de Estado, y dieciséis aviones de la RAF sobrevolaron Londres. El funeral
propició la asistencia del mayor número de dignatarios en la historia de Gran
Bretaña, contando representantes de más de cien países. Fue también la reunión
más grande de jefes de Estado hasta el fallecimiento del papa Juan Pablo II en
2005.
Se dice que fue deseo de
Churchill que, si el general De Gaulle le llegara a sobrevivir, la procesión
debería pasar por la estación de Waterloo, aunque no hay evidencia de que este
hecho sea cierto. El general De Gaulle asistió al funeral y la procesión partió
hacia Blandon desde la estación de Waterloo.
Por petición de
Churchill fue enterrado en la tumba de la familia en la iglesia de Saint
Martin, Blandon, cerca de Woodstock y no lejos de su lugar de nacimiento en
Blenheim.
Fuentes: https://es.wikipedia.org/wiki/Winston_Churchill
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